lunes, octubre 30, 2006

CALICANTO
(Octubre 29 de 2006)

Uribe pinta mal


Hernando Llano Ángel.

El título, desde luego, no es un juicio estético sobre las dotes artísticas del Presidente, de las cuales dio muestras al alimón con el maestro Fernando Botero, pintando “La fiesta Nacional”. Los noticieros de televisión resaltaron, como un acontecimiento político-pintoresco, las pinceladas terminales del Presidente, repintando una deslucida franja amarilla del tricolor nacional, discreta cortina de la realidad, para después estampar, en el extremo derecho del lienzo, su firma de primer mandatario. La imagen no podría ser más reveladora del divorcio y el trágico contraste que existe entre la realidad presidencial y la realidad nacional. Un día antes de recluirse Uribe en la Casa de Nariño con Fernando Botero, el artista plástico que mejor ha vendido una imagen entre bucólica y cáustica de una Colombia anacrónica, violenta y clasista, apareció en la primera página de “El Tiempo” un informe del Banco Mundial que estima los costos del daño ecológico causado a nuestra portentosa riqueza natural en cerca de 7 billones de dólares, en gran parte por la desidia e incompetencia oficial. Denuncia el informe, entre otras aberrantes realidades, que la contaminación atmosférica causa “6.000 muertes anuales y 1.100 fallecimientos prematuros por contaminación domiciliaria.” Que por causa de desastres naturales, “entre 1993 y el 2000 más de cuatro millones de colombianos se vieron afectados por estos fenómenos –principalmente inundaciones y derrumbes--, cuyo costo anual fue de aproximadamente 453 millones de dólares (más de un billón de pesos). El saldo de estos desastres fue de 30 mil muertos. La población más pobre ha pagado los costos más elevados en cuanto a patrimonio perdido y muertos”, concluye la investigación del Banco Mundial, que contrasta tan elevado costo junto a un gasto militar de 5.4 billones de pesos para el 2006. Es decir, a la depredación de nuestra naturaleza, hay que sumar la degradación de nuestra condición humana.

Nuestra realidad es un lienzo que sobrepasa los horrores de “la violencia y las torturas” de la cárcel de Abi Ghraib, recreada por el maestro Fernando Botero. Violencia que se resisten a ver y reconocer muchos gobernantes, como obra de sus propias decisiones políticas y militares. Violencia que queda plasmada en forma irreversible sobre los cuerpos y las vidas de sus víctimas. Violencia que también se niegan a reconocer, quienes cínicamente llaman retención al secuestro; ajusticiamiento al asesinato y “contribución revolucionaria” a la extorsión y el chantaje económico.

Se comprende que la pinacoteca oficial no haya tenido hasta hoy ninguna “fiesta nacional” digna de subastar, al contar con pintores de manos tan diestras en retocar la hecatombe de nuestra realidad política para defender privilegios sociales, sumadas a las manos siniestras de quienes pintan por fuera del marco legal y anegan de sangre y muerte el paisaje nacional.

Por todo lo anterior, es que Uribe pinta muy mal como gobernante, pues se dedica a plasmar en un lienzo palaciego “La fiesta nacional”, mientras en la realidad parece estar esbozando una “tragedia nacional”. Sus últimos pincelazos, inspirados más por la rabia y el odio en lugar de la razón y la prudencia, pueden ser presagio de trágicos desenlaces. Parece estar actuando como un apasionado artista, en busca de histéricos aplausos de la galería, antes que como responsable estadista. Desde la Escuela Superior de Guerra, con corazón rabioso, proclama y ordena el rescate a sangre y fuego de los secuestrados, olvidando el destino fatal ya corrido por destacados ciudadanos y abnegados miembros de la fuerza pública en su terruño antioqueño.

