jueves, octubre 13, 2016

¿Cuáles serán los Otrosí en el Acuerdo Final a los que aspiran los del No?

¿Cuáles serán los Otrosí en el Acuerdo Final a los que aspiran los del No?[1]

Hernando Llano Ángel[2]

Somos doblemente afortunados: no sólo estamos viviendo tiempos difíciles, sino que también vivimos un tiempo de verdades. De algunas verdades que se revelan antes nuestros ojos como imponentes catedrales, y de otras que hay develar y revelar bajo el hilo de los acontecimientos, pero que son todavía más importantes e inverosímiles.

Entre las verdades de la primera categoría, sobresale el resultado del plebiscito del pasado 2 de octubre, que nos revela nuestra incompetencia e ignorancia, como académicos y supuestos científicos sociales, para siquiera aproximadamente predecir el resultado electoral más importante de nuestra vida política nacional en lo corrido del siglo XXI.

Por eso, prefiero recurrir al más acertado hermeneuta de la realidad nacional, Gabriel García Márquez, y dejar de lado a tantos colegas, politólogos y sociólogos brillantes, que hoy nos explican lo sucedido, citando algunos apartes de su ensayo: “Por un país al alcance de los niños”, donde García Márquez nos descubre verdades como que Colombia “Es una patria densa e indescifrable, situada en una encrucijada de destinos, donde lo inverosímil es la única medida de la realidad”.

Y entre las verdades de la segunda categoría, aquellas un tanto crípticas y paradójicas, está la que voy a denominar la Encrucijada de la Transición Democrática, que no es otra cosa distinta que el triunfo POLÍTICO del Sí a pesar de la exigua victoria electoral del No.

En otras palabras, el triunfo de la POLÍTICA sobre la GUERRA, al menos por ahora. Al menos mientras los portavoces y ganadores del NO sigan reconociendo que la GUERRA no es la vía para superar nuestros conflictos políticos, sociales, económicos y culturales. Incluso así los reconoce el senador Álvaro Uribe Vélez, en el primer renglón de su comunicado victorioso:

“El sentimiento de los colombianos que votaron por el Sí, de quienes se abstuvieron y los sentimientos y razones de quienes votamos por el No, tienen un elemento común: todos queremos la paz, ninguno quiere la violencia. Pedimos que no haya violencia, que se le de protección a la FARC y que cesen todos los delitos, incluidos el narcotráfico y la extorsión. Señores de la FARC: contribuirá mucho a la unidad de los colombianos que ustedes, protegidos, permitan el disfrute de la tranquilidad.”

Lo anterior significa en la realidad el triunfo del Sí, de quienes siempre hemos sostenido que la POLÍTICA es superior a la GUERRA. Que la POLÍTICA nos permite afirmarnos como seres humanos, en nuestra inagotable e invaluable diversidad y pluralidad vital, mientras que la guerra nos niega y degrada a todos y todas en nuestra común condición humana, pues no reduce a la uniformidad gris del dolor y la muerte, donde todos somos fatal y lamentablemente iguales. Es por ello que la Academia Noruega ha otorgado el premio Nobel de la paz al presidente Santos, porque la comunidad internacional reconoce que política, ética  y vitalmente la PAZ es superior a la GUERRA.
Como sencilla y enigmáticamente lo dijera Hannah Arendt: “La política es estar juntos los unos y los otros de los diversos”. En efecto, hoy en el país  estamos juntos los Unos del No y los otros del Sí, además de los diversos que son esa inmensa mayoría de colombianos que no voto (63%), a pesar de que estaba en juego aquello que garantiza la vida y presupone el reconocimiento de la dignidad de todos: La PAZ POLÍTICA.

Pero también están en nuestro país los diversos de las FARC-EP, que hoy continúan armados y en suspenso, porque una pírrica mayoría de menos de 60.000 ciudadanos y ciudadanas lo quisieron así: que continuaran siendo militarmente diversos y potencialmente peligrosos en lugar de comenzar a ser civil, políticamente diversos y potencialmente inofensivos, como lo somos todos, cuando nos reconocemos como ciudadanos.

