¿Cuáles serán los
Otrosí en el Acuerdo Final a los que aspiran los del No?[1]
Hernando Llano Ángel[2]
Somos
doblemente afortunados: no sólo estamos viviendo tiempos difíciles, sino que también
vivimos un tiempo de verdades. De algunas verdades que se revelan antes
nuestros ojos como imponentes catedrales, y de otras que hay develar y revelar
bajo el hilo de los acontecimientos, pero que son todavía más importantes e
inverosímiles.
Entre
las verdades de la primera categoría, sobresale el resultado del plebiscito del
pasado 2 de octubre, que nos revela nuestra incompetencia e ignorancia, como
académicos y supuestos científicos sociales, para siquiera aproximadamente
predecir el resultado electoral más importante de nuestra vida política
nacional en lo corrido del siglo XXI.
Por
eso, prefiero recurrir al más acertado hermeneuta de la realidad nacional,
Gabriel García Márquez, y dejar de lado a tantos colegas, politólogos y
sociólogos brillantes, que hoy nos explican lo sucedido, citando algunos
apartes de su ensayo: “Por un país al alcance de los niños”,
donde García Márquez nos descubre verdades como que Colombia “Es una patria densa e indescifrable,
situada en una encrucijada de destinos, donde lo inverosímil es la única medida
de la realidad”.
Y
entre las verdades de la segunda categoría, aquellas un tanto crípticas y
paradójicas, está la que voy a denominar la Encrucijada de la Transición
Democrática, que no es otra cosa distinta que el triunfo POLÍTICO del Sí a
pesar de la exigua victoria electoral del No.
En
otras palabras, el triunfo de la POLÍTICA sobre la GUERRA, al menos por ahora.
Al menos mientras los portavoces y ganadores del NO sigan reconociendo que la
GUERRA no es la vía para superar nuestros conflictos políticos, sociales,
económicos y culturales. Incluso así los reconoce el senador Álvaro Uribe
Vélez, en el primer renglón de su comunicado victorioso:
“El sentimiento de los
colombianos que votaron por el Sí, de quienes se abstuvieron y los sentimientos
y razones de quienes votamos por el No, tienen un elemento común: todos
queremos la paz, ninguno quiere la violencia. Pedimos que no haya violencia, que
se le de protección a la FARC y que cesen todos los delitos, incluidos el
narcotráfico y la extorsión. Señores de la FARC: contribuirá mucho a la unidad
de los colombianos que ustedes, protegidos, permitan el disfrute de la
tranquilidad.”
Lo
anterior significa en la realidad el triunfo del Sí, de quienes siempre hemos
sostenido que la POLÍTICA es superior a la GUERRA. Que la POLÍTICA nos permite
afirmarnos como seres humanos, en nuestra inagotable e invaluable diversidad y
pluralidad vital, mientras que la guerra nos niega y degrada a todos y todas en
nuestra común condición humana, pues no reduce a la uniformidad gris del dolor
y la muerte, donde todos somos fatal y lamentablemente iguales. Es por ello que
la Academia Noruega ha otorgado el premio Nobel de la paz al presidente Santos,
porque la comunidad internacional reconoce que política, ética y vitalmente la PAZ es superior a la GUERRA.
Como
sencilla y enigmáticamente lo dijera Hannah Arendt: “La política es estar juntos
los unos y los otros de los diversos”. En efecto, hoy en el país estamos juntos los Unos del No y los otros
del Sí, además de los diversos que son esa inmensa mayoría de colombianos que
no voto (63%), a pesar de que estaba en juego aquello que garantiza la vida y
presupone el reconocimiento de la dignidad de todos: La PAZ POLÍTICA.
Pero
también están en nuestro país los diversos de las FARC-EP, que hoy continúan
armados y en suspenso, porque una pírrica mayoría de menos de 60.000 ciudadanos
y ciudadanas lo quisieron así: que continuaran siendo militarmente diversos y
potencialmente peligrosos en lugar de comenzar a ser civil, políticamente
diversos y potencialmente inofensivos, como lo somos todos, cuando nos
reconocemos como ciudadanos.
