miércoles, noviembre 30, 2022

LA PAZ TOTAL ES "INTERMÉSTICA".

 

LA PAZ TOTAL ES INTERMÉSTICA

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Hernando Llano Ángel

Instalada la Mesa de la Paz con el ELN en Caracas[1], comienza el presidente Petro a jugar sus cartas en el campo más minado, difícil y confuso de nuestra realidad. El campo de un conflicto armado sincrético, donde las fronteras entre el delito político y el común se diluyen, así como los límites entre sus dinámicas nacionales e internacionales. Porque el ámbito en donde discurre esa paz total es tanto internacional como doméstico. De allí el neologismo de paz interméstica[2], pues ella precisa simultáneamente acuerdos en el campo internacional y en el doméstico. De hecho, tal dimensión interméstica está en el Acuerdo de Paz de 2016, especialmente en los puntos 4 y 5, referidos a la “solución al problema de las drogas ilícitas”[3] y la justicia transicional y restaurativa, con el (SIVJRNR) Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y garantías de no Repetición[4], más reconocido y elogiado internacionalmente que en casa. Entre otras, el entonces presidente norteamericano, Barack Obama, nombró como delegado exclusivo para la definición del punto 4 a Bernard Aronson[5], quien avaló el cambio de política para tratar el problema de las drogas y cultivos de uso ilícito, “planteando para el consumo un problema de salud pública y para los cultivos, un tratamiento social y económico antes que una política criminal”. Dicho tratamiento, al igual que el punto 1 del Acuerdo, sobre Reforma Rural Integral, fueron relegados en la trastienda de una burocracia ineficiente durante el final del gobierno de Juan Manuel Santos. Por su parte, Iván Duque, burló el cumplimiento del punto 4, obsesionado en fumigar con glifosato los cultivos de coca, en lugar de implementar el “Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito- PINIS”. Todo lo anterior, justifica de sobra la invitación al gobierno de Estados Unidos para que designe un delegado en la Mesa de Diálogo con el ELN, pues la presencia y control de los “elenos” en territorio con vastos cultivos de coca es insoslayable. También por ello es plenamente comprensible la invitación de la delegación del Gobierno y el ELN a España, Suecia, Alemania y Suiza[6] como acompañantes en las conversaciones de paz, dada la afinidad que comparten con Petro en un replanteamiento internacional de la fracasada guerra contra las drogas. Ya en su encuentro con AMLO en México, anunció Petro la convocatoria de una cumbre Latinoamericana para exigir a la comunidad internacional que avance hacia una política de regulación, para lo cual seguramente invita a Chile, Brasil y México como garantes en el proceso.

Regulación en lugar de criminalización

Sin duda, esa ofensiva diplomática es imprescindible, pues la rentabilidad y letalidad del narcotráfico son estimuladas directamente por su carácter ilegal, convirtiéndose así los Estados y sus autoridades punitivas en los principales responsables de la mayor o menor criminalidad. Es el carácter ilegal lo que perpetua la simbiosis entre organizaciones criminales y la cocaína, donde la violencia y la corrupción -el plomo y la plata— definen la vida, la muerte, el confinamiento y desplazamiento de miles de campesinos y miembros de comunidades étnicas, quienes llevan la peor parte en sus regiones, devastadas y degradadas por la codicia de los narcotraficantes y el desvarío de guerrillas que encuentran en la cocaína un elixir para su prolongada existencia. Dicho entramado de criminalidad, política y corrupción es de carácter global, pues la creciente demanda de estupefacientes, sustancias psicotrópicas y el hedonismo escapista de sus millones de consumidores, siempre estimulará la oferta y con ella las ganancias siderales de los narcotraficantes y de recursos inagotables para las guerrillas. La forma más eficaz para desmontar ese emporio de criminalidad es que la comunidad internacional asuma su regulación legal, tal como lo hizo Estados Unidos al quitarle a la mafia el monopolio del tráfico del licor en 1933[7] . Durante la vigencia de la “ley seca”[8], el mismo Al Capone declaraba: "Le doy al público lo que el público pide". "Nunca he tenido que enviar vendedores agresivos. Nunca hubiera podido dar abasto". De allí que “la violencia delincuencial subiera súbitamente después del establecimiento de la ley seca” lo que contribuyó a su posterior derogación. Un camino que está recorriendo de nuevo esa nación en el tratamiento de la marihuana, pues después de los recientes referendos del pasado 8 de noviembre, en la actualidad su consumo con fines recreacionales ya está regulado en 21 Estados, incluyendo los estados de Maryland y Missouri[9]. Pero, así como la política presidencial de la Paz Total es tan intensa y eficaz en el campo internacional, debería serlo en el doméstico, donde la conflictividad social creciente, expresada en bloqueos de carreteras y un invierno que no solo anega el campo y arrastra precarias viviendas en nuestras ciudades, sino que cada día ahoga más vidas y esperanzas populares, no encuentra la atención oportuna y rápida que demanda del gobierno nacional, pues los gobiernos regionales no dan abasto.

