domingo, octubre 30, 2011

DE-LIBERACIÓN


(calicantopinion.blogspot.com)

EL ESCABROSO HALLOWEEN ELECTORAL

(Octubre 30 de 2011)

Hernando Llano Ángel.

Quizá no sea una simple coincidencia que estas elecciones locales y regionales se realicen la víspera de la fiesta de Halloween, pues ellas han transcurrido como una auténtica mascarada democrática, en la que son complacidos y engañados como niños muchos ingenuos ciudadanos. Ciudadanos que votarán convencidos de haber elegido al mejor candidato, aunque sólo lo hayan hecho encantados por su traje de fantasía democrática. Estos comicios han estado rodeados de tantas y violentas irregularidades, que en lugar de ser un escenario para la deliberación y decisión sobre el ritual político más importante en una sociedad --elegir a quiénes tomarán las decisiones que nos afectan a todos-- se han convertido en un sangriento y cenagoso laberinto de denuncias, sindicaciones e investigaciones preliminares para evitar que los favorecidos resulten ser testaferros de la ilegalidad y el crimen.

Cada vez más nuestras elecciones derivan en un gran proceso judicial y sus protagonistas ya no son los candidatos sino la señora Fiscal General de la Nación, el Procurador General, el Director General de la Policía Nacional y hasta el mismo ministro del Interior o la política termina siendo desplazado por el ministro de Defensa. No por casualidad para garantizar su realización primero hay que movilizar a toda la Fuerza Pública en el “Plan democracia” y en segundo lugar convocar a los desilusionados y temerosos ciudadanos, reconociéndoles incentivos de una o media jornada laboral de descanso remunerado.

Para muchos candidatos estas elecciones se convirtieron en su última decisión vital, pues fueron asesinados en desarrollo de las mismas. Según las cifras oficiales del Ministerio del Interior en estos comicios han sido asesinados 26 candidatos y según la Misión de Observación Electoral (MOE) la cifra ya es de 41. En nuestro caso, la definición de democracia ya no es la célebre y mínima de James Bryce, “aquella forma de gobierno que permite contar cabezas en lugar de romperlas”, sino la trágica y cruel de una forma de gobierno que permite cortar cabezas y contarlas, aunque la cifra todavía sea motivo de controversia.

El aquelarre electoral

De otra parte, pareciera que muchos candidatos están más involucrados con el crimen que comprometidos con los ciudadanos. Por eso, en sus llamados a los electores insisten en que estos se “involucren en la política”, como si se tratara de una actividad criminal, en lugar de convocarlos a que se comprometan con el interés público. El lenguaje nunca es inocente y revela bien la identidad y las simpatías políticas de quien habla y escribe. Así quedó de presente, una vez más, en la importante entrevista que concedió ayer al diario El Tiempo el procurador general, Alejandro Ordoñez, advirtiendo que la “Corrupción electoral no tuvo freno”.

Entre otras cosas, señaló: “La mayor amenaza, y que echa un manto de dudas sobre nuestro sistema democrático, es la corrupción. Está desbordada”. Y ella se expresa en actividades como: “Los dineros que están detrás de muchas campañas provienen de actividades ilícitas. La trashumancia electoral (trasteo de votos) se incrementó en todo el país; hay 700 mil inscripciones de cédulas anuladas y los funcionarios públicos intervienen en política”. En cuanto a la causa de lo anterior, sentenció: “No nos digamos mentiras, los altos costos de estas (las campañas) son el escenario en el que mejor flotan todas las organizaciones al margen de la ley, llámense bacrim, guerrilla o autodefensas”. Pero también las campañas de los partidos y movimientos legales, en “un municipio de sexta categoría en el que el alcalde gana un poco más de dos millones de pesos. Esas campañas terminan costando más de 300 millones de pesos ¿Quién termina financiándolas? ¿A quién le interesa? Hay toda una amenaza que va desde los contratistas –ellos financian hoy para contratar mañana- hasta las organizaciones al margen de la ley”.

Procura decir la verdad

Sin embargo tal valor en la denuncia y lucidez en el diagnóstico sobre las causas de la corrupción política fue desvaneciéndose en sus siguientes respuestas. Cuando el periodista le pregunta sobre “¿Qué tanto han influido en las campañas los políticos presos?”, como es el caso del exsenador condenado Juan Carlos Martínez Sinisterra y sus espectrales salidas de la cárcel y giras electorales por el Valle del Cauca –propias de un penumbroso Halloween electoral, donde es imposible identificar el traje que oculta o representa tal personaje bajo siglas parecidas al triqui-triqui como son el PIN, MIO; AFROVIDES-- responde el procurador: “Eso lo deben contestar las autoridades carcelarias, Fiscalía y Policía, que son los que tienen mayores elementos de juicio y los instrumentos para realizar esos controles. Es indudable que muchos de ellos siguen teniendo liderazgo político y tomando decisiones”. A lo que habría que añadir, que también es indudable que la Procuraduría debería evitar que ello suceda, investigando rigurosamente a las autoridades judiciales y carcelarias que bajo coartadas sutilmente legales permiten que el crimen continúe siendo políticamente decisorio en estas elecciones. Pero es el mismo procurador Ordoñez quien se inhabilita política y éticamente para hacerlo, pues a la pregunta de “¿Cómo acabar con la corrupción política?”, responde: “La corrupción no es un problema de un gobierno, es de los resortes morales de la sociedad colombiana. No se puede politizar, no se puede decir que es producto del anterior gobierno, se tiene que desuribizar (sic). Hay que generar una nueva cultura”.

Procura no disfrazarte de filósofo moral

Ante semejante respuesta hay que aconsejarle al Procurador que no disfrace sus simpatías y afinidades políticas con sofismas sociológicos y morales para así diluir y excusar a Álvaro Uribe de su mayor responsabilidad histórica: degradar la política a una actividad proclive con la legitimación del crimen y la ilegalidad, siempre y cuando fuera efectiva contra la guerrilla, a través de leyes como la 975 (disfrazada de “Justicia y Paz”) que concedía el estatus de sediciosos, es decir delincuentes políticos, a criminales de lesa humanidad. Criminales que terminó extraditando a Estados Unidos para que no develarán en su totalidad los alcances de semejante entramado criminal con la política y la economía, no obstante el empeño de tantos en ocultarlo o justificarlo, empezando por el propio expresidente Uribe y todos los partidos de su coalición Ultramontana y conservadora, que hoy se disfrazan con el traje de la transparencia y la pulcritud para continuar gobernando en nombre de la “democracia, la moral y las buenas costumbres”.

No por casualidad el capital político y burocrático de Juan Carlos Martínez aumentó considerablemente durante la era Uribe, como el de tantos otros políticos que hoy respalda y aspiran a gobernar en Alcaldías, Gobernaciones, Concejos y Asambleas, transformando esta campaña en un aquelarre de disfraces de intereses clientelistas y ambiciones criminales, que se ocultan muy bien bajo el rostro de candidatos que supuestamente están más allá del bien y del mal. Tales son los casos de Enrique Peñalosa en Bogotá y Rodrigo Guerrero en Cali, que aceptaron el pesado lastre del respaldo del expresidente y de personajes que en anteriores elecciones fueron promotores, aliados o incluso correligionarios de Juan Carlos Martínez, como el propio Uribe en la burocracia nacional y Dilian Francisca Toro en el ámbito departamental e incluso el actual vicepresidente Angelino Garzón, quien contó con el apoyo de Martínez en su copiosa votación para la gobernación del Valle en el 2003.

Sin duda, la política nacional es un aquelarre de farsantes que hacen del maniqueísmo su principal táctica política, guiados por la criminal divisa del “enemigo de mi enemigo es mi (secreto mejor) amigo”, para coronar con éxito sus aspiraciones electorales. Contra sus simpatías políticas y personales, Ordoñez, ese otro artista del disfraz que oculta su posición política militante bajo un moralismo maniqueo, tiene toda la razón: “Hay que generar una nueva cultura”. Sí, la cultura de la coherencia entre la política y la ética del interés público, sin esguinces y con todo el rigor que ello demande, así implique votar en blanco o por aquellos que no tienen posibilidad alguna de triunfar porque han realizado una campaña política sin renunciar a sus principios y sin conciliar con el crimen y el clientelismo, que son la putrefacción institucional de la hoy santificada política de “prosperidad democrática".

lunes, agosto 29, 2011

DE-LIBERACIÓN


(Publicado en http://www.razonpublica.com/ Agosto 29 de 2011)

Impunity, la película de las víctimas

Hernando Llano Ángel


Las víctimas se hacen invisibles tras un semáforo para el citadino normal y ajetreado. Por eso es necesario mostrarlas crudamente, su vida, su verdad, su dignidad. Antes de que vuelva la lluvia y borre todo. Nuestra memoria es tan frágil y es tan selectiva…

Ver a los invisibles

La película Impunity, dirigida por Hollman Morris y Juan José Lozano, es mucho más que una galardonada obra cinematográfica. Ante todo es una obra de las víctimas, una conmovedora y contundente obra de vida, verdad y dignidad.

