EL MARKETING ELECTORAL Y EL
FIN DE LA DEMOCRACIA
https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/marketing-electoral-fin-la-democracia
Hernando Llano Ángel
Quizá la mayor amenaza contra la democracia sea el marketing electoral. Es
decir, la conversión de los candidatos a los cargos de máxima responsabilidad
política en productos comerciales, los cuales se diseñan según las demandas del
mercado electoral. Como si ellos fueran un producto más cuyo consumo y éxito se
pone periódicamente a disposición de los electores en las urnas. Las urnas se
convierten así en depósitos de las necesidades, ilusiones y esperanzas de
millones de electores que casi siempre terminan defraudados. Entonces las
elecciones se degradan en un festín de promesas y al poco tiempo la fiesta
ciudadana se transforma en un lodazal de frustraciones que culmina en un campo
de batalla. Un campo de batalla donde mueren numerosos ilusos e indignados
electores. Por eso los estallidos
sociales son cada vez más frecuentes y se extienden desde el profundo sur
chileno hasta nuestro norte caribeño. Las urnas se transforman en tumbas y las
victoriosas caravanas electorales en funerales. Todo esto acontece porque la
política y el Estado se ha subordinado al mercado y a las técnicas más eficaces
para la manipulación de las mentes de incautos y desesperados electores a
través de las redes sociales. El marketing electoral degrada al ciudadano a un
simple y cándido elector que deposita periódicamente en las urnas sus
necesidades, ilusiones y esperanzas. Las ávidas leyes del mercado constriñen y
limitan su voluntad ciudadana. No es una casualidad que el dólar se haya
depreciado frente al peso en proporción casi directa a los votos obtenidos por
el ingenioso Rodolfo Hernández. Igualmente, que los valores de las acciones
subieran en la bolsa de capitales de la noche a la mañana. Esos son los valores
éticos que promueve el ingenioso Hernández y sus inescrupulosos asesores de
marketing. Esos valores son los que han devuelto la confianza a insaciables inversionistas
y la tranquilidad de conciencia a millones de ciudadanos indolentes que celebran
desde ya el inminente triunfo de Hernández el próximo 19 de junio. Los memes en
las redes sociales son elocuentes e ingeniosos, sale el ingeniero sonriente
diciendo: ¡Desempaquen! ¡No abandonen el país! ¡Esto apenas comienza! Sin duda,
son los valores propios de la ética de la codicia y la ambición de unos pocos,
“los mismos con las mismas”, que el ingeniero expresa y representa
perfectamente cuando declara sin ningún rubor: “Necesitamos es que los
empresarios entiendan que el mejor negocio es tener gente pobre con capacidad
de consumo, todo lo que más se pueda, porque los pobres consumen toda la plata
del mes”[1].
Es la ética cínica de la desigualdad y la ganancia obtenida con el sudor y el
sufrimiento de los trabajadores, de esos “hombrecitos” pobres que se gastan
todo lo del mes. Aquellos pobres de los que se mofan en las redes sociales
muchos electores de Hernández y los tildan de perezosos y atenidos. Esa ética
de la indignidad y la desigualdad alcanza su máxima expresión cuando Hernández
reconoce que su fortuna de constructor se ha amasado con los intereses de
hipotecas cobradas a “hombrecitos” por más de 15 años: “Yo cojo las hipotecas que esa es
la vaca de leche, imagínese 15 años un hombrecito pagándome intereses, una
delicia”. La pregunta es, entonces, ¿Cómo puede ser abanderado de la
lucha contra la corrupción un candidato que públicamente declara lo anterior?
Que reconoce, como todos los banqueros agiotistas que AVALan[2] sus
ganancias cobrando altas tasas de interés, que esa actividad es una delicia.
¡Una delicia enriquecerse con el trabajo y las necesidades de los demás! ¡Y ese candidato se proclama el adalid de la
lucha contra la corrupción! ¿Acaso no será ese el origen de la corrupción
existente, es decir, de la pobreza y la exclusión social que vemos todos los
días en las calles y las periferias de nuestras ciudades, así como de la que se
institucionaliza con los meganegociados entre funcionarios públicos y
particulares (Agro Ingreso Seguro, Reficar, Odebrecht, Unión Temporal Centros
Poblados) la perpetuación de semejantes negociados, desigualdades sociales e
injusticias económicas? ¿En dónde queda la responsabilidad y juicio de aquellos
ciudadanos que votan por un candidato que pregona con orgullo esa ética y que
su fortuna proviene de cobrar intereses por 15 años a un “hombrecito”? En dónde
queda, la responsabilidad política y la coherencia ética, de los millones de
electores que han votado por un candidato que goza de tal lucidez mental que
confunde a Einstein con Hitler. De un amante esposo que opina que lo mejor es
que su cónyuge “haga los comentarios y me apoye desde la casa, la mujer metida en el
gobierno a la gente no le gusta”. De un candidato que eleva a la
calidad de virtudes su irascibilidad y lenguaje procaz para tratar a sus
opositores y adversarios[3].
En fin, de alguien que rehúye el debate de ideas con su contendor y se refugia
en mensajes de TikTok, que solo expresan lo que la gente desea ver y escuchar. Que
entre sus asesores de marketing[4]
exhibe con orgullo a quienes contribuyeron a los triunfos de “estadistas
demócratas” como Trump y Bukele. Todas las anteriores consideraciones, tanto de
carácter ético, político, legal y personales también deben ser tenidas en
cuenta para evaluar a Gustavo Petro, además de la imprescindible relacionada
con la gobernabilidad que cada candidato tendrá frente al Congreso y los
eventuales apoyos partidistas que pueda recabar. Basta mirar la
ingobernabilidad de Pedro Castillo en el Perú. ¿Será Hernández un ingeniero de
castillos de arena? Solo teniendo en cuenta lo anterior podremos reivindicar
nuestra responsabilidad política como ciudadanos y no refugiarnos en excusas y
lamentos como aquella de que “todos los políticos son iguales, unos corruptos y
mentirosos”. No seamos simplemente electores que creen ingenuamente que el voto
es un boleto de lotería y nos va a cambiar la vida, un boleto vendido por
Hernández o Petro. Superemos ese fetichismo electoral y votemos
responsablemente como ciudadanos, renunciemos a la ilusión de que la democracia
se agota en una urna, cuando es apenas allí donde empieza, pero también donde
puede terminar. Forjemos una democracia ciudadana[5]
y sepultemos esta mentirosa democracia electoral, que no es más que una
mercadocracia cacocrática[6]
y plutocrática[7], avalada
para el beneficio y privilegios de unos cuantos contra los intereses y derechos
de la mayoría. Para ello necesitamos ciudadanía y no solo electores cautivos,
mucho menos Savonarolas[8]
farsantes o caudillos salvíficos.
[4] https://www.bluradio.com/nacion/elecciones/asesor-de-rodolfo-hernandez-es-el-mismo-de-formula-ganadora-de-bukele-en-el-salvador-y-trump-en-eeuu-cb20?utm_source=bluradio.com&utm_medium=referral&utm_campaign=push-notifications
No hay comentarios.:
Publicar un comentario