La paz doméstica anegada

Hasta la fecha, las víctimas mortales de este “Tsunami” invernal superan ya la cifra de 200 y las pérdidas para la economía popular y nacional son billonarias[10], según lo reporta la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo (UNGRD): “204 muertos, 281 heridos, 765 municipios afectados y 37 personas desaparecidas”. Para completar, el panorama económico internacional acelera la devaluación del peso, el aumento de la inflación y el desempleo, augurando un 2023 con la menor tasa de crecimiento de los últimos años. Conclusión: Petro tiene en la realidad económica y social la oposición más feroz y desafiante para gobernar, pues la carestía y el desempleo son hechos que nos afectan directamente de manera mucho más contundente e irrebatible que los hipócritas discursos de la oposición. Una oposición ahora empeñada en capitalizar el desastre incubado bajo su anterior administración, ese ducado de negociados y favoritismos, que propició levantamientos sociales y ciudadanos como los del 2019 y 2021, gracias a la genialidad presidencial. No por casualidad las memorias del expresidente Iván Duque llevan por título: “Duque. Su Presidencia, 2018-2022”[11]. En efecto, fue una Presidencia a la medida de su vanidad, autismo, egolatría y adulación de sus más cercanos colaboradores, cuyas ejecutorias todavía nos deslumbran y agobian, excepto a su nobel prologuista, Mario Vargas Llosa, quien ya extraña[12] su ausencia. Pueda ser que Petro no caiga en el mismo desvarío, por vanidad o prepotencia, y crea que la Presidencia de la República es una institución al servicio de la gloria personal –como lo fue durante el Ducado[13]-- y no una institución republicana que se debe al bienestar colectivo de la Nación, según lo prescrito por el artículo 188[14] de nuestra Constitución: “El Presidente de la República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos”.

Del dicho al hecho

Lo más grave es que frente a esta realidad tan adversa y difícil, que demanda la mayor coherencia y coordinación del gobierno nacional, empezando por su cabeza, no se perciba la disposición, ni la capacidad para hacerlo en forma más acertada y eficaz. En parte, porque el estilo de gobierno de Petro es desmesurado en su agenda y objetivos. Ello se refleja en el nombre mismo de sus dos principales metas: “Colombia, potencia mundial de la vida” y “La Paz total”. Sin duda, son metas loables, bien intencionadas y deseables, pero políticamente casi inalcanzables en 4 años. Guardando las proporciones, es tanto como si el nuevo entrenador de nuestra Selección de fútbol, el argentino Néstor Lorenzo[15], tuviese como meta ganar el próximo campeonato mundial, sin siquiera haber clasificado a la selección. Todos deseamos que la Selección de fútbol sea campeona mundial, así como que las mayorías vivan dignamente y se ponga fin a la violencia, la criminalidad y la ilegalidad para alcanzar objetivos políticos, sociales y económicos. Pero para lograrlo hay que proponerse objetivos muy concretos y realizables, en lugar de embelesarse y extraviarse en la promoción de la Paz Total. Algo que está sucediendo cuando se instala en Caracas con bombos y platillos la Mesa de Paz con el ELN, pero no se atiende con mayor celeridad y eficacia a los miles de damnificados por la ola invernal. Con mayor razón, cuando la incapacidad del gobierno nacional para responder a dichas demandas inaplazables de subsistencia --primero la vida— terminan en bloqueos de carreteras, por más de tres semanas, como sucedió en la vía a Buenaventura[16]con consecuencias desastrosas para la economía popular y nacional. Ese abismo entre las palabras y la acción, terminará por desacreditar y deslegitimar al gobierno de la Vida y al mismo Petro, mucho más que las histéricas advertencias y críticas de la senadora María Fernanda Cabal que, al parecer, ya le roban el sueño y la paz conyugal con Félix Lafaurie por su participación en la delegación gubernamental en el proceso de paz con el ELN. Sin duda, para avanzar hacia la paz total se precisa mayor convergencia entre la agenda internacional y la doméstica, pues es un asunto interméstico, que tiene en la paz ambiental y la transición energética su punto de encuentro con propuestas como el Fondo Internacional para la defensa de Amazonia, salvándola de la degradación de las economías extractivas, la ganadería extensiva y los cultivos de uso ilícito, algo que conoce cabalmente Lafaurie. Especialmente por la apasionada defensa de su esposa de principios como la justicia, la seguridad, el orden, la transparencia y la autoridad, que tanto brillaron durante los 8 años en que gobernó el “presidente eterno” y los 4 del ducado de su hijo político putativo preferido. Según esa versión de la realidad que tanto añora la senadora Cabal, los colombianos vivimos una docena de años inolvidables: sin corrupción, sin violencia, con orden, justicia, seguridad y prosperidad, dilapidados por un traidor “non sancto[17]” en apenas 8 años, que pactó con criminales y narcoterroristas un ilegítimo Acuerdo de Paz, cuyos objetivos para la senadora son absurdos y no tienen sentido alguno: Reforma rural integral; Participación política sin armas; Solución al problema de las drogas ilícitas y Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición de más víctimas. Pero ¿Por qué será que más de 11 millones de ciudadanos votaron por Petro y quieren la Paz Total? ¿Por qué su esposo ahora considera necesaria incluso una reforma rural integral y la misma Paz Total? Senadora, parece que alguien la está engañando o usted no quiere ver la realidad. 

