sábado, diciembre 17, 2022

UNA FINAL CHAUVINISTA

 

UNA FINAL CHAUVINISTA

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Hernando Llano Ángel

Este domingo la final del mundial en Qatar entre Argentina y Francia será el mayor duelo chovinista[1] en la historia del fútbol, el deporte que exacerba las expresiones más fanáticas y extremas de nacionalismo. Curiosamente, ambas naciones son en sus respectivos continentes las campeonas del chovinismo: “la exaltación desmesurada de lo nacional frente a lo extranjero”. No es la modestia propiamente un rasgo de identidad nacional de argentinos y franceses. Es casi imposible discernir, entre un argentino y un francés y saber cuál de los dos siente más orgullo por su propio país, sus carnes, vinos y quesos. No por casualidad chauvinisme[2] proviene de la lengua francesa. Pero, paradójicamente, los mejores jugadores de ambas selecciones, Messi y Mbappé, no padecen de chovinismo futbolístico. Ese título es propiedad exclusiva de la soberbia de Cristiano Ronaldo[3]. Un narcisista enfermizo que en este mundial recibió una lección dolorosa, viendo desde el banco como su propio reemplazo, Gonçalo Ramos[4] de 21 años,  anotaba un triplete de goles frente a Suiza. También le tocó cerrar los ojos para no ver la eliminación de su propia selección en los pies de los corajudos, habilidosos y modestos marroquíes, eliminados por Francia con goles de Theo Hernández[5] y Randal Kolo Muani[6], nacidos en tierra gala pero de ascendencia española y congoleña respectivamente. Sin duda, todos los pueblos proyectan en su selección de fútbol la ilusión de ser los mejores del mundo, aunque sus protagonistas procedan de otras naciones. El fútbol se convierte en algo más que en el opio de la humanidad, es la esperanza de la redención o la confirmación para millones de personas comunes y anónimas de ser las mejores del mundo, porque 11 de sus compatriotas ganan la copa y se llevan para su nación el trofeo más codiciado y disputado del planeta. Un consuelo pueril, que exalta el chovinismo hasta límites inimaginables. El domingo, bien en el Obelisco de Buenos Aires, o en el Arco del Triunfo de París, exudaran orgullo, chovinismo y narcisismo miles de fanáticos. Messi o Mbappé eclipsaran, al menos por un día, todas las glorias anteriores, incluso a Maradona y Just Fontaine[7], curiosamente nacido en el entonces Protectorado francés de Marruecos, quien anotó 13 goles en el mundial de Suecia en 1958. Pero también será una fortuna para la humanidad que por un día un par de futbolistas y sus demás compañeros sean las figuras más celebres, admiradas y queridas en el mundo. Que por fin de los noticieros desaparezcan esos funestos jugadores del poder que eliminan sin remordimiento a miles de seres humanos, en nombre supuestamente de los intereses superiores de sus naciones, como lo hace Putin en Ucrania. Que por un día se conviertan en un eco de alegría los gritos de los goles y no los agónicos de las víctimas, sin que dejemos de escuchar y menos olvidar los lamentos de cientos de trabajadores que murieron construyendo los hermosos estadios de Qatar. Porque no hay que ocultarlo, la FIFA[8] y los intereses políticos de Estados como Rusia, Qatar y la otrora dictadura de la Junta Militar Argentina en 1978 han mancillado y ensangrentado la fiesta del fútbol. Han pretendido convertir canchas y estadios en mamparas de sus crímenes, negociados y violaciones a los derechos humanos. No es posible que como espectadores y humanos permitamos semejantes autogoles contra la dignidad de un deporte como el fútbol y la integridad moral de sus jugadores. No deberíamos tolerar, como sucede con frecuencia en la FIFA, que el juego sucio de directivos corruptos, como Luis Bedoya[9], expresidente de la Federación Colombia de Fútbol, degraden los mundiales a casinos de apuestas y lupanares de lujo. Conviertan las canchas de fútbol en un lodazal de ambiciones personales e intereses empresariales.

