viernes, septiembre 29, 2023

¿QUIÉN DIO LA ORDEN?

 

 

¿QUIÉN DIO LA ORDEN?

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/quien-dio-la-orden

Hernando Llano Ángel.

Es la respuesta que exigen y esperan recibir, transidas de dolor, angustia y rabia, miles de madres y de familiares de las víctimas de las ejecuciones extrajudiciales[1]  --denominados en la jerga militar “falsos positivos”— sin que nadie asuma gubernamentalmente en forma plena y explícita esa responsabilidad. Siempre se escucha, en los mandos militares superiores, respuestas evasivas con las que eluden su responsabilidad directa y personal en dichos crímenes de guerra y de lesa humanidad. Pero hay excepciones, como sucedió en reciente audiencia ante la JEP celebrada en Yopal, Casanare, donde el mayor general (r) Henry William Torres Escalante[2] reconoció su responsabilidad personal, pero en cumplimiento de órdenes impartidas por el general Mario Montoya y también de las exigencias del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, que en sus visitas a los batallones reclamaba enérgicamente resultados. A su vez, el director de DAS en Casanare, Orlando Rivas Tovar, declaró: “Por mi actuar y por mis omisiones, la seccional Casanare se vio inmersa en un gran número de hechos y conductas que hoy reconozco que estuvieron por fuera de toda lógica”, dijo el exdetective, quien añadió que la política institucional del DAS “dependía y cumplía órdenes directas de la Presidencia de la República”[3].  Ante semejantes cargos, el expresidente Uribe respondió con el siguiente video[4], reconociendo que: “Siempre fui exigente, como la opinión pública lo percibió en los consejos comunitarios que se transmitían por televisión. Ser exigente era mi deber”, dice Uribe y añade que, en departamentos como Casanare, los grupos guerrilleros como las Farc, ELN y los paramilitares azotaban a la población civil”.  Esa respuesta ya la había dado al padre Francisco De Roux, presidente de la Comisión para el esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición, en su  finca de Rionegro: “Yo llegué con la personalidad, el carácter y la determinación que he tenido de producir resultados, con toda la ética y en todos los campos”, según lo expresa en el minuto 33.16 de su declaración[5].

Un Gobierno de convictos y criminales de lesa humanidad

Lo lamentable es que esa exigencia presidencial haya terminado arrasando con toda la ética y en todos los campos, como hoy lo vemos con los “falsos positivos”, pero también con una estela de condenas penales a sus más cercanos e inmediatos colaboradores: los ministros Andrés Felipe Arias[6], Sabas Pretelt de la Vega[7], Diego Palacios, hombres y mujeres de su confianza como Cesar Velásquez, Edmundo Castillo[8], María del Pilar Hurtado[9] y Jorge Noguera[10], para solo nombrar los de mayor responsabilidad y confianza. Un gobierno de convictos y criminales de guerra, sin que el acucioso presidente Uribe, “poseedor de un carácter y una determinación admirable en producir resultados”, se enterará de lo que sucedía a su alrededor. Sin duda, es la mayor paradoja gubernamental de nuestra historia reciente, pues el máximo responsable político de semejante corrupción institucional y descomposición criminal de cientos de miembros de la Fuerza Pública, hoy se vanagloria de su intachable pulcritud ética e inigualable capacidad ejecutiva para producir resultados. Como si fuera poco, inculpa a la JEP de ser una institución responsable de inducir a los militares a decir mentiras para obtener la libertad. Incluso, vuelve a revictimizar a quienes fueron ejecutados a mansalva, pues dice: “el diseño de la JEP estimula en aras de la libertad ha reconocer incluso delitos no cometidos y facilita presentar como inocentes a quienes estaban delinquiendo[11]”. Desde luego, es casi imposible demostrar que un jefe de Estado de órdenes de asesinar. Aunque hay excepciones históricas como Hitler con su “solución final”[12] y su ineludible e inocultable responsabilidad política y militar en el genocidio de cerca de 6 millones de judíos, aunque algunos todavía lo pongan en duda. Pero en la mayoría de los crímenes de guerra y de lesa humanidad, como los “falsos positivos”, al igual que los cometidos por las FARC-EP –ambos competencia de la JEP—no se trata tanto de responsabilidades personales, incluso solo penales, sino sobre todo políticas. Porque estamos frente a crímenes masivos que se cometen en forma sistemática y generalizada --guardadas las proporciones—en contextos de guerras internacionales o de conflictos armados internos, como el nuestro.

Máximos responsables políticos de los “falsos positivos”

Crímenes que precisan el concurso de miles de agentes estatales, de instituciones y dependencias oficiales, que ejecutan una política gubernamental. En este caso, llamada “Seguridad democrática”, cuya expresión operativa tomó cuerpo en la Directiva 029 de 2005[13], firmada por el entonces ministro de defensa Camilo Ospina Bernal. Dicha Directiva “estipulaba una tabla de recompensas al interior de las Fuerzas Militares que giraban en torno al abatimiento o captura de cabecillas de organizaciones armadas al margen de la ley. Así, se establecía que la captura o abatimiento de un «máximo cabecilla», por ejemplo, era recompensada con 13.106 salarios mínimos mensuales legales vigentes”. Así las cosas, los máximos responsables políticos de los “falsos positivos” son el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez y su ministro de defensa, Camilo Ospina Bernal. Son los máximos responsables políticos porque así lo establece la Constitución Política en varios de sus artículos. Empezando por el 6[14] que consagra el principio de legalidad y responsabilidad de los funcionarios públicos, quienes lo son por “infringir la Constitución y las leyes y por omisión o extralimitación en sus funciones. En algunos casos los “falsos positivos” fueron por omisión y en otros por extralimitación, como cuando se exigía resultados a toda costa.

¿Quién dio la orden?

Incluso el mismo presidente Uribe lo hizo públicamente en un discurso pronunciado el 14 de abril de 2007 en el Consejo Comunal de Aracataca: “General Padilla: que critiquen lo que critiquen, que se venga el mundo encima, pero bajo mi responsabilidad política, acabe con lo que queda de las Farc, que es la hora de hacerlo. General Padilla: que se venga el mundo encima, que critiquen lo que critiquen, pero bajo mi responsabilidad política, proteja a Cali, saturando a Anchicayá y el área de influencia de comunidad rural en construcción de confianza con la Fuerza Pública. Proteja a Urabá, saturando ese corazón de montaña entre Tierradentro y Mutatá con Fuerza Pública y con comunidades rurales, cooperantes con la Fuerza Pública, recibiendo una periódica bonificación económica. Hágalo cuanto antes, General, que el proyecto de la Sierra Nevada nos respalda, porque ha mostrado que es un proyecto de recuperación”[15].  En esta orden al general Padilla encontramos dos excesos del presidente Uribe, la de acabe con lo que queda de las Farc o también conocida como “guerra sin cuartel[16], que es una infracción manifiesta del Derecho Internacional Humanitario, pues implica la aniquilación total del enemigo, sin respeto alguno a los sobrevivientes que hayan entregado sus armas o se encuentren heridos. Y, la más grave, involucrar a las “comunidades rurales, cooperantes con la Fuerza Pública, recibiendo una periódica bonificación económica”, que desconoce en forma explícita el principio de distinción en los conflictos armados internos que prohíbe vincular a la población civil a la guerra y las hostilidades. Precisamente el desconocimiento de estos dos principios es la esencia de la llamada “Seguridad Democrática”, que desembocó en los fatídicos “Falsos Positivos”. Por lo tanto, la respuesta política y constitucional a la pregunta ¿Quién dio la orden? es: Álvaro Uribe Vélez como Presidente y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de la República (artículo 189[17], numeral 3, Constitución) y su ministro de defensa Camilo Ospina Bernal, según el artículo 208[18] de la Constitución, pues “bajo la dirección del Presidente de la República, le corresponde formular las políticas atinentes a su despacho, dirigir la actividad administrativa y ejecutar la ley”, como en efecto lo hizo al firmar la Directiva 029 de 2005 y exigir su cumplimiento. Así, pues, ambos deberían responder política y éticamente antes los familiares de las víctimas de las ejecuciones extrajudiciales y todo el país, como al menos lo hizo el entonces ministro de defensa Juan Manuel Santos ante la Comisión de la verdad en su comparecencia voluntaria, cuando expresó en el minuto 3.32 de este vídeo[19]: “Me queda el remordimiento, me queda el hondo pesar que durante mi ministerio muchas, muchísimas madres incluidas las de Soacha perdieron a sus hijos por esta práctica tan despiadada, lo reconozco y les pido perdón a todas las madres y a todas sus familias víctimas de este horror desde lo más profundo de mi alma”. ¿Cuándo lo harán el expresidente Uribe y su exministro Camilo Ospina? ¿Tendrán el valor civil y la mínima responsabilidad política y ética para hacerlo? ¿Comparecerán voluntariamente ante la JEP o esperarán, al final de sus días, que la justicia internacional, ahora expresada en la Corte Penal Internacional, los llamé a cuentas, como lo está haciendo hoy con Putin y mañana lo hará con Nicolás Maduro? En tal caso, la historia los cubrirá de vergüenza e ignominia, junto a Putin y Maduro, quienes también se ufanan de defender su patria, su pueblo y ser estadistas eficientes en producir resultados.



miércoles, septiembre 20, 2023

FERNANDO BOTERO EN FINAS PINCELADAS DE CARLOS JIMÉNEZ GÓMEZ

 

FERNANDO BOTERO EN FINAS PINCELADAS DE CARLOS JIMÉNEZ GÓMEZ

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Hernando Llano Ángel.

Solo dos años largos separan la partida de Carlos Jiménez Gómez[1] de la de Fernando Botero de este convulso mundo, donde se conocieron en Medellín siendo muy jóvenes, en 1947, “cuando los dos hacíamos tercero de bachillerato”.  Así lo rememora el exprocurador general de la Nación[2] (1982-1986) en su libro “Frente al Espejo de nuestra Transición”[3], publicado en septiembre de 2005 por la editorial Kimpres, Ltda. El libro está ilustrado en su carátula y reverso con una escenografía diseñada por Fernando Botero en 1951 para la obra de teatro “Cuando los Generales Vienen”, escrita por el entonces joven Jiménez Gómez. En su preámbulo agradece a “mi gran amigo y gran actor Fausto Cabrera su representación y protagonismo en el Teatro Bolívar de Medellín con su Grupo de Teatro Experimental y las escenografías de un talento entonces desconocido llamado Fernando Botero, en el mes de julio de 1951”.  Sin duda, dos grandes antioqueños, con vidas paralelas ejemplares, cada uno en su ámbito, el político-jurídico y el artístico, que vivieron un momento de transición histórica, descrita con profundidad por Jiménez Gómez así: “La coyuntura de cambio que desde el medio siglo XX está el mundo viviendo no es cualquier giro visto al azar, sino el sismo cultural más grande y vertiginoso que haya visto la historia, y está haciendo deslizarse masas enormes y produciendo reacomodos y reasentamientos gigantescos”. Exactamente lo que estamos presenciando hoy en forma dramática y fatal con los miles de migrantes que se internan en el tapón del Darién y también con aquellos que mueren en el mediterráneo intentando llegar al continente europeo y naufragan en islas como Lampedusa en Italia. Esa fina sensibilidad de Jiménez Gómez y su profunda intuición, nos sirven para comprender mejor la obra del maestro Fernando Botero, cuyo nacimiento y proyección global vivió de cerca como compañero de colegio y luego en el trayecto de sus longevas y creadoras vidas.  Por ello, considero que vale la pena divulgar sus apreciaciones y juicios, dado el número limitado de impresiones del libro “Frente al Espejo de nuestra Transición”.

El comienzo de una amistad eterna

Al respecto, nos dice: “Fui amigo de Botero en Medellín en una edad ya remota y compartí con él las primeras horas de una vocación artística e intelectual de inolvidables fulgores. En aquel tiempo, el país empezaba apenas a asomar de entre la espesura de la manigua sacudiéndose la hojarasca y grandes interrogantes nos asediaban a cada rato” (p.105). A renglón seguido, caracteriza así su generación: “Botero y su generación son interesantes no sólo por sus valores intrínsecos sino también como oportunidad y derrotero para mirar por dentro, en un caso concreto, el siempre vasto y difuso tema del cambio histórico. Al fin y al cabo, ya parece un hecho que este artista logró, diría yo que, sin proponérselo, ganar la órbita en que se definen los creadores de verdad, dotando de cuerpo y alma una visión peculiar del mundo, de su mundo. Es eso lo que le ha permitido salvar en el Arca de Noé de su pintura, tomándolos del inconsciente colectivo, una constelación de sentimientos amables que fueron el alma del pasado, y de la serenidad de los campos y de los pueblos extraer para el futuro formas y colores de la sicología de una cultura hoy engullida por el diluvio” (p. 121). El diluvio de la fugacidad del consumo y las ilusiones del mundo intangible de la virtualidad, tan distante de la corporeidad y monumental voluptuosidad de la obra de Botero. Una obra que en su aparente provincianismo pintoresco revela con humor y dramatismo nuestras mayores imposturas: la violencia política y la criminalidad sin límite de la codicia, ocultas bajo frondosas y voluminosas capas de una supuesta institucionalidad democrática, develada por Botero en cuadros icónicos sobre la Violencia, Manuel Marulanda y Pablo Escobar, acompañados de una parafernalia de obispos y políticos complacientes e impunes. En otra de sus evocaciones, Jiménez Gómez nos da la clave para comprender la originalidad de la obra de Botero: “A todas estas ¿qué hizo Botero? Dejó atrás las efímeras influencias del muralismo propio y extraño, la idea de un arte latinoamericano, que para nosotros era la expresión de un mito social y político. Dejó atrás todo lo demás, lo literario y lo extrapictórico en general, para volcarse en cuerpo y alma sobre el taller y el oficio de pintar. Empacó sus pínceles y se fue a refrescar su paleta a la orilla del mar, en Tolú y Coveñas, de donde saldría ansioso de búsqueda y renovación hacia la Capital, primero, y luego a su definitivo encuentro con Europa, y en ella, con lo que lo apasionó siempre: las ráfagas de eternidad de su gran Renacimiento, en cuya grandeza aprendió a reírse de tanta paparrucha y tanto mamarracho con los que unas cuantas celebridades y otros tantos talento experimentales abarrotan de tiempo en tiempo el mercado de la extravagancia” (p.131).

Por último, en forma profética, nos cuenta Jiménez Gómez cómo fue su despedida en el aeropuerto de Medellín: “De Botero recuerdo, como nota de fondo, una cosa sobre todas las demás, la que siempre más me ha impresionado en él y la que demuestra que, lejos de ser el triunfo casual de un hombre fungible que mezcla al azar virtudes y circunstancias, la suya fue no menos una proeza de su talento, que una hazaña de la voluntad… yo intuí desde entonces que su extraordinaria fuerza interior dibujarían en el firmamento una parábola muy alta. Por eso, el día que partió de Medellín definitivamente y cuando nos dábamos en el aeropuerto el gran abrazo de despedida, le entregué un libro con esta dedicatoria: “A Fernando, en el comienzo de su carrera mundial” (p. 202-203). 

Seguro que ahora ambos se estarán dando un abrazo de reencuentro, celebrando un nuevo comienzo de una amistad imperecedera, que perdurará eternamente en la memoria de quienes amamos la verdad de la justicia y la belleza del volumen, más allá de la fugacidad del poder y la falsedad del éxito.

 

REFLEXIONES CIUDADANAS Y TRIBULACIONES ELECTORALES

 

REFLEXIONES CIUDADANAS Y TRIBULACIONES ELECTORALES

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Hernando Llano Ángel.

En estas fechas preelectorales, cuando el horizonte de nuestras ciudades y departamentos se oscurece y se oculta tras miles de vallas publicitarias de candidatos y candidatas que nos prometen paraísos de seguridad, justicia, dignidad y convivencia, conviene reflexionar sobre el sentido de las elecciones y el alcance de nuestro voto. Así corra el riesgo de que estas reflexiones ciudadanas terminen siendo tribulaciones contra las elecciones, en lugar de ser motivaciones para concurrir a las urnas. Incluso, que sean consideradas como elucubraciones de un soñador extraviado en los laberintos de una democracia prescriptiva, más cercana a una utopía académica que a la prosaica realidad. Pero hay que tomarse la democracia en serio. Solo así ella algún día tendrá vida y el sentido público conferido por una ciudadanía deliberante y participativa. Entonces esta vanagloriada “democracia” dejará de ser el negociado actual de empresas electorales en beneficio de hábiles mercaderes que manipulan necesidades, aspiraciones y sueños de ingenuos electores. Millones de electores que periódicamente concurren a las urnas y dejan en el fondo de ellas sus esperanzas y frustraciones como en una Caja de Pandora. Así sucede en este tiempo de crisis global de la democracia, donde los favoritos para gobernar son aquellos que tienen más prontuario delictivo y se ufanan de despreciar la política y adorar el mercado, como sucede con Donald Trump en el norte y Javier Milei[1] en el sur del continente. Pero también donde las elecciones son convertidas y pervertidas en un juego para perpetuar en cargos a ciertos autócratas “invencibles” en nombre del pueblo y la revolución, como sucede en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Allí, la mayoría de ciudadanos pierden casi por completo su autonomía y no tienen posibilidades reales de elegir, solo pueden refrendar a los gobernantes existentes o los postulados por el partido oficial.  