De
esta forma, obstruyeron el tránsito y la conversión irreversible que ya iniciaron
de la GUERRA a la POLÍTICA. O si quieren, en un lenguaje antipolítico y
belicista, que dejaran de ser "narcoterroristas" y empezarán a ser ciudadanos. Es
la seguridad y velocidad de esa conversión lo que el NO ha frenado y tiene a
toda la sociedad en suspenso. Es por ello, que los del NO ahora tienen la mayor
responsabilidad histórica de NO frustrar la consolidación de la vía POLÍTICA y
lanzarnos de nuevo al abismo insondable de la GUERRA, donde todos perdemos, exigiendo
OTROSÍ imposibles de agregar al Acuerdo Final alcanzado con las FARC-EP.
Pero
somos nosotros, los del Sí, quienes tenemos ahora la iniciativa política, como
lo hemos demostrado en las calles y las plazas públicas, liderados por los
estudiantes y las víctimas, para evitar que los del NO dilaten esta oportunidad
histórica y jueguen arteramente con cálculos mezquinos para la campaña
presidencial de 2018 y generen una hecatombe de ingobernabilidad, como advertía
en el pasado el entonces presidente-candidato Uribe Vélez, y de alguna forma lo
cumplió proféticamente con los “falsos positivos” y la violación sistemática de
la Constitución de 1991, haciendo trizas la división de las ramas del poder
público, expiando a los magistrados de las Altas Cortes, convirtiendo al
Departamento Administrativo de Seguridad en un apéndice de la criminalidad
paramilitar y desatando una persecución constante contra periodistas y miembros
de Organizaciones No Gubernamentales a quienes calificó de “Traficantes de
Derechos Humanos”.
Ya
es hora de que los del NO comprendan, después de más de 52 años de guerra, con
por lo menos 220.000 víctimas mortales y cerca de 8 millones de colombianos y
colombianas desarraigadas y materialmente despojadas de su ciudadanía, que la “Política
es no estar de acuerdo, sin que por ello tengamos que matarnos”. Porque
no hay duda que los de las FARC-EP ya lo entendieron y han empezado a reconocer
que nada los ha deslegitimado y desprestigiado más que la violencia y aquella
nefasta concepción según la cual “la guerra es la continuación de la política
por otros medios” que, entre otras cosas, Clausewitz la expresara para
referirse a la guerras napoleónicas, entre Estados europeos, y no al interior
de ellos, entre sus ciudadanos.
Si
los del NO, especialmente sus líderes comprenden la política democráticamente y actúan coherente y honestamente, entonces la
encrucijada se superará políticamente, pero sí no tienen las habilidades, las
competencias y la responsabilidad histórica para ello, entonces la encrucijada
se transformará en una emboscada militar indefinida e incierta, donde todos
perderemos, especialmente los más pobres convertidos de nuevo en masa de
maniobra militar y en carne de cañón.
Aunque
esta última y terrible realidad parece no preocupar mucho a representantes a la
Cámara por el Centro Democrático como María Fernanda Cabal, cuando define el
Ejército Nacional como “una fuerza letal, que entra a matar, sin tocar ni
preguntar”. Ya va siendo hora que los
del CD comprendan y aprendan dos sabias y esenciales verdades sobre la
democracia, enseñadas por la historia, esa maestra de la vida de los pueblos, y
expresadas así respectivamente por James Bryce y Robert Dahl.
1-
“ "La democracia es una forma de
gobierno que permite contar cabezas en lugar de cortarlas”. Sin duda, el
domingo 2 de octubre vivimos un momento democrático, el más pacífico en medio
siglo, pues se pudieron contar las cabezas para tomar una decisión que nos
permitiría resolver nuestros conflictos y diferencias hacia el futuro sin matarnos.
Sin cortar más cabezas. Una de las cuales incluso podría ser la nuestra. Lamentablemente ello no fue
comprendido por la inmensa mayoría que no concurrió a las urnas –poniendo así
en riesgo hacia el futuro incluso su propia cabeza— y tampoco por una exigua mayoría que con su NO
permitirá que eventualmente se sigan cortando cabezas, pues NEGARON con su
decisión que los exguerrilleros de las FARC-EP, convertidos en políticos, SIN
ARMAS Y SIN VIOLENCIA, puedan algún día postularse para ser elegidos
democráticamente a cargos estatales por aquellos ciudadanos que así lo quieran
libremente.