El fútbol es más que un mundial

Es un deporte pedestre como pocos, que se hace con los pies, pero se gana con la inteligencia y la pasión. Por eso en él no triunfan los impostores, como sucede con frecuencia en la política, donde suelen ganar los jugadores más tramposos y habilidosos, excepcionalmente los más competentes y honestos. Aquellos que ladinamente ponen zancadillas a sus adversarios, anotan goles con sus manos corruptas y engañan a los electores con sus mentes torcidas y promesas demagógicas. En la cancha de fútbol es más difícil que esto suceda. Es casi imposible ganar a punta de juego sucio y astucia, salvo que un equipo compre al árbitro, como algunos políticos lo hacen con la justicia o los electores. Pero en esta era de tecnología aplicada, con las ayudas milimétricas del V.A.R[10], es casi imposible que la trampa triunfe. Maradona no podría haber contado con “la mano de Dios”[11] para anotar su gol contra Inglaterra. Si en la política dispusiéramos del V. A. R y viéramos todos los acuerdos y mangualas que tras bastidores hacen los políticos profesionales, los compromisos que realizan con sus financiadores y potenciales votantes, ellos no ganarían ninguna elección y probablemente la mayoría de los partidos serían sancionados y expulsados por competencia desleal.  No asistiríamos ingenuamente al festival de las elecciones y seríamos mucho más responsables y exigentes en el ejercicio de nuestra ciudadanía. Al menos, eliminaríamos fulminantemente del juego del poder a quienes se dedican a robarse nuestra confianza, impuestos y violan las reglas del juego limpio. Esto no sucede en una cancha de fútbol porque la competencia es transparente y pública, se juega ante millones de espectadores, donde lo que cuenta es la velocidad, habilidad y resistencia de todos los jugadores, como el cumplimiento de las reglas y de las decisiones del árbitro. El domingo 18 de diciembre veremos si la habilidad e inteligencia de Messi[12] podrá vencer la velocidad y fuerza de Mbappé[13]. Si una selección totalmente gaucha podrá superar la intercultural del seleccionado francés. De alguna manera, Argentina juega contra Francia y casi media África. ¿Ganará el chovinismo criollo argentino o el interculturalismo cosmopolita francés? Más allá del ganador, todos viviremos, disfrutaremos y sufriremos una final vibrante, donde comprobaremos una vez más que somos una especie radicalmente lúdica y pasional, subyugada por este juego pedestre que nos paraliza cada cuatro años. Un juego donde 20 atletas, utilizando sus extremidades más torpes y con grados diferentes de habilidad, velocidad, precisión y fuerza buscan vencer, literalmente a patadas, a dos arqueros que solo con sus frágiles e inteligentes manos saltan y vuelan como ángeles para atrapar o rechazar el balón y evitar que se anide en sus redes. Quizá por eso el fútbol es tan irresistible y su atracción incontenible: es la disputa de 20 jugadores a ras de tierra por el control de un esquivo balón que los eleva al cielo de la gloria cuando termina en el fondo de la red del adversario o los arrastra al infierno de la derrota si se escapa de las manos de su arquero y de los botines de sus delanteros. Por eso la definición de un mundial desde el tiro penal es la agonía del purgatorio para los delanteros y la consagración del cielo para los porteros. Ojalá ni Messi ni Mbappé vivan esa agonía y la copa se defina en franca lid y no con un tiro de gracia desde los once metros[14]. El fútbol no precisa de héroes ni de villanos, tampoco la política, para celebrar victorias o derrotas. Ambas precisan es de buenos jugadores y líderes competentes al mando de sus equipos y partidos, pero sobre todo de entrenadores exigentes y de ciudadanos conscientes, no de furiosas hinchadas, menos de fanáticos seguidores o militantes fundamentalistas, dispuestos a morir o matar por su equipo, selección o partido. Con esos comportamientos todos perdemos y nadie gana, tanto en el fútbol como en la política. Algo que deberíamos tener presente todos los colombianos y colombianas si queremos clasificar al próximo mundial y transformarnos en una potencia vital, venciendo limpiamente en el campo de juego de la política a la violencia, la guerra, la exclusión social, la mentira chovinista de los líderes partidistas y la corrupción. Contamos con menos de 4 años para ello. Cabezas, manos y pies a la obra. No hay tiempo para la improvisación, ni el juego sucio y menos los autogoles. De todos depende la clasificación y la convivencia nacional. Estamos en vilo todos, la Selección y la Nación.

 



QATAR, UN MUNDIAL ESPECTACULAR Y ESPECTRAL

 

QATAR, UN MUNDIAL ESPECTACULAR Y ESPECTRAL

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Hernando Llano Ángel

Espectacular por la belleza de los estadios y el despliegue publicitario por proyectar a Qatar[1] como un país moderno, rico y esplendoroso, que emula y supera en prosperidad a la mayoría de los países occidentales. Algo similar hizo Putin hace cuatro años, cuando pretendió convencer al mundo del renacimiento de una Rusia poderosa y feliz, que hoy niega con su brutal y criminal invasión de Ucrania. Detrás de ese marketing político-futbolístico está el terror. Un terror auspiciado por la FIFA[2], la organización internacional más hipócrita, corrupta y peligrosa del planeta, pues logra suspender nuestro juicio moral en nombre de un fútbol radicalmente inhumano. Es el terror auspiciado por esa alianza letal entre la riqueza, el crimen, el autoritarismo y la impunidad de mandatarios como Putin y el  emir Tamim bin Hamad Al Thani, quien llegó al trono en 2013 luego de la abdicación de su padre, Hamad bin Khalifa Al Thani[3]. Por eso el mundial de Qatar es espectral. Detrás de esos fabulosos estadios se esconde la explotación y muerte de un número incierto de trabajadores migrantes[4] –muy parecida a las vidas sacrificadas en cualquier campo de concentración nazi o en un Gulag soviético— pues nadie responde por esas vidas cegadas en aras del más fastuoso y costoso mundial realizado. Esas vidas no valen nada, más aún se pone en duda el número de trabajadores que cobraron esos fatales accidentes laborales. Son vida nuda[5], en la expresión del filósofo Giorgio Agamben[6].  Los gritos agónicos en caída libre de esos obreros migrantes, hoy son acallados por la estridencia de los goles celebrados por los miles de fanáticos de sus selecciones victoriosas. Las lágrimas solo alcanzan para lamentar la eliminación de las selecciones amadas, no para los migrantes sacrificados y “desaparecidos”. Los himnos se entonan en nombre de los jugadores y las selecciones que se disputan la copa mundial. No hay ni siquiera un réquiem[7] por quienes hoy nos brindan con sus vidas tanta alegría, celebrada en todo el planeta. Eso ya no nos importa, solo queremos disfrutar y gozar el mundial. No hay lugar para la culpa y los lamentos. No se puede arruinar el hermoso eslogan de este mundial: “Football unites the world in passion, in love, in peace. Football unites us in hope and in joy. Football unites us all. Football unites the world [8], que escuchamos en boca de Cristiano Ronaldo, Harry Kane y Lionel Messi, entre otras destacadas figuras, antes de cada partido. Para mayor ironía, las estrellas de Francia, como kylian Mbappé[9], es nacido en París, pero hijo del inmigrante camerunés Wilfried Mbappé y Ousmane Dembélé[10], también parisino, es hijo de padre maliense y de madre francesa con ascendencia mauritana y senegalesa. Ambos defienden la bandera de una nación que en su pasado colonialista dejó una estela de oprobios y crímenes impunes en el continente africano. Y hoy Francia es campeona mundial gracias al talento, el esfuerzo y los goles de esos hijos de inmigrantes, que un número nada despreciable de franceses, liderados por Marine Le Pen[11], desprecian y no quisieran tener en su territorio. Como se puede leer en Wikipedia: “Le Pen se opone fuertemente al multiculturalismo, llamándolo "un arma para el extremismo islámico” ​y ha apoyado leyes en contra del uso de símbolos religiosos en público que han sido categorizadas por algunos como Islamofobicas. En varias ocasiones ha mostrado su apoyo al mandatario ruso Vladímir Putin y, a pesar de condenar la Invasión rusa de Ucrania de 2022, se ha negado a retirar su apoyo a Putin, llamándolo "un posible aliado para Francia". Por todo lo anterior, mi simpatía y admiración está con Marruecos en el partido de mañana miércoles, pues su triunfo y la eliminación de Francia sería más que un acto de justicia futbolística. Sería un acto de justicia humanitaria en memoria no solo de millones de víctimas del colonialismo del Estado francés –que no del pueblo francés-- sino también de los obreros migrantes que murieron levantando esos templos de alegría, que hoy Qatar los ha convertido en monumentos de ignominia. Quizá por eso tenga tanta prisa en desmontarlos[12] y borrar rápidamente semejante oprobio. Hay que deshacerse de las huellas incriminatorias. Borrarlas de la memoria y el espacio físico en donde tantos murieron. Esas muertes deberían avergonzarnos cuando cantamos los goles de nuestra selección favorita. Goles que celebraré sí son de Marruecos en nombre de la vida y la dignidad de todas las víctimas de este espectacular y espectral mundial. Que la final del mundial sea entre selecciones de pueblos que la “civilizada Europa” ha eliminado, explotado, sojuzgado o combatido en nombre de sus imperiales intereses y del colonialismo, como Marruecos, Croacia y la misma Argentina, al usurparle Inglaterra las Malvinas. Entonces que gane el mejor el 18 de diciembre y se rinda un tributo póstumo a los trabajadores explotados y sacrificados impunemente por la FIFA y Qatar.