Una obra que revela y desvela la ignominia de la ley 975 de 2005, cuyo nombre oficial de “Ley de Justicia y Paz”, condensa el cinismo criminal de sus gestores: el gobierno presidido por Álvaro Uribe Vélez y sus mayorías en el Congreso.

Mediante esta ley pretendieron desmovilizar, procesar y condenar como sediciosos (delincuentes políticos) a criminales de lesa humanidad con penas entre 5 y máximo 8 años de prisión.

Pero esa estratagema de legitimación del crimen fue conjurada por la Corte Constitucional al declarar inexequible, por vicios de procedimiento, su artículo 71, que transmutaba en delincuentes políticos a criminales de lesa humanidad, siempre y cuando no se hubiesen dedicado en forma exclusiva al narcotráfico. En otras palabras, que sus organizaciones hubiesen lavado con sangre de campesinos inermes su blanca y cristalina actividad de exportadores de cocaína.

De vida y de verdad

Impunity es una obra de vida, porque no obstante documentar los miles de crímenes de lesa humanidad perpetrados por los grupos paramilitares, en escenas que superan la imaginación más dantesca y que denuncian la forma grotesca como transcurrieron las llamadas audiencias de versión libre de los comandantes paramilitares -al parecer diseñadas para burlar la verdad de las víctimas y afianzar las coartadas de los criminales

Al final de la película, en las retinas del espectador quedan grabados la dignidad y el dolor de los familiares de las víctimas, como una expresión superior de vida que se impone sobre las mentiras y el cinismo de los verdugos.

Es también una obra de verdad, porque revela que tras la maquinaria criminal del paramilitarismo y sus despiadados operarios hay algo mucho más cotidiano y estructural, que sobrevive impunemente a tan temibles como despreciables ejecutores.

Y ese algo es nuestra realidad política y económica, que se recubre y encubre con toda la parafernalia de una falsa institucionalidad democrática y el insaciable afán de lucro y depredación de sus conspicuos patrocinadores, que van desde el narcotraficante pura sangre, pasando por una extensa y mimetizada red de políticos regionales, hasta el idolatrado líder político, hacendado y empresario cuya noción de Patria se agota en la defensa del patrimonio privado, el estímulo a la inversión extranjera y una ubérrima “seguridad democrática”, sembrada sobre fosas comunes, miles de desaparecidos y cerca de dos mil “falsos positivos”.

Impunity nos revela esa verdad terrible y ordinaria de todos los días, que está frente a nuestros ojos, pero que la normalidad cotidiana de nuestras vidas nos impide ver: la de millones de desarraigados por la violencia degradada de un conflicto que no asumimos como propio y preferimos seguir viéndolo como una lucha entre “gobernantes y ciudadanos de bien” contra “terroristas desalmados”, que pronto terminará, porque hace ya varios años que estamos en “el comienzo del fin”.

En el comienzo del fin de un conflicto que empieza todos los días, porque millones de “ciudadanos de bien” tienen la buena e ingenua conciencia de creer que basta elegir a otros para que pongan fin a esta pesadilla, sin importar los métodos que utilicen, ni cómo lo hagan, pues lo urgente es vivir en paz, con seguridad y sin miedo, para así recibir más inversión extranjera y afianzar la “prosperidad democrática”.

Obra de dignidad

Creen, ingenuamente, que las víctimas dejan de existir definitivamente al ser arrojadas a los ríos o enterradas en fosas comunes, pero olvidan que tras cada crucificado hay un resucitado cuya dignidad sigue viva en la memoria inextinguible de sus deudos.

Por eso quienes hoy gobiernan pregonan a los cuatro vientos que ha llegado la hora de las víctimas. Y, en efecto, las víctimas siguen cayendo todos los días, en el campo y en las ciudades, porque nos acostumbramos a deambular entre la vida y la muerte, entre las tumbas y las urnas para proclamar orgullosos que vivimos en la democracia más estable y antigua de América Latina.

De esta forma, gracias a nuestra autocomplacencia e indolencia nos hemos convertido en cómplices inmejorables de la impunidad y en su consolidación institucional, desde la gloriosa fórmula del “Frente Nacional” que hoy parece tomar de nuevo cuerpo en la “Unidad Nacional”.

Más allá de Impunity

Por todo lo anterior, Impunity va mucho más allá de recuperar la vida, la verdad y la dignidad de todas las víctimas, pues también nos interpela sobre nuestra responsabilidad personal e indelegable por lo acontecido y lo que sigue sucediendo.

Porque mucho más grave que la impunidad judicial es la impunidad política y social, que tiene su origen en la confluencia de tres “íes” que se complementan: indiferencia, indolencia e insolidaridad:

• En la indiferencia de las mayorías, expresada en esa imperceptible pérdida de sensibilidad moral, que asiente frente al crimen de los inocentes, mirando para otro lado, y no repudia a sus verdugos.

• En la indolencia de nuestros éxitos personales, acompañada de la autocomplacencia.

• En la insolidaridad, que nos aísla en la seguridad y comodidad de nuestros propios intereses y en el refugio hogareño, ese oasis de paz y felicidad, a salvo de tan macabra realidad.

Verdugos transformados en víctimas

Pero esa impunidad se perpetúa también porque los llamados “ciudadanos de bien” votan ingenuamente en cada elección por todos aquellos candidatos que prometen paz, seguridad y lucha contra la corrupción, degradando así la política al arte de la manipulación del miedo y el combate maniqueo del bien –que supuestamente ellos encarnan-- contra el mal que representan todos sus adversarios, a quienes tildan de apátridas y terroristas.

Y cuando a dichos gobernantes del bien, la pulcritud y la “seguridad democrática” les llega la hora de responder ante la justicia, entonces se convierten en víctimas de venganzas criminales y no saben nada de aquello que hicieron sus subalternos, quienes obviamente fueron asaltados en su buena fe y son totalmente inocentes, “porque no se robaron ni un peso”, “ni ordenaron nada ilegal” y si se cometieron “falsos positivos” fue a “sus espaldas” (sic), pues ellos gobernaron “de frente y en forma transparente”.

Así se perpetúan impunemente los perpetradores de tanto crimen, pues ellos tienen la buena conciencia de haber gobernado con el respaldo mayoritario de los “ciudadanos de bien”, quienes por lo general votan siguiendo este implacable silogismo, consignado por Albert Camus en su Introducción del “Hombre Rebelde”:

“Pero a partir del momento en que por falta de carácter corre uno a darse una doctrina, desde el instante en que se razona el crimen, éste prolifera como la misma razón, toma todas las figuras del silogismo. Era solitario como el grito; helo ahí universal como la ciencia. Ayer juzgado, hoy legisla”.

Y todo parece indicar que entre nosotros el crimen continuará gobernando impunemente por muchos años más, pues sobran razones desde la derecha, el centro y la izquierda para seguir disparando, poco importa el número de víctimas que caigan.

Al fin de cuentas, ellas mueren en nombre de la “seguridad”, la “democracia” y hasta la “justicia”, como suelen argumentar con profunda convicción sus respectivos verdugos.



*

lunes, julio 18, 2011

DE-LIBERACIÓN

(Julio 12 de 2011)

http://www.calicantopinion.blogspot.com

Cinco tesis contra la mitomanía constitucional.

Hernando Llano Ángel.

Con el propósito de incentivar el debate sobre el significado y la incidencia de la Constitución del 91 en el actual régimen político colombiano, van estas cinco controversiales tesis:

Primera tesis: El fracaso político. La Constitución del 91 es un fracaso político consumado, pues en lugar de ser “el tratado de paz duradero” que proclamó Cesar Gaviria hace 20 años, ella se transmutó en una declaratoria de “guerra integral” al autorizar el bombardeo del Secretariado de las FARC en “Casa Verde”, el mismo día en que elegíamos los delegatarios a la Asamblea (Diciembre 9 de 1990). Dicha declaratoria de “Guerra integral”, después de 20 años, ha convertido a Colombia en un campo de batalla profundamente degradado, como lo viven diariamente cerca de seis millones de colombianos desarraigados de su terruño. Quizá tratando de conjurar semejante escenario, los delegatarios aprobaron el artículo 22: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”, que condensa irónicamente el carácter nominal y retórico de nuestra Carta, transmitiendo así fielmente hasta nuestros días el nefasto proverbio colonial de “la ley se obedece pero no se cumple”.

Segunda tesis: El caballo de Troya. La Constitución del 91 es, ante todo, la expresión más paradójica de la crisis estructural de la política y de su legitimidad, minadas por el caballo de Troya del narcotráfico, cuya fuerza catalizadora de acontecimientos políticos tiene tal poder de descomposición y desestabilización del régimen que ha convertido las elecciones en una suerte de alianzas entre actores legales e ilegales y la gobernabilidad en un ejercicio de criminalidad más o menos impune, legitimado periódicamente por una población rehén de necesidades acuciantes (seguridad y paz) e ilusiones inaplazables (prosperidad y justicia) que se debate entre el miedo a la guerra y la esperanza de la paz. Con el magnicidio de Luis Carlos Galán, propició el nacimiento de la “séptima papeleta”, que a su vez desencadenó la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente. Recientemente, mediante su alianza con cientos de políticos, dicho caballo de Troya engendró la “parapolítica”, que metamorfoseo el crimen en política, consolidó el éxito mediático de la “seguridad democrática” y contribuyó a la reelección de Uribe, además de acelerar la adicción progresiva de las FARC al narcotráfico y sus inciertas coaliciones actuales con las nuevas bandas criminales. En síntesis, politizó el narcotráfico y narcotizó la política, bajo espejismos gubernamentales como la “Política de sometimiento a la justicia”, el “Plan Colombia”, la “Seguridad democrática” y la fracasada ley de “Justicia y Paz”.

Tercera tesis: Sin Constitución Política. La Carta del 91 no es en la realidad social una Constitución Política en tanto ha sido incapaz de regular en forma legal y civilizada las dinámicas cambiantes del poder político y garantizar la vigencia de los derechos humanos . La Constitución ha quedado reducida a un campo de batalla donde actores legales e ilegales se disputan --sin límites éticos y normativos-- la vida, libertad y dignidad de la población civil, la cual ha sido convertida en una especie de masa de maniobra electoral y militar, convocada periódicamente a las urnas, a las que acude con desgano (más del 50% de abstención electoral), unas veces ilusionada por la paz y últimamente manipulada por el miedo a la inseguridad y aupada por sentimientos de revancha, codicia o igualdad social, bajo eufemismos de campañas políticas con consignas ganadoras como la “seguridad democrática” y la “prosperidad democrática”.

Cuarta tesis: La Constitución Nominal. La Carta del 91 es, entonces, fundamentalmente una Constitución Jurídica-Nominal, pues consagra y postula una amplia gama de derechos políticos, económicos, sociales, culturales y colectivos de la población, cuya vigencia todavía se proyecta como un deber social en un horizonte cada día más incierto y lejano. Por tanto, su dimensión es más nominal que realmente normativa, pues el Estado es incapaz de garantizar el goce real de tales derechos. Horizonte nominal que en forma denodada y casi heroica el poder judicial de las altas Cortes trata de convertir en realidad cotidiana ante la ausencia de actores políticos institucionales –partidos políticos, órganos de representación popular y autoridades democráticas— auténticamente comprometidos en su materialización social. Sin la Corte Constitucional y la Corte Suprema de Justicia, hoy no tendríamos Estado, tampoco aplicación de políticas Sociales y menos aún vigencia del Derecho, que son los cimientos de un auténtico Estado Social de Derecho aún por construir. El actual Estado colombiano conserva cierta aura de legitimidad doméstica e internacional gracias a las elecciones, pero sobre todo a las providencias de la Corte Constitucional en defensa de la acción de tutela; la promoción de los derechos sociales de educación, salud y vivienda, y la exigencia de una vida digna para la población desplazada (Sentencia T-025); junto a las sentencias de la sala penal de la Corte Suprema de Justicia depurando la política de criminales (parapolítica). No obstante lo anterior, dicho Estado es objeto de una tutela internacional creciente por sus omisiones o vulneraciones en la protección y vigencia de los derechos humanos del conjunto de la población, por lo cual ha sido condenado en más de 10 ocasiones por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en los últimos 20 años y está bajo la atenta mirada de la Corte Penal Internacional dada la impunidad generada por la mal llamada ley de “justicia y paz”.

Quinta tesis: El régimen electofáctico. Por todo lo anterior, con la Constitución del 91 no se instaura o consolida en la realidad social y la política colombiana la democracia y mucho menos el Estado Social de derecho, sino un régimen político electofáctico de carácter sincrético donde tras la mampara de las elecciones deciden los poderes de facto, sean estos los corporativos del mercado global legal (ayer “apertura económica” hoy TLC) o los ilegales del mercado criminal (narcotráfico, contrabando, carruseles de corrupción y lavado de activos), hábilmente legitimados por falsos discursos de seguridad y prosperidad democrática. Discursos y programas que canalizan la opinión ciudadana en las urnas y en muchas ocasiones su vida en las tumbas (trincheras, minas antipersona, fosas comunes, “falsos positivos”). Operación realizada combinando múltiples formas y tácticas de lucha, bien sea a través del clientelismo, la corrupción, la coacción violenta, la intervención gubernamental o el ilusionismo mediático del marketing electoral, para encauzar desde las necesidades más apremiantes de la población pobre y marginada (pan, empleo, salud y seguridad ), pasando por las esperanzas e ilusiones democráticas de sectores de la clase media citadina (legalidad, confianza y transparencia, movilidad, espacio público y recreación ), hasta la codicia rabiosa y revanchista de los defensores a ultranza del statu quo (“seguridad inversionista” y “derrota del terrorismo” ), legitimando así periódicamente con sus limitados votos (más del 50% de abstención electoral) dicho régimen electofáctico. Razón tenía don Miguel Samper cuando en el siglo XIX, a propósito de las Constituciones, escribió: “Al leer tantas Constituciones como las que se expiden en estas tierras, se nos ocurre que en vez de tantos libros consultados para elaborarlas, convendría empapelar los salones de las Cámaras con los cartelones en los que el Doctor Brandreth recomendaba sus píldoras con un aforismo tremendote: “Constitución es lo que constituye, y lo que constituye es la sangre”; sea la que se derrama a torrentes en la guerra, o la que queda en las venas de los señores que legislan, inficionada por los odios, la sed de venganza y la vanidad.” Miguel Samper (1867) en “La miseria en Bogotá. Selección de escritos de Miguel Samper”.

miércoles, mayo 18, 2011


DE-LIBERACIÓN

(Mayo 16 de 2011)

Conflicto interno y corrupción semántica

(Publicado en razonpublica.com)


Poco a poco entra la luz en la caverna de la seguridad democrática: por haber negado el conflicto interno, el régimen uribista cayó en una espiral de corrupción criminal. Hasta los militares preferirían regirse por el Derecho Internacional Humanitario, en vez de ser instrumentos de una absurda cruzada contra el “terrorismo.

Hernando Llano Ángel*


Más que un juego de palabras
Una de las expresiones más graves y frecuentes de corrupción de la política es su degradación semántica. Esa vana pretensión de reducir la realidad a un juego de palabras. De ocultar los problemas reales bajo una frondosa retórica, que impide no sólo reconocer los orígenes de los conflictos y su evolución, sino sobre todo sus responsables históricos.

La más reciente expresión de esa tendencia es justamente la obstinación del expresidente Uribe en negar la existencia del conflicto armado interno en nuestro país, sobre el cual ha cabalgado exitosamente durante su ya larga carrera política, pese a la persistencia y degradación progresiva del mismo.

Las “Convivir”, el inicio
Desde la época en que fue gobernador de Antioquia (1995-1997), Uribe defendió y promovió en forma entusiasta las llamadas cooperativas de seguridad “Convivir” – eufemismo que ilustra bien la corrupción del lenguaje y la realidad política– y abogó por su dotación con armas de fuego de largo alcance, para enfrentar eficazmente a las guerrillas.

El legado de su mandato regional revela el “éxito” de dicha estrategia, alcanzado con el heroico concurso del general (r) Rito Alejo del Río, entonces comandante de la XVII Brigada en Urabá: en tres años, los grupos paramilitares asesinaron a 939 civiles, en un ascenso tenebroso que empezó con 143 en 1995, aumentó a 357 en 1996 y remató con 439 en 1997 .

Quizá por ello, en una nueva perversión del lenguaje, Uribe consagró a Rito Alejo del Río como “pacificador de Urabá”. Este militar y el general (r) Fernando Millán recibieron un fervoroso homenaje el 29 de abril de 1999 en el Hotel Tequendama, acto en el que Álvaro Uribe fue orador invitado, junto a Fernando Londoño Hoyos, oferente y orador principal.

El famoso “Manifiesto Democrático”
Pero es en su célebre, ya casi olvidado y extenso “Manifiesto Democrático” de 100 puntos en donde mejor se aprecia esa relación entre la sinuosidad maniquea del lenguaje uribista y la profunda corrupción de la política, como acontece en toda guerra, pues en ella se sacrifica la vida y se glorifica la muerte, sustituyendo las palabras por el odio y los acuerdos por la venganza.

 Allí encontramos algunos puntos tan reveladores como el 26, donde además de reconocer el conflicto, señala que al término de su mandato habrá una “Colombia sin guerrilla y sin paramilitares. La autoridad legítima del Estado protege a los ciudadanos y disuade a los violentos. Es la garantía de la seguridad ciudadana durante el conflicto y después de alcanzar la paz”.

 O el 31, donde propone una misión humanitaria de Naciones Unidas, porque “un conflicto de la magnitud del nuestro necesita de soluciones atípicas”.

 Sin embargo, dos puntos más adelante, para justificar la necesidad de un estatuto antiterrorista, consigna en el 33: “Cualquier acto de violencia por razones políticas o ideológicas es terrorismo. También es terrorismo la defensa violenta del orden estatal”, anunciando premonitoriamente uno de los resultados más ignominiosos de su propia política de “seguridad democrática”: los llamados “falsos positivos”.

 Y para completar dicho cuadro de fatal y sangrienta ambigüedad, que reconoce el conflicto y a su vez lo caracteriza como terrorista, en el punto 41 concluye: “Soy amigo del diálogo con los violentos, pero no para que crezcan, sino para hacer la paz. Pediré mediación internacional para buscar el diálogo con los grupos violentos, siempre que empiece con abandono del terrorismo y cese de hostilidades” (énfasis añadidos).

Seguridad democrática” y falsos positivos
Al comparar dichos puntos –que como vimos reconocen el conflicto y anuncian su superación– con los logros obtenidos por Uribe durante sus ocho años de administración bélico-maniquea, el balance no es sólo deplorable, sino revelador del grado de descomposición alcanzado por la política de “seguridad democrática”.

No tanto por no haber logrado su principal objetivo: “Colombia sin guerrilla y sin paramilitares”, sino sobre todo por la violación sistemática de los derechos humanos en nombre de una supuesta “seguridad democrática”, que al día de hoy arroja 1.119 víctimas, según el último informe del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP): “Falsos Positivos 2010: Clamor por la verdad y la justicia” .

Pero ya el mismo relator de las Naciones Unidas para la investigación de las ejecuciones extrajudiciales, Philip Alston, había advertido en su informe rendido en mayo de 2010 sobre la corrupción semántica del término falsos positivos: “brinda una especie de aura técnica para describir una práctica que se caracteriza mejor como un asesinato a sangre fría y premeditado de civiles inocentes, con fines de beneficio”.

Y concluía: “Mis investigaciones encontraron que miembros de las fuerzas de seguridad de Colombia perpetraron un número significativo de ejecuciones extrajudiciales en un patrón que se fue repitiendo a lo largo del país”, resaltando además que “la inmensa mayoría de los paramilitares responsables de violaciones de los derechos humanos fueron desmovilizados sin ser investigados y muchos se beneficiaron de amnistías… Hoy, el fracaso del proceso de rendición de cuentas es claro ante el dramático aumento de los asesinatos por parte de grupos armados ilegales, compuestos en su mayoría por antiguos paramilitares”.

Macabras estadísticas

Por su parte, un reciente informe de la Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz precisó que los 173.873 homicidios documentados corresponden a un periodo que abarca desde su entrada en funciones (2005) hasta el pasado 1° de diciembre de 2010. La misma dependencia de la Fiscalía indicó que avanza en las diligencias de confesión de 51.616 hechos por parte de postulados, en casos con 65.747 víctimas relacionadas.

El informe también indica que las confesiones de los paramilitares desmovilizados han permitido hallar 3.037 fosas comunes, donde fueron encontrados 3.678 cadáveres, de los cuales 1.323 han sido identificados de manera plena. Las familias han recibido ya los restos de 1.207 de ellos, según la misma fuente, que indicó que otros 748 tienen identificación preliminar y que se tiene pendiente la entrega de 116.



Los casos documentados y las confesiones también han permitido establecer la presunta vinculación de 429 políticos, 381 miembros de las fuerzas de seguridad y 155 funcionarios civiles, además de otras 7.067 particulares, según el mismo informe .

Lo dice el propio Ejército

Estas macabras estadísticas permiten entender por qué el punto 41 del Manifiesto Democrático es la quintaesencia de la corrupción de la política, pues a la mentira del “abandono del terrorismo y cese de hostilidades” de los paramilitares, se suma el crimen impune de miles de colombianos, precisamente por la negación del conflicto armado interno y su conversión en una “guerra contra el terrorismo”.

Hoy los más interesados en salir de esta absurda situación son los propios militares, como bien lo ha expresado el comandante del Ejército, mayor general Alejandro Navas Ramos: “Es la única manera que tenemos de ir al ataque contra las FARC: bajo el marco del Derecho Internacional Humanitario” .

Razón tenía don Miguel de Unamuno cuando sentenció: “Es más fácil civilizar un militar, que desmilitarizar un civil.”


* Politólogo de la Universidad Javeriana de Bogotá. Profesor Asociado en la Javeriana de Cali. Socio de la Fundación Foro por Colombia, Capítulo Valle del Cauca y publica en el blog: calicantopinion.blogspot.com.








sábado, abril 30, 2011

DE-LIBERACIÓN

(Abril 30 de 2011)

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El ilusionismo constitucional


Hernando Llano Ángel.

Ya se están celebrando los 20 años de existencia de nuestra Constitución, en forma por demás precipitada y entusiasta, pues ella fue promulgada simbólicamente el 4 de julio, fecha en la cual seguramente el gobierno nacional conmemorará con bombos y platillos su vigésimo aniversario. Desde su misma promulgación la Carta del 91 ha tenido una existencia más simbólica que real. Como se recordará, los delegatarios estamparon solemnemente sus firmas sobre un cartapacio de hojas en blanco, ya que su texto no alcanzó a estar completamente digitado y rigurosamente revisado por problemas de orden técnico en los computadores que entonces contenían los artículos debatidos y aprobados. Semejante impostura de los delegatarios, imbuidos de gloria y orgullo patriótico, le da un cierto aire macondiano a la pomposa ceremonia de promulgación. Pero también puede interpretarse esa simbólica promulgación como una infausta premonición de la suerte con que ha corrido la Carta del 91.

Una joven ultrajada y desfigurada

En sus veinte años, la Constitución ha padecido más cirugías que una joven vanidosa de nuestros días y por tratar de complacer a tantos y poderosos pretendientes, ha terminado casi completamente desfigurada e irreconocible. Sin duda, las más grotescas cirugías y deformaciones las padeció bajo el acoso implacable de un sátiro, disfrazado de estadista, que portando un traje estrafalario que él mismo confeccionó y denominó “seguridad democrática”, abusó de ella en dos ocasiones y estuvo a punto de ultrajarla por una tercera ocasión, de no salir en su defensa la Corte Constitucional.

Las cicatrices de este periodo relucen hoy como una infamia (miles de “falsos positivos”, “chuzadas”, “Agro Ingreso Seguro”, falsas desmovilizaciones y Bacrim en auge…) así se haya condenado a dos de sus más torpes paramédicos reformadores: Yidis Medina y Teodolindo Avendaño, pero los cirujanos mayores y responsables del atroz “articulito” continúan ejerciendo en la impunidad. Pero se debe reconocer que gran parte de ese selecto grupo de Congresistas uribistas, que bien podríamos denominar paramédicos, pues contribuyeron a reformar el impúdico articulito de la Carta --así como un equipo de cirujanos remueve tejido adiposo a una joven menor de edad-- hoy se encuentran en la cárcel por sus criminales alianzas con los paramilitares. Tal ha sido el sino trágico de esta joven de 20 años, que desde su misma concepción fue producto de las estratagemas más violentas y criminales del narcoterrorismo bajo la dirección de Pablo Escobar, las cuales sólo cesaron transitoriamente al coronar en el artículo 35 de la Carta su máxima aspiración: “Se prohíbe la extradición de colombianos por nacimiento”.

En el principio, fue el crimen

Y no el verbo, pues lo que desató el proceso constituyente fue el magnicidio de Luis Carlos Galán, que dio origen a la mayor ilusión que toda una generación haya concebido en medio del repudio y su hastío contra la violencia: la célebre séptima papeleta. De alguna manera y en forma paradójica dicha papeleta logró el milagro de transubstanciar el crimen del narcotráfico en decisión política, gracias al ilusionismo constituyente de una voluntad ciudadana cautivada por el espejismo de la paz y una utópica democracia participativa, que veinte años después sabemos que están más lejanas que El Dorado.

De entonces para acá, la historia es cruel y bien conocida, en lugar de paz tenemos la mayor crisis humanitaria del continente, con un número de víctimas desarraigadas de su terruño que supera ya los 4 millones de compatriotas; en vez de reordenamiento territorial y descentralización, tenemos más de seis millones de hectáreas despojadas a campesinos por la acción conjunta del narcoparamilitarismo, los megaproyectos económicos y agroindustriales, sumados a la acción depredadora del narcotráfico y la guerrilla. Por todo lo anterior, más que ilusionismo constitucional es cinismo político proclamar que vivimos bajo un Estado social de derecho, pues la misma Corte Constitucional en su famosa sentencia T-025, que demanda al Gobierno Nacional la protección de los millones de desplazados, ha señalado que vivimos bajo un “estado de cosas inconstitucional”.

Ante este panorama, sería mejor recordar a los apologistas de esa joven de 20 años, tan ultrajada y violada, el lapidario y contundente artículo de la Asamblea Constituyente de la revolución francesa que advierte: “Una sociedad donde no existe la plena separación de las ramas del poder público y los derechos fundamentales de la población no están garantizados, no tiene Constitución”. Por ello, incluso podría afirmarse, pese a la nobleza y generosidad del articulado de la Carta del 91 y de los beneficios de la aplicación de la acción de tutela para cientos de miles de ciudadanos, que con ella se inicia una nueva fase de nuestra cruenta historia constitucional en virtud de la cual el crimen se politiza y hasta se constitucionaliza (artículo 35) y a su vez la política se criminaliza y también se constitucionaliza, como lo demuestra la famosa reelección presidencial inmediata hoy vigente. Todo ello, claro está, sin violar ni mancillar a esa cortejada joven de 20 años, que será objeto de muchas y hermosas celebraciones durante este 2011, así ella no esté muy feliz de seguir con vida y no pueda cantar que “veinte años no es nada”.





lunes, marzo 28, 2011

DE-LIBERACIÓN


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Marzo 27 de 2011

Por una Javeriana deliberante

Hernando Llano Ángel

Es inconcebible una universidad sin deliberación, pues no tendría ninguna razón de existir, en tanto el conocimiento siempre es una verdad en cuestión, provisional, sometida a la implacable prueba de su validez fáctica, vital y social, como al escrutinio incesante de la crítica liberadora de prejuicios y errores, la investigación rigurosa y la controversia académica y pública, ajena a censuras y vetos.

