¡DESBLOQUEAR VIDAS Y VÍAS
YA!
https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/desbloquear-vidas-vias-ya
Hernando Llano Ángel
“Hacer la apología a la
violencia es criminal, pero condenar todas las violencias es hipocresía”. Jean- Marie Domenach.
Desde luego que es mucho más fácil y urgente desbloquear las vías, que
empezar a desbloquear las vidas de quienes persisten y resisten obstinadamente
en el bloqueo de ellas. Pero si éstos continúan en esa acción temeraria y
desesperada, no solo van a profundizar la actual debacle económica y social,
sino que pueden suicidarse políticamente. Y con ello, además de propiciar las
arremetidas violentas y criminales de algunos miembros de la Fuerza Pública y
los autodenominados “ciudadanos de bien”, como ha venido sucediendo en Cali y
Pereira, van a terminar bloqueando en forma más aguda y profunda sus precarias
condiciones de vida. Ello, como consecuencia de los daños a la infraestructura
pública y el aparato productivo, que se descargará con más fuerza y
contundencia sobre quienes menos posibilidades de empleo y recursos económicos
tienen. Justamente la mayoría de quienes están en “primera línea”. Sin duda, si
se persiste en la apología de los bloqueos indiscriminados y arbitrarios, se
está haciendo una apología al crimen. Bien lo señalaba Jean-Marie Domenach[1]:
“Hacer
la apología a la violencia es criminal, pero condenar todas las violencias es
hipocresía”. Y no son precisamente las fuerzas sociales progresistas y
democráticas las que se fortalecen con la violencia, el crimen y la ilegalidad.
También lo había advertido Bertolt Brecht “solo la violencia ayuda donde prevalece la
violencia”, pues son las fuerzas más retardatarias,
aquellas que reducen la política a la imposición de sus intereses y objetivos
por la violencia las que salen ganando en estos pulsos mortales. Aquellas que
están prestas a declarar el estado de conmoción interior y para ello invocan
razones como la defensa de la vida, la libertad de locomoción, el derecho al
trabajo, la seguridad y la propiedad para justificar la represión y descargar
todo el peso de la fuerza policiva y militar, con el respaldo de mayorías
hastiadas de los bloqueos y temerosas de que se profundice este caos. Un caos
donde ya escasean los víveres, la gasolina y las medicinas, cuya falta ha
cobrado varias víctimas mortales entre la población civil. Para que no aumenten
las víctimas civiles, es urgente que los corredores humanitarios continúen
dando vía libre a las medicinas, los víveres y la gasolina, sin los cuales no
hay vida social posible. Porque la vida civil se está convirtiendo literalmente
en un objetivo militar, tanto por la violenta represión de agentes de la Fuerza
Pública, como por los bloqueos arbitrarios e indiscriminados que cierran
carreteras estratégicas y calles vitales de nuestras principales ciudades. Y la
manera de desbloquear esta situación es emulando el Acuerdo alcanzado entre los
indígenas de Antioquia y la gobernación de ese Departamento[2],
comprometida en promover: “salud, educación, vivienda, medio ambiente, derechos
humanos, vida digna, entre otros”, como los temas que desarrollarán
conjuntamente. Exactamente todo lo contrario de lo sucedido en Cali, en donde
algunos “ciudadanos de bien” salieron con armas a “cazar indios”, según los
mensajes en sus redes sociales, invitando a sus vecinos a salir para demostrar
supuestamente que “los buenos somos más”. Tan buenos que dejaron heridos a más
de 10 indígenas y muchos de esos “buenos ciudadanos” todavía se sienten
orgullosos de semejante proeza, más propia de criminales y narcotraficantes.
Vías y vida para todos y
todas
De continuar este escenario de bloqueos, su desenlace no solo será mortal
para quienes están en primera línea, sino para toda la sociedad. Porque los
bloqueos ahora profundizan la brecha entre los colombianos que han tenido
durante toda su vida bloqueadas las vías para el ejercicio de sus derechos
fundamentales y aquellos colombianos cuyas vidas siempre han transitado
holgadamente por las vías del pleno ejercicio de derechos, como si fueran
autopistas privadas, bloqueando con sus privilegios, indolencia y codicia las
vidas de quienes hoy bloquean con rabia y radicalidad las vías de todos. Por
eso urge desbloquear las vías para que por ellas transiten los derechos
económicos, sociales y culturales que hacen posible las vidas de todos y todas.
Y, hay que reconocerlo, la violencia de los bloqueos, pero sobre todo el poder
de las mayorías que se han movilizado pacíficamente, ya han empezado a despejar
vías para el ejercicio de derechos tan fundamentales como el de la educación
superior gratuita y la búsqueda de una renta básica de emergencia, para evitar
que la endemia del hambre sea más mortal que la pandemia del coronavirus. Ya se
logró el retiro de una reforma tributaria injusta y se ganó el reconocimiento
del principio consubstancial a la justicia tributaria: que quienes más ganan y
tienen más patrimonio deben tributar más, para así cumplir como ciudadanos con
el numeral 9 del artículo 95 de la Constitución: “Contribuir al financiamiento de los gastos e inversiones del Estado
dentro de conceptos de justicia y
equidad”. Ya se retiró una reforma a la salud que continuaba
contemporizando y protegiendo a las IPS y EPS, en desmedro de la salud de todos
los colombianos. Por eso hay que continuar fortaleciendo la actual vía política
de concertación y negociación entre el gobierno nacional y el Comité de Paro
Nacional, en la perspectiva de ir avanzando poco a poco por el difícil y
retrechero camino de las reformas económicas y sociales, en lugar de
profundizar el abismo maximalista de exigencias imposibles de cumplir que solo
profundizarían la polarización, la violencia autoritaria y fascista y, con
ello, el suicidio político de la cuestión social. Tal desenlace sería el más
catastrófico, pues solo beneficiaría a quienes hacen la apología de la
violencia, tanto desde la extrema izquierda como desde la extrema derecha. Ya
va siendo hora de reconocer que la violencia de los bloqueos se agotó, pues
cumplió su cometido: “La violencia es el único camino para lograr
una audiencia a la moderación”, según William O´Brien, un líder agrario
irlandés, citado por Hannah Arendt en su célebre ensayo “Sobre la violencia”. Ensayo donde la pensadora alemana concluye
que “la
violencia renta”, pero lo malo es
que renta indiscriminadamente”. Es hora de reconocer que hasta el momento
la violencia de los bloqueos y el poder de la ciudadanía, pacíficamente movilizada,
ha rentado a favor de la cuestión social, pero si continúan los bloqueos
indiscriminados y arbitrarios rentará negativamente para todos y a favor de unos
pocos. Para aquellos pocos, “los mismos con las mismas”, que siempre han
bloqueado las vidas de las mayorías con un costo de sangre y sufrimiento
inadmisible, que puede terminar consolidándolos una vez más en el ejercicio
violento y criminal de su poder político corrupto y deslegitimado. Un poder que
hoy se encuentra en jaque, pero que para conservarlo en el 2022 apelarán de
nuevo al miedo, la ignorancia y hasta a la violencia selectiva de los
magnicidios, si la consideran necesaria y rentable para su ignominiosa causa. La
causa de quienes se autodenominan «buenos ciudadanos» pero son incapaces de
reconocer sus responsabilidades como los mayores bloqueadores de la justicia
social y la democracia en Colombia.