miércoles, noviembre 30, 2022

LA PAZ TOTAL ES "INTERMÉSTICA".

 

LA PAZ TOTAL ES INTERMÉSTICA

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Hernando Llano Ángel

Instalada la Mesa de la Paz con el ELN en Caracas[1], comienza el presidente Petro a jugar sus cartas en el campo más minado, difícil y confuso de nuestra realidad. El campo de un conflicto armado sincrético, donde las fronteras entre el delito político y el común se diluyen, así como los límites entre sus dinámicas nacionales e internacionales. Porque el ámbito en donde discurre esa paz total es tanto internacional como doméstico. De allí el neologismo de paz interméstica[2], pues ella precisa simultáneamente acuerdos en el campo internacional y en el doméstico. De hecho, tal dimensión interméstica está en el Acuerdo de Paz de 2016, especialmente en los puntos 4 y 5, referidos a la “solución al problema de las drogas ilícitas”[3] y la justicia transicional y restaurativa, con el (SIVJRNR) Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y garantías de no Repetición[4], más reconocido y elogiado internacionalmente que en casa. Entre otras, el entonces presidente norteamericano, Barack Obama, nombró como delegado exclusivo para la definición del punto 4 a Bernard Aronson[5], quien avaló el cambio de política para tratar el problema de las drogas y cultivos de uso ilícito, “planteando para el consumo un problema de salud pública y para los cultivos, un tratamiento social y económico antes que una política criminal”. Dicho tratamiento, al igual que el punto 1 del Acuerdo, sobre Reforma Rural Integral, fueron relegados en la trastienda de una burocracia ineficiente durante el final del gobierno de Juan Manuel Santos. Por su parte, Iván Duque, burló el cumplimiento del punto 4, obsesionado en fumigar con glifosato los cultivos de coca, en lugar de implementar el “Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito- PINIS”. Todo lo anterior, justifica de sobra la invitación al gobierno de Estados Unidos para que designe un delegado en la Mesa de Diálogo con el ELN, pues la presencia y control de los “elenos” en territorio con vastos cultivos de coca es insoslayable. También por ello es plenamente comprensible la invitación de la delegación del Gobierno y el ELN a España, Suecia, Alemania y Suiza[6] como acompañantes en las conversaciones de paz, dada la afinidad que comparten con Petro en un replanteamiento internacional de la fracasada guerra contra las drogas. Ya en su encuentro con AMLO en México, anunció Petro la convocatoria de una cumbre Latinoamericana para exigir a la comunidad internacional que avance hacia una política de regulación, para lo cual seguramente invita a Chile, Brasil y México como garantes en el proceso.