 



LA POLÍTICA Y EL FÚTBOL, SIMILITUDES Y RIESGOS

 

LA POLÍTICA Y EL FÚTBOL, SIMILITUDES Y RIESGOS

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Hernando Llano Ángel.

La política y el fútbol discurren entre cabezazos, patadas, patrañas, victorias, derrotas, goles y autogoles, como suele transcurrir la vida cotidiana en todo el mundo, por eso son las actividades más populares y multitudinarias en casi todas las sociedades. A su presencia e influencia nadie puede escapar, incluso quienes las repudian por considerarlas violentas y tramposas, pues el sentido y calidad de sus vidas dependen de ambas. Tanto unifican como dividen multitudes. Ecuador contra Catar; Europa contra Suramérica; África contra Europa. Convocan pasiones y odios. Alegrías y desdichas. La política es el juego del poder, el fútbol es el poder del juego. Ambas actividades comparten importantes similitudes, pero también riesgos mortales.

Similitudes y riesgos mortales

La principal similitud es que ambas, política y fútbol, disputan la atención y la adhesión de los pueblos. Hasta el punto que les confieren identidades específicas e inconfundibles. La picardía y habilidad de las selecciones suramericanas, frente a la velocidad y el orden de las europeas. La fuerza y resistencia de las africanas, contra la disciplina y el vértigo de las asiáticas. Los mayores logros y frustraciones de los pueblos dependen de la política y el fútbol. Ambas actividades se juegan su suerte en público, pero su preparación y resultados dependen de lo que hacen tras bastidores. Lo que se muestra en público y en la cancha de fútbol, antes ha sido decidido, planeado y preparado en privado. En las convenciones y asambleas de los partidos políticos; en los entrenamientos y camerinos de cada equipo. Allí se planean las patrañas, las alianzas y las estrategias de juego. Nada es improvisado, así lo parezca en los discursos de los políticos y las jugadas de los futbolistas. Sin duda, el triunfo o la derrota, dependerán de la representatividad de los partidos políticos y sus líderes, así como de la preparación de las selecciones y de los equipos de fútbol. Ambas son actividades esencialmente colectivas, organizadas y representativas, que encarnan las aspiraciones y sueños de pueblos y multitudes. Es imposible concebir y ejercer la política sin partidos, como el fútbol sin equipos. En últimas, se gana o pierde, por la fortaleza interna de los mismos, su coherencia y coordinación, más allá de la competencia de sus líderes o la genialidad de sus jugadores. No son juegos individuales sino colectivos. Juegos intensamente disputados, con reglas definidas y resultados inciertos, que en principio excluyen la violencia y las trampas, expulsando a los jugadores que las violan. Pero usualmente sucede lo contrario, tanto en la política como en el fútbol. Y de allí derivan los mayores riesgos. Frecuentemente ganan los más violentos y tramposos, deslegitimando así ambas actividades. Líderes políticos que apelan al fanatismo de sus seguidores y estigmatizan a sus adversarios, convirtiéndolos en enemigos del juego, como una estratagema para ganar y perpetuarse en sus cargos. Los ejemplos abundan, siendo Trump y Bolsonaro los más representativos en nuestro continente, jugadores de extrema derecha, que solo les importa ganar, desconocen los resultados de las elecciones y sus derrotas. Tanto Trump como Bolsonaro han sido incapaces de reconocer los triunfos de Biden y Lula.  Como si lo anterior fuera poco, ponen en riesgo incluso la cancha común, que depredan y saquean para extraer las riquezas del subsuelo como el petróleo y el gas, sin considerar la vida de futuras generaciones y la del mismo planeta. Pero también hay jugadores totalmente deshonestos y codiciosos por la extrema izquierda como Daniel Ortega y Nicolás Maduro, que sabotean el juego limpio, reprimen y encarcelan a sus competidores, con tal de continuar gozando de sus privilegios e impunidad personal. Lo más grave, es que todo lo anterior lo hacen con el apoyo de millones de fanáticos en las graderías que aplauden y vitorean su juego sucio porque se benefician directa o indirectamente del mismo. De esta forma arruinan la política e impiden que el juego del poder sea una competencia decente, civilizada y sin violencia, lo mismo hacen los hinchas de algunos equipos y selecciones nacionales de fútbol, que convierten la cancha en un campo de batalla. Con semejantes fanáticos e hinchas, la política deja de ser el juego del poder y el fútbol un juego poderoso. Se convierten en todo lo contrario, en juegos mortales, donde todos salen perdiendo, empezando por los líderes políticos perseguidos, los jugadores lesionados en la cancha y los mismos partidos y equipos de fútbol que transforman el espacio público en un campo de batalla. Pero los que más pierden son aquellos ciudadanos y espectadores que se degradan en fanáticos, enceguecidos por el odio y el sectarismo partidista, al igual que los hinchas furibundos tan obsesionados con el triunfo de su equipo que son capaces de humillar y hasta de matar a sus adversarios cuando estos les ganan limpiamente en el campo de juego. Que este mundial de Catar nos sirva a todos para aprender y gozar del juego limpio en beneficio del mundo y del triunfo de las mejores selecciones, las más honestas y competentes, no la de los más violentos y tramposos, como suele pasar en la política. Que ganen Messi, Neymar, Ronaldo, Mbappé, Kane o nuevas estrellas como Enner Valencia y otras selecciones nacionales emergentes como Senegal, Ecuador, Costa Rica, Ghana, Dinamarca, Bélgica o Países Bajos. Entonces la alegría estaría mejor distribuida y el mundo sería más feliz. Solo así el Mundial de Catar podrá dar lecciones y unir a las naciones, derrotando a la política que hoy las enfrenta y divide hasta la muerte en tantas latitudes del planeta, especialmente en Ucrania y Palestina. Que la guerra sea eliminada de la política y nos reconciliemos con la tierra, esa inmensa, diversa y hermosa cancha que nos acoge a todos generosamente, pero que estamos destruyendo en forma indolente y despiadada, según la reciente COP 27 sobre el clima mundial en Sharm el-Sheij[1], que “el vicepresidente primero de la Comisión Europea, Frans Timmermans, criticó por considerarla un paso insuficiente para las personas y el Planeta".

 

 

 

viernes, noviembre 18, 2022

ELPLANETA EN MODO FÚTBOL

 

EL PLANETA EN MODO FÚTBOL

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Hernando Llano Ángel.

Desde este domingo 20 de noviembre de 2022 el planeta estará en modo fútbol. Su inmensidad quedará reducida a los confines de un rectángulo de 75m por 110m, según lo fijado por la FIFA para competencias internacionales[1]. El planeta girará bajo un sistema futbolcéntrico, no heliocéntrico. El sol se eclipsará, incluso en Catar, y solo veremos los destellos de un balón, golpeado en forma brutal y hermosa por 20 jugadores empeñados en vencer a quienes solo ansían atrapar en sus manos ese esquivo y diminuto sol. La alegría y la tristeza de millones de espectadores quedarán anudadas en el fondo de unas redes abatidas. Sus héroes ya no serán jefes de Estado, mucho menos generales, solo 22 jugadores que se disputarán la gloria de triunfar o el infortunio de perder. Sin duda, habrá ganadores y derrotados, clasificados y eliminados, pero no vencedores y vencidos, mucho menos victimarios o víctimas. Al menos, en el campo de juego, poco importa lo que suceda por fuera de él, y mucho menos lo que haya sucedido antes de empezar el partido. Se trata de un mundial de fútbol. La política está fuera de lugar. No entra en el juego, está expulsada de la cancha, enfatiza el presidente de la FIFA, Giovanni Vincenzo Infantino[2], aunque haya tenido el desliz de proponer una tregua en el campo de batalla de Ucrania, invadido y destrozado por Putin y su legión de jugadores letales. Tampoco hay lugar a denuncias, mucho menos a investigaciones sobre los hermosos y portentosos estadios de Catar, que ocultan los cuerpos de miles de obreros inmigrantes[3], al menos 6.500 según The Guardian,  eliminados y expulsados de por vida del campo de juego. Perdieron sus vidas en accidentes de trabajo. Así sucede en la cancha con la vida futbolística de algunos jugadores, como Sadio Mané[4] de Senegal, junto a  Nicolás González y Joaquín Correa de Argentina[5], que no podrán estar en este mundial por recientes lesiones. Y otros más. ¡Qué mala suerte! No podrán jugar en el mundial, como no podrán verlo los miles de obreros que murieron construyendo esos templos del fútbol. El mundial debe comenzar y no hay lugar a empañarlo metiéndole política al asunto. Siempre ha sido así. No por casualidad Hitler inauguró las olimpiadas de 1936 en Berlín[6], sin sombra alguna de política. “Hitler aprovechó la instancia deportiva para demostrar al mundo la "magnificencia" del nazismo y encargó un elaborado programa de difusión al ministro de propaganda Joseph Goebbels, quien a su vez encargó la puesta en escena a Albert Speer y la supervisión y filmación a la fotógrafa Leni Riefenstahl”. Mucho menos tiene lugar recordar el mundial que organizó y ganó argentina en 1978[7] contra Holanda 3 a 1, bajo la dictadura terrorista presidida por el teniente general Jorge Rafael Videla[8]. Y mucho menos, es pura coincidencia, que el pasado mundial haya tenido lugar en Rusia y las olimpiadas recientes de invierno en China[9]. Ya era justo que le tocará a Catar. No deja de ser significativo que dichos eventos mundiales se realicen justamente en los lugares donde se desconozca en forma plena y oficialmente la libertad política, la democracia y los derechos humanos. El contraste no deja de ser infamante y de un cinismo inadmisible, pues es propio de las olimpiadas y de los mundiales de fútbol todo lo contario. En las justas deportivas hay ganadores y derrotados, clasificados y eliminados, pero no vencedores y vencidos, mucho menos victimarios impunes y víctimas irredentas. En el campo de fútbol habrá lesionados, pero no caídos en combate, como sucede en Ucrania. Veremos refriegas y choques violentos, pero no bajas en la cancha, mucho menos desaparecidos, como sucedió en Argentina bajo la dictadura. Miles de ellos, al menos 30.000[10],  no pudieron celebrar el triunfo de su selección.

La cancha no es un campo de batalla

La cancha no es un campo de batalla, es un campo de juego disputado donde las reglas protegen la vida de todos los jugadores, como también sucede en toda auténtica democracia. Es un juego agonal[11], con “reglas ciertas y resultados inciertos”, como en el fútbol. Lo grave es que en la realidad política mundial sucede todo lo contrario. No se respetan las reglas del juego limpio y son los jugadores más sucios y brutales los que suelen ganar. La ONU es una FIFA impotente a pesar de sus esfuerzos por hacer respetar el Derecho Internacional Público. Pero lo más triste es que el resto nos convirtamos en espectadores del desastre y poco nos importe que el planeta esté en manos de irresponsables, incompetentes y criminales, que permiten que la cancha de todos continúe siendo devastada y horadada. Que celebremos los goles de Catar[12] sin deparar que es una monarquía absoluta cuyo alto nivel de vida y mayor renta per cápita del planeta, derivan precisamente del petróleo y de poseer la tercera mayor reserva mundial de gas natural, justo los recursos fósiles que están catalizando la crisis climática planetaria. Cuestiones que nada tienen que ver con la política y menos con el mundial, obviamente, pues él se disputa en las canchas y los estadios, no en los yacimientos de petróleo y de gas. Tampoco debe importarnos lo que sucede entre Rusia y Ucrania, pues no clasificaron al mundial. Nada debe importarle al mundo que se aniquilen y eliminen entre sí.  No están en el mundial. No existen. No hay cámaras para ese espantoso espectáculo. Todas están en Catar, siguiendo milimétricamente las espectaculares jugadas y los goles de Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, kylian Mbappé, Harry Kane y demás estrellas por brillar. El mundo está a sus pies. Lo demás no existe, solo nos importa celebrar, pues no sufriremos con el genial e inocuo jugo de nuestra grandiosa selección nacional. El mundo futbolístico y Cátar ignoran el espectáculo que se pierden con la ausencia de Luis Díaz, Radamel Falcao y James Rodríguez, goleador en el mundial de Brasil de 2014[13] con seis goles. ¡Que viva el mundial y muera el planeta! ¡Poco importa la lluvia y sus damnificados! ¡Que lluevan los goles es lo importante! ¡Qué hermoso autogol a nuestra humanidad!



lunes, noviembre 14, 2022

LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA, ENTRE SU COLAPSO MERCADOCÉNTRICO O SU RENACIMIENTO CIUDADANO Y ECOCÉNTRICO

 

LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA, ENTRE SU COLAPSO MERCADOCÉNTRICO O SU RENACIMIENTO CIUDADANO Y ECOCÉNTRICO

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Hernando Llano Ángel.

Los resultados de las recientes elecciones en las dos más populosas democracias del continente americano pueden significar su colapso mercadocéntrico en Estados Unidos o su renacimiento ecocéntrico en Brasil. Ambas tienen en común que padecen el síntoma más grave para la existencia democrática, como es la pérdida de confianza entre sus líderes protagonistas y partidistas, que mutuamente se acusan de ponerla en riesgo y se tratan como enemigos y no como adversarios. Por lo tanto, no pueden permitir al enemigo su triunfo electoral y mucho menos su gobernabilidad, ya que éste supuestamente acabaría con la democracia. Así perciben los demócratas un eventual triunfo de los republicanos, con mayor razón si son liderados por Trump, quien efectivamente demostró durante su presidencia que no tiene talante y mucho menos vocación democrática. Sin duda, es un autócrata ignorante, que solo rinde culto al mercado y las ganancias que genera, ocultas bajo su lema nacionalista de America First. Además, exhibe una cosmovisión antitética de los valores democráticos, como son su racismo y supuesta supremacía de los norteamericanos blancos[1] y los redneck[2]; su machismo depredador de la dignidad y autonomía de la mujer, incluida hasta su hija Ivanka, de quien afirmó: "Si Ivanka no fuera mi hija, tal vez hubiera salido con ella"[3]; además de su negacionismo radical de la crisis climática y el favorecimiento sin límite a la industria petrolera y los excesos de un consumismo desbocado. Sin dejar de mencionar sus acciones más peligrosamente antidemocráticas: el desconocimiento del triunfo electoral de Biden y su estímulo a la toma vandálica del Capitolio por sus más fanáticos seguidores; su respaldo entusiasta a la mortífera Asociación Nacional del Rifle (NRA)[4], además de ufanarse de burlar el pago de impuestos federales. Es decir, los tres pilares institucionales de la democracia moderna: la competencia electoral legal; el derecho exclusivo del Estado al control legal de las armas y limitar su violencia mortífera y el derecho estatal, también exclusivo, del cobro de impuestos y la obligación ciudadana de su pago, que son las banderas políticas de Trump. Por eso está incurso en dos investigaciones tan trascendentales como graves, la política ante el Senado por auspiciar la toma del Capitolio y la Fiscal ante la Justicia por presunta evasión de impuestos.

Homo Economicus Vs Homo Politicus

Lo más grave es que millones de norteamericanos se identifiquen con semejante líder antidemocrático porque sus políticas proporcionan y garantizan, al parecer más eficazmente que los líderes demócratas, sus empleos y nivel de consumo más o menos ilimitado. Algo completamente comprensible en el presente y desde el interés personal, familiar y empresarial, pero nefasto a mediano y largo plazo para el bienestar público y la contención de la crisis climática, la vida de las futuras generaciones y la misma supervivencia planetaria. Ese pragmatismo con su culto al consumismo y la prosperidad explica, en gran parte, que los latinos en La Florida votarán por Ron DeSantins[5], para defender y proteger su nivel de vida en contra de las oleadas de inmigrantes, procedentes la mayoría de sus propias naciones. Es el triunfo inobjetable del homo economicus sobre el homo politicus, de la competencia sobre la solidaridad, del bienestar personal y privado sobre el colectivo y el público, en fin, de la mercadocracia sobre la democracia. Y esto exacerba el arribismo social, el racismo y todas las “virtudes” que encarna Trump: la egolatría y la prepotencia de quienes subordinan todo y a todas las demás personas a su triunfo personal, familiar y empresarial, sin importar mucho las consecuencias sociales y públicas de tal comportamiento. Ese es el trasfondo ideológico de la derecha en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos y Europa, que aquí se esfuerzan en emular los “ciudadanos de bien” y sus líderes, movilizando desde ya sus recursos y huestes para ganar en las elecciones locales y regionales. Sin duda, Bolsonaro en Brasil es el reflejo de Trump. No por casualidad ambos son responsables del mayor número de víctimas mortales de la pandemia de Covid-19, Estados Unidos con más de 900.000[6], “casi el 20 % de los fallecimientos provocados por la COVID-19 en todo el mundo, pese a que el país norteamericano solo supone el 4 % de la población mundial” y, Brasil, con 648.000 víctimas mortales a principios de 2022[7].  Igual que Trump, Bolsonaro ha sido renuente a reconocer explícitamente el triunfo de Lula y es tanto o más ególatra, racista, machista, militarista y depredador del medio ambiente, como lo ha demostrado con la devastación en la Amazonia de “34.000 kilómetros cuadrados de bosque tropical, una superficie superior a la de Cataluña o un país como Bélgica”[8]. Pero, por eso mismo, representa al 49.10% de los brasileños con 58.198.346 votos frente a 60.331.211 de Lula, el 50.90% de los electores. Lo mismo que en la democracia del norte, significa que el sentido de lo público, de la vida y de la conservación de la naturaleza, para casi la mitad de los brasileños debe estar subordinado a su prosperidad personal, familiar y empresarial. Es por todo ello que la democracia está colapsando y su renacimiento precisa urgentemente que el ciudadano, el homo politicus, contenga el desaforado y codicioso homo economicus, para que los mandatarios que elija dejen de ser simples testaferros del mercado y rescaten de nuevo el sentido de lo público, de la política, de la dignidad humana y de la vida planetaria. Y que dichos mandatarios, de la mano de la inteligencia, de la sensibilidad y de la solidaridad, no vayan a ser arrastrados por el péndulo del idealismo y el fundamentalismo conservacionista, al extremo que reduzcan el empleo y la prosperidad presente en aras de un futuro deseado pero inalcanzable, sino realizan la transición energética en forma progresiva y no disruptiva. Que tengan siempre presente el consejo, entre irónico y paradójico, de un poeta romántico como Friedrich Hölderlin[9], quien escribió con sensatez en el siglo XIX: “Lo que ha hecho del Estado un infierno en la tierra ha sido precisamente el intento del hombre de convertirlo en su cielo”. Intento en el que históricamente se ha empeñado una izquierda utópica, doctrinaria y autoritaria, con resultados infernales, bien por fracasar o por propiciar el triunfo de una derecha cínica e indolente, con su apología a este capitalismo depredador e inicuo que sacrifica vidas y dignidad al becerro de oro, como sucedió en Estados Unidos y Brasil durante la pandemia con su población. Es de esperar que Lula, con su experiencia y pragmatismo, marque pautas para que los líderes más jóvenes de esta nueva izquierda socialdemócrata y ecologista, como Gabriel Boric y Gustavo Petro, no se deslumbren con espejismos conservacionistas irrealizables ya, y logremos dejar atrás en nuestro continente el colapso democrático y  pasar al renacimiento de una democracia telúrica, vital, ciudadana y social, como alternativa urgente a esta mercadocracia tanática, elitista, expoliadora y devastadora del planeta y todos sus seres vivos.