lunes, abril 25, 2022

TRANSICIÓN POLÍTICA DEMOCRÁTICA EN RIESGO

TRANSICIÓN POLÍTICA DEMOCRÁTICA EN RIESGO

https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/transicion-politica-democratica-riesgo

Hernando Llano Ángel.

El intercambio de trinos entre el general Eduardo Enrique Zapateiro[1] y el candidato presidencial Gustavo Petro[2], sumado a las inconsistencias de la Registraduría en el preconteo de los votos el pasado 13 de marzo, con una diferencia de más de 1 millón una vez finalizado el escrutinio, configura un escenario de enorme riesgo para la transición democrática del poder presidencial. Estamos frente a un escenario de ruptura de las reglas del juego democrático. En efecto, el comandante general del ejército violó flagrantemente el artículo 219 de la Constitución que establece que “los miembros de la Fuerza Pública no podrán intervenir en actividades o debates de partidos o movimientos políticos”. Intervención explícita de Zapateiro con su trino contra Petro: “A ningún general he visto en televisión recibiendo dinero mal habido. Los colombianos lo han visto a usted recibir dinero en bolsa de basura[3]. En respuesta al siguiente trino de Petro: “Mientras los soldados son asesinados por el clan del golfo, algunos de los generales están en la nómina del Clan”[4]. Trino que Petro acompañó de otro, supuestamente enviado por el sargento Chal del Ejército Nacional que denunciaba: “SARGENTO DEL EJÉRCITO NACIONAL DE COLOMBIA🇨🇴@SARGENTOCHALA· 20 abr. Seis Soldados asesinados en Antioquía y cinco más heridos en una emboscada perpetrada por el Clan del Golfo, organización criminal con la que más de un alto mando a (sic) salido involucrado con nexos con Narcotráfico, los muy hijueputas traqueteando mientras a los soldados los Matan”[5]. Ya Otoniel ante la JEP señaló a los generales retirados Mario Montoya y Leonardo Barrero Bonilla de haber tenido relaciones con las AUC y afirmó que «desde las Autodefensas Unidas de Colombia y el Clan del Golfo llegaron a tener una “nómina” de militares que se dejaban sobornar a cambio de mantener impunes a los integrantes de esas bandas y realizar cambios estratégicos dentro del Ejército». Semejante cruce de acusaciones es muy revelador y preocupante, pues configura un escenario de enfrentamiento entre dos de los más representativos protagonistas de la política y la guerra, Petro en la arena electoral y Zapateiro en el campo de batalla. En dicho escenario ambos están empeñados en deslegitimarse recíprocamente, enrostrándose presuntas responsabilidades y relaciones criminales con delincuentes. El general Zapateiro acusa a Petro de recibir “dinero en bolsas de basura” y el candidato alternativo responsabiliza al general de no impedir que altos mandos militares tengan relaciones con el narcotráfico. Para completar este escenario político-militar y criminal irrumpe en el tablao mediático el presidente Duque y respalda incondicionalmente a Zapateiro: "Que no pretenda hacer política enlodando a las Fuerzas Militares", dijo Duque en alusión a un trino de Petro según el cual hay generales aliados del narcotráfico mientras los soldados mueren en ataques armados[6]. La conclusión es obvia, estamos muy lejos de vivir en una democracia, pues sus principales protagonistas aparecen violando impunemente la Constitución y las reglas del juego propias de un Estado de derecho, cada uno defendiendo sus cargos y aspiraciones electorales, sin que exista posibilidad alguna de esclarecer y resolver tan grave polémica a través de mecanismos institucionales, como es lo propio en toda democracia. Lo preocupante es que acontezca justamente en medio de la campaña electoral y sea el mismo Presidente Duque y el comandante del Ejército, Zapateiro, quienes la emprendan contra el líder de la oposición que encabeza las encuestas de opinión para llegar a la Presidencia.

La realidad política electofáctica

Lo que nos muestra este trío de actores profesionales es que nuestra vida política y la institucional están determinadas por poderes de facto, tanto en la financiación de las campañas electorales como en la incapacidad de la Fuerza Pública para desvertebrar el tablao del narcotráfico. Pero todo ello aparece oculto por una fina y penumbrosa tramoya que llaman democracia, cuya verdadera identidad es electofáctica y su expresión estatal es cacocrática[7]. Electofáctica, pues las elecciones presidenciales casi siempre son definidas por esos poderes de facto, algunas veces criminales y otras institucionales, que la ciudadanía refrenda ingenuamente en el ritual de las elecciones. No está demás volverlo a repetir: Cesar Gaviria fue presidente porque Pablo Escobar en alianza con un oscuro entramado político (Santofimio[8]), institucional (DAS, con Maza Márquez[9]) y de servicios de inteligencia policiva y militar, asesinó a Luis Carlos Galán. Basta leer esta reveladora carta del hombre de la pancarta[10]. Luego Ernesto Samper corona la presidencia con la generosa financiación de los Rodríguez[11] y miembros del llamado cartel del norte del Valle del Cauca. Continúo Pastrana[12] con su intercambio de votos por la zona de distensión en el Caguán para iniciar el fracasado proceso de paz con las Farc-Ep. Y Uribe llega a la Casa de Nariño cabalgando sobre los lomos de las AUC, que “direccionaron”, según Mancuso[13], a la población en los territorios bajo su control para que votara por el caballero del Ubérrimo. Lo demás es historia reciente y conocida, pues sus vástagos electorales, el indócil Santos y el servil Duque, nunca habrían llegado a la Casa de Nariño sin el apoyo entusiasta del patriarca del Ubérrimo y todo su entorno político-criminal, cuyos principales servidores se encuentran encarcelados[14]. Por todo ello, es muy significativo que Fico declare ante esta polémica que: “Yo le mando todo mi apoyo, solidaridad y gratitud a todos los integrantes de nuestra Fuerza Pública, a nuestro Ejército y a nuestra Policía, a ellos mi respaldo, y vamos a trabajar de la mano de una Fuerza Pública que garantice la seguridad, que garantice los derechos humanos y que también se les garantice a ellos los derechos humanos"[15]. Una declaración que niega la realidad de operativos militares tan incompetentes y letales como el reciente de Puerto Leguízamo[16] y, lo que es más inconcebible, las 6.400 ejecuciones extrajudiciales o “Falsos Positivos” de la “seguridad democrática” que actualmente investiga la JEP[17]. Con dicha declaración de encubrimiento, jamás de respaldo al Estado de derecho y una Fuerza Pública garante de los derechos humanos, Fico confirma una vez más que no solo aspira a llegar a la Presidencia para perpetuar la impunidad de crimines cometidos por agentes estatales, sino para encubrir el penumbroso pasado del hacendado del Ubérrimo. Contrasta dicha complicidad de Fico con los operativos ilegales y criminales de miembros de la Fuerza Pública, con la declaración del candidato Sergio Fajardo: “Petro ha sido uno de mis más fuertes contradictores y he sido blanco de sus ataques, pero las palabras del Gr. Zapateiro son inaceptables. No solo se normalizó la participación en política de funcionarios del Gobierno, sino que se politizaron las FFAA. ¡Ese no es el camino! 5:36 p. m. · 22 abr. 2022·Twitter for iPhone”[18]. Por eso, lo que realmente está en riesgo, más allá del candidato que gane las elecciones, es la transición hacia una auténtica democracia y el Estado de derecho o la consolidación por otros cuatro años más de este oprobioso y vergonzoso régimen electofáctico[19] y su Estado cacocrático[20].

 




viernes, abril 22, 2022

PERDÓN SOCIAL Y CACOCRACIA

 