Nuestras elecciones de Cambalache

Pero en nuestro caso, las elecciones suelen ser algo mucho más complejo, pues sus resultados en lugar de afirmar la voluntad ciudadana se convierten en una burla de la misma. Son un tinglado confuso parecido al tango Cambalache[2], donde se mezclan ilusiones, mentiras, violencia y negociados, la vida y la muerte de millones de electores, subastadas en el altar de una “democracia” que legitima a ganadores cuyo perfil termina siendo el de timadores profesionales, que desde el gobierno suelen hacer lo contrario de lo prometido en campaña. Tan es así que cada cuatro años los mismos o diferentes candidatos en nombre de sus “partidos”, o camuflados en firmas de miles de ciudadanos, para disfrazarse de antipolíticos incorruptibles, vuelven a ofrecer aquello que nunca han cumplido en su vida pública: transparencia, seguridad, honestidad, confiabilidad, eficiencia y justicia social. Incluso, llegan al cinismo de hacer publicidad con consignas como: “Sabemos hacerlo”, “Experiencia y Autoridad”, “Transparencia y Legalidad”, “independencia de políticos” “Otra ciudad posible”, en fin, se proclaman voceros auténticos de los ciudadanos a quienes supuestamente van a redimir de sus penurias y dificultades, como si fueran taumaturgos[3] capaces de cambiar la realidad una vez ganan las elecciones y están en el gobierno. Lo paradójico es que todos sabemos que ello no es posible. Que todo es una mentira solemne, llamada demagogia, pero millones vuelven a la las urnas y votan por los “mismos con las mismas”. De allí, la inmensa responsabilidad de aquellos electores que votan por interés personal, por necesidades acuciantes o codicias insaciables, y eligen a quienes les garantizan sus expectativas y ganancias, sin importar el costo y el daño que ello genera en el interés general y el bien público. Desde el que vende su voto por una suma en efectivo, su futura estabilidad burocrática, los subsidios o incentivos del caso, hasta el que invierte en probables contratos y generosas concesiones públicas, tipo Odebrecht, que con seguridad obtendrá de su socio gobernante. De allí, que por esta época circulen en las redes sociales los mensajes más despreciativos y degradantes contra los políticos, considerados delincuentes profesionales, cacos diestros en robar y defraudar la confianza ciudadana depositada en las urnas. Por eso mismo nuestra “democracia” ha degenerado y parece haberse convertido en una auténtica cacocracia[4]: “el gobierno de los malvados y los ineptos”.  No por casualidad el expresidente del Congreso, Arturo Char[5], del partido Cambio Radical, acaba de ser capturado por graves cargos, sustentados en una rigurosa investigación de la Sala de Instrucción Criminal de la Corte Suprema de Justicia, sospechoso de incurrir en “concierto para delinquir agravado” y “corrupción al sufragante”, según indicios y pruebas aportadas por la exsenadora Aida Merlano[6], condenada a 15 años de cárcel por “concierto para delinquir agravado, corrupción al sufragante en calidad de coautora y tenencia ilegal de armas”. La importancia de la captura del expresidente del Congreso estriba en el poder político regional y nacional, hasta ahora inexpugnable, del clan Char, que tiene en Alex Char el candidato favorito para ganar la alcaldía de Barranquilla, cuya saga familiar puede conocerse en el libro “La Costa Nostra”[7] de la periodista Laura Ardila, para así comprender esa relación ubicua y penumbrosa que existe entre la política, los negocios, la ilegalidad y hasta la criminalidad del bajo mundo, que sustenta la cacocracia en los territorios y llega hasta el Congreso Nacional e incluso hasta órganos de control como la Procuraduría General de la Nación.  Con razón, la investigación de la fundación Paz y Reconciliación, PARES[8], en su reciente informe sobre candidaturas cuestionadas para estas elecciones del próximo 29 de octubre señala a “los clanes políticos Char, Blel, Gnecco, Rey, Nueva Fuerza Guajira, Villamizar, Barreto y Dilian Francisca Toro[9], como los de mayor riesgo para perpetuar la cacocracia. En efecto, dicho informe contiene revelaciones preocupantes sobre algunos candidatos a gobernaciones como los siguientes: “El nombre que lidera el “top” de precandidatos cuestionados a gobernaciones es el de Nebio de Jesús Echeverry, exgobernador del Guaviare en dos ocasiones (2001 - 2003 y 2016 - 2019). Varias investigaciones lo han señalado como un hombre con posibles nexos con grupos paramilitares de los Llanos Orientales. Según Pares, “paramilitares de grueso calibre como “Otoniel” lo han mencionado en sus declaraciones asegurando cercanía entre ellos”. Además, en sentencias de Justicia y Paz su nombre aparece mencionado como uno de los ganaderos que participó de una reunión para crear la primera estructura del Frente Pedro Pablo González o el “Grupo Paratebueno”. En el radar de Pares también está Dilian Francisca Toro[10], la presidenta del Partido de la U y exgobernadora del Valle del Cauca, que aspira a repetir mandato en ese departamento. De acuerdo con Pares, el episodio más “lesivo” en su vida política fue la investigación que le abrió la Corte Suprema en 2012, por lavado de activos, “al haber adquirido unos predios que resultaron siendo de Víctor Patiño Fómeque, líder del cartel del Valle”, dice el documento. Meses después, la Sala Penal de la Corte ordenó medida de aseguramiento en su contra y un año más tarde, en 2013, renunció a su curul como Senadora de la República. Quedó en libertad tras pagar una fianza”[11]. Por eso, nuestras elecciones son un verdadero Cambalache, allí nuestro voto termina “revolca'o en un merengue y, en el mismo lodo, todos manosea'os”. Quizá la mejor forma de garantizar que ello no suceda, es votando en blanco, pues este sí tiene poder decisorio cuando alcanza la mitad más uno de los votos válidos. En este caso, debe repetirse la elección por una sola vez con nuevos candidatos para cargos uninominales, como son las alcaldías y gobernaciones. “Así lo dice el parágrafo 1º del artículo 258 de la Constitución Política (modificado por el artículo 9 del Acto Legislativo 01 de 2009), el cual, sobre la posibilidad de repetir las votaciones, añade: “Tratándose de elecciones unipersonales no podrán presentarse los mismos candidatos, mientras que en las de corporaciones públicas no se podrán presentar a las nuevas elecciones las listas que no hayan alcanzado el umbral”[12].

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