martes, junio 21, 2022

COLOMBIA, ENTRE URNAS Y TUMBAS

 

COLOMBIA, ENTRE URNAS Y TUMBAS

https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/colombia-urnas-tumbas

Hernando Llano Ángel.

Es verdad que este domingo 19 de junio llegamos a las urnas con una mezcla de emociones, prevenciones, prejuicios, desconfianzas, miedos y esperanzas que conspiran contra el juicio y la racionalidad democrática. Los tres principios kantianos sobre la racionalidad democrática, popularizados pedagógicamente por el siempre vigente maestro Estanislao Zuleta, en su conocido ensayo “Democracia y Participación”[1]: 1-Pensar por sí mismo; 2- Pensar en lugar del otro y 3- Ser consecuente con lo que se piensa, están este próximo domingo en grave peligro de ser desconocidos por millones de electores que votarán sin someter a un juicio racional las mentiras y la desinformación que sobre ambos candidatos circulan profusamente por las redes sociales. Quienes voten teniendo en cuenta solo las informaciones y versiones que favorecen a su candidato y a sus intereses personales, empresariales o sociales, ignorando por completo los hechos que los contradigan o demuestran que son irrealizables, están contribuyendo activamente a la corrupción de la democracia. Es lo que acontece cuando decidimos nuestro voto a partir del consumo cotidiano de informaciones que recibimos solo por las redes sociales y los grupos de WhatsApp políticamente endogámicos, que crean una realidad virtual y digital a la medida de nuestras convicciones e intereses. Confundimos la ética con la defensa a ultranza de nuestros intereses y la simpatía con quienes los comparten. Tal unanimidad y homogeneidad de mensajes compartidos no solo nos impide pensar en el lugar del otro, sino que simplemente lo negamos porque consideramos que su identidad es peligrosa y moralmente perversa, inferior a la nuestra. Es un Otro con el que no podemos hablar, mucho menos contar para compartir un espacio común y convivir, porque lo descalificamos como una inminente amenaza para nuestra vida, bienes y familia. Cuando votamos así lo estamos haciendo desde prejuicios y emociones peligrosamente mortales como el miedo y el odio. Es un voto totalmente emotivo e irracional. Un voto que no contribuye a forjar reconocimiento y confianza con los diferentes a nosotros, sino todo lo contrario, profundiza la estigmatización y la desconfianza. Nos divide políticamente en bandos irreconciliables. Como lo decía el expresidente Betancur, se vota para perpetuar la “federación de odios” entre los colombianos, siendo miembros de una misma Nación supuestamente democrática. Así sucedía a mediados del siglo pasado entre bandos hostiles y enemigos que se autodenominaban liberales o conservadores. Bandos que necesitaron cerca de 300 mil víctimas mortales para reconocerse como iguales en medio del dolor y el sufrimiento. Los hermanó la sangre y la muerte en lugar de la vida. Y de allí surgió el Frente Nacional. ¿Será que vamos reeditar esa tradición ignominiosa y vergonzosa? Esa es la tradición de la perversión, mayor corrupción y completa desaparición de la democracia, pues convierte las urnas en tumbas.  Y lo más absurdo es que se realice en nombre de la lucha contra la corrupción y la defensa de la Vida. Hernández se arropa con la bandera de la “Liga de Gobernantes Anticorrupción”[2] y Petro con la enseña del Pacto Histórico[3] por la Vida y la dignidad. ¡Vergüenza deberíamos sentir de encontrarnos en semejante encrucijada mortal! Pero a este extremo hemos llegado. El reciente asesinato del líder indígena Misak, Jesús Antonio Montano, en el Cauca por hacer proselitismo a favor de Fico, así lo demuestra. Como también sucedió, no hay que olvidarlo, con el exterminio de cerca de 5.733 miembros de la Unión Patriótica[4] entre 1984 y 2016. Entre ellos, “dos candidatos presidenciales, los abogados Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa, 5 congresistas en ejercicio (Leonardo Posada, Pedro Jiménez, Octavio Vargas, Pedro Valencia, Manuel Cepeda), 11 diputados, 109 concejales, varios exconcejales, 8 alcaldes en ejercicio, 8 exalcaldes y miles de militantes fueron sometidos a exterminio físico y sistemático por parte de grupos paramilitares, miembros de la Fuerza Pública (Ejército Nacional, Armada Nacional, Fuerza Aérea, Policía Nacional, el F2 y el Departamento Administrativo de Seguridad) y los narcotraficantes;​ algunos sobrevivientes al exterminio abandonaron el país”. Teniendo en cuenta todo lo anterior, ya es hora de ir aprendiendo que “la democracia con sangre no entra” y no convertir el próximo domingo, una vez más, a las urnas en futuras tumbas. Por nosotros mismos y las futuras generaciones cumplamos el artículo 22 de la Constitución: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento” y la democracia es el derecho a la paz, porque ella “permite contar cabezas en lugar de cortarlas”. Lamentablemente nuestra historia y el presente demuestran todo lo contrario, tenemos una forma de gobierno que permite cortar cabezas[5] sin poder contarlas[6]. De nuestro voto depende que controversias sobre tan macabra contabilidad, como el número de líderes sociales asesinados o de “falsos positivos” perpetrados, no continúe siendo una realidad cotidiana. No hay mayor corrupción de la política que la guerra, el odio y la muerte, sin importar qué bandera se enarbole para excluir y asesinar, con la mejor buena conciencia, al contrario. Toda la razón tenía Robert Dahl cuando sentenció: “La democracia comienza en el momento, que llega después de mucho luchar, en que los adversarios se convencen de que el intento de eliminar al otro es mucho más oneroso que convivir con él”.

 

 

 

 

No hay comentarios.: