jueves, abril 01, 2021

Colombia en la ruta de las verdades y las responsabilidades

 

COLOMBIA EN LA RUTA DE LAS VERDADES Y LAS RESPONSABILIDADES

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 Hernando Llano Ángel

El pasado jueves 18 de marzo, a las 8.30 de la mañana, la Comisión de la Verdad presentó públicamente el comienzo de una ruta inexplorada en nuestra historia política y social. Un comienzo curiosamente interrumpido por una falla en el fluido eléctrico, pero que puede verse en su totalidad en este enlace[1], superado el sospechoso traspiés. Se la ha denominado: “Ruta de Contribución a la Verdad y de Reconocimiento de las Responsabilidades”, y empezó con la participación de Rodrigo Londoño y Salvatore Mancuso, enemigos a muerte en el campo de batalla y ahora comparecientes ante la Comisión, el país y el mundo, para dar cuenta de sus crímenes atroces. Crímenes que han afectado más de 9 millones de víctimas[2] y de los cuales no son los únicos responsables, aunque sí principales antagonistas. Es el comienzo de una ruta que jamás se ha intentado en la larga y tenebrosa historia de guerras civiles, venganzas partidistas, odios heredados y conflictos armados internos en nuestro país, donde los victimarios han hecho las paces sobre el altar de sus víctimas. Así aconteció con el festejado acuerdo del Frente Nacional, legitimado mediante el plebiscito del 1 de diciembre de 1957[3] por mayorías hastiadas de tanta Violencia que, comprensiblemente aliviadas, convalidaron la repartición miti-miti del botín estatal, con tal de poder vivir en paz.

La ruta excluyente del Frente Nacional

Pero no escucharon otras voces, menos incautas y más avezadas en la disputa política, como las del conservador Gilberto Álzate Avendaño, quien advirtió: “Consagrar constitucionalmente por doce años un monopolio político del Estado a favor de las dos colectividades históricas y colocar fuera de la ley cualquier movimiento popular que eventualmente se forme, es una fórmula antidemocrática y explosiva si no se les permite actuar dentro de los cuadros del Estado tendrían que irrumpir revolucionariamente […] Si se adopta la enmienda del plebiscito, quienes no pertenezcan a ninguno de los dos partidos quedarán sin derechos políticos, destituidos de la prerrogativas anejas a la ciudadanía”[4].  Y, del lado liberal, el joven Alfonso López Michelsen, liderando el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), señaló: “Yo dije: esto lleva al anquilosamiento de los partidos, a la aparición de grupos nuevos sin antecedentes históricos, a la lucha de clases, porque no va a solucionar ninguno de los problemas sociales, y a crear un nuevo grupo o un partido único semejante al mexicano dueño por doce años del país, restándole oportunidades de cambio y aparición de nuevas figuras a la política colombiana”[5]. Fórmula que adobada en medio del fragor de la “guerra fría” entre Estados Unidos y la Unión Soviética y el posterior triunfo, en 1959 de la Revolución castrista en Cuba, daría luz al surgimiento de guerrillas con inspiración marxista como las FARC y el ELN a mediados de la década del 60. Así lo reconoce Rodrigo Londoño ante la Comisión de la Verdad: “La tiranía y la opresión son conceptos que llevan a la ONU a justificar el derecho a la rebelión de los pueblos. Las Farc fuimos cobijados por ese derecho. No nos lo inventamos nosotros y estuvimos en estado de rebelión hