martes, agosto 29, 2023

COLOMBIA, ENTRE EL NARCISISMO INSTITUCIONAL Y EL CATASTROFISMO POLÍTICO Y SOCIAL

 

COLOMBIA, ENTRE EL NARCISISMO INSTITUCIONAL Y EL CATASTROFISMO POLÍTICO Y SOCIAL

https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/colombia-narcisismo-institucional-catastrofismo-politico-social

Hernando Llano Ángel

Todo parece indicar que los colombianos siempre nos hemos debatido entre el narcisismo de la estabilidad institucional y el catastrofismo político y social. Sucede desde la “Patria Boba”[1], cuando la disputa entre centralistas y federalistas en la recién proclamada Primera República de la Nueva Granada (20 julio 1810-1816), derivó en la reconquista española bajo el régimen de terror de Pablo Morillo. Esa pugna por cuál debería ser la forma de organización institucional más conveniente y segura, terminó siendo el germen de la catástrofe política y social de esa efímera República. En cierta forma, allí está el “gen político” del narcisismo institucional, que terminó convirtiéndose en una especie de síndrome nacional catastrófico.

Neofeudalismo político y electoral

Hoy se expresa en un neofeudalismo político y social que fragmenta la República en un archipiélago de violencia, ilegalidad e inseguridad, disputado por numerosas organizaciones armadas ilegales, que controlan vastos territorios convertidos en enclaves de economías criminales. Pero, en aras de la sacrosanta estabilidad institucional, ello supuestamente no afectará en absoluto el desarrollo ininterrumpido de las elecciones regionales. Aunque la Defensoría del Pueblo advierta que 113 municipios están en alerta máxima por hechos de violencia que podrían afectar elecciones regionales”[2]  y el mismo Registrador Nacional del Estado Civil, Alexander Vega, informe: “Si el mapa de riesgo se mantiene, y no se da la logística, y no se toman las decisiones para que nuestras Fuerzas Militares y de Policía actúen se verá afectada la votación en 79 municipios, 600 puestos de votación, y se verán afectados 1.400.000 colombianos”[3] Tal es el mayor mérito de nuestra loada y exaltada “democracia”, la más antigua y estable de Latinoamérica. La que solo tuvo en el siglo XX un dictador, Gustavo Rojas Pinilla, entre 1953 y 1957, pero sin él haber dado dicho golpe de Estado, pues según el prohombre liberal, Darío Echandía, en realidad fue un “golpe de opinión”, que contó incluso con el respaldo de la fracción del partido conservador liderada por el expresidente Mariano Ospina Pérez. “El ex presidente Darío Echandía calificó de "golpe de opinión" el golpe militar de Rojas debido a la confianza y a la reconciliación que cambiaban la situación general del país, y al vasto y multitudinario respaldo nacional al nuevo presidente”[4]. Con tan eufemística expresión logró legitimar un gobierno de facto. Sin duda, Echandía, fue un gramático del poder casi insuperable, pues durante el Bogotazo, cuando el pueblo liberal estaba ad portas del Palacio Presidencial, formuló su filosófica pregunta “el poder, ¿para qué?”, cuya falta de respuesta oportuna nos ha condenado a más de 70 años de una violencia políticamente atroz, impotente e impune, justamente por la irresponsabilidad histórica de líderes políticos incapaces de conducir democráticamente la República.

El Frente Nacional y el narcisismo “democrático”