De esta forma, obstruyeron el tránsito y la conversión irreversible que ya iniciaron de la GUERRA a la POLÍTICA. O si quieren, en un lenguaje antipolítico y belicista, que dejaran de ser "narcoterroristas" y empezarán a ser ciudadanos. Es la seguridad y velocidad de esa conversión lo que el NO ha frenado y tiene a toda la sociedad en suspenso. Es por ello, que los del NO ahora tienen la mayor responsabilidad histórica de NO frustrar la consolidación de la vía POLÍTICA y lanzarnos de nuevo al abismo insondable de la GUERRA, donde todos perdemos, exigiendo OTROSÍ imposibles de agregar al Acuerdo Final alcanzado con las FARC-EP.

Pero somos nosotros, los del Sí, quienes tenemos ahora la iniciativa política, como lo hemos demostrado en las calles y las plazas públicas, liderados por los estudiantes y las víctimas, para evitar que los del NO dilaten esta oportunidad histórica y jueguen arteramente con cálculos mezquinos para la campaña presidencial de 2018 y generen una hecatombe de ingobernabilidad, como advertía en el pasado el entonces presidente-candidato Uribe Vélez, y de alguna forma lo cumplió proféticamente con los “falsos positivos” y la violación sistemática de la Constitución de 1991, haciendo trizas la división de las ramas del poder público, expiando a los magistrados de las Altas Cortes, convirtiendo al Departamento Administrativo de Seguridad en un apéndice de la criminalidad paramilitar y desatando una persecución constante contra periodistas y miembros de Organizaciones No Gubernamentales a quienes calificó de “Traficantes de Derechos Humanos”.

Ya es hora de que los del NO comprendan, después de más de 52 años de guerra, con por lo menos 220.000 víctimas mortales y cerca de 8 millones de colombianos y colombianas desarraigadas y materialmente despojadas de su ciudadanía, que la “Política es no estar de acuerdo, sin que por ello tengamos que matarnos”. Porque no hay duda que los de las FARC-EP ya lo entendieron y han empezado a reconocer que nada los ha deslegitimado y desprestigiado más que la violencia y aquella nefasta concepción según la cual “la guerra es la continuación de la política por otros medios” que, entre otras cosas, Clausewitz la expresara para referirse a la guerras napoleónicas, entre Estados europeos, y no al interior de ellos, entre sus ciudadanos.

Si los del NO, especialmente sus líderes comprenden la política democráticamente  y actúan coherente y honestamente, entonces la encrucijada se superará políticamente, pero sí no tienen las habilidades, las competencias y la responsabilidad histórica para ello, entonces la encrucijada se transformará en una emboscada militar indefinida e incierta, donde todos perderemos, especialmente los más pobres convertidos de nuevo en masa de maniobra militar y en carne de cañón.

Aunque esta última y terrible realidad parece no preocupar mucho a representantes a la Cámara por el Centro Democrático como María Fernanda Cabal, cuando define el Ejército Nacional como “una fuerza letal, que entra a matar, sin tocar ni preguntar”. Ya va siendo  hora que los del CD comprendan y aprendan dos sabias y esenciales verdades sobre la democracia, enseñadas por la historia, esa maestra de la vida de los pueblos, y expresadas así respectivamente por James Bryce y Robert Dahl.
1-     
“   "La democracia es una forma de gobierno que permite contar cabezas en lugar de cortarlas”. Sin duda, el domingo 2 de octubre vivimos un momento democrático, el más pacífico en medio siglo, pues se pudieron contar las cabezas para tomar una decisión que nos permitiría resolver nuestros conflictos y diferencias hacia el futuro sin matarnos. Sin cortar más cabezas. Una de las cuales incluso podría ser la  nuestra. Lamentablemente ello no fue comprendido por la inmensa mayoría que no concurrió a las urnas –poniendo así en riesgo hacia el futuro incluso su propia cabeza— y  tampoco por una exigua mayoría que con su NO permitirá que eventualmente se sigan cortando cabezas, pues NEGARON con su decisión que los exguerrilleros de las FARC-EP, convertidos en políticos, SIN ARMAS Y SIN VIOLENCIA, puedan  algún  día postularse para ser elegidos democráticamente a cargos estatales por aquellos ciudadanos que así lo quieran libremente.

Obstinadamente  los del NO votaron para que los de la “Far” continuaran siendo llamados “narcoterroristas” y poder así seguir eligiendo, con la mejor conciencia de “buenos ciudadanos” y con “seguridad inversionista”, a unos líderes y gobernantes que viven obsesionados en cortarle políticamente la cabeza a los comandantes de la Far, como si fueran una “venenosa culebra”, recluyéndolos en prisión sin que puedan participar en política. De no ser posible su exclusión de la arena política, entonces queda el recurso de encomendar a otros esa sangrienta y desagradable tarea, a quienes  llaman “héroes de la democracia y la Patria”, sin deparar en los métodos que utilicen, pues se trata nada menos que de matar una venenosa y mortal culebra.

De allí que si uno de los OTROSÍ de los del NO es impedir a toda costa la participación  política de los comandantes actuales de la “Far”, formulada como una exigencia inamovible --pues con los “narcoterroristas” no se habla y mucho menos de democracia-- la deriva será efectivamente el terror y el autoritarismo, haciendo fracasar esta incipiente transición democrática y convirtiéndonos a todos los ciudadanos en los chivos expiatorios de su hybris personal, de su codicia empresarial sin límites y de su maniqueísmo fariseo, que nos divide artificialmente a los colombianos entre “buenos y malos ciudadanos”. Siendo ellos supuestamente los  buenos, los de la Derecha: “situados a la diestra” del Statu Quo, católicos y evangélicos[3], de familias honorables, emprendedores, trabajadores, virtuosos, verracos y machos, enfrentados en una lucha sin cuartel contra los malos y perversos de la Izquierda: “situados a la siniestra” del Establecimiento, incrédulos o ateos, de familias sospechosas, parásitos del Estado, “traficantes de derechos humanos”, “guerrilleros vestidos de civil”, hedonistas, viciosos, melifluos y “maricas”.

2-      La segunda verdad la expresa elocuentemente Dahl, cuando nos advierte: “La democracia comienza en el momento –que llega después de mucho luchar—en que los adversarios se convencen de que el intento de eliminar al otro es mucho más oneroso que convivir con él”.

Los del Sí hemos comprendido plenamente esta verdad, el Gobierno de Santos y las FARC-EP también, pero los del NO están muy lejos de comprenderla, pues quieren eliminarlos políticamente impidiéndoles su participación en la vida pública del país y su legítimo y democrático derecho de acceder a cargos estatales respetando todas las reglas del juego democrático, a las que aceptaron someterse con la protección vital y real de un Estatuto de la Oposición. Y para impedirlo, los del NO, no escatimaron nada en la utilización más irresponsable y burda del miedo y la ignorancia, como se deduce de las declaraciones del gerente de la campaña, Juan Carlos Vélez Uribe, porque lo importante era que la gente “votara verraca”, con odio, la pasión por excelencia de la violencia, el crimen y la guerra.

¿Cómo se puede formar ciudadanía con una oposición que fomenta semejantes pasiones en sus seguidores, lideradas por maestros en la mentira, la manipulación y el cinismo, que se ufanan de llevar a sus electores a votar en las urnas con verraquera?  ¿Qué tipo de lealtad a los valores esenciales de la democracia, como son la deliberación pública sin mentiras y engaños y el respeto y la transparencia con la ciudadanía, cabe esperar de una oposición como la que ejerce el Centro Democrático?   