Perdón social y Cacocracia

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Hernando Llano Ángel

El mayor riesgo de la propuesta de Petro sobre el perdón social es que se diluya en medio del escándalo electoral. Un riesgo inevitable, puesto que se planteó en el escenario penitenciario y sus inspiradores, según el mismo Petro, resultaron ser servidores públicos condenados por graves delitos contra la administración, como los hermanos Samuel e Iván Moreno Rojas. Dos connotados representantes de la cacocracia[1], aquella forma de gobierno presidida por los más hábiles ladrones de la confianza ciudadana, es decir cacos, que una vez alcanzan posiciones de poder o gobierno (kratos) los utilizan para desmantelar y depredar el presupuesto y los bienes públicos. Tal el origen de la cacofónica palabreja: cacocracia que, en efecto suena muy mal, pero sus consecuencias en la vida pública y social son todavía más desagradables y dañinos. El primer efecto es la deslegitimación de la democracia, pues ella se convierte en el gobierno de los cacos, en beneficio de pocos y perjuicio de todos. A partir de allí crece la desconfianza y un número cada vez mayor de ciudadanos difícilmente vuelve a creer en los políticos. Por eso en el humor popular nadie es más deleznable, vituperable y hasta despreciable que los políticos. Ellos son la mejor expresión de la deshonestidad, la picardía y la incompetencia. Un humor comprensible y estúpido que lo repiten periódicamente los “cuentachistes” de Sábados Felices y su público lo celebra a carcajadas, sin ser consciente que quienes ríen son sus primeras víctimas, pues no suelen votar y dejan que otros elijan siempre a los mismos corruptos. Ese público que ríe es tan listo que no comen cuento, pero si sufre el cuento de la corrupción. Y así viven felices aplaudiendo a quienes los roban y repitiendo en las reuniones sociales a sus hijos, nietos y amigos esos malos chistes sobre los políticos corruptos. Exactamente lo mismo puede suceder con la propuesta de Petro, convertirse en el peor chiste de todos en esta campaña, siendo quizá uno de los asuntos más serios y graves, pues si no lo resolvemos es imposible que vivamos algún día democráticamente en paz y con dignidad. De lo que se trata, en verdad, es de saber si como sociedad somos capaces de romper el vínculo estrecho entre la política y el crimen, entre la política y los delincuentes de cuello blanco, que la mayoría de las veces quedan impunes o se reeligen en cuerpo ajeno. De saber, también, el tipo de justicia que se requiere para ello y sobre todo cuál es nuestra responsabilidad como ciudadanos corrientes para que ese vínculo no se prolongue hasta el infinito. ¿No será que en lugar del perdón social lo que precisamos es la condena irrevocable en las urnas de semejantes cacos del interés público y del bien común?

Desde el Frente Nacional hasta nuestros días

Tan es así, que dicho desafío fue planteado desde los orígenes del Frente Nacional en la célebre Declaración de Sitges en los siguientes términos: “Ninguno de los dos partidos tradicionales de Colombia acepta que el delito pueda ser utilizado para su incremento o preponderancia. Los crímenes que se cometen con ese fingido designio deben ser repudiados y reprimidos enfáticamente por una y otra de nuestras colectividades, de manera constante e indudable, porque su impunidad afecta el decoro de la república y va en deslustre directo de los mismos partidos en cuyo servicio, se pretende, hipócritamente, cometer[2].Un desafío que todavía como Nación no hemos sido capaces de superar.                                                                                          Más bien nos ha sucedido todo lo contrario, se ha profundizado a un nivel inimaginable con el concurso de millones de ciudadanos que eligen periódicamente a quienes desde el gobierno auspician la corrupción y el desfalco de los bienes públicos, en beneficio de sus propios partidos. O, peor aún, convierten el delito mismo en una fuente de legitimidad política, totalmente ajena a la legitimidad democrática, que incluso posibilitó la reforma constitucional de 2004[3], cambiando un “articulito” de la Constitución mediante la comisión de un cohecho ministerial. Así sucedió y por ello fueron condenados los exministros Sabas Pretelt[4] y Diego Palacio. Gracias a la comisión de dicho delito, cerca de 7 millones de ciudadanos pudieron reelegir en el 2006 a Uribe Vélez en la Presidencia[5]. Por eso el mismo presidente Uribe, en ejercicio de su cargo, en el Congreso Cafetero realizado el 29 de noviembre de 2006, pronunció estas históricas palabras, que son el santo y seña de la cacocracia: “les voy a pedir a todos los congresistas que nos han apoyado que mientras no estén en la cárcel a votar las transferencias, a votar la capitalización de Ecopetrol, a votar la reforma tributaria”[6]. Y con absoluto cinismo, Uribe tenía toda la razón, pues entonces la Corte Suprema de Justicia adelantaba investigaciones por parapolítica contra numerosos congresistas que culminaron con la condena de más de 60 de ellos, cuya mayoría respaldaron su gestión presidencial, según esta rigurosa relación del portal Verdad Abierta que lleva el significativo título de “La curul a la cárcel”[7]. Y si a lo anterior sumamos el número de cercanos colaboradores y subordinados del entonces presidente Uribe condenados por graves delitos, que van desde concierto para delinquir y crímenes de lesa humanidad, como los cometidos por el director y subdirector del DAS, Jorge Noguera[8] y José Miguel Narváez[9] respectivamente, y muchos otros más contra la administración pública, como Agro Ingreso Seguro con Andrés Felipe Arias[10], tenemos que concluir objetivamente que entre 2002 y 2010 vivimos el máximo esplendor de la cacocracia, coronada con las cerca de 6.400 ejecuciones extrajudiciales conocidas como “Falsos Positivos”, que hoy investiga la JEP[11] como el macrocaso número 3.