Luego, desde Buenaventura, se convierte en implacable juez moral, declarando indigno al Secretario de Gobierno de esa ciudad, haciéndose eco de una extemporánea y patética denuncia pública de un oficial de la armada que, por ignorancia o falta de carácter, no denunció, como debió hacerlo en el acto, la presunta ilicitud del funcionario municipal. Sin duda, el Presidente y el oficial armaron la gorda, incluso mejor que Botero, y pintaron a cuatro manos un cuadro ejemplar de desinstitucionalización y desjudicialización, al punto que todavía no se han podido aportar las pruebas legales para procesar al ex Secretario de Gobierno. Pero este incidente no pasa de ser una nimiedad frente a la paciencia y generosidad que ha tenido el Presidente, rayana con la impunidad, ante los más de tres mil asesinatos y desapariciones atribuidas a las AUC, desde la iniciación del proceso en Santa Fe de Ralito, según denuncia del ex presidente Pastrana. Curiosa forma de entender la justicia tiene el Presidente Uribe, muy parecida a la lucha denodada que libra desde hace más de cuatro años contra la corrupción y la politiquería, en estrecha alianza con sus mayorías en el admirable Congreso que hoy tenemos. Seguramente por eso el maestro Botero lo invitó a terminar su irónico cuadro y a estampar su firma en la extrema derecha de su lienzo, pues hoy la politiquería caudillista y la corrupción clientelista están más robustas y alegres que Doña Felicidad en “La Fiesta Nacional”.


miércoles, octubre 18, 2006

CALICANTO
(Octubre 18 de 2006)
LA UNIVERSIDAD: CAMPO DE-LIBERACIÓN, NO DE CON-FRONTACIÓN Y ELIMINACIÓN
(En memoria de Julián Andrés Hurtado)
Hernando Llano Ángel.


Los estudiantes de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali han convocado desde hoy miércoles y hasta el viernes 20 de Octubre al Primer Congreso y Séptimo Encuentro Nacional de Estudiantes de Ciencia Política y Carreras Afines, bajo la consigna central de: “¡Por una conciencia social!”. Al evento se han inscrito cerca de 600 estudiantes procedentes de diferentes ciudades y regiones del país, para presentar y debatir sus ponencias en cuatro mesas temáticas que abarcan desde las Relaciones Internacionales, pasando por el análisis del Sistema Político Colombiano; Procesos de Paz y Modelos de Justicia, hasta su eje central, la formación y promoción de una Conciencia Social desde diferentes enfoques. El campus de la Universidad consagrado a su tarea esencial: la de-liberación crítica y pluralista. Campus deliberativo en un momento que se lo quiere convertir, desde las orillas más opuestas y radicales, en un campo mortal de con-frontación y eliminación. Ya se escuchan las declaraciones amenazantes del Vicepresidente Francisco Santos, asimilando el campus de la universidad pública a una supuesta zona de despeje, con toda la connotación de descrédito que ella evoca, para así justificar y facilitar su posterior ocupación policiva o militar. Frente a semejante despropósito oficial hay que reafirmar, como lo hacen los estudiantes con este evento, que todo campus universitario, sin importar su carácter privado o público, es un ámbito para el ejercicio de la razón y no de la violencia. Es un campus para la de-liberación y no para la inspección policiva y judicial. Por lo tanto, sin importar los motivos o las razones, lo degradan por igual quienes buscan convertirlo en un campo de batalla, bien para atacar o defender el Statu Quo. Porque lo único que debe ser radicalmente excluido del campus universitario es el ejercicio de la violencia y de quienes apelan a ella por falta de argumentos. La Universidad es un campo para promover la de-liberación crítica y creadora. No para exaltar la con-frotación violenta y destructora. En el campus universitario se trata de convencer con argumentos, no de vencer con la fuerza de la violencia o las amenazas. Mucho menos de eliminar y asesinar a líderes estudiantiles como Julián Andrés Hurtado de la Universidad del valle. Por eso atentan contra su autonomía y libertad todos los que pretenden imponer violentamente sus concepciones, bien bajo el pragmatismo de la seguridad democrática o el idealismo de la justicia social. Ambas partes terminan negando el campus para la de-liberación entre contradictores y lo convierten en un sangriento campo de con-frontación entre enemigos. Por eso la universidad no es para- militar en banderías de izquierda o derecha, sino para de-liberar en torno a la responsabilidad del saber frente al poder, como en efecto se disponen a hacerlo los estudiantes de Ciencia Política y carreras afines durante estos dos días. Porque ya va siendo hora de que gobierne el poder del saber y no el saber del poder. Sobre todo de un poder, como el actual, que “nunca abraza a los que piensan”, sino a los que saben ordenar y obedecer sin pensar socialmente. La universidad no es el lugar para la obediencia debida, sino para el pensamiento responsable y atrevido. El de quienes se atreven a pensar sin desconocer sus límites de responsabilidad social: la vida y la dignidad de toda la colectividad, que sólo se alcanza con justicia, prudencia y verdad.