En lugar de ello, esos líderes tuvieron la genialidad de concebir una fórmula política llamada “Frente Nacional”, ideada por quienes nunca asumieron políticamente responsabilidad alguna por la catástrofe de la Violencia, los directores de dos facciones violentas y sectarias, los partidos históricos Conservador y Liberal, representados por Laureano Gómez Hurtado y Alberto Lleras Camargo. Con dicha fórmula respondieron la pregunta de Echandía: el poder es para gobernar oligárquicamente bajo el eufemismo de la democracia, instrumentalizada como coartada perfecta durante 16 años. Desde entonces, se fue fraguando el narcisismo institucional de esta supuesta democracia civilista, afianzada en un solido Estado de derecho, con separación de las ramas del poder público, elecciones ininterrumpidas, Fuerza Militares respetuosas y siempre leales al poder civil, que jamás volverían a incurrir en aventuras golpistas, como frecuentemente lo hicieron sus colegas en el Cono Sur y casi todo el subcontinente. Pero ese narcisismo democrático se sustentó en un casi ininterrumpido Estado de sitio durante 15 años, según investigación de la Comisión Colombiana de Juristas[5], que cerró con broche de oro en abril de 1970, el presidente Carlos Lleras Restrepo[6], desconociendo la más elemental y mínima regla democrática, como fue el triunfo electoral de la ANAPO y su candidato presidencial Gustavo Rojas Pinilla sobre Misael Pastrana Borrero, candidato del partido Conservador. El precio que hoy continuamos pagando por ese latrocinio electoral ha sido demasiado alto, es el catastrofismo político y social al que nos hemos acostumbrado y continuamos AVALando elección tras elección. Lo más grave es que ese narcisismo de la estabilidad institucional se extendió a todos los ámbitos de la vida nacional, empezando por el económico, el cultural, el deportivo, el familiar, el personal y el militar, para no hablar del ilegal, donde todavía deslumbra a millones de personas la impronta criminal de Pablo Escobar y el legado interminable de la mafia. Incluso, está presente en quienes se levantaron en armas contra ese narcisismo político democrático, pues se sienten orgullosos de la anacronía de envejecer con las armas en sus manos, como le aconteció a Manuel Marulanda Vélez y hoy a los históricos comandantes del ELN. Con ironía, el exguerrillero y expresidente de Uruguay, Pepe Mujica, les aconsejó a los entonces comandantes de las FARC-EP en La Habana, que ya era hora de pensionarse. Un ejemplo que están en mora de seguir los del ELN. Tanta estabilidad y longevidad revolucionaria resultan insoportables e improrrogables por más tiempo.

EL NARCISISMO GREMIAL

En el mundo gremial, es proverbial la frase del dirigente histórico de la ANDI, Fabio Echeverri Correa: “El país va mal, pero la economía va bien”, cuya indolencia y cinismo continúa resonando. El reciente congreso de la ANDI en Cartagena concluyó con este sempiterno llamado: “es el momento de arropar la institucionalidad, confiar en su transparencia y objetividad”. La pregunta obvia es ¿Cuál institucionalidad? ¿Cuál transparencia y objetividad? Pues la institucionalidad económica de muchos gremios sobresale por su opacidad y poca objetividad. Tal como está sucediendo en la agria y obscura controversia entre el Ministerio de Salud con tres grandes EPS como lo son SURA, SANITAS Y COMPENSAR[7]. Ni hablar de la transparencia del prestigioso y admirado grupo AVAL, que ha sido sancionado nuevamente por la justicia norteamericana por violar la ley de prácticas corruptas en asocio con ODEBRECHT en la inconclusa Ruta del Sol, con una multa de 80 millones de dólares. Sanción que se suma a su penumbrosa ruta de lavado de activos, iniciada con la sucursal del Banco de Occidente en Panamá en la llamada operación Polar Cap[8] en 1989 que, según declaraciones del entonces procurador general de los Estados Unidos, Richard Thornburgh, fue "el mayor golpe dado por nuestro gobierno al lavado de dólares provenientes del narcotráfico por el lavado de más de 1.200 millones de dólares entre 1987 y 1988”. 

El ESPEJO ROTO DE LA VERDAD

Lo más grave de todo lo anterior, es que nos cueste tanto trabajo vernos el rostro en esa especie de espejo roto que es la verdad. Un espejo quebrado en miles de pedazos, que nos reveló la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición en su Informe Final, Hay Futuro si hay Verdad[9] a partir “112 bases de datos aportadas por 42 instituciones del Estado, organizaciones de víctimas y organizaciones de la sociedad civil”[10]. Una verdad violentamente astillada y rota, que se refleja en las siguientes macabras cifras.

                                                                         Homicidios

    • “450.664 personas perdieron la vida a causa del conflicto armado entre 1985 y 2018.
    • Si se tiene en cuenta el subregistro, la estimación del universo de homicidios puede llegar a 800.000 víctimas.
  • La década con más víctimas: entre 1995 y 2004, se registró el 45 % de las víctimas (202.293 víctimas).
  • Principales responsables de homicidios:
    • Grupos paramilitares: 205.028 víctimas (45 %),
    • Grupos guerrilleros: 122.813 víctimas (27 %).
    • Del porcentaje de guerrillas, el 21 % corresponde a las FARC-EP (96.952 víctimas), el 4 % al ELN (17.725 víctimas) y el 2 % a otras guerrillas (8.496 víctimas).
    • Agentes estatales: 56.094 víctimas (12 %).

Masacres

·         Según el CNMH, entre 1958 y 2019 se registraron al menos 4.237 masacres.

·         Entre 1998 y 2002 ocurrió el mayor número de estos hechos, con 1.620 masacres.

·         Las masacres se han presentado en el 62 % de los municipios del país y han cobrado la vida de 24.600 personas.

Ejecuciones extrajudiciales (muertes violentas realizadas por agentes del Estado o por particulares con su apoyo o aquiescencia)

·         Según la JEP, entre 2002 y 2008 se registraron por lo menos 6.402 víctimas de ejecuciones extrajudiciales bajo la modalidad de ‘falsos positivos’, en 31 departamentos del país.

·         El período entre los años 2002 y 2008 agrupa el 78 % del total de las ejecuciones extrajudiciales de las que hay registro.

·         En el período comprendido entre 1978 y 2016 hubo por lo menos 8.208 ejecuciones extrajudiciales”.

Víctimas civiles y combatientes (CNMH):

·         Cerca del 80% de personas muertas en el conflicto fueron civiles y el 20% combatientes.

·         A las cifras se suman homicidios, desapariciones forzadas que fueron letales, personas muertas en el cautiverio y víctimas mortales de minas.

·         De cada diez personas muertas de manera violenta en el conflicto armado, ocho eran civiles”.

 

Las anteriores son apenas algunas de las cifras más relevantes de un conflicto armado interno que continúa desangrándonos y degradándonos a todos por igual, pero que preferimos no ver, porque como en el mito de Narciso[11] estamos extasiados mirando la estabilidad política institucional y la transparencia económica de nuestras instituciones privadas, en las que estamos atrapados y podemos morir ahogados, como le sucedió a Narciso por su extrema vanidad y soberbia.

 

 

 

 

 

 

 



PRIMER DOCTORADO EN ESTUDIOS PARA LA PAZ EN COLOMBIA.

 

PRIMER DOCTORADO PARA LA PAZ EN COLOMBIA

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Hernando Llano Ángel.

Suena exagerado, casi inverosímil, que apenas el pasado miércoles 16 de agosto de 2023, en el Centro Cultural de Cali, se haya presentado en sociedad el primer doctorado en Estudios para la Paz[1] en nuestro país. Ha sido posible gracias a la intensa colaboración académica de las universidades Javeriana de Cali, entonces bajo el rectorado del padre Luis Felipe Gómez, S.J y la Universidad del Valle, dirigida por Edgar Varela, con los valiosos aportes de un colectivo de docentes de ambas universidades coordinados por Manuel Ramiro Muñoz, del Instituto de Estudios Interculturales de la Javeriana[2] y Adolfo Álvarez, del Instituto de Investigación e Intervención para la Paz[3]. La presentación del mismo estuvo a cargo de quien ha consagrado su vida y pasión al servicio de la paz y la dignidad de todas las víctimas del conflicto armado interno, el padre Francisco De Roux, S.J, hoy empeñado en la tarea más urgente y necesaria para evitar la repetición incesante de las víctimas y la impunidad de sus victimarios, como es la reconciliación política nacional. Como coloquialmente lo pregona, salir del “modo guerra” y entrar en el “modo paz”. Por ello, cabe decir, sin exageración alguna, que el padre Pacho –tal como es conocido y llamado popular y cariñosamente—es un hombre de Verdad, Paz y Reconciliación.

Un hombre de Verdad, Paz y Reconciliación.

Por serlo, el padre Pacho, ha sido injustamente estigmatizado e incluso perseguido desde las orillas extremas de la derecha y la izquierda. Fue secuestrado por el ELN en el Magdalena medio, cuando estaba al frente del Programa de Desarrollo y Paz en esa violenta y convulsa región. Incluso estuvo a punto de ser ejecutado por recibir ayudas de USAID, la agencia de cooperación norteamericana, pero fue milagrosamente dejado en libertad por una llamada providencial de mandos superiores del ELN. También tuvo que abandonar el país cuando fue director del CINEP, pues su vida corría riesgo por graves amenazas, procedentes de ese turbio e indescifrable mundo de la inteligencia del establecimiento, que gradúa de enemigo de la “democracia” a quienes investigan y denuncian con rigor los agujeros negros de la misma, que devoran impunemente a quienes promueven y defienden los derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario. Es más, todavía recae sobre él la sombra de ser un simpatizante de la guerrilla, que se extiende incluso a la Compañía de Jesús y la Universidad Javeriana en Bogotá y Cali, por haber promovido el Acuerdo de Paz del 2016 y haber sido presidente de la Comisión para el esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición (CEV). Especialmente por su trabajo denodado a favor de la dignificación de todas las víctimas, sin importar la identidad de los victimarios, teniendo siempre como horizonte la reconciliación política nacional, precedida del reconocimiento de la responsabilidad, la plena verdad y la no repetición de dichos actos atroces por parte de sus ejecutores. Irónicamente, hoy en Nicaragua, Daniel Ortega, “dictador sandinista”, cierra la Universidad de Centro América, la UCA[4], regentada por los jesuitas, tildándola de promover el terrorismo. Seguramente por todo ello, el padre Pacho, dejó la siguiente constancia y aclaración personal en el anexo del Informe Final de la CEV: HAY FUTURO SI HAY VERDAD[5], titulado “Constancias y Aclaraciones de los Comisionados”[6]: “Personalmente nunca estuve de acuerdo con la lucha armada. Colombia tenía que hacer, tiene que hacer, cambios estructurales profundos pero la guerra que los alzados en armas consideraron que era el único camino posible, lejos de conseguir los cambios los hizo casi imposible. Solo los intervalos de paz trajeron esperanza. Hago esta aclaración para reconocer mi responsabilidad personal de no haber tomado una posición crítica clara, en los primeros años del conflicto contra los crímenes de la guerrilla, mientras criticábamos con toda razón los crímenes por las violaciones de derechos humanos por el Estado. Hoy, después de millones de víctimas de todos los lados, quiero resaltar la reflexión de la Comisión que pone en evidencia los errores y los crímenes de todos los lados en el conflicto armado interno y deja claro que estamos ante la guerra inútil y llama a pararla desde todos los lados. Y personalmente quiero reiterarles a los insurgentes que continúan con armas lo que ellos bien saben: que cada día de conflicto armado en el que ellos se mantienen acrecienta el sufrimiento del pueblo y destruye los ideales que se propusieron conseguir con fusiles; y celebro la decisión del nuevo gobierno de tomar la iniciativa para poner en marcha y liderar el proceso de paz grande, sin exclusiones.  Pero esta aclaración personal, está precedida también por su juicio sobre los llamados “falsos positivos”: “Por otra parte, no estoy de acuerdo en afirmar que se trató de una política de Estado para matar a inocentes. Las normas premiaban las muertes en combate y daban incentivos para ello. Dentro de esas normas y aprovechando los incentivos se montaron las mentiras de los falsos combates y de los “falsos terroristas dados de baja” con la ayuda de paramilitares y civiles pagadosEl punto de esta aclaración es mi convicción de que no estamos ante una política de Estado, como no son política de Estado la corrupción y la impunidad analizadas también por el Informe Final como crímenes gravísimos que contribuyen a perpetuar el conflicto. Estamos ante una ruptura ética devastadora sobre la cual no pueden construirse leyes ni normas y ante la cual, de no producirse un cambio de conciencia personal e institucional, de poco sirve la Constitución”. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con las anteriores aclaraciones del padre Pacho, pero lo que no se puede desconocer es su integridad ética y coherencia personal, que en forma maniquea sus críticos continúan empeñados en ignorar y por lo tanto están en mora de rectificar públicamente y deberían cesar ya su campaña calumniosa de estigmatización y desprestigio. Es probable que no se den por aludidos, pero si continúan empeñados en esa campaña, deben saber que así jamás contribuirán a la paz y la reconciliación política en nuestro país. Pues ambas requieren lo que el padre Pacho nos ha demostrado con creces: ser hombres y mujeres de verdad, paz y reconciliación.