Con mayor razón la deliberación es consubstancial en una Universidad regentada por los jesuitas, que han convertido el discernimiento ignaciano en su fuente de inspiración pedagógica y de formación espiritual. Tanto deliberar como discernir tienen en común la apertura a la argumentación y la superación de todo dogmatismo, pues son actividades que no rinden culto a la verdad como un producto de intangible y de sacra infalibilidad, sino más bien como el resultado de parciales y limitados esfuerzos humanos por acertar en la explicación, comprensión, predicción y transformación de la realidad, siempre en busca del Magis, de lo mejor en todos los ámbitos de la existencia. Desde los ámbitos más profanos y seculares, como pueden ser las ciencias naturales, hasta los más metafísicos y espirituales, la filosofía y la teología, pasando por los demasiado humanos, contingentes e impredecibles, como las ciencias sociales. Afortunadamente todos ellos ya están presentes en diversas carreras en la Javeriana de Cali y se expresan en la realización de numerosos eventos, como dos que tendrán lugar la próxima semana en nuestro campus, los cuales reflejan cabalmente el sentido de la deliberación y el discernimiento.

El primero de ellos sobre el movimiento social y político más dinámico y telúrico de nuestra realidad política, asediado por actores violentos ilegales, paraestatales e institucionales, como es el movimiento indígena, que se encuentra en una encrucijada de carácter histórico. Por ello su título es muy sugerente: “El movimiento indígena colombiano: ¿Abandonando la doble vía de la integración y la resistencia?” y tendrá lugar en el Auditorio Central de la Universidad de dos a las cinco de la tarde, mañana lunes 28 de marzo de 2011. Contará con la participación de protagonistas y líderes de sus recientes gestas y contradicciones, como Gilberto Yafué, Consejero mayor del CRIC; Ana Silvia Secue y Rogelio Yonda, líderes de la OPIC y el Ex Senador Jesús Piñacué. El aporte académico e investigativo estará a cargo del profesor e investigador Juan Guillermo Ferro, de la Javeriana de Bogotá, y del profesor Carlos Andrés Ramírez por nuestra universidad, que presentará avances de su investigación sobre el movimiento indígena bajo las administraciones de Álvaro Uribe Vélez. Sin duda, será una jornada de intensa deliberación, sin veto alguno a ninguna voz, por disonante o impostora que ella parezca, pues sólo así se podrá avanzar en la superación política de las amenazas fatales que hoy se ciernen sobre los indígenas y el campo colombiano.

Dicho evento se realiza en el marco de la celebración de los 10 años de la Carrera de Ciencia Política y es convocado con el apoyo del Departamento de Ciencia Jurídica y Política, el Posgrado en Cultura de Paz y DIH y el recién fundado Centro de Estudios Interculturales.

El segundo evento es todavía más significativo del espíritu deliberante en la Javeriana, pues promueve un reflexión interdisciplinaria entre la medicina, la psicología y la teología, con el telón de fondo de la ética, bajo el llamativo título de: “Espiritualidad y conciencia, ¿Tienen cabida en la medicina actual?, convocado por la Junta Médica y el Centro de Investigación Científica Caucaseco, el próximo jueves 31 de marzo en el Auditorio Los Almendros de siete a nueve de la noche.

Estos eventos dan continuidad a una intensa programación de foros, actos literarios y académicos llevada a cabo durante este mes, entre los que destacan la presentación del libro “Antología de Notas Ligeras colombianas”, con la participación de sus editores: Maryluz Vallejo y Daniel Samper Pizano, que sirvió de pretexto para un justo homenaje al periodista vallecaucano Álvaro Bejarano. Por la universidad, fue muy acertada y amena la presentación del libro que realizó el profesor Jorge Manrique, así como la coordinación del evento por parte de la directora de la carrera de Comunicación, Mónica Marión Cataño, que permitió una amplia participación y deliberación de los estudiantes y docentes que tuvimos la fortuna de asistir.

Lamentablemente no aconteció lo mismo en el evento sobre “Comunicación, Política y Democracia” que tuvo como protagonista e invitado especial al actual embajador de Colombia ante la Santa Sede, el periodista César Mauricio Velásquez, Ex Secretario de prensa de la Presidencia de la República de Álvaro Uribe, en su segundo período. También participaron el profesor Luis Alejandro Arévalo, Director de la Carrera de Ciencia Política y Coordinador de la Especialización en Cultura de Paz y DIH, junto al profesor Víctor Hugo Valencia de la Carrera de Comunicación. Pero no hubo espacio para la participación y la deliberación de los asistentes porque el formato de formular preguntas escritas lo impidió, ya que el invitado eludió respuestas precisas a varias de las formuladas, como aquella relacionada con su insólita apreciación de que la revelación de cables de Wikileaks es una amenaza a la democracia y la diplomacia internacional. También ignoró en lo esencial las intervenciones de los profesores, que prepararon en forma crítica y académica sus puntos de vista sobre tan compleja trilogía, los cuales contrastaron con el recuento puramente formal y plagado de lugares comunes sobre la historia de la prensa en Colombia que realizó el embajador.

No deja de ser una amarga ironía que en un evento académico sobre “Comunicación, Política y Democracia” se haya optado por un formato que impidió escuchar las voces de los asistentes y por lo tanto también negó el sentido del mismo, pues no fue posible la comunicación, mucho menos la política para no hablar de la democracia. Pero sin proponérselo los convocantes, temerosos de eventuales ofensas al invitado que circularon por Internet el día anterior, el evento terminó siendo la mejor puesta en escena de su cuestionable gestión como Secretario de Prensa de Uribe (que no de la Presidencia de la República), donde no hubo comunicación, ni política, ni democracia, sino más bien desinformación, partes de guerra y delitocracia o cacocracia, como hoy se está revelando ante la opinión pública, no solamente por los cables de Wikileaks, sino incluso por boca de sus mismos protagonistas y funcionarios públicos.

Pero sin duda, el evento que mejor encarnó el espíritu de deliberación, investigación y crítica alternativa, rasgos inherentes a una auténtica universidad, fue la conferencia del profesor Bruce Beagly de la Universidad de Miami sobre “Relaciones Estados Unidos y Colombia. Política antinarcóticos. Balance y perspectivas”, invitado especial en el marco de la celebración de los 10 años de la Carrera de Ciencia Política, donde hubo suficiente tiempo y disposición para debatir su demoledora crítica al prohibicionismo y sus nulos efectos en la llamada “guerra contra el narcotráfico”.

También hay que celebrar y destacar como el espíritu de deliberación de la Javeriana se viene proyectando eficazmente en el contexto regional, con una serie de eventos realizados hasta la fecha sobre problemáticas políticas y sociales que ha promovido “Deliberaciones Universitarias”, bajo la dirección del Rector, padre Jorge Humberto Peláez Piedrahita S, J y la eficiente gerencia de Claudia Mora, que próximamente realizará una nueva jornada en Buga sobre el crucial tema de la Gobernabilidad y la crisis de liderazgo político en nuestro departamento. Mención especial merece el esfuerzo promovido desde la Vicerrectoría Académica y la oficina de Gestión Profesoral, bajo la coordinación de los profesores Santiago Lleras y Alfredo González, del espacio “Café Maestro”, que logra una síntesis extraordinaria del cine, la música, la tertulia y la pedagogía, en encuentros mensuales donde gozosa y lamentablemente, por ahora, coincidimos un grupo pequeño de colegas.

Tal espíritu deliberante también viene proyectándose desde hace más de dos años al interior del Departamento de Ciencia Jurídica y Política en su “Seminario Permanente de investigación”, donde sus docentes cada mes presentan el avance o los resultados de sus investigaciones. Este jueves 31 lo hará el profesor Néstor Raúl Arturo con una ponencia sobre “La Justicia entre acusaciones y justificaciones. La justicia restaurativa en ambientes carcelarios”. Y para continuar emulando y extendiendo dicho espíritu en toda la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, ahora se suma el Conversatorio de profesores de Humanidades “Me pica la lengua”, promovido por su director, Manuel Sevilla y la profesor Sua Dabeida Baquero, que ya tiene una programación desde marzo 30 hasta junio 22, empezando esta semana la profesora Luz Adriana López con “La poética del personaje trágico”, tesis laureada en la Maestría de Filosofía en la Universidad del Valle, recientemente culminada.

