LA ANTIPOLÍTICA DE LAS
EMOCIONES Y LA POBREZA
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Hernando Llano Ángel
Los casi 6 millones de votos[1]
arañados por el ingenioso Rodolfo Hernández en esta primera vuelta presidencial
son profundamente emocionales y expresan el repudio y el hastío que sienten sus
seguidores contra la clase política y sus protagonistas. Unos protagonistas a
los que no les creen ya nada y condenan en forma irrevocable como corruptos y
ladrones. Tal es el mantra milagroso de campaña que querían escuchar y les repitió
en forma obsesiva Hernández. Esos millones de colombianos están cansados de la
pelea interminable entre Petristas y Uribistas. No quieren saber nada más de
política porque ella solo les significa sangre, corrupción, inseguridad y
frustraciones. Por eso el ingenioso Hernández no se presentó a los debates
finales con Petro, Fico y Fajardo. Pasó de agache por las redes sociales y
pregonó en cuña televisiva, con tono paternal, lo que deseaban escuchar
millones de ingenuos seguidores: “Si me elijen, yo sí puedo gobernar, porque si
gana Petro, Uribe no lo deja gobernar y si gana Fico, Petro tampoco lo
permitiría. En cambio, yo les aseguro que acabo con esa ladronera, les quito
las camionetas a los congresistas y les doy oportunidades y empleo a todos
ustedes”. Un mensaje elemental que convocó la rabia y el desprecio que sus
votantes sienten por los políticos y la política, entendida ésta como una
actividad que no los deja trabajar, ni vivir tranquilos. Más bien significa
todo lo contrario, la política les amarga la vida, los grava con impuestos, les
impone obligaciones y requisitos incumplibles para sus actividades informales y
laborales, en fin, no contribuye en nada a mejorar su calidad de vida
cotidiana. Sin duda, Hernández cabalga exitosamente con sus oportunistas e
inescrupulosos asesores sobre dicha realidad que anida en la mente de millones
de colombianos: la política es la actividad más deplorable y despreciable que
existe, porque es la apropiación y depredación de los bienes e intereses
públicos en beneficio de los políticos profesionales y sus facciones,
autodenominadas “partidos políticos”, convertidas en verdaderas asociaciones
para delinquir. En otras palabras, politiqueros dedicados a la expropiación de
lo que nos pertenece y afecta a todos –la vida pública y el Estado— en
beneficio de unas minorías codiciosas e inescrupulosas que se hacer reelegir
periódicamente. Y el ingenioso Hernández logró presentarse ante esos millones
de electores como el héroe impoluto que acabará con esa peste. Entonces ya no
hay argumento alguno para persuadirlos de lo contrario, pues emocional y
visceralmente creen en él como en un Mesías que hará milagros una vez llegue a
la Casa de Nariño. ¡Cómo si la política y gobernar dependiera tan solo de la
voluntad presidencial! La pregunta es ¿Con quién y para quienes gobernaría este
Trump tropical que desprecia a casi todos los políticos y los considera
ladrones, incompetentes y mentirosos? Si en privado pondera a Uribe y valora su
apoyo, ¿Ahora lo despreciará públicamente? ¿Cómo hará para sostener un debate
con Gustavo Petro, más allá de recurrir a los insultos y la
descalificación? De ganar, ¿Quiénes
integraran un gabinete con un Presidente que ignora dónde queda Vichada y
admira a Hitler como un «gran pensador alemán? En fin, aquellos que se mofaban
de Pedro Castillo como presidente del Perú, ahora se apresuran a pedir el voto
por Rodolfo Hernández y apelan a sembrar el miedo, pregonando que si no lo
hacen entonces sus familias corren peligro, las libertades desaparecerán y la
democracia colapsará. Olvidan los de Equipo Colombia, el Centro Democrático, el
partido liberal, partido de la U, partido conservador, Cambio Radical y demás
facciones del establecimiento político que el miedo nunca es inocente y tras Hernández
esconden su incompetencia, irresponsabilidad y corrupción. Justamente ese tinglado que Álvaro Gómez
Hurtado (Q.E.P.D) llamaba el régimen de corrupción y complicidades es el que ha
catapultado a las puertas de la Casa de Nariño a un hombre que no conoce la
geografía del país y confunde a Einstein con Hitler.
