lunes, noviembre 14, 2022

LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA, ENTRE SU COLAPSO MERCADOCÉNTRICO O SU RENACIMIENTO CIUDADANO Y ECOCÉNTRICO

 

LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA, ENTRE SU COLAPSO MERCADOCÉNTRICO O SU RENACIMIENTO CIUDADANO Y ECOCÉNTRICO

https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/la-democracia-america-colapso-mercadocentrico-renacimiento-ciudadano-ecocentrico

Hernando Llano Ángel.

Los resultados de las recientes elecciones en las dos más populosas democracias del continente americano pueden significar su colapso mercadocéntrico en Estados Unidos o su renacimiento ecocéntrico en Brasil. Ambas tienen en común que padecen el síntoma más grave para la existencia democrática, como es la pérdida de confianza entre sus líderes protagonistas y partidistas, que mutuamente se acusan de ponerla en riesgo y se tratan como enemigos y no como adversarios. Por lo tanto, no pueden permitir al enemigo su triunfo electoral y mucho menos su gobernabilidad, ya que éste supuestamente acabaría con la democracia. Así perciben los demócratas un eventual triunfo de los republicanos, con mayor razón si son liderados por Trump, quien efectivamente demostró durante su presidencia que no tiene talante y mucho menos vocación democrática. Sin duda, es un autócrata ignorante, que solo rinde culto al mercado y las ganancias que genera, ocultas bajo su lema nacionalista de America First. Además, exhibe una cosmovisión antitética de los valores democráticos, como son su racismo y supuesta supremacía de los norteamericanos blancos[1] y los redneck[2]; su machismo depredador de la dignidad y autonomía de la mujer, incluida hasta su hija Ivanka, de quien afirmó: "Si Ivanka no fuera mi hija, tal vez hubiera salido con ella"[3]; además de su negacionismo radical de la crisis climática y el favorecimiento sin límite a la industria petrolera y los excesos de un consumismo desbocado. Sin dejar de mencionar sus acciones más peligrosamente antidemocráticas: el desconocimiento del triunfo electoral de Biden y su estímulo a la toma vandálica del Capitolio por sus más fanáticos seguidores; su respaldo entusiasta a la mortífera Asociación Nacional del Rifle (NRA)[4], además de ufanarse de burlar el pago de impuestos federales. Es decir, los tres pilares institucionales de la democracia moderna: la competencia electoral legal; el derecho exclusivo del Estado al control legal de las armas y limitar su violencia mortífera y el derecho estatal, también exclusivo, del cobro de impuestos y la obligación ciudadana de su pago, que son las banderas políticas de Trump. Por eso está incurso en dos investigaciones tan trascendentales como graves, la política ante el Senado por auspiciar la toma del Capitolio y la Fiscal ante la Justicia por presunta evasión de impuestos.

Homo Economicus Vs Homo Politicus

Lo más grave es que millones de norteamericanos se identifiquen con semejante líder antidemocrático porque sus políticas proporcionan y garantizan, al parecer más eficazmente que los líderes demócratas, sus empleos y nivel de consumo más o menos ilimitado. Algo completamente comprensible en el presente y desde el interés personal, familiar y empresarial, pero nefasto a mediano y largo plazo para el bienestar público y la contención de la crisis climática, la vida de las futuras generaciones y la misma supervivencia planetaria. Ese pragmatismo con su culto al consumismo y la prosperidad explica, en gran parte, que los latinos en La Florida votarán por Ron DeSantins[5], para defender y proteger su nivel de vida en contra de las oleadas de inmigrantes, procedentes la mayoría de sus propias naciones. Es el triunfo inobjetable del homo economicus sobre el homo politicus, de la competencia sobre la solidaridad, del bienestar personal y privado sobre el colectivo y el público, en fin, de la mercadocracia sobre la democracia. Y esto exacerba el arribismo social, el racismo y todas las “virtudes” que encarna Trump: la egolatría y la prepotencia de quienes subordinan todo y a todas las demás personas a su triunfo personal, familiar y empresarial, sin importar mucho las consecuencias sociales y públicas de tal comportamiento. Ese es el trasfondo ideológico de la derecha en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos y Europa, que aquí se esfuerzan en emular los “ciudadanos de bien” y sus líderes, movilizando desde ya sus recursos y huestes para ganar en las elecciones locales y regionales. Sin duda, Bolsonaro en Brasil es el reflejo de Trump. No por casualidad ambos son responsables del mayor número de víctimas mortales de la pandemia de Covid-19, Estados Unidos con más de 900.000[6], “casi el 20 % de los fallecimientos provocados por la COVID-19 en todo el mundo, pese a que el país norteamericano solo supone el 4 % de la población mundial” y, Brasil, con 648.000 víctimas mortales a principios de 2022[7].  Igual que Trump, Bolsonaro ha sido renuente a reconocer explícitamente el triunfo de Lula y es tanto o más ególatra, racista, machista, militarista y depredador del medio ambiente, como lo ha demostrado con la devastación en la Amazonia de “34.000 kilómetros cuadrados de bosque tropical, una superficie superior a la de Cataluña o un país como Bélgica”[8]. Pero, por eso mismo, representa al 49.10% de los brasileños con 58.198.346 votos frente a 60.331.211 de Lula, el 50.90% de los electores. Lo mismo que en la democracia del norte, significa que el sentido de lo público, de la vida y de la conservación de la naturaleza, para casi la mitad de los brasileños debe estar subordinado a su prosperidad personal, familiar y empresarial. Es por todo ello que la democracia está colapsando y su renacimiento precisa urgentemente que el ciudadano, el homo politicus, contenga el desaforado y codicioso homo economicus, para que los mandatarios que elija dejen de ser simples testaferros del mercado y rescaten de nuevo el sentido de lo público, de la política, de la dignidad humana y de la vida planetaria. Y que dichos mandatarios, de la mano de la inteligencia, de la sensibilidad y de la solidaridad, no vayan a ser arrastrados por el péndulo del idealismo y el fundamentalismo conservacionista, al extremo que reduzcan el empleo y la prosperidad presente en aras de un futuro deseado pero inalcanzable, sino realizan la transición energética en forma progresiva y no disruptiva. Que tengan siempre presente el consejo, entre irónico y paradójico, de un poeta romántico como Friedrich Hölderlin[9], quien escribió con sensatez en el siglo XIX: “Lo que ha hecho del Estado un infierno en la tierra ha sido precisamente el intento del hombre de convertirlo en su cielo”. Intento en el que históricamente se ha empeñado una izquierda utópica, doctrinaria y autoritaria, con resultados infernales, bien por fracasar o por propiciar el triunfo de una derecha cínica e indolente, con su apología a este capitalismo depredador e inicuo que sacrifica vidas y dignidad al becerro de oro, como sucedió en Estados Unidos y Brasil durante la pandemia con su población. Es de esperar que Lula, con su experiencia y pragmatismo, marque pautas para que los líderes más jóvenes de esta nueva izquierda socialdemócrata y ecologista, como Gabriel Boric y Gustavo Petro, no se deslumbren con espejismos conservacionistas irrealizables ya, y logremos dejar atrás en nuestro continente el colapso democrático y  pasar al renacimiento de una democracia telúrica, vital, ciudadana y social, como alternativa urgente a esta mercadocracia tanática, elitista, expoliadora y devastadora del planeta y todos sus seres vivos.


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