Como un paso más para la ampliación de la deliberación en todos los ámbitos de la Javeriana, un grupo de profesores del Departamento de Ciencia Jurídica y Política, próximamente vamos a convocar cada mes a toda la comunidad universitaria a un espacio amplio, plural e informal sobre problemáticas coyunturales de orden internacional y nacional que a todos nos conmueven e interesan, bajo el nombre de “Hablemos de Coyuntura”, que esperamos cuente con amplia acogida. Será un espacio para la deliberación, sin la trascendencia y la formalidad de un seminario de investigación, pero sin la frivolidad y la banalidad de una charla de cafetería, donde los interesados podrán tomar la palabra y exponer en forma argumentada lo que piensan sobre la problemática seleccionada. La primera sesión será el próximo mes de abril y tratará sobre ¿Qué esta pasando en el norte de África?


viernes, marzo 04, 2011

DE-LIBERACIÓN


Marzo 3 de 2011



SERRAT EN CALI

Hernando Llano Ángel.


Regresa con tres verdades: Vida, Libertad y Dignidad. Ellas forjaron la identidad de Miguel Hernández como hombre, poeta y combatiente, hace ya más de cien años. Y de nuevo tendremos la fortuna de escucharlas en la voz vibrante de Serrat, la próxima semana en el teatro Jorge Isaacs, cuando nos presente su último trabajo: “Hijo de la luz y de la sombra”, a propósito del centenario del natalicio del poeta de Orihuela., celebrado el año pasado.

Después de 38 años de haber grabado algunos de los poemas inmortales de Hernández, como Nanas de la Cebolla, Para la libertad y Elegía, con una voz fresca y lírica inolvidable, acompañada de una música con tonalidades íntimas y épicas en plena armonía con dichos versos, ahora Serrat nos maravilla con otros 13 poemas de Hernández donde le canta a su figura de poeta total y vital.

En “Hijo de la luz y de la sombra” nada se escapa a la sensibilidad y lucidez de Serrat. Desde la pasión amorosa del esposo encarcelado y desconsolado que encuentra alivio en las cartas que recibe de su amada: “Tus cartas apaciento metido en un rincón y por redil y hierba les doy mi corazón”, hasta la angustia del combatiente que acepta como inevitable el destino fatal de la guerra: “Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera: aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo, y defiendo tu vientre de pobre que me espera, y defiendo tu hijo. Es preciso matar para seguir viviendo”.

Si bien este trabajo poético musical de Serrat aparece 38 años después, no es una segunda parte de la obra de Hernández, sino más bien expresión de su profunda y rica unidad. Como en el primero, encontramos de nuevo la voz íntima y amorosa de Hernández junto a la épica y combativa, en poemas y canciones apasionadamente cósmicas, como la que da nombre al disco: “Hijo de la luz y de la sombra”, donde la voz de Serrat se escucha firme y con alegre vitalidad: “Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos, seguiremos besándonos en el hijo profundo. Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos, se besan los primeros pobladores del mundo. Eres la noche esposa. Yo soy el mediodía”.

Pero también escuchamos la desoladora denuncia contra “El hambre: “Tened presente el hambre. Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos donde la vida habita siniestramente sola. Reaparece la fiera. Recobra sus instintos, sus patas erizadas, sus rencores, su cola…Entonces solo sabe del mal, del exterminio. Inventa gases, lanza motivos destructores, regresa a la pezuña, retrocede al dominio del colmillo, y avanza sobre los comedores.”

En las canciones escuchamos todos los registros de la sensibilidad y la genialidad creadora e intuitiva de Hernández, reflejados en un poema como “El mundo de los demás”, que contiene la quintaesencia de la moderna fenomenología: “El mundo es como aparece ante mis cinco sentidos, y ante los tuyos que son las orillas de los míos. El mundo de los demás, no es el nuestro: No es lo mismo… Pero las cosas se forman con nuestros propios delirios. Ciegos para los demás, oscuros, siempre remisos, miramos siempre hacia adentro, vemos desde lo más íntimo…Nadie me verá del todo. Ni es nadie como lo miro. Somos algo más que vemos, algo menos que inquirimos…Nadie nos ha visto. A nadie ciegos de ver, hemos visto”.

También están presentes los poemas telúricos y trascendentales, aquellos que celebran la unión pagana y mística del espíritu con el placer y de la vida con la muerte, en una trilogía formada por las canciones: “La palmera levantina”, “Cerca del agua” y “Dale que Dale”. En ésta última, la armonía y la melodía entre el poema y la voz de Serrat van in crescendo, con acompañamiento del coro, desde lo más modesto y terrenal: “Dale al aspa, molino, hasta nevar el trigo. Dale a la piedra, agua, hasta ponerla mansa” y culmina en una eclosión de alegría personal y sublime: “Dale, Dios, a mi alma, hasta perfeccionarla”, cuyas notas quedan resonando en los pliegues de cada uno como un himno pagano y a la vez celestial. Pero en medio de tanta gravedad, también crece la gracia de “La Palmera levantina”: “La que atrapa la primera ráfaga de primavera. La primera golondrina. La que araña a los luceros y se ciñe los encajes de las nubes a los Zancos datileros”. Para cerrar este ciclo con un canto a la sensualidad y la vitalidad del agua marina, aparece como un susurro “Cerca del agua: te quiero llevar, porque tu arrullo trascienda del mar. Cerca del agua te quiero tener, porque te aliente su vívido ser. Cerca del agua te quiero sentir, porque la espuma te enseñe a reír. Cerca del agua te quiero, mujer, ver, abarcar, fecundar, conocer. Cerca del agua perdida del mar, que no se puede perder ni encontrar”, como en el amor suele suceder.

Y no podían faltar los poemas combativos, que afirman la vida y la libertad sin odio y mucho menos venganza, porque en ellos está en juego la dignidad de la propia humanidad. Como en la canción que abre el disco: “Uno de aquellos, un himno a la solidaridad internacional con los republicanos contra la criminal codicia de los nacionalistas durante la guerra civil española: “Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras, tu eres uno de aquellos. Las patrias te llamaron con todas sus banderas, que tu aliento llenara de movimientos bellos. Quisiste apaciguar la sed de las panteras, y flameaste henchido contra sus atropellos”. Pero donde más fuerte y digna resuena la voz vibrante de Serrat es en la trilogía formada por “La canción del esposo soldado”, “El hambre” y “Si me matan, bueno”: “Ante la vida sereno y ante la muerte, mayor; si me matan bueno: si vivo, mejor… Aquí estoy vivo y moreno de mi especie defensor…Traidores me echan veneno y yo les echo valor…El corazón traigo lleno de un alegre resplandor”.

Sólo nos queda disponernos la próxima semana al goce estético, musical, ético y nostálgico de escuchar y ver a Serrat con su insustituible banda de amigos, en el teatro Jorge Isaacs, sin olvidar estas palabras cuando presentó su primer LP con poemas de Miguel Hernández en México, hace 38 años y entonces casi no teníamos pasado:

Quisiera que los que escuchen estas canciones recuerden que su autor fue un poeta perseguido, condenado y encarcelado. Un hombre que murió en prisión por el delito de pensar y escribir cosas como las que aquí pueden oír. Fue un pastor de cabras, fue una persona comprometida con su gente y con su tiempo. Un hombre sencillo y sensible que amaba la libertad y decía: “Soy como el árbol talado que retoño y aún tengo la vida”…, y se la quitaron. Que el destino mantenga fresca la memoria y nos libre de aquellos que asesinan a los poetas y a la poesía”.










lunes, febrero 14, 2011

DE-LIBERACIÓN

(Febrero 13 de 2011)

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Hannah Arendt en Egipto

Hernando Llano Ángel.

La forma vertiginosa como la rebelión ciudadana está cambiando la historia en África del norte, demostrando que sátrapas como Ben Ali, en Túnez, y Mubarak, en Egipto, no son más que “tigres de papel” parapetados tras descomunales e impotentes máquinas de violencia, vuelve a traer a la primera página del debate político la obra de Hannah Arendt, especialmente su célebre ensayo “Sobre la violencia”. Como se recordará, dicho ensayo lo escribió en otra coyuntura mítica, el famoso “mayo del 68”, cuando cientos de miles de estudiantes en Europa –con epicentro en Francia- pero también en Estados Unidos se levantaron con “la imaginación al poder” contra regímenes que, prevalidos de una impecable formalidad democrática, imponían en forma autocrática y violenta sus políticas en el ámbito educativo (Francia, con De Gaulle) y en el contexto internacional (Estados Unidos y su inicua guerra contra el pueblo de Vietnam).

Poder, mucho más que Violencia.

Entonces Arendt se propuso analizar el papel de la violencia en los asuntos políticos, aquellos asuntos que dependen de todos y todas, no de la voluntad y los intereses de unos pocos -como la paz y la guerra, el agua y el aire, pero en especial la justicia y la legitimidad de quienes gobiernan y la dignidad de quienes somos gobernados, nuestro pan y libertad- y ajustó cuentas magistralmente con quienes desde la derecha y la izquierda confunden el poder político con las instituciones en donde éste se representa y encarna, pero en especial contra aquellos que sin comprender a Weber y Marx asimilan el poder con la violencia. Entonces repiten en forma irresponsable y fatal que “el Estado es el monopolio legítimo de la violencia” y que “la violencia es la partera de la historia”, como si en ese par de consignas lapidarias se agotara toda la sabiduría política de Occidente. Desconocen así que quienes pretenden “tomarse el poder” suelen morir ahogados en su propia sangre y que quienes se aferran a él y lo defienden con violencia, desde el Estado, terminan siendo condenados a la ignominia y el escarnio público.

Ejemplos abundan en nuestro pasado reciente y en la actualidad, tanto en el bando de quienes matan y secuestran en nombre de la justicia social como de quienes lo hacen con las coartadas de la seguridad y la democracia. Lección que todavía no parece aprender el Uribismo y menos el Procurador General de la Nación, Alejandro Ordoñez, empeñado en defender a quienes mancillaron el honor militar en la violenta retoma del Palacio de Justicia y en condenar a quienes murieron como protagonistas del desvarío de una revancha homicida, sin otro horizonte que el sacrificio de la Justicia y los derechos humanos, que cruelmente reclamaban para su causa, como sucedió con el grupo de guerrilleros del M-19 que a sangre y fuego se tomó el Palacio.

Lo que Túnez y Egipto han demostrado con creces –al igual que la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS a partir de 1989- es que la violencia del Estado con sus descomunales ejércitos y cuerpos de Policía se torna impotente e inocua cuando carece de legitimidad y sus ciudadanos les quitan todo su apoyo y respaldo. En palabras de H. Arendt: “Es el apoyo del pueblo el que presta poder a las instituciones de un país y este apoyo no es nada más que la prolongación del asentimiento que, para empezar, determinó la existencia de las leyes… Todas las instituciones políticas son manifestaciones y materializaciones del poder; se petrifican y decaen tan pronto como el poder vivo del pueblo deja de apoyarlas”.

El poder es público, de todos y todas

Túnez y Egipto lo demuestran en forma elocuente. Allí, el “poder vivo del pueblo” les quitó a Ben Alí y a Mubarak todo su respaldo y se derrumbaron, porque sus principales instrumentos de violencia, Ejército y Policía no los obedecieron. De nuevo Arendt: “Donde las órdenes no son ya obedecidas, los medios de violencia ya no tienen ninguna utilidad; y la cuestión de esta obediencia no es decidida por la relación mando-obediencia sino por la opinión y, desde luego, por el número de quienes la comparten. Todo depende del poder que haya tras la violencia.” Por eso no existe poder más valioso y preciado, incluso eficaz, que el simbólico de la credibilidad y la legitimidad, expresado en la hegemonía de una doctrina y una cosmovisión de la vida, como lo es hoy ese poder críptico y casi mítico de la democracia. En efecto, la opinión y acción mayoritaria de tunecinos y egipcios, así como la de los integrantes de sus respectivos Ejércitos, no toleró y menos consintió que Ben Alí y Mubarak, junto a sus más cercanos cómplices, continuaran en sus cargos institucionales -no en el poder, como no se cansa de advertirlo Arendt, puesto que “el poder nunca es propiedad de un individuo; pertenece a un grupo y sigue existiendo mientras el grupo permanezca unido”. De allí la resistencia de los cairotas a no abandonar la plaza Tharir, que significa Liberación, hasta expulsar a Mubarak de la Presidencia.

¿De la rebelión ciudadana a la revolución democrática?

Ahora que lo han logrado y están abandonado la plaza, su poder está disperso y se halla en una especie de limbo, pues para expresarse y tomar forma institucional en un nuevo Estado, depende en gran parte de que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que se ha comprometido a convocar unas elecciones libres y justas, cumpla con dicha promesa. Podría decirse que ha triunfado la rebelión ciudadana, pero que no está asegurado el triunfo de la revolución democrática, entendida como el ejercicio de una libertad política que además de asegurar la autodeterminación del pueblo egipcio, permita el disenso de sus minorías y la competencia legal por el ejercicio del poder político institucional. Tal transición hacia la democracia es demasiado incierta, pues el pueblo egipcio está bajo la tutela de un poder militar que tiene demasiados intereses en el mercado (“controla entre el 33% y 45% de la economía nacional” ) y compromisos internacionales, que ha prometido cumplir.

Sin duda, se inicia una fase de transición política tan incierta como interesante, donde todo va a depender de la competencia y habilidad de quienes se reclaman portadores de los sueños, las frustraciones y las expectativas de millones de egipcios que, como ya lo han demostrado, han alcanzado la mayoría de edad para autogobernarse sin la tutela de los militares y mucho menos de poderes imperiales que, como el norteamericano, es más experto en sostener y promover autócratas y cleptócratas, que en propiciar el surgimiento y la consolidación de auténticas democracias. Por eso lo que está en juego en Egipto es nada menos que la instauración de un Estado democrático moderno, capaz de superar la hegemonía del mercado y los intereses corporativos del complejo industrial militar egipcio-norteamericano, pero también el riesgo abismal de la instauración de nuevas hegemonías nacionalistas más o menos religiosas, que impidan el pluralismo y la secularización de su vida política y social, arrastrando así a todo el Medio Oriente a una vorágine de guerra y destrucción apocalíptica. Ojalá sea un despertar democrático y no la pesadilla de una nueva hegemonía islámica, sólo para los “hermanos musulmanes”, que hasta ahora han demostrado más espíritu de conciliación y construcción democrática que aquellos que ya proscriben su participación el las futuras elecciones, como la Presidenta del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, Ileana Ros-Lehtinen, del opositor partido Republicano norteamericano, que desde ya propugna por su exclusión. Obviamente con demócratas así, que desde el exterior pretenden imponer su hegemónica e imperial “democracia”, difícilmente asistiremos a una transición democrática en Egipto.

lunes, enero 31, 2011

DE-LIBERACIÓN

(Enero 31 de 2011)




COYUNTURA “REBELADORA”

Hernando Llano Ángel.



Estamos presenciando en el norte de África momentos de revelación y rebeldía ciudadana que, con licencia ortográfica, merecen el titular de Coyuntura “Rebeladora”. Una coyuntura “rebeladora” de dimensión histórica, puesto que en Túnez y Egipto la vida ya no volverá a ser la misma y con toda seguridad sus regímenes políticos mañana serán otros, inspirados por vientos populares y libertarios que barren el hermetismo, el lujo, la arbitrariedad y la criminalidad de los sátrapas que hasta hoy han gobernado impunemente. Pero sobre todo es una coyuntura “rebeladora”, porque en cada esquina y calle de Túnez y Egipto la rebeldía se revela incontenible y nos recuerda que nada ni nadie puede contener la indignación de un pueblo. Que la violencia de los sátrapas y su corte de privilegiados resulta impotente contra el poder de los desesperados, tanto más insobornable e incontenible cuando se expresa en forma espontánea y caótica, como un torrente de vida que no teme a nada, ni siquiera a la misma muerte. No por casualidad la chispa que desató semejante incendió fue el cuerpo inmolado del joven tunecino, Mohamed Bouzizi, que optó por incinerarse antes de continuar viviendo sin el fuego interior de la libertad y la dignidad que le eran negadas.

Revelaciones históricas

La coyuntura revela que un pueblo se rebela, cuando además del pan, se le ha usurpado su libertad por varias generaciones. Es también lo que está sucediendo en Egipto, donde Hosni Mubarak lleva cerca de 30 años como sátrapa “electo”, en gran parte consentido por los Estados Unidos y la misma Unión Europea por ser funcional a sus intereses y conservar el equilibrio geoestratégico en el medio oriente. Pero ahora esa realpolitik cínica y criminal, ciega y sorda a la violación consuetudinaria de los derechos humanos del pueblo egipcio, revela la impotencia de toda política divorciada de la ética, sin sustento y apoyo popular. Por eso Hillary Clinton apela con urgencia más a la sensatez del pueblo egipcio, que a la cordura de Mubarak, ya casi abandonado a su propia suerte. Se busca así una transición que aborte el principio de una revolución popular incierta, para lo cual probablemente el hombre providencial sea Mohamed El Baradei, premio Nobel de paz y ex director de la Agencia Internacional de Energía Atómica, en sustituto de Mubarak. Tal transición podrá hacerse aparecer como democrática, convocando unas elecciones sin Mubarak, pero asegurándose al mismo tiempo que no haya riesgo o sorpresa alguna de un ganador diferente a El Baradei. Así la cosas, el bálsamo de las elecciones poco a poco adormecerá la rebeldía de quienes, por no haber ejercido nunca su poder en forma pública y organizada, creerán ilusamente que han conquistado la democracia, como nos viene sucediendo en Colombia desde el famoso plebiscito de 1957, cuando la mayoría enajenó su voluntad en expertos usurpadores de la confianza y las ilusiones ciudadanas.

Revelaciones sin rebeldía

Desde entonces una especie de cleptocracia de lo público nos gobierna en Colombia con destreza. Cada cuatro años renueva la fórmula que le permite gobernar (robar) con la coartada de la democracia, aunque siempre la abstención sea la ganadora. Ayer la fórmula mágica era la “seguridad democrática”, hoy es la “prosperidad democrática”. Y son fórmulas tan exitosas, que poco importa que la realidad demuestre todo lo contrario, como nos sucede hoy con la “seguridad democrática”, cuando el mejor policía del mundo, el mismísimo general Oscar Naranjo, Comandante de la Policía Nacional, nos advierte que las eufemísticamente llamadas “Bandas Criminales” son la mayor amenaza para nuestra convivencia y seguridad.