Basta hacer un somero análisis de la estrategia victoriosa del Centro Democrático para comprender su concepción y práctica de la política, radicalmente antidemocrática  --aunque su líder se vanaglorie de ser un demócrata integro, pura sangre, y cabalgue sobre ellas, la guerra y la “democracia”, con pleno dominio y cinismo sin derramar una gota de tinto y bilis, pues su discurso y práctica política están inscritos en ese registro maniqueo, moralizante y fundamentalista, que niega totalmente la política democrática pues convierte la vida pública en  una representación social de un combate a muerte de los buenos contra los malos.

En ese grotesco tinglado –sobredimensionado por medios de comunicación frívolos y periodistas mediocres--  los “buenos ciudadanos” son los que votaron por el NO y apoyan incondicionalmente el Statu Quo y su paz, definida así en el Comunicado de la victoria: “la libertad, la justicia institucional, el pluralismo y la confianza en el emprendimiento privado”, consignas inconfundibles de quienes sin vergüenza y con toda legitimidad se identifican y autodefinen de derecha. Mientras que los que votaran por el SÍ, supuestamente estaban a favor del “castrochavismo”, la impunidad de “la Far” y sus crímenes, la destrucción de la familia cristiana y la promoción de una maléfica ideología de género, que si no se la rechazaba y conjuraba con un NO rabioso, convertiría a Colombia en pocos años en una especie de Sodoma y Gomorra.  

Algunos dirán que estoy caricaturizando y cayendo precisamente en lo que crítico, es decir, el maniqueísmo polarizador y demoníaco. Pero no es así, basta citar el Comunicado de la victoria del NO, leído por quien se reclama en forma oportunista y abusiva su máximo líder, el senador Álvaro Uribe Vélez, en los siguientes apartes:

“Reiteramos la necesidad de estimular los valores de la familia, sin ponerla en riesgo. Los valores de familia, defendidos por nuestros líderes religiosos y pastores morales”.
“Insistimos en correctivos para que haya respeto a la Constitución, no sustitución; justicia, no derogación de las instituciones; pluralismo político sin que pueda percibirse como premio al delito”.

Es inevitable en este punto recordar que el presidente menos respetuoso de la Constitución  ha sido precisamente Álvaro Uribe Vélez, quien logró reformarla gracias al delito de cohecho por dar u ofrecer, que hoy tiene condenados a dos de sus exministros: Sabas Pretelt y Diego Palacios, sin olvidar que sus mayorías para aprobar la reelección las obtuvo con senadores y representantes a quienes aupaba para que votaran rápido antes de ir a la cárcel, como en efecto sucedió al ser condenados por concierto para delinquir y constreñimiento al elector por sus alianzas electorales con grupos paramilitares[4].

De la entonces coalición de partidos gubernamentales fueron condenados 51 congresistas, entre Representantes a la Cámara y Senadores, pertenecientes a partidos de la coalición:  Movimiento Colombia Democrática, fundado por Álvaro Uribe con su primo segundo, Mario Uribe Escobar; Cambio Radical, del actual Vicepresidente Germán Vargas Lleras; Colombia Viva; Convergencia Popular Cívica y el Partido Conservador.

Por eso ahora se opone a la Jurisdicción Especial para la paz y propone una “Sala Transicional” en la Corte Suprema de Justicia “con doble instancia, retroactiva por cierto” y agrega: “debería meditarse el efecto sobre quienes no gozan de derechos políticos, como condenados por el proceso 8.000 y la parapolítica, los paramilitares, aquellos que han perdido investiduras de representación y otros 140.000 presos”, para en forma ladina y cínica torpedear la eventual participación de los comandantes de las Farc-Ep en política. Y en cuanto al “pluralismo político sin que pueda percibirse como premio al delito”, también conviene recordar que la ley 975 de 2005 --eufemísticamente llamada de “Justicia y Paz”- originalmente calificó de sediciosos a los paramilitares, es decir, los reconoció como delincuentes políticos, y que fue la Corte Constitucional la que impidió semejante adefesio. Por eso es inevitable retomar este testimonio de “Ernesto Báez”, el Secretario Político de las AUC, cuyo nombre es Iván Roberto Duque (no confundir con el Senador homónimo), que revela cómo fue su asistencia al Congreso de la República, acompañado de Salvatore Mancuso y Ramón Isaza, que aparece en el portal Las dos Orillas: http://www.las2orillas.co/fuimos-al-congreso-por-orden-del-presidente-uribe-ernesto-baez/:

“En política, manejar los tiempos es lo más difícil del mundo, no consideraba yo que ese era el tiempo para ir al Congreso de la República. (…)
(…) Se lo planteé así al doctor Luis Carlos Restrepo: bien pueda lleve dos o tres miembros de esta organización allá, ¡yo no voy!
(…) Me mantuve firme. El día 25 de julio (tres días antes de esa cuestión en el Congreso), en las horas de la noche. Me llamó el doctor Luis Carlos Restrepo: Iván Roberto, necesito mañana a primera hora reunirme con usted de carácter urgente, le tengo una razón del doctor Álvaro Uribe Vélez, del presidente, y una instrucción.
-          ¿Qué pasó?-
-          No, no, no hablamos mañana no se me vaya a mover de allá.
Vívida memoria, recuerdo textualmente las palabras del doctor Luis Carlos: el doctor Álvaro Uribe le manda a decir que usted no puede dejar de ir al Congreso, que usted tiene que ir al Congreso y pronunciarse un discurso bien claro allá de lo que son las autodefensas, de lo que ha sido su trayectoria, pero esto no es una sugerencia. Al mejor estilo del expresidente, ahora senador, me ordenó, que así me lo expresó Luis Carlos Restrepo, es una orden que usted se presente al Congreso”.

Y después de este testimonio, es preciso abordar el punto más álgido y crucial, del cual creo  dependerá si avanzamos hacia una transición y consolidación de la democracia o, por el contrario, a la ingobernabilidad y el autoritarismo de un régimen de extrema derecha que prolongaría esta degradada guerra por varias generaciones más. Si, en definitiva, optamos por los argumentos, la persuasión, la movilización ciudadana y los acuerdos en lo que queda de este año o, por el contrario, seguimos tolerando la manipulación maniquea, el miedo y el saboteo a dichos acuerdos, aplazándolos para las elecciones presidenciales del 2018, en medio de un clima incierto donde la violencia puede definir y echar a perder la más certera y preciosa oportunidad que hemos tenido en medio siglo para forjar la paz política y avanzar hacia una transición democrática irreversible.

Y ese punto es, precisamente, cómo nos definimos los colombianos frente a la violencia en el terreno político y las víctimas que ella propicia. Entonces nos volvemos a encontrar una verdad atroz y paradójica, que ha pasado casi inadvertida, como es que junto al menor número de víctimas mortales por enfrentamientos armados entre las FARC-EP y la Fuerza Pública en los últimos 51 años, documentadas por el Centro de Análisis y Recursos del Conflicto Armado (CERAC), también, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas, en  el 2015, 63 defensores de derechos humanos fueron asesinados y es la cifra más alta en los últimos 20 años. Desde la fundación de la Marcha Patriótica, hace cerca de cuatro años, han sido asesinados 120 de sus miembros[5]. Entre 1994 y 2014, fueron asesinados 638 defensores de Derechos Humanos, es decir, un promedio de 32 víctimas mortales por año, según cifras de la Fiscalía General de la Nación. Y estas víctimas pasan desapercibidas. Como si esta violencia fuera anodina, insignificante, inexistente, simplemente porque son anónimos líderes populares comprometidos con la promoción y defensa de los derechos humanos, causa que para el Centro Democrático parece ser motivo de sospecha y estigmatización (“mercaderes de Derechos Humanos”) y pone en grave “peligro” su “democracia” de mercaderes, cuya precisa denominación sería mercadocracia.