Regulación en lugar de criminalización

Sin duda, esa ofensiva diplomática es imprescindible, pues la rentabilidad y letalidad del narcotráfico son estimuladas directamente por su carácter ilegal, convirtiéndose así los Estados y sus autoridades punitivas en los principales responsables de la mayor o menor criminalidad. Es el carácter ilegal lo que perpetua la simbiosis entre organizaciones criminales y la cocaína, donde la violencia y la corrupción -el plomo y la plata— definen la vida, la muerte, el confinamiento y desplazamiento de miles de campesinos y miembros de comunidades étnicas, quienes llevan la peor parte en sus regiones, devastadas y degradadas por la codicia de los narcotraficantes y el desvarío de guerrillas que encuentran en la cocaína un elixir para su prolongada existencia. Dicho entramado de criminalidad, política y corrupción es de carácter global, pues la creciente demanda de estupefacientes, sustancias psicotrópicas y el hedonismo escapista de sus millones de consumidores, siempre estimulará la oferta y con ella las ganancias siderales de los narcotraficantes y de recursos inagotables para las guerrillas. La forma más eficaz para desmontar ese emporio de criminalidad es que la comunidad internacional asuma su regulación legal, tal como lo hizo Estados Unidos al quitarle a la mafia el monopolio del tráfico del licor en 1933[7] . Durante la vigencia de la “ley seca”[8], el mismo Al Capone declaraba: "Le doy al público lo que el público pide". "Nunca he tenido que enviar vendedores agresivos. Nunca hubiera podido dar abasto". De allí que “la violencia delincuencial subiera súbitamente después del establecimiento de la ley seca” lo que contribuyó a su posterior derogación. Un camino que está recorriendo de nuevo esa nación en el tratamiento de la marihuana, pues después de los recientes referendos del pasado 8 de noviembre, en la actualidad su consumo con fines recreacionales ya está regulado en 21 Estados, incluyendo los estados de Maryland y Missouri[9]. Pero, así como la política presidencial de la Paz Total es tan intensa y eficaz en el campo internacional, debería serlo en el doméstico, donde la conflictividad social creciente, expresada en bloqueos de carreteras y un invierno que no solo anega el campo y arrastra precarias viviendas en nuestras ciudades, sino que cada día ahoga más vidas y esperanzas populares, no encuentra la atención oportuna y rápida que demanda del gobierno nacional, pues los gobiernos regionales no dan abasto.

La paz doméstica anegada

Hasta la fecha, las víctimas mortales de este “Tsunami” invernal superan ya la cifra de 200 y las pérdidas para la economía popular y nacional son billonarias[10], según lo reporta la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo (UNGRD): “204 muertos, 281 heridos, 765 municipios afectados y 37 personas desaparecidas”. Para completar, el panorama económico internacional acelera la devaluación del peso, el aumento de la inflación y el desempleo, augurando un 2023 con la menor tasa de crecimiento de los últimos años. Conclusión: Petro tiene en la realidad económica y social la oposición más feroz y desafiante para gobernar, pues la carestía y el desempleo son hechos que nos afectan directamente de manera mucho más contundente e irrebatible que los hipócritas discursos de la oposición. Una oposición ahora empeñada en capitalizar el desastre incubado bajo su anterior administración, ese ducado de negociados y favoritismos, que propició levantamientos sociales y ciudadanos como los del 2019 y 2021, gracias a la genialidad presidencial. No por casualidad las memorias del expresidente Iván Duque llevan por título: “Duque. Su Presidencia, 2018-2022”[11]. En efecto, fue una Presidencia a la medida de su vanidad, autismo, egolatría y adulación de sus más cercanos colaboradores, cuyas ejecutorias todavía nos deslumbran y agobian, excepto a su nobel prologuista, Mario Vargas Llosa, quien ya extraña[12] su ausencia. Pueda ser que Petro no caiga en el mismo desvarío, por vanidad o prepotencia, y crea que la Presidencia de la República es una institución al servicio de la gloria personal –como lo fue durante el Ducado[13]-- y no una institución republicana que se debe al bienestar colectivo de la Nación, según lo prescrito por el artículo 188[14] de nuestra Constitución: “El Presidente de la República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos”.

