viernes, febrero 22, 2019

TRUMP, DUQUE, GUAIDÓ Y MADURO ¿CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS?



TRUMP, DUQUE, GUAIDÓ Y MADURO ¿CUATRO JINETES DEL APOCALIPSIS?
(Febrero 20 de 2019)
Hernando Llano Ángel.

Sin duda, la elocuencia y la seguridad son dotes que despliega el presidente Duque en sus intervenciones públicas, más allá de las ayudas técnicas que lo asistan. A tal punto que parece estar actuando, casi leyendo un libreto, como si estuviera representando un papel para el que se siente predestinado. Un papel tanto más trascendental cuanto que es intemporal, ya que pretende abarcar el pasado, el presente y el futuro. Lo grave es que lo hace con tal arrogancia y una convicción tan absoluta de poseer la verdad, que incluso no depara en reescribir la historia, como cuando atribuyó a los Padres Fundadores de la República norteamericana una influencia directa en la gesta de nuestra independencia, que en realidad nunca existió.

Más que a una sobreestimación del papel de los Padres Fundadores en nuestro pasado, lo que es verdaderamente vergonzoso y preocupante para nuestro presente y futuro es su admiración y postración frente Trump, quien hoy desafía y hace trizas con su prepotencia y soberbia el legado más valioso de los Padres Fundadores: la primera constitución republicana de la modernidad. Lejos de ser Trump un estadista, su comportamiento es el de un chantajista en la arena internacional que en forma irresponsable abre de nuevo la Caja de Pandora de la guerra comercial y la carrera nuclear armamentista, cuyas consecuencias pueden ser fatalmente irreversibles para toda la humanidad. Y como si lo anterior fuera poco, ahora desafía a su propio Congreso, echando mano a la declaratoria de “Emergencia Nacional”, para construir el muro de la segregación y la persecución contra la población latina, so pretexto de combatir una inminente invasión de peligrosos delincuentes y narcotraficantes que ponen en riesgo la “seguridad nacional”.

¿Los cuatro jinetes del Apocalipsis?

Sin lugar a dudas, la mayor posverdad o Falsa Noticia de nuestros días es el liderazgo democrático que se arroga Trump y que sumisamente emula Duque, como un leal Boy Scout y un bufón colonial, incapaz siquiera de rechazar la estratagema y el tinglado belicista de enviar 5.000 tropas a nuestro territorio. Con semejantes argucias fatales ambos dicen promover la democracia en la arena internacional, compitiendo así con Maduro en cinismo y desparpajo cuando éste afirma que defiende y promueve el socialismo del siglo XXI y la soberanía del pueblo venezolano. Tal escenario de impostores y farsantes que se disputan en forma tragicómica el rol de estadistas demócratas y de líder socialista está bien para una exitosa serie de Netflix, pero no para contar con el apoyo de millones de ingenuos “ciudadanos de bien” y de “nostálgicos anti-imperialistas”, que los aúpan en sus aventuras de mercaderes de la muerte. Lo que está en juego no es la democracia, sino la mercadocracia del petróleo y el dominio geopolítico de la región, ya no sólo por Estados Unidos sino también por Rusia y China. Esa es la encrucijada histórica ante la que nos encontramos. Lo más grave es que sus protagonistas no son estadistas. Cada día se parecen más a los cuatro jinetes del Apocalipsis: la conquista, la guerra, el hambre y la muerte.  Y todos juegan a ella con cartas marcadas, Trump con la “ayuda humanitaria; Duque con “el cerco diplomático”; Guaidó con la “transición democrática” y Maduro con la “soberanía nacional y el socialismo”, que pronto será: “Patria Libre o Morir”.

Ojalá esta tragicomedia termine en una vulgar transacción de poder, negocios e impunidad, bajo el espejismo de “elecciones libres y transparentes” y no en una epopeya, sangrienta y cínica, denominada “intervención humanitaria”. Intervención que seguro contará con el sacrificio de miles de “heroicos ciudadanos” inmolados por la codicia, la vanidad y la criminalidad de quienes se autoproclaman estadistas y demócratas. Sin embargo, en la realidad representan, respectivamente, los papeles de un autócrata payaso imperial; un fiel bufón colonial; un valioso alfil político en el ajedrez geopolítico “interméstico”[1] y un cleptócrata criminal, cómplice de una corrupta cúpula militar. Cúpula  que todavía lo respalda y está a punto de enajenar a terceros las mayores reservas petrolíferas del planeta, degradando así un sueño de justicia social en una tragicomedia infernal, con un telón de fondo musical, en el mejor de los casos, o con pozos ardiendo como en Irak, en el más apocalíptico  de los escenarios                     .




[1] Pues la crisis venezolana es tanto de orden doméstica como internacional y sólo se resolverá cuando las fuerzas y los intereses en conflicto, en ambos ámbitos, lo decidan por negociación o imposición.