viernes, julio 08, 2022

! SI HAY VERDAD, HAY FUTURO!

 

¡SI HAY VERDAD, HAY FUTURO!

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Hernando Llano Ángel.

Siempre habrá un futuro, pero sin verdad no será el de todos, más bien de unos pocos. No será un futuro compartido entre todos y menos un destino común de convivencia, sino un futuro en continua disputa y exclusión, en beneficio de unos pocos, de los privilegiados de siempre. Entonces seguirá siendo un pasado inmodificable y un presente indeseable en el que malvivimos y morimos. El Informe Final[1] de la Comisión de la Verdad trata precisamente de promover y alcanzar un futuro forjado entre todos y para todos. Un futuro donde todos tengamos el derecho de convivir en paz, con dignidad, sin la angustia por el pan de mañana y sin el miedo de perder la libertad y la vida por cuidar la propiedad y la heredad. Para ello, es necesario reconocer que ese pasado de hambre, violencia y zozobra no es de ayer sino del día de hoy. Ese pasado vive en la memoria y el sufrimiento de millones de víctimas que no se resignan a que la vida segada, el cuerpo desmembrado y desaparecido, la libertad y la dignidad mancilladas de sus seres queridos, se reduzca a una cifra, al reporte en un informe de su dolor y perdida, por más verdad que contenga dicho informe. De poco sirve la verdad si no tenemos la capacidad de enmendar el error y los horrores del pasado. La única forma de reparar en algo el sufrimiento del ayer y las violencias persistentes que lo prolongan en el presente es no repitiendo y perpetuando las causas objetivas y los causantes subjetivos de ese pasado. Es decir, reconociendo con valor y lucidez los factores objetivos y los actores subjetivos responsables de tanto dolor y sufrimiento. Por eso se precisa conocer la verdad de todo lo sucedido para que haya futuro y no se repita cíclicamente ese pasado, encarnado en el presente por nuevos victimarios y víctimas irredentas. Y la clave para ello es conocer los hallazgos de esos factores y actores responsables, que el Informe de la Comisión identifica como ocho[2], pero que muchos colombianos son renuentes a reconocer y eluden con subterfugios y excusas que se convierten coartadas criminales. Coartadas que esgrimen altos funcionarios, como el actual ministro de defensa, Diego Molano.

Coartadas estatales criminales

 Una de esas coartas es la de afirmar que no se puede mancillar el honor y la legitimidad de las instituciones estatales, porque ellas no delinquen, sino sus hombres. Que viene siendo lo mismo que afirmaron cínicamente algunos miembros de las Farc-Ep cuando argumentaron que ellos no reclutaban menores de edad porque no figuraba, ni lo autorizaba el Reglamento guerrillero. Que no cometían secuestros, sino retenciones. Que no asesinaban, sino que ajusticiaban. Algo tan inadmisible como no reconocer que los mal llamados “falsos positivos” tuvieron origen en la Directiva 029 del 2005[3], firmada por el entonces ministro de defensa Camilo Ospina[4], para dar cumplimiento a los objetivos de la “Seguridad Democrática”. Una seguridad que termino conteniendo una letalidad autoritaria y criminal, aupada por altos oficiales que exigían un aumento sostenido de bajas guerrilleras, como el comandante del Ejército, general Mario Montoya[5]. Si los máximos comandantes de las Farc-Ep han reconocido en las recientes Audiencias de la JEP[6] que cometieron crímenes de guerra y de lesa humanidad[7], que traicionaron sus valores y principios revolucionarios, ordenando sistemáticamente miles de secuestros y vejámenes a sus víctimas, sintiendo por ello vergüenza[8] y aceptando que no fueron errores sino horrores lo cometido, lo menos que podemos esperar del Ejército Nacional y sus máximos comandantes, empezando por el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, es un comportamiento similar. Porque en verdad resulta inadmisible que deleguen toda la responsabilidad de semejantes horrores en sus subalternos y mucho menos que ahora reivindiquen el honor, la legitimidad intocable e intachable de las Fuerzas Armadas, como lo hace el actual ministro de defensa, Diego Andrés Molano Aponte, acusando ladinamente a la Comisión de la Verdad de ser sesgada ideológicamente, de ocultar la verdad y a los auténticos responsables[9] del conflicto armado interno. Más bien es todo lo contrario. Así como las Farc-Ep traicionaron por completo la ética y los principios revolucionarios que decían tener, empezando por ser liberticidas cometiendo más de 20.000 secuestros[10], ya es hora de que los máximos responsables de las instituciones del Estado colombiano dejen tanto cinismo criminal  y no continúen eludiendo los resultados de sus acciones y omisiones en el cumplimiento de sus funciones con falacias como la política de la “seguridad democrática”, la defensa de “la democracia”, la “soberanía estatal”, la “protección de los derechos humanos” y hasta  “la paz con legalidad”. Ya es hora de que esos altos funcionarios, que se proclaman defensores a ultranza del Estado de derecho, cumplan al menos el artículo 6[11] de nuestra Constitución que los hace responsables por “omisión o extralimitación en el ejercicio de sus funciones”. Por eso es inadmisible que continúen reivindicando como “héroes de la patria” a los responsables de miles de asesinatos, al igual que las Farc-Ep persiste en honrar a sus máximos comandantes como “héroes revolucionarios”.

Verdades vitales en lugar de mentiras mortales

No hay futuro seguro alguno para nadie en Colombia si continuamos creyendo en semejantes mentiras. Ninguna sociedad tiene futuro si lo edifica sobre las mentiras del crimen y la impunidad.  Peor aún, si hace de ellos motivo de honor y orgullo. Bien lo pregonaba Camus en su entrevista “Las servidumbres del odio”[12]:El privilegio de la mentira es que siempre vence al que pretende servirse de ella… No, ninguna grandeza se ha establecido jamás sobre la mentira. La mentira a veces hace vivir, pero nunca eleva… Allí donde prolifere la mentira, la tiranía se anuncia o se perpetúa”. De manera que tenemos que empezar por reconocer todas las verdades, por más atroces que sean, si queremos tener un futuro sin más víctimas irredentas y victimarios impunes, orgullosos de su ignominia, porque supuestamente cometieron sus errores y horrores, sus innumerables crímenes, en nombre de la revolución, la democracia, la libertad, la seguridad, la propiedad, los derechos humanos, la dignidad humana y “la paz con legalidad”. Si no reconocemos esas atroces verdades que muchos persisten en negar con subterfugios, justificaciones y legitimaciones institucionales o revolucionarias, jamás viviremos en paz y mucho menos tendremos un futuro para la reconciliación y la convivencia. El Informe Final de la Comisión nos convoca a todos a construir verdades vitales, verdades que nos sirvan para convivir y no para continuar matándonos, porque la única forma de honrar la memoria de millones de víctimas es no mintiéndonos más, comprometiéndonos de verdad con la vida y asumiendo nuestras responsabilidades como ciudadanos. ¡Colombia no necesita más héroes, ni villanos! ¡Necesita ciudadanos de Verdad! ¡No más víctimas, ni victimarios! ¡Basta ya! Colombia[13] ¡Defendamos y promovamos las verdades vitales! ¡Refutemos y rechacemos las mentiras mortales!



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