Del dicho al hecho

Lo más grave es que frente a esta realidad tan adversa y difícil, que demanda la mayor coherencia y coordinación del gobierno nacional, empezando por su cabeza, no se perciba la disposición, ni la capacidad para hacerlo en forma más acertada y eficaz. En parte, porque el estilo de gobierno de Petro es desmesurado en su agenda y objetivos. Ello se refleja en el nombre mismo de sus dos principales metas: “Colombia, potencia mundial de la vida” y “La Paz total”. Sin duda, son metas loables, bien intencionadas y deseables, pero políticamente casi inalcanzables en 4 años. Guardando las proporciones, es tanto como si el nuevo entrenador de nuestra Selección de fútbol, el argentino Néstor Lorenzo[15], tuviese como meta ganar el próximo campeonato mundial, sin siquiera haber clasificado a la selección. Todos deseamos que la Selección de fútbol sea campeona mundial, así como que las mayorías vivan dignamente y se ponga fin a la violencia, la criminalidad y la ilegalidad para alcanzar objetivos políticos, sociales y económicos. Pero para lograrlo hay que proponerse objetivos muy concretos y realizables, en lugar de embelesarse y extraviarse en la promoción de la Paz Total. Algo que está sucediendo cuando se instala en Caracas con bombos y platillos la Mesa de Paz con el ELN, pero no se atiende con mayor celeridad y eficacia a los miles de damnificados por la ola invernal. Con mayor razón, cuando la incapacidad del gobierno nacional para responder a dichas demandas inaplazables de subsistencia --primero la vida— terminan en bloqueos de carreteras, por más de tres semanas, como sucedió en la vía a Buenaventura[16]con consecuencias desastrosas para la economía popular y nacional. Ese abismo entre las palabras y la acción, terminará por desacreditar y deslegitimar al gobierno de la Vida y al mismo Petro, mucho más que las histéricas advertencias y críticas de la senadora María Fernanda Cabal que, al parecer, ya le roban el sueño y la paz conyugal con Félix Lafaurie por su participación en la delegación gubernamental en el proceso de paz con el ELN. Sin duda, para avanzar hacia la paz total se precisa mayor convergencia entre la agenda internacional y la doméstica, pues es un asunto interméstico, que tiene en la paz ambiental y la transición energética su punto de encuentro con propuestas como el Fondo Internacional para la defensa de Amazonia, salvándola de la degradación de las economías extractivas, la ganadería extensiva y los cultivos de uso ilícito, algo que conoce cabalmente Lafaurie. Especialmente por la apasionada defensa de su esposa de principios como la justicia, la seguridad, el orden, la transparencia y la autoridad, que tanto brillaron durante los 8 años en que gobernó el “presidente eterno” y los 4 del ducado de su hijo político putativo preferido. Según esa versión de la realidad que tanto añora la senadora Cabal, los colombianos vivimos una docena de años inolvidables: sin corrupción, sin violencia, con orden, justicia, seguridad y prosperidad, dilapidados por un traidor “non sancto[17]” en apenas 8 años, que pactó con criminales y narcoterroristas un ilegítimo Acuerdo de Paz, cuyos objetivos para la senadora son absurdos y no tienen sentido alguno: Reforma rural integral; Participación política sin armas; Solución al problema de las drogas ilícitas y Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición de más víctimas. Pero ¿Por qué será que más de 11 millones de ciudadanos votaron por Petro y quieren la Paz Total? ¿Por qué su esposo ahora considera necesaria incluso una reforma rural integral y la misma Paz Total? Senadora, parece que alguien la está engañando o usted no quiere ver la realidad.