¿Paz con legalidad o letalidad?

Por todo lo anterior, es apenas comprensible que uno de los principales propósitos del presidente Duque haya sido controvertir y torpedear al máximo la labor de la JEP y que ladinamente su consigna central para deslegitimar el Acuerdo de Paz haya sido “paz con legalidad”, hoy expresada en operativos tan ilegítimos y criminales como el de Puerto Leguízamo[12] con la masacre de 11 civiles inermes, masacre que todavía Duque proclama como un operativo legítimo. Con esa actitud, su diferencia con el cinismo de Putin y la ocupación de Ucrania estriba solo en el número de víctimas civiles sacrificadas, pero no en los falsos argumentos que ambos esgrimen para justificar esos crímenes de lesa humanidad.  También es comprensible que el expresidente Uribe oculte al máximo lo que es público y evidente, el apoyo incondicional de su partido, el Centro Democrático, a la candidatura criptouribista de un tal Fico, que augura la consolidación de la cacocracia y por ello es todo lo contrario de lo que proclaman sus vallas: “el presidente de la gente”. En realidad, es el candidato para asegurar y perpetuar la impunidad cacocrática, de allí que aparezca dando declaraciones contra la corrupción por fuera de la cárcel La Picota[13]. Así como es de significativo y desacertado que Petro lance su propuesta de perdón social atendiendo un llamado de los hermanos Moreno, Iván y Samuel[14], a quienes con sus denuncias él mismo Petro llevó a la cárcel. Desacertado, pues no cabe ningún perdón social con quienes no solo defraudaron al que entonces era su partido, el Polo Democrático, sino la confianza ciudadana de millones de bogotanos, depredando el presupuesto para obras públicas en beneficio propio y de sus cómplices. Para quienes se lucran y viven de la política, solo cabe la sanción política y social en las urnas, jamás el perdón y mucho menos su elección en cuerpo ajeno, sobre todo cuando simulan ser el candidato de la gente, pero hacen sus campañas con quienes más roban y se aprovechan en forma impune de la ingenuidad, la ignorancia, las necesidades y el miedo de la gente como las redes clientelistas de los Char y Dilian Francisca Toro.

 



martes, abril 19, 2022

Gustavo Petro ¿Un político para la transición o la transacción política?

 

Gustavo Petro ¿Un político para la transición o la transacción política?

https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/gustavo-petro-politico-la-transicion-la-transaccion-politica

Hernando Llano Ángel.