Doctorado en Estudios para la Paz

Dimensiones que inspiran el Doctorado en Estudios para la Paz, que parte de reconocer un principio fundante de la paz en todas las sociedades, y es que ella precisa el reconocimiento de una verdad ontológica. La verdad de que solo el poder político hace posible la existencia de una paz perdurable y sostenible. La esencia de ese poder político, como lo definió claramente Hannah Arendt, es que “solo es realidad donde palabra y acto no se han separado, donde las palabras no están vacías y los hechos no son brutales, donde las palabras no se emplean para velar intenciones sino para descubrir realidades, y los actos no se usan para violar y destruir sino para establecer relaciones y crear nuevas realidades”. Un poder que confunden con frecuencia ciertas políticas estatales, como la “seguridad democrática”, con la violencia de la Fuerza Pública y que los grupos armados ilegales todavía creen equivocadamente que nace de la punta del fusil y no de la palabra empeñada, cumplida y honrada con hechos. En tanto ambas partes persistan en semejante error, que se convierte en el horror de la guerra, no avanzaremos en el logro de una paz estable y duradera, si acaso alcanzaremos una efímera paz que nace de la imposición de la victoria y la humillación de los vencidos, que más adelante buscarán la revancha en nombre de la justicia. Con razón el Dhammapada[7] budista nos dice en 15, 201: “El que vence engendra odio. El que es vencido sufre; con serenidad y alegría se vive más allá de la victoria y la derrota”. Por eso la reconciliación política es imprescindible, pues ella, como lo señala Raimon Panikkar[8], “viene de conciliación y guarda relación con ekklesía[9]: convocar a los otros y a todos hablar con los otros”, pues en “la verdadera reconciliación no hay vencedores ni vencidos. Todos salen ganando, porque el todo, del cual todos formamos parte, se ve respetado”.  Son, precisamente, esas concepciones y prácticas del poder y la reconciliación política las que ha impartido con su ejemplo el padre Pacho durante toda su vida y las que constituyen el legado más valioso que nos deja la Comisión de la Verdad. Un legado que el Doctorado en Estudios para la Paz espera profundizar y hacer realidad, a partir de enero del 2024. Los y las interesadas pueden consultarlo en  https://www.javerianacali.edu.co/programas/doctorados/doctorado-en-estudios-para-la-paz#:~:text=El%20Doctorado%20en%20Estudios%20para,reconciliaci%C3%B3n%20y%20la%20b%C3%BAsqueda%20de

 

 

martes, agosto 15, 2023

CÉSAR GAVIRIA TRUJILLO, DE ESTRATEGA POLÍTICO A EMBAUCADOR INSTITUCIONAL.

 

CÉSAR GAVIRIA TRUJILO, DE ESTRATEGA POLÍTICO A EMBAUCADOR INSTITUCIONAL

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Hernando Llano Ángel.

El expresidente César Gaviria Trujillo[1] ha declarado que lo fundamental para superar la actual crisis política que enfrenta el presidente Gustavo Petro y sortea como un funámbulo que oscila entre la ingobernabilidad y la ilegitimidad, es conservar y fortalecer la estabilidad institucional. Incluso ha dicho que la financiación de las campañas electorales es un “asunto oscuro en todas partes[2] y que  no hay "ninguna campaña" que haya entregado información exacta al Consejo Nacional Electoral sobre la financiación, ya que, según él, todo lo acomodan un poco,  que "las dudas sobre la financiación de una campaña no pueden automáticamente llevar a un juicio que tenga un carácter de esa naturaleza, o que nos pueda llevar a algo penal”, circunstancias por las cuales “se debe actuar pensando en la permanencia de la democracia” y el país está "obligado a luchar para que Petro termine su periodo"[3]. Para muchas personas, estas declaraciones expresan la capacidad camaleónica de Gaviria para aprovechar la actual crisis y obtener ganancias políticas, descollar como protagonista y cancerbero[4] imprescindible del statu quo y la estabilidad del Establishment. Ante todo, como ese dirigente sensato que apuesta por las salidas institucionales, seguras y estables, en lugar de los radicales y oportunistas opositores políticos que revestidos de ira moralizante piden la cabeza del presidente Petro y son una legión de maniqueos. Al frente de ellos, están los líderes del Centro Democrático, quienes azuzan al ciudadano ingenuo e indignado por tanta corrupción para que salga a las calles y precipite una inestabilidad institucional con desenlaces impredecibles.  Al lanzar Gaviria semejante flotador político al presidente Petro se convierte en un aliado estratégico de su gobierno, su nuevo mejor amigo, neutralizando inmediatamente al ministro del interior, Luis Fernando Velasco, cuestionador incisivo del liderazgo del expresidente en el partido liberal. Incluso, como habilidoso estratega político, Gaviria pretende convertir ese flotador en una nueva plataforma de coalición para negociar y recortar los aspectos más polémicos de las reformas sociales del gobierno del Pacto Histórico, limitando así notablemente los alcances del cambio político y social. En este escenario, Petro pasaría de ser ese líder de la transición y la transformación democrática de este régimen electofáctico[5] y cacocrático[6] -cuya superación es su máximo cometido histórico—para convertirse en un “estadista” de la transacción política, asegurando su estabilidad y gobernabilidad durante sus tres años restantes en nombre de la “democracia”, como lo aconseja el expresidente Gaviria. Petro pasaría de luchar por la utopía del gobierno del cambio, con sus tres grandes componentes: 1- la Paz Política, desarmando y desarticulando a las guerrillas y las organizaciones criminales de alto impacto, mediante su hasta ahora fallida estrategia de la “Paz Total”; 2- la Paz Social, con la realización de ese cúmulo de reformas que van desde la rural, la laboral, la pensional, la sanitaria, la educativa, la política y judicial; 3- la más ambiciosa, la Paz Ambiental, con su descarbonización de la economía y la transición a las energías limpias y renovales: solar, eólica y del hidrógeno. Ante la dificultad de avanzar en esas reformas, sometería ese trípode progresista y catalizador del cambio histórico a la transacción y negociación con sus contradictores a cambio de la estabilidad institucional que le permita culminar su período.

Gaviria y Petro, ¿maestro y discípulo del Gatopardismo?

