LA CAJA DE PANDORA DE PETRO Vs LA CAJA POPULISTA DE HERNÁNDEZ
Hernando Llano
Ángel
Continuando con el símil de la
Caja de Pandora, se podría afirmar que la caja de Petro contiene la esperanza
de más de 8 millones de compatriotas por vivir en un país que les brinde
igualdad de oportunidades para dejar de ser nadies. Oportunidades para el
ejercicio de sus derechos fundamentales, sin depender ello de quedar atrapados
en las redes clientelistas de los politiqueros o las asistencialistas del
Estado, como sucede en la actualidad. Para alcanzar tal propósito, su programa de
gobierno se compromete con reformas estructurales como la redistribución de la
tierra; promover justicia tributaria que grave a los más ricos y así el Estado
poder desarrollar políticas sociales centradas en derechos más que en subsidios
temporales; diseñar un sistema pensional más incluyente y justo, que garantice
seguridad social y una vejez digna a millones de colombianos expuestos sus
últimos años de vida a la penuria y la marginalidad social. También se propone
sustituir en un periodo de 12 años la dependencia fiscal del Estado de las
energías fósiles, petróleo y carbón, incentivando su sustitución por energías
limpias y sostenibles como la solar y eólica. Considerando dichas propuestas,
su programa puede ser caracterizado como reformista, no de extrema izquierda,
si acaso socialdemócrata, que apuesta por una transición energética acorde con
la crisis climática planetaria. Tales propuestas han sido calificadas por sus
opositores de enorme peligrosidad para la democracia y la estabilidad económica,
tildándolas de extrema izquierda y hasta de comunistas. Calificativos que no se
corresponde objetivamente con el alcance social y económico que ellas
contienen, pero que han sido políticamente muy efectivos para sembrar el miedo
y presentar a Petro como expropiador “castrochavista”. Una imagen negativa que
refuerza en millones de colombianos su “petrofobia”, como bien la denomina el
blog Reencuadres[1],
de Manuel J Bolívar, y llevará probablemente a millones de colombianos el
próximo 19 de junio a votar por la caja populista del Mercado de la Transparencia
del ingenioso Hernández. Una Caja que contiene la promesa de acabar con la
robadera de los politiqueros, hacer transparente y pulcra la gestión pública y
les ofrece lo que ellos quieren escuchar en forma chabacana: “quitarles a todos
los congresistas las camionetas”, “convertir la Casa de Nariño en un museo con
obras de Botero”, sin duda su propuesta más robusta, sólida y pintoresca que la
llevará a cabo el poeta William Ospina catapultado a ministro de cultura. Por
si faltara algo, Hernández se presenta como un Presidente filántropo, que
trasladará su sueldo al Icetex para condonar las deudas de los “muchachos
pobres” que no alcanzan a cancelarlas. Ingeniosas y populares propuestas que
despiertan exactamente lo contrario de las de Petro: más simpatía, votos y
admiración cercanas al afecto por un abuelo bonachón, generoso y charlatán. Si
a ello se suma su imagen de ingeniero y empresario rico, caricatura de un Trump
tropical, además de sus expresiones y comportamientos de “macho vulgar”, que
amenaza y golpea a quien lo desafía, tenemos todos los ingredientes necesarios
para convocar a millones de admiradores que quisieran ser como él: rico, macho
y exitoso. Pero además de estos rasgos idiosincráticos en los que se ven
reflejados millones de colombianos, muchos más de los 6 de la primera vuelta, hay
que sumar otros dos aspectos que afectan negativamente la imagen y
posibilidades de Petro para la segunda vuelta. Ellas son, su temperamento y
estilo de liderazgo en la gestión pública, el cual no está muy lejano del
propio de Hernández. El segundo, la cultura política y los intereses económicos
predominantes en nuestra sociedad, en los que Petro sí se encuentra muy lejano
de Hernández y claramente favorecen al ingeniero con sus ingeniosas propuestas,
tan celebradas por el colombiano corriente y pragmático, obsesionado por salir
adelante, ser emprendedor y parecerse al ingeniero.
Petro y Hernández tan cercanos
Durante su alcaldía de Bogotá,
Petro reveló dos rasgos negativos de su liderazgo, la conflictividad y
prepotencia intelectual, que afectan su imagen y talante democrático. Un
talante poco permeable a la concertación y al reconocimiento de los errores,
como su desacertada gestión en la crisis de las basuras de la capital.