Obstinadamente
los del NO votaron para que los de la “Far”
continuaran siendo llamados “narcoterroristas” y poder así seguir eligiendo,
con la mejor conciencia de “buenos ciudadanos” y con “seguridad inversionista”,
a unos líderes y gobernantes que viven obsesionados en cortarle políticamente
la cabeza a los comandantes de la Far, como si fueran una “venenosa culebra”,
recluyéndolos en prisión sin que puedan participar en política. De no ser
posible su exclusión de la arena política, entonces queda el recurso de
encomendar a otros esa sangrienta y desagradable tarea, a quienes llaman “héroes de la democracia y la Patria”,
sin deparar en los métodos que utilicen, pues se trata nada menos que de matar
una venenosa y mortal culebra.
De
allí que si uno de los OTROSÍ de los del NO es impedir a toda costa la
participación política de los
comandantes actuales de la “Far”, formulada como una exigencia inamovible --pues
con los “narcoterroristas” no se habla y mucho menos de democracia-- la deriva
será efectivamente el terror y el autoritarismo, haciendo fracasar esta
incipiente transición democrática y convirtiéndonos a todos los ciudadanos en
los chivos expiatorios de su hybris personal, de su codicia empresarial sin
límites y de su maniqueísmo fariseo, que nos divide artificialmente a los
colombianos entre “buenos y malos ciudadanos”. Siendo ellos supuestamente los buenos, los de la Derecha: “situados a la
diestra” del Statu Quo, católicos y evangélicos[3], de
familias honorables, emprendedores, trabajadores, virtuosos, verracos y machos,
enfrentados en una lucha sin cuartel contra los malos y perversos de la Izquierda:
“situados a la siniestra” del Establecimiento, incrédulos o ateos, de familias
sospechosas, parásitos del Estado, “traficantes de derechos humanos”,
“guerrilleros vestidos de civil”, hedonistas, viciosos, melifluos y “maricas”.
2- La segunda verdad la expresa
elocuentemente Dahl, cuando nos advierte: “La democracia comienza en el momento
–que llega después de mucho luchar—en que los adversarios se convencen de que
el intento de eliminar al otro es mucho más oneroso que convivir con él”.
Los
del Sí hemos comprendido plenamente esta verdad, el Gobierno de Santos y las
FARC-EP también, pero los del NO están muy lejos de comprenderla, pues quieren
eliminarlos políticamente impidiéndoles su participación en la vida pública del
país y su legítimo y democrático derecho de acceder a cargos estatales
respetando todas las reglas del juego democrático, a las que aceptaron
someterse con la protección vital y real de un Estatuto de la Oposición. Y para
impedirlo, los del NO, no escatimaron nada en la utilización más irresponsable
y burda del miedo y la ignorancia, como se deduce de las declaraciones del
gerente de la campaña, Juan Carlos Vélez Uribe, porque lo importante era que la
gente “votara verraca”, con odio, la pasión por excelencia de la violencia, el
crimen y la guerra.
¿Cómo
se puede formar ciudadanía con una oposición que fomenta semejantes pasiones en
sus seguidores, lideradas por maestros en la mentira, la manipulación y el
cinismo, que se ufanan de llevar a sus electores a votar en las urnas con
verraquera? ¿Qué tipo de lealtad a los
valores esenciales de la democracia, como son la deliberación pública sin
mentiras y engaños y el respeto y la transparencia con la ciudadanía, cabe
esperar de una oposición como la que ejerce el Centro Democrático?
Basta
hacer un somero análisis de la estrategia victoriosa del Centro Democrático para
comprender su concepción y práctica de la política, radicalmente
antidemocrática --aunque su líder se
vanaglorie de ser un demócrata integro, pura sangre, y cabalgue sobre ellas, la
guerra y la “democracia”, con pleno dominio y cinismo sin derramar una gota de
tinto y bilis, pues su discurso y práctica política están inscritos en ese
registro maniqueo, moralizante y fundamentalista, que niega totalmente la
política democrática pues convierte la vida pública en una representación social de un combate a
muerte de los buenos contra los malos.
En ese
grotesco tinglado –sobredimensionado por medios de comunicación frívolos y
periodistas mediocres-- los “buenos
ciudadanos” son los que votaron por el NO y apoyan incondicionalmente el Statu
Quo y su paz, definida así en el Comunicado de la victoria: “la libertad, la
justicia institucional, el pluralismo y la confianza en el emprendimiento
privado”, consignas inconfundibles de quienes sin vergüenza y con toda legitimidad
se identifican y autodefinen de derecha. Mientras que los que votaran por el
SÍ, supuestamente estaban a favor del “castrochavismo”, la impunidad de “la Far”
y sus crímenes, la destrucción de la familia cristiana y la promoción de una
maléfica ideología de género, que si no se la rechazaba y conjuraba con un NO
rabioso, convertiría a Colombia en pocos años en una especie de Sodoma y
Gomorra.
Algunos
dirán que estoy caricaturizando y cayendo precisamente en lo que crítico, es
decir, el maniqueísmo polarizador y demoníaco. Pero no es así, basta citar el
Comunicado de la victoria del NO, leído por quien se reclama en forma
oportunista y abusiva su máximo líder, el senador Álvaro Uribe Vélez, en los
siguientes apartes:
“Reiteramos la necesidad de
estimular los valores de la familia, sin ponerla en riesgo. Los valores de
familia, defendidos por nuestros líderes religiosos y pastores morales”.
“Insistimos en correctivos para
que haya respeto a la Constitución, no sustitución; justicia, no derogación de
las instituciones; pluralismo político sin que pueda percibirse como premio al
delito”.
Es
inevitable en este punto recordar que el presidente menos respetuoso de la
Constitución ha sido precisamente Álvaro
Uribe Vélez, quien logró reformarla gracias al delito de cohecho por dar u
ofrecer, que hoy tiene condenados a dos de sus exministros: Sabas Pretelt y
Diego Palacios, sin olvidar que sus mayorías para aprobar la reelección las
obtuvo con senadores y representantes a quienes aupaba para que votaran rápido
antes de ir a la cárcel, como en efecto sucedió al ser condenados por concierto
para delinquir y constreñimiento al elector por sus alianzas electorales con
grupos paramilitares[4].
De
la entonces coalición de partidos gubernamentales fueron condenados 51
congresistas, entre Representantes a la Cámara y Senadores, pertenecientes a
partidos de la coalición: Movimiento
Colombia Democrática, fundado por Álvaro Uribe con su primo segundo, Mario Uribe
Escobar; Cambio Radical, del actual Vicepresidente Germán Vargas Lleras; Colombia
Viva; Convergencia Popular Cívica y el Partido Conservador.
Por
eso ahora se opone a la Jurisdicción Especial para la paz y propone una “Sala
Transicional” en la Corte Suprema de Justicia “con doble instancia, retroactiva
por cierto” y agrega: “debería meditarse el efecto sobre quienes no gozan de
derechos políticos, como condenados por el proceso 8.000 y la parapolítica, los
paramilitares, aquellos que han perdido investiduras de representación y otros
140.000 presos”, para en forma ladina y cínica torpedear la eventual
participación de los comandantes de las Farc-Ep en política. Y en cuanto al
“pluralismo político sin que pueda percibirse como premio al delito”, también
conviene recordar que la ley 975 de 2005 --eufemísticamente llamada de
“Justicia y Paz”- originalmente calificó de sediciosos a los paramilitares, es
decir, los reconoció como delincuentes políticos, y que fue la Corte
Constitucional la que impidió semejante adefesio. Por eso es inevitable retomar
este testimonio de “Ernesto Báez”, el Secretario Político de las AUC, cuyo
nombre es Iván Roberto Duque (no confundir con el Senador homónimo), que revela
cómo fue su asistencia al Congreso de la República, acompañado de Salvatore
Mancuso y Ramón Isaza, que aparece en el portal Las dos Orillas: http://www.las2orillas.co/fuimos-al-congreso-por-orden-del-presidente-uribe-ernesto-baez/:
“En política, manejar los tiempos
es lo más difícil del mundo, no consideraba yo que ese era el tiempo para ir al
Congreso de la República. (…)
(…) Se lo planteé así al doctor
Luis Carlos Restrepo: bien pueda lleve dos o tres miembros de esta organización
allá, ¡yo no voy!
