martes, octubre 29, 2013

Las elecciones históricas que se avecinan

RAZON PÚBLICA

(www.razonpublica.com)

Las elecciones históricas que se avecinan

(Octubre 9 de 2013)

Elegir entre seguirnos matando y alcanzar acuerdos, entre la política como fuerza o como juego de pesos y contrapesos, entre eternizar la guerra o construir un país diferente: esto es lo que se decide.

Hernando Llano Ángel*

Elegir la paz

Todo parece indicar que está llegando la hora de la verdad en La Habana. El gobierno y las FARC tienen que hacer muy pronto elecciones históricas. Definirse por la guerra o por la paz.

Porque el tiempo político, que se mide en las urnas, los está emplazando a que dejen atrás y sepulten para siempre el tiempo de las tumbas y las fosas comunes, en el que cruelmente se mide la guerra.

Una guerra que todos hemos estado perdiendo desde hace más de 60 años, a tal extremo que no podemos saber el número exacto de víctimas mortales. Pero sí tenemos una certeza: el mayor número de víctimas, de sufrimiento y de humillación, corre a cargo de los civiles.

Según el informe del Grupo de Memoria Histórica ¡Basta Ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, de las aproximadamente 220.000 víctimas mortales entre 1958 y 2012, el 81,5 por ciento son civiles. Una cifra que debería avergonzar a quienes hoy pretenden ganar esta guerra, pues su victoria los cubriría de ignominia por la eternidad.

No solo gobernarían sobre fértiles campos sembrados de cadáveres y ríos enmarañados de desaparecidos, sino que lo harían en una sociedad fragmentada por el odio y la ansias de revancha, en medio de la desconfianza y del miedo.

No habría posibilidad de reconocernos como ciudadanos, sino solamente como vencedores o vencidos, víctimas o victimarios, haciendo imposible la existencia de una comunidad política o la convivencia social.

Los victoriosos, en lugar de ganar la paz, estarían condenando a sus hijos y nietos a una espiral incierta de venganzas y retaliaciones, bajo coartadas cada vez menos políticas y más criminales.

Solo podrían gobernar con cómplices, imponiendo el consenso del miedo y la censura de la verdad, acallando las voces y la memoria de los vencidos.

Elegir el juego democrático

Por eso estamos ante unas elecciones históricas. La responsabilidad del Gobierno y de las FARC es inexcusable, pues si son incapaces de lograr un compromiso para garantizar que las próximas elecciones sean legítimas, es decir libres y auténticas, todo lo avanzado en La Habana naufragaría en el mar de la violencia, las amenazas y la desconfianza.

Se puede decir que están condenados a alcanzar un compromiso para que en estas elecciones se pueda, por fin, contar las cabezas en forma legítima y libre, en lugar de continuar coartándolas de manera violenta o velada, bien sea mediante el constreñimiento al elector, propio de los grupos paramilitares y de los frentes guerrilleros, o la pesca y el tráfico de su conciencia en la redes clientelistas.

En todo caso, el gobierno y las FARC no pueden permitir que se sigan cortando más cabezas sin poder contarlas, como ha venido sucediendo desde la coyuntura constituyente de los noventa, en que se han celebrado ininterrumpidamente elecciones en medio de una violencia proteica y difusa de diversos poderes de facto que las condicionan y definen a su favor.

Así sucedió con la elección de Cesar Gaviria, cuando fueron decapitadas las cabezas de Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro, por esa alianza tenebrosa del narcotráfico con la política, miembros del DAS y otra agencias de inteligencia del Estado, y que aún está sin esclarecer.

Luego, con la generosa y determinante financiación del narcotráfico de la campaña de Samper que lo llevó a la Presidencia.

Posteriormente, con la alianza preelectoral, en la segunda vuelta, entre Pastrana y las FARC, intercambiando el veto de estas a Serpa por la zona de despeje del Caguán.

Y recientemente, como cada vez se conoce con mayores detalles, por el apoyo de los grupos paramilitares en 2002 a Uribe, y por la parapolítica en 2006, con el “cohecho de oro” aportado por Yidis y Teodolindo para la reforma de la Constitución de 1991.

En todas estas recientes elecciones han sido los poderes de hecho y no el poder de los ciudadanos lo determinante en el triunfo de los candidatos en liza, de allí que la esencia de nuestro régimen político sea más lo “electofáctico” que lo democrático.



Se necesita el compromiso de elegir

Para que ello no siga sucediendo, se impone un compromiso entre el gobierno y las FARC para que en las próximas elecciones al Congreso y la Presidencia la ciudadanía no sea constreñida por dichos poderes violentos, especialmente en las zonas rurales.

Un compromiso que demandará la creatividad y coherencia de ambas partes, como también el imprescindible acompañamiento de veedores internacionales irreprochables, reforzados por campañas como la Misión de Observación Electoral (MOE), para impedir que los poderes de facto predominen sobre la voluntad de los ciudadanos.

Sin duda, el mayor compromiso que deberían alcanzar el gobierno y las FARC es avanzar rápidamente en el cumplimiento del punto 3 del Acuerdo General, concertando un cese del fuego bilateral con supervisión técnica internacional, pues así demostrarían que en ellos prevalece la voluntad política sobre la bélica.

Así, se superaría esa brecha insondable entre las palabras y las acciones, que tanto escepticismo y desconfianza está causando entre la ciudadanía, y se realizaría el mayor aporte a la paz, que no es otro que optar por las urnas en lugar de las tumbas.



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Tags: Proceso de Paz en La Habana, Elecciones 2014, Memoria histórica, FARC, Diálogos de Paz.