Convendría que Petro tuviera en cuenta que un auténtico demócrata no está seguro
de tener siempre la razón, como advertía lucidamente Albert Camus a sus
contradictores. Tales rasgos quedaron en la memoria de millones de colombianos,
pues exhibió enormes dificultades para trabajar en forma concertada, estable y
eficiente con cercanos y valiosos colaboradores, como Antonio Navarro, en la Secretaria
de gobierno y Consuelo Ahumada en la Secretaria de Integración Social. No
obstante, independientemente de los balances dispares y las controversias
interminables sobre el alcance de su
administración[2],
su triunfo en la primera vuelta el pasado 29 de mayo con el 47.05% de los votos[3],
demuestra que cuenta con un apoyo mayoritario en el electorado capitalino
frente al 22.15% de Rodolfo Hernández. Curiosamente, Hernández también exhibió dos
rasgos más deplorables que los de Petro durante su popular alcaldía de
Bucaramanga: su irascibilidad e intolerancia frente a sus críticos, que fueron
desde los insultos hasta la agresión física, como sucedió con el concejal John
Claro[4] y
luego cuando recibió una sanción de la Procuraduría General de la Nación[5] “con
suspensión e inhabilidad especial por cinco meses por incumplir su deber de
tratar con respeto y dignidad humana a un ciudadano, durante una actividad
realizada el 26 de octubre de 2018, en el Parque Solón Wilches del municipio”. Estos
rasgos son incluso más graves y peligrosos que los de Petro si tenemos en
cuenta que dentro de las medidas anunciadas por Hernández como recurso de gobernabilidad
está el uso de la Conmoción Interior, lo que podría conllevar abusos de
autoridad y violaciones generalizadas a los derechos humanos, si miembros de la
Fuerza Pública siguen el trato que dio Hernández a sus contradictores durante
su alcaldía en Bucaramanga. De manera que, en cuanto a temperamento, ambos se
encuentran relativamente cercanos, reconociendo una enorme y sustancial
diferencia, pues Petro en su vida de congresista se destacó por sus valientes y
documentados debates contra el paramilitarismo, la parapolítica y la defensa de
los derechos humanos y nunca ha mencionado la Conmoción Interior como un
recurso para su gobernabilidad. Uso que además no es discrecional de la
voluntad presidencial, como parece pensarlo Hernández, sino que depende de los
requisitos fijados por el artículo 213 de la Constitución Política.
Petro y Hernández tan lejanos
Pero la mayor distancia entre
ambos la encontramos en la cultura política y los intereses económicos que
predominan en la mente y los comportamientos de la mayoría de colombianos. En
la cultura política hay que reconocer que en nuestra sociedad predominan los
rasgos más conservadores y antidemocráticos, casi atávicos, que consideran
valores como el debate y la deliberación, el respeto a los derechos humanos, la
autonomía individual, la diversidad de orientación sexual, la igualdad de
género, la protesta social y los derechos humanos como expresiones propias del
izquierdismo y a sus defensores o promotores les tildan de “mamertos”,
“guerrilleros vestidos de civil” o “traficantes de derechos humanos”, como los
llamaba el expresidente Uribe durante sus administraciones. Rasgos de una
cultura política premoderna, que le teme al cambio en clave de mayor
pluralismo, libertad, igualdad, deliberación y liderazgo ciudadano. Todos estos
rasgos son muy cercanos a la identidad del ingeniero Hernández, compartidos y
venerados por millones de colombianos que le huyen al debate, como lo hace el
candidato, sobre temas relacionados con dichos valores y se refugian en
refranes irrebatibles como: “no le meta política a eso”, “mamerto tenía que
ser”, “más obras, menos cháchara”, “ no soy ni de izquierda, ni de derecha”, “a
trabajar, vagos”, “no sea atenido” y un sinfín de “sabiduría práctica y sentido
común” del que hace gala el ingenioso Hernández, como afirmar que para el
ministerio de Hacienda solo necesita alguien que sepa “sumar y restar”, en
entrevista con Vicky Dávila en SEMANA. Estos valores son compartidos por
millones de colombianos que se consideran moralmente superiores y “gente de
bien”, que desprecian y estiman como peligrosas, igualadas y hasta degeneradas
a las personas que no piensen como ellos, pues les asiste la certeza que tales
personas atentan contra la democracia y son indeseables porque no aprecian
igual que ellos la “tradición, la familia y la propiedad”, en fin, son unos
vagos, mamertos e izquierdistas que siguen al “guerrillero Petrogusano” y a la
“atenida” negra, igualada e ignorante Francia Márquez. Lo anterior es una
caricatura, pero no está muy lejana de la realidad que circula profusamente por
las redes sociales. Algo semejante acontece con los intereses y valores predominantes
en el mercado, pues el ingeniero aparece como un adalid de la libre empresa,
del éxito económico, del trabajador virtuoso, del hombre justo y el esposo
ejemplar. En cambio, Petro es proyectado como una amenaza para el mercado, la
libre empresa, la propiedad, el trabajo virtuoso y hasta parece un veleidoso
esposo con más de un matrimonio a cuestas. Por todo ello, era apenas obvio que
el dólar se despreciará frente al peso y los valores subieran en la bolsa de
capitales con los casi 6 millones de votos por Hernández en la primera vuelta. Sin
duda, Hernández representa y defiende con éxito los valores del mercado. Así lo
expresó con picardía cuando reconoció que las hipotecas eran su vaca lechera
como constructor y sentía una delicia al cobrar intereses por 15 años a un
“hombrecito”[6].
Los valores de la bolsa y el capital cotizan mucho mejor en el mercado
electoral que los valores de la igualdad de oportunidades y la dignidad humana.
La esperanza refundida en la Caja de Pandora de Petro es más incierta y
exigente que la rentabilidad y popularidad de la Caja de Mercado y la “Transparencia”
del ingenioso Hernández. Pero como dice el refrán: “La esperanza es lo último
que se pierde” y ojalá la Caja de Mercado Populista de la Transparencia de
Hernández no se convierta en la de la carestía y la “Tramparencia” para
millones de colombianos. A partir del próximo 19 de junio lo decidiremos y
viviremos por cuatro años, si el destino, la gestión y la oposición lo
permiten, contando obviamente con la buena salud y vitalidad del ganador.
[2] https://www.elespectador.com/bogota/las-cifras-de-petro-sobre-su-gestion-en-bogota-article-606586/
[3] https://colombia.as.com/actualidad/resultados-elecciones-en-bogota-quien-ha-ganado-en-la-capital-la-primera-vuelta-n/
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