(…) Me mantuve firme. El día 25
de julio (tres días antes de esa cuestión en el Congreso), en las horas de la
noche. Me llamó el doctor Luis Carlos Restrepo: Iván Roberto, necesito mañana a
primera hora reunirme con usted de carácter urgente, le tengo una razón del
doctor Álvaro Uribe Vélez, del presidente, y una instrucción.
- ¿Qué pasó?-
- No, no, no hablamos mañana no se me
vaya a mover de allá.
Vívida memoria, recuerdo
textualmente las palabras del doctor Luis Carlos: el doctor Álvaro Uribe le
manda a decir que usted no puede dejar de ir al Congreso, que usted tiene que
ir al Congreso y pronunciarse un discurso bien claro allá de lo que son las
autodefensas, de lo que ha sido su trayectoria, pero esto no es una sugerencia.
Al mejor estilo del expresidente, ahora senador, me ordenó, que así me lo
expresó Luis Carlos Restrepo, es una orden que usted se presente al Congreso”.
Y después
de este testimonio, es preciso abordar el punto más álgido y crucial, del cual
creo dependerá si avanzamos hacia una
transición y consolidación de la democracia o, por el contrario, a la
ingobernabilidad y el autoritarismo de un régimen de extrema derecha que
prolongaría esta degradada guerra por varias generaciones más. Si, en
definitiva, optamos por los argumentos, la persuasión, la movilización
ciudadana y los acuerdos en lo que queda de este año o, por el contrario,
seguimos tolerando la manipulación maniquea, el miedo y el saboteo a dichos
acuerdos, aplazándolos para las elecciones presidenciales del 2018, en medio de
un clima incierto donde la violencia puede definir y echar a perder la más
certera y preciosa oportunidad que hemos tenido en medio siglo para forjar la
paz política y avanzar hacia una transición democrática irreversible.
Y ese
punto es, precisamente, cómo nos definimos los colombianos frente a la
violencia en el terreno político y las víctimas que ella propicia. Entonces nos
volvemos a encontrar una verdad atroz y paradójica, que ha pasado casi inadvertida,
como es que junto al menor número de víctimas mortales por enfrentamientos
armados entre las FARC-EP y la Fuerza Pública en los últimos 51 años,
documentadas por el Centro de Análisis y Recursos del Conflicto Armado (CERAC),
también, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas, en el 2015, 63 defensores de derechos humanos
fueron asesinados y es la cifra más alta en los últimos 20 años. Desde la
fundación de la Marcha Patriótica, hace cerca de cuatro años, han sido asesinados
120 de sus miembros[5].
Entre 1994 y 2014, fueron asesinados 638 defensores de Derechos Humanos, es
decir, un promedio de 32 víctimas mortales por año, según cifras de la Fiscalía
General de la Nación. Y estas víctimas pasan desapercibidas. Como si esta
violencia fuera anodina, insignificante, inexistente, simplemente porque son
anónimos líderes populares comprometidos con la promoción y defensa de los
derechos humanos, causa que para el Centro Democrático parece ser motivo de
sospecha y estigmatización (“mercaderes de Derechos Humanos”) y pone en grave “peligro”
su “democracia” de mercaderes, cuya precisa denominación sería mercadocracia.