Sería la versión progresista del Pacto Histórico de la fórmula del Gatopardismo[7]: “cambiar todo para que nada cambie”. Si tal metamorfosis acontece, el Gobierno del Cambio se convertiría en una tramoya de funcionarios del negociado de sueños dentro de un orden, partidarios de capar al cochino para que engorde”, como canta Serrat en Utopía[8]. Y, sin duda, el expresidente César Gaviria antecede a Petro en la práctica del gatopardismo. Gaviria es el líder nacional del “gatopardismo”, pues con la Constitución del 91 logró ese objetivo: cambio toda la institucionalidad para que todo continuará igual o incluso hasta peor, con su desastrosa y neoliberal apertura económica[9]. Lo hizo magistralmente, como el cancerbero del régimen, ese “perro de tres cabezas que guardaba las puertas del infierno”, según Dante en la “Divina Comedia”. Esas tres cabezas fueron durante su gobierno: Primera, la cabeza de la Parajusticia, con la denominada política de “sometimiento a la justicia”, que logró desarticular a los extraditables y dar de baja a Pablo Escobar, pero sin tocar sustancialmente el infierno del narcotráfico. Segunda, la cabeza de la Parainstitucionalidad letal de los Pepes[10] (Perseguidos por Pablo Escobar) y luego las Convivir[11], embriones de las AUC,[12], que nos enseñaron a los colombianos más pasajes del infierno y la Tercera cabeza, que todavía Gaviria no reconoce y delega toda la responsabilidad en los militares, es la llamada Guerra Integral[13], que comenzó con el bombardeo a Casa Verde el día 9 de diciembre de 1990, y aún se prolonga sangrientamente, pese al Acuerdo de Paz de Santos con las Farc-EP. Dicha guerra ha mutado de tal forma que ya es casi imposible discernir entre organizaciones políticas rebeldes, organizaciones del narcotráfico y del crimen organizado, meandros del laberinto en que se encuentra violentamente extraviada la Paz Total. Por todo lo anterior, es que vivimos en el actual infierno, cuyos cancerberos están empeñados en convencernos que somos la “democracia más antigua y estable de Latinoamérica”, para que continuemos votando en forma masiva y entusiasta el próximo 29 de octubre. Igual puede suceder en el Ecuador el próximo domingo 20 de agosto que, con el magnicidio del candidato Fernando Villavicencio[14], parece empezar a recorrer la senda infernal que nos marcó el magnicidio de Luis Carlos Galán[15] el 18 de agosto de 1989 y luego los de Bernardo Jaramillo[16], 22 de marzo de 1990 y Carlos Pizarro[17], 26 de abril, en un lapso de apenas 8 meses. Desde entonces padecemos la estabilidad de estas instituciones que nos condenan a vivir a todos en un infierno en medio de la violencia, la inseguridad, la criminalidad y la realización ininterrumpida de elecciones, que es lo más parecido al averno dantesco y lo más lejano de la democracia real. Pero eso no importa: ¡para salir de esta crisis hay que conservar la estabilidad de esas instituciones!, como lo aconseja el expresidente Gaviria: ¡hay que seguir votando sin dejarnos intimidar por los terroristas y la violencia, así hasta la eternidad y la hora del juicio final! Todo lo contrario, afirmaba Gaviria en 1990, cuando recién electo presidente expresó: “Las instituciones no son más que los instrumentos necesarios para enfrentar los problemas. Y si esos instrumentos resultan inapropiados, si frente a ellos crece el descontento y surge la rebelión, si no conseguimos que se respeten los derechos humanos, si crece la criminalidad, es evidente que el país tiene que despertar y asumir la responsabilidad de transformar esas instituciones, de sustituirlas y dar un vigoroso paso adelante en defensa de los principios civilizados”. Sin embargo, hoy Gaviria como expresidente es un defensor a ultranza de esas instituciones que no funcionan y favorecen a las minorías en la economía, la salud y el sistema político, que aumentan el descontento y la vulneración impune de los derechos humanos cada día. Al promulgar la Constitución del 91, Gaviria nos anunciaba exultante a todos los colombianos: ¡Bienvenidos al futuro!  Ahora sabemos lo que significa ese futuro y su “estabilidad institucional”. Pasó de ser un estratega del cambio institucional a un embaucador institucional, aquel que engaña o alucina, prevaliéndose de la inexperiencia o el candor del embaucado”, según define la RAE el verbo embaucar.