La reciente propuesta de perdón social lanzada por Petro[1], aprovechando el espíritu de  reconciliación propio de la semana santa, refleja muy bien su sentido del tiempo político, no exento de pragmatismo y oportunismo electoral. Puede ser leída como una señal tranquilizadora que lanza a todos aquellos políticos que le temen a un Petro presidente con ínfulas de depurador moral, implacable con la corrupción y el clientelismo, que expulsaría a la llamada “clase política” al ostracismo[2] y a una dura y prolongada travesía por el desierto de la oposición sin cuotas burocráticas, “mermelada” y los gajes propios de los privilegios y favores personales que son la esencia de la corrupción política. Pero ese escenario de austeridad y transparencia en el ámbito público es inimaginable en Petro, no solo por su cuestionado estilo de gestión en la alcaldía de Bogotá, sino sobre todo por quienes lo acompañan en esta campaña: Roy Barreras[3], Armando Benedetti[4] y ahora el Jefe de Debate, Alfonso Prada[5]. Los dos primeros son maestros del transfuguismo político exitoso y de la gestión pública penumbrosa. Durante sus carreras políticas han demostrado un despliegue virtuoso de las prácticas clientelistas y del manejo de los intersticios legales para su propio beneficio y su ascenso vertiginoso a la cúspide de la rama legislativa. Están con el Pacto Histórico no tanto por sus afinidades políticas, sino por sus ambiciones políticas personales. No son políticos para la transición política, sino para la transacción política, y en forma pragmática ahora se suben apresurados al tren de la victoria para disfrutar de los gajes del poder estatal durante los próximos cuatro años, seguramente en ministerios robustos burocrática y presupuestalmente, como los del Interior, Salud, Minas y Transporte. Desde allí desplegarán sus artes para la transacción de los intereses privados y sus empresas más rentables con los personales y los públicos, en un precario equilibrio, donde probablemente el bien común saldrá maltrecho. Son profesionales para vivir de la política y por ello dominan el arte de la gobernabilidad en beneficio de sus carreras y aspiraciones políticas, adaptándose hábilmente al proyecto político gobernante, hegemónico y victorioso del momento. Por eso, son artistas del transfuguismo partidista y siempre están con el ganador, poco importa que sus proyectos políticos sean incompatibles y hasta antagónicos. Tal la exitosa carrera de Roy Barreras, que comienza con Cambio Radical pero pasa rápidamente al Partido de la U con Uribe y promueve con entusiasmo su proyecto contrainsurgente y guerrerista de la “Seguridad democrática”, para luego sumarse a Santos con fe de militante a la causa de la Paz y ahora al Pacto Histórico con Petro. Solo es superado por la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez con su plasticidad ideológica y  promiscuidad política[6] que le ha permitido ser parte de equipos ministeriales con expresidentes que hoy ni siquiera se hablan entre ellos: Samper, Gaviria, Pastrana, Uribe, Santos hasta ser Vicepresidenta con Duque. Una historia inverosímil de versatilidad política apenas comparable con la de Claudia Blum[7], su antecesora en la Cancillería, que acompañó a Pastrana, Uribe y Duque. El anterior recuento sobre las figuras más representativas del transfuguismo político nos revela que él es parte esencial de la gobernabilidad política nacional, a cuya dinámica tampoco escapa Gustavo Petro, pero que intenta contrarrestar con figuras como Francia Márquez[8], tan opuesta y antagónica a ese arte de la transacción y la conveniencia política, su fórmula vicepresidencial, una lideresa de las luchas sociales, ecológicas y étnicas. De esta forma, Petro se mueve entre la transición política democrática y la transacción clientelista y burocrática, representada por sabuesos electorales como Roy Barreras, Armando Benedetti, Alfonso Prada y Luis Fernando Velasco[9], entre otros. Sin duda, una eficiente combinación de las formas de lucha electoral que lo tienen ad portas de ganar la presidencia en la primera vuelta el próximo 29 de mayo. Pero si no le alcanza, con seguridad que continuará sumando apoyos oportunistas para el 19 de junio procedentes de líderes liberales regionales, buscando llegar a la Presidencia de la República, sin importarle mucho la procedencia de los votos. Pero el costo de ello puede ser muy alto y su victoria electoral corre el riesgo de convertirse en una temprana derrota gubernamental. Tendría que empezar a transar la Presidencia con muchos intereses y apetitos que le impedirían avanzar hacia la transición vital que anuncia y se convertiría en el líder de “funcionarios de un negociado de sueños dentro de un orden,”[10] que no cambiaría nada en lo estructural. ¿Será Petro un líder para la transición política democrática o un contemporizador más de la transacción con este orden político corrupto y cacocrático[11]? Hasta ahora Petro ha demostrado su astucia y flexibilidad ideológica para contar con votos procedentes de casi todo el espectro político, étnico, sexual, cultural y hasta religioso, exceptuando obviamente la ubérrima derecha de hacendados y empresarios ultramontanos, que se esconde detrás de un figurín publicitario con greñas apodado Fico, experto en engatusar a la “gente” con su acento de culebrero paisa, obsesionado con seducir y ganarse a César Gaviria para su “equipo Colombia” y obtener así los votos decisivos de la maquinaria liberal para su triunfo. Pero quizá Gaviria ya no sea el capitán de ese espectral partido liberal y muchos liberales empobrecidos se sientan más identificados con una negra auténtica, como Francia Márquez, que convoca a los y las nadies, a los mayores y mayoras,[12]que no se sienten representados por un tal Federico Gutiérrez, alias Fico, que pretende ser identificado como el presidente de un imaginario país llamado Gente, como aparece en miles de vallas que ocultan el horizonte y el paisaje de Colombia en nuestras carreteras y ciudades. Lo sabremos más temprano que tarde y depende de todos y todas resolver el acertijo sin que tengamos la seguridad de acertar y mucho menos de no ser defraudados por el candidato ganador, siempre y cuando no se burle antes nuestro voto con fraudes en el “casino y el escrutinio electoral”.