¿Segunda vuelta explosiva?
El voto de sus seguidores se convierte así en un acto de fe
incontrovertible y quien ose ponerlo en duda es un hereje o, aún peor, un
corrupto politiquero o un mamerto. No importa que quienes ahora salgan
apoyarlo, como Fico y Lara, ayer lo señalaran de ser un oportunista por
apropiarse de la bandera de la anticorrupción, no obstante estar bajo
investigación judicial por el oscuro contrato con Vitalogic[2]
cuando era alcalde de Bucaramanga. Un contrato donde aparecía de por medio el
interés de su hijo. Pero ahora el Equipo Colombia eliminado busca persuadir a
sus cinco millones y medio de electores para que voten el 19 de junio por el
ingeniero, apelando a la emoción más peligrosa y mortal que existe en la
política, el miedo, y les dicen que: “Gustavo Petro no le conviene a Colombia,
consideramos que esa opción sería un peligro para la democracia del país (...)
Los invito a que cuidemos al país y votemos por Rodolfo”. Así preparan el
coctel más explosivo que pueda existir para la segunda vuelta: la
irracionalidad de las emociones antipolíticas, tras las cuales está el odio y
el desprecio generalizado contra todos los políticos corruptos, excepto el
“impoluto” y sub júdice Hernández, mezclado con el miedo contra el candidato
que representa a más del 40% de los colombianos y es estigmatizado como una
amenaza para la democracia y las familias de los demás colombianos. Sin duda, un
escenario indeseable, donde tienden a predominar las emociones, los prejuicios,
odios y miedos, que son los peores consejeros para la toma de decisiones
cruciales como la del 19 de junio y mucho más para la existencia de la
democracia, cuyo sustento vital es la deliberación racional y la confianza
entre ciudadanos y gobernantes.
Emocionalidad Vs
Racionalidad
Frente a semejante emocionalidad, inmune totalmente a la racionalidad,
sumada al miedo y la desconfianza insalvable entre los electores, poco importa
que Hernández haya realizado afirmaciones tan reveladoras y descalificadoras como las siguientes, que se encuentran
circulando en vídeo por las redes sociales[3]:
“Yo cojo las hipotecas que esa es la vaca de leche, imagínese 15 años un
hombrecito pagándome intereses, una delicia”, para referirse a los programas de
vivienda popular que adelantó con su firma constructora y son la fuente de su
riqueza actual[4]. Un
candidato que en una entrevista respondió: “Yo soy seguidor de un gran pensador
alemán, Adolfo Hitler” y luego reconoce que fue un lapsus y eso le puede pasar
a cualquiera. Que desprecia la inteligencia de las mujeres en la vida política
y las confina al trabajo doméstico: “Es bueno que ella haga los comentarios y
me apoye desde la casa, la mujer metida en el gobierno a la gente no le gusta” y,
para terminar, considera que la pobreza es lo mejor para los empresarios:
“Necesitamos es que los empresarios entiendan que el mejor negocio es tener
gente pobre con capacidad de consumo, todo lo que más se pueda, porque los pobres
consumen toda la plata del mes”. Para no mencionar sus insultos, apenas audibles
y casi imposibles de transcribir por su procacidad y emotividad. Me niego a
creer que esta selección de sandeces represente acerca de 6 millones de
colombianos que votaron por Hernández, movidos por su comprensible desprecio
hacia una clase política que los ha sumido en la desesperanza y la ignorancia.
Conviene en que esos millones no vuelvan a incurrir en el error de confundir la
política con los negociados de los políticos corruptos que rechazan con razón y
castigaron ayer domingo en las urnas. Pero si eso sucede en la segunda vuelta,
es bueno advertirles que ese tipo de lapsus y errores suelen convertirse
rápidamente en horrores y que su rectificación se paga con vidas humanas. Vidas
sacrificadas en el altar de las ganancias que acrecienta la riqueza de los
mismos de siempre con el trabajo de los pobres que “consumen toda la plata del
mes”, como les aconseja el ingenioso ingeniero Hernández a sus amigos
empresarios.
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