Sobre
estas víctimas no hay una sola palabra en el comunicado del Centro Democrático,
pero sí hay palabras de “afecto y solidaridad con nuestros soldados y policías,
las Fuerzas Armadas de la democracia” –no por haber sido víctimas- sino para
“que se permita un alivio judicial que no constituya impunidad”. Entonces
inevitablemente uno tiene que concluir que para el Centro Democrático y sus
millones de seguidores hay una violencia buena, la institucional, cobijada por
una presunción de legitimidad, porque protege esos valores del comunicado que
no son otros que la Tradición del Statu Quo, sus privilegios económicos y
hegemonía política; la Familia de los “líderes religiosos y pastores morales” y
la Propiedad Privada, pues “la economía del país está en dificultades, que
podrían agravarse con los acuerdos”. Tradición,
Familia y Propiedad. La preocupación central es la economía política de la
violencia --no contener o evitar que el número de víctimas siga aumentando-- mucho menos que se conozca la verdad
exhaustiva sobre los crímenes de lesa humanidad, consignada en el Acuerdo Final
en la Jurisdicción Especial para la Paz[6],
para que todos los responsables de crímenes, tales como las desapariciones
forzadas, torturas y ejecuciones extrajudiciales o “falsos positivos”, reconozcan
plenamente su responsabilidad, sin eludirla, como siempre ha sucedido en la
Justicia Ordinaria, especialmente en el caso de los máximos determinadores que
gozan de fuero especial. Tal es la máxima preocupación del senador Álvaro Uribe
Vélez y por eso propone leguleyamente[7] la
“Sala Transicional” en la Corte Suprema de Justicia “con doble instancia,
retroactiva por cierto” y ruega por “un alivio judicial que no constituya
impunidad” para “nuestros soldados y policías, las Fuerzas Armadas de la
democracia”.
Obviamente
la pregunta final es ¿Se podrá hablar de una democracia que se edifica sobre la
sangre de víctimas civiles inermes y donde sus exmandatarios están más
interesados en el intercambio de impunidades que en el conocimiento de las
verdades de todos los responsables de tanta ignominia? ¿Estaremos asistiendo al
comienzo de un tiempo de verdades o toleraremos que se dé una vuelta de tuerca
más al tiempo de las mentiras y las
imposturas oficiales en nombre de la “democracia y el Gran Acuerdo Nacional?”[8]. La
respuesta, obviamente, depende de nosotros, como ciudadanía, pues ya conocemos
la de ellos, siempre adornada con enormes mentiras institucionales: “la defensa
de la Constitución y de la democracia más antigua y estable de América Latina”
contra el “narcoterrorismo” y el “castrochavismo”.
[1]
- Intervención en el Foro
realizado el 12 de octubre de 2016 “¿Y ahora qué?”, convocado por estudiantes de Democrítica de la carrera de
Ciencia Política en la Universidad Javeriana de Cali, Auditorio Almendros.
[2] - Profesor Asociado Departamento de
Ciencia Jurídica y Política. Pontificia Universidad Javeriana Cali.
[3]
- Un significativo
testimonio es este mensaje de, Daniel Torres, jugador de la selección de fútbol
colombiana: http://www.pulzo.com/nacion/cristianos-frente-plebiscito/PP137824
[4] -
Al respecto, ver este revelador informe de Verdad Abierta, “De la Curul a la Cárcel”:
http://www.verdadabierta.com/component/content/article/63-nacional/4800-de-la-curul-a-la-carcel
[5] - Consultar siguiente informe: http://www.las2orillas.co/continuan-los-asesinatos-lideres-marcha-patriotica/
[6] - “Acuerdo sobre las Víctimas del
Conflicto. El Reconocimiento de Responsabilidad: Cualquier discusión de este
punto debe partir del reconocimiento de responsabilidad frente a las víctimas
del conflicto. No vamos a intercambiar impunidades”. (Acuerdo Final, página
112).
[7]
- “En cada uno de nosotros
cohabitan, de la manera más arbitraria, la justicia y la impunidad; somos
fanáticos del legalismo, pero llevamos bien despierto en el alma un leguleyo de
mano maestra para burlar las leyes sin violarlas, o para violarlas sin castigo”
Gabriel García Márquez.
[8]
- “Nos han escrito y
oficializado una versión complaciente de la historia, hecha más para esconder
que para clarificar, en la cual se perpetúan vicios originales, se ganan
batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que nunca merecimos. Pues
nos complacemos en el ensueño de que la historia no se parezca a la Colombia en
que vivimos, sino que Colombia termine por parecerse a su historia escrita”. Gabriel
García Márquez.