Dichas bandas están presentes “en 27 de los 32 departamentos del país, operan a sus anchas y traban alianzas con la guerrilla bajo una sola causa: el narcotráfico”. Un alto oficial de la policía calcula que dichas bandas “lograron reclutar un ejército de cerca de 8.000 hombres, el mismo número de integrantes que tienen las Farc, y eso que la guerrilla va a ajustar casi medio siglo de existencia” .

Democracia mítica y mitómana

Para acabar de reforzar el mito de nuestra democracia, incluso un experto investigador del fenómeno de los “señores de la guerra”, el profesor Gustavo Duncan, de la Universidad de los Andes, en reciente artículo publicado en El Tiempo bajo el sugerente título de “Los mitos urbanos de la parapolítica” , después de demostrar objetivamente que toda la gobernabilidad de la “seguridad democrática” uribista estuvo sustentada en alianzas explícitas o implícitas de sus correligionarios en el Congreso y algunos mandatarios regionales y locales con las bandas paramilitares, concluye en forma surrealista y mitómana que: “Paradójicamente Colombia es un estado fuerte. La crisis de seguridad de los últimos 30 años no ha puesto en riesgo la existencia de las instituciones democráticas”. Lastima que a estudiantes de biología de su universidad, como Mateo Matamala y Margarita Gómez, dicho Estado e instituciones democráticas no les haya garantizado su vida. ¿Tendrá sentido hablar en Colombia de un “estado fuerte y de instituciones democráticas” con el mayor número de desplazados del continente, con el más alto índice de desapariciones forzosas, de “falsos positivos” y de impunidad? ¿Merecerá el nombre de “seguridad democrática” una política que produce semejante resultados? Son preguntas que al menos deberían concitar nuestra indignación y rebeldía ciudadana, como sucede en Túnez y Egipto, pero probablemente ello no sucede porque vivimos en la “más estable y profunda democracia de América Latina”, como lo pregona el ex presidente Álvaro Uribe en todos los foros internacionales donde interviene y en sus actuales “talleres democráticos”, rodeado de cleptócratas de la talla de Andrés Felipe Arias e inteligencias superiores como las de Alfredo Rangel y José Obdulio Gaviria. Por eso es que tiene tanto sentido que llegue pronto el juez Baltazar Garzón, para que asesore al gobierno actual en materia de derechos humanos y crisis humanitaria, y podamos así empezar a conocer lo que significa y es en la realidad un Estado de derecho, sin el cual jamás podrá existir democracia alguna en nuestra sufrida Colombia.




martes, enero 11, 2011

DE-LIBERACIÓN


(Enero 4 de 2011)



WIKILEAKS: REVELA, DEVELA Y DESVELA EL ARCANO IMPERIO


Hernando Llano Ángel.


Sin duda, WikiLeaks no sólo fue el acontecimiento político-mediático del 2010, sino de toda la década, pues se convirtió en el caballo de Troya del arcano imperio al revelar y develar cientos de miles de cables de las embajadas norteamericanas enviados a su Departamento de Estado. Por eso mismo desveló no sólo a Hillary Clinton, sino a todos los protagonistas de la política internacional, pues nos reveló sus prejuicios, intereses y más íntimas preocupaciones, como insumos esenciales en la toma de decisiones imperiales.

Se ha querido minimizar y hasta ridiculizar a Julian Assange y la misma labor de WikiLeaks, señalando que los cables publicados por los principales periódicos del mundo no informaron nada nuevo y que todo ya era materia conocida, como sucede en nuestro caso con los reportes sobre los mal llamados “falsos positivos” y las “chuzadas del DAS”. Pero es exactamente lo contrario, ya que los cables de la embajada norteamericana reportan que en ambos casos las responsabilidades son de orden político, pues respondían a directrices y políticas que tuvieron origen en la misma Casa de Nariño y en los asesores más cercanos a Uribe, como Bernardo Moreno Villegas y José Obdulio Gaviria.

Cables positivos

En el caso de los “falsos positivos”, es el mismo general Oscar Suárez, encargado de la investigación de los jóvenes de Soacha asesinados y reportados luego como presuntos guerrilleros, quien señaló que “el problema de las ejecuciones extrajudiciales estaba extendido y crearon la falsa ilusión de éxito”, así como “observó que el presidente Uribe continúa viendo los éxitos militares en términos de muertos”. Sin olvidar que el pago de recompensas a informantes civiles por bajas de guerrilleros y otros incentivos, como días de descanso al personal militar, tuvieron origen en la Directiva 029 del Ministerio de Defensa, en desarrollo y aplicación rigurosa de la política de “Seguridad democrática”, producto de la “inteligencia superior” de Uribe. Incluso un cable reporta la preocupación del entonces vicepresidente Francisco Santos “porque el presidente Uribe no había entendido por completo la profundidad de la crisis provocada por el escándalo de las “chuzadas del DAS y le pidió al embajador norteamericano que le hiciera ver la gravedad de la situación personalmente”.

Para completar el cuadro de verdades develadas y confirmadas oficialmente desde la cúspide de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, aparecen respectivamente los insólitos reportes del general Freddy Padilla informándole al embajador que “mantenía el compromiso de sacar a los militares involucrados en violaciones a los derechos humanos y le pregunta si su gobierno (el norteamericano) podría ayudar a identificar a esos individuos”, por su parte el general Oscar Naranjo no sólo le dijo al embajador que “creía que Bernardo Moreno y José Obdulio Gaviria habían ordenado los seguimientos ilegales del DAS”, sino que además le alertaba que “el ministro de defensa, Gabriel Silva y el comandante Freddy Padilla no se hablaban y que el Ejército estaba a la deriva”, por lo cual “urge a Estados Unidos a poner atención a la disfuncionalidad del Ministerio de Defensa”.

Se podría concluir que todo lo anterior no aporta nada nuevo a la realidad, públicamente reconocida, de la dependencia y la sumisión creciente del Estado colombiano a la tutela del norteamericano. Sin embargo, antes de los cables dicha versión no era más que una fantasía de la oposición o calumnias trasnochadas de los “mamertos”, cuando no un juego que algunos idiotas útiles hacían al terrorismo al insistir que los “falsos positivos” y las “chuzadas” tenían su origen en la Casa de Nariño. Ahora que es develado todo lo anterior por sus mismos protagonistas, entonces se minimiza en forma cínica la importancia de las revelaciones de WikiLeaks. Dicha actitud, propia de la mayoría de los medios masivos de comunicación en nuestra sociedad, no sólo revela su complacencia y en ocasiones connivencia con la criminalidad oficial, que sólo se atreven a denunciar extemporáneamente y cuando ya está fuera de las esferas del poder institucional, sino algo mucho más grave como es su impostura e incompetencia periodística frente a temas vitales de interés publico, que hoy devela y desvela el nuevo periodismo de WikiLeaks, reconfirmando así dos grandes y graves verdades.

Verdades Públicas

La primera, que en los llamados modernos y avanzados Estados democráticos, en todas las latitudes, quien gobierna es el arcano imperio, con sus decisiones secretas y ajenas a la voluntad de los ciudadanos, pero tomadas en despachos públicos y presentadas como legítimas en nuestro nombre y como supuesta garantía de nuestras vidas y seguridad. En otras palabras, que unos pocos, ocultos a los ojos y el juicio público, deciden la suerte de todos y usurpan así en nuestro nombre el poder público que nos pertenece. Lo que desafía WikiLeaks es el poder anónimo de esos encubiertos burócratas y reivindica nuestro nombre y poder de ciudadanos comunes y visibles, que padecemos las decisiones de ese poder arcano, casi totalmente intocable e inefable, antes de las famosas filtraciones.

Y la segunda, que internet, surgido en las mismas entrañas del complejo industrial militar, es hoy su caballo de Troya, cuya presencia y amenaza permanente no podrá eludir, por más procesos y condenas que profiera contra sus transitorios guerreros y ocupantes, como Julian Assange, procesado por penetrar en Suecia, sin la debida protección pero con el consentimiento tácito de dos ciudadanas, sus espacios y tejidos más íntimos y personales. Irónicamente, se busca la condena de Assange por supuestos ilícitos menores que afectan a dos jóvenes mujeres, mientras los crímenes mayores e irreversibles cometidos por Jefes de Estado, como George W Bush y sus colegas en otras naciones, que cobran cientos de miles de vidas y víctimas, no sólo permanecen en la impunidad, sino que son objeto de admiración y de libros que se convierten en best Sellers mundiales. Paradoja de nuestro tiempo: se sacraliza lo íntimo y se depreda lo público. Tal fenómeno explicaría también la saga exitosa de libros escritos por secuestrados, con la exposición de su dolor personal e íntimo, mientras se condena al olvido a las víctimas de crímenes aún más atroces como la desaparición forzada, que es la máxima expresión de anulación de la vida en el espacio público, para no mencionar a los desplazados que apenas sobreviven expuestos en la misma vía pública, casi sin ser vistos por el poder ejecutivo, de no ser por la insistencia de la Corte Constitucional en el respeto y la vigencia de sus derechos humanos y ciudadanos.