Sobre estas víctimas no hay una sola palabra en el comunicado del Centro Democrático, pero sí hay palabras de “afecto y solidaridad con nuestros soldados y policías, las Fuerzas Armadas de la democracia” –no por haber sido víctimas- sino para “que se permita un alivio judicial que no constituya impunidad”. Entonces inevitablemente uno tiene que concluir que para el Centro Democrático y sus millones de seguidores hay una violencia buena, la institucional, cobijada por una presunción de legitimidad, porque protege esos valores del comunicado que no son otros que la Tradición del Statu Quo, sus privilegios económicos y hegemonía política; la Familia de los “líderes religiosos y pastores morales” y la Propiedad Privada, pues “la economía del país está en dificultades, que podrían agravarse con los acuerdos”. Tradición, Familia y Propiedad. La preocupación central es la economía política de la violencia --no contener o evitar que el número de víctimas siga aumentando--  mucho menos que se conozca la verdad exhaustiva sobre los crímenes de lesa humanidad, consignada en el Acuerdo Final en la Jurisdicción Especial para la Paz[6], para que todos los responsables de crímenes, tales como las desapariciones forzadas, torturas y ejecuciones extrajudiciales o “falsos positivos”, reconozcan plenamente su responsabilidad, sin eludirla, como siempre ha sucedido en la Justicia Ordinaria, especialmente en el caso de los máximos determinadores que gozan de fuero especial. Tal es la máxima preocupación del senador Álvaro Uribe Vélez y por eso propone leguleyamente[7] la “Sala Transicional” en la Corte Suprema de Justicia “con doble instancia, retroactiva por cierto” y ruega por “un alivio judicial que no constituya impunidad” para “nuestros soldados y policías, las Fuerzas Armadas de la democracia”.

Obviamente la pregunta final es ¿Se podrá hablar de una democracia que se edifica sobre la sangre de víctimas civiles inermes y donde sus exmandatarios están más interesados en el intercambio de impunidades que en el conocimiento de las verdades de todos los responsables de tanta ignominia? ¿Estaremos asistiendo al comienzo de un tiempo de verdades o toleraremos que se dé una vuelta de tuerca más al  tiempo de las mentiras y las imposturas oficiales en nombre de la “democracia y el Gran Acuerdo Nacional?”[8]. La respuesta, obviamente, depende de nosotros, como ciudadanía, pues ya conocemos la de ellos, siempre adornada con enormes mentiras institucionales: “la defensa de la Constitución y de la democracia más antigua y estable de América Latina” contra el “narcoterrorismo” y el “castrochavismo”.




[1] - Intervención en el Foro realizado el 12 de octubre de 2016 “¿Y ahora qué?”, convocado por  estudiantes de Democrítica de la carrera de Ciencia Política en la Universidad Javeriana de Cali, Auditorio Almendros.

[2] - Profesor Asociado Departamento de Ciencia Jurídica y Política. Pontificia Universidad Javeriana Cali.


[3] - Un significativo testimonio es este mensaje de, Daniel Torres, jugador de la selección de fútbol colombiana: http://www.pulzo.com/nacion/cristianos-frente-plebiscito/PP137824

[4] - Al respecto, ver este revelador informe de Verdad Abierta, “De la Curul a la Cárcel”: http://www.verdadabierta.com/component/content/article/63-nacional/4800-de-la-curul-a-la-carcel


[6] - “Acuerdo sobre las Víctimas del Conflicto. El Reconocimiento de Responsabilidad: Cualquier discusión de este punto debe partir del reconocimiento de responsabilidad frente a las víctimas del conflicto. No vamos a intercambiar impunidades”. (Acuerdo Final, página 112).

[7] - “En cada uno de nosotros cohabitan, de la manera más arbitraria, la justicia y la impunidad; somos fanáticos del legalismo, pero llevamos bien despierto en el alma un leguleyo de mano maestra para burlar las leyes sin violarlas, o para violarlas sin castigo” Gabriel García Márquez.

[8] - “Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, hecha más para esconder que para clarificar, en la cual se perpetúan vicios originales, se ganan batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que nunca merecimos. Pues nos complacemos en el ensueño de que la historia no se parezca a la Colombia en que vivimos, sino que Colombia termine por parecerse a su historia escrita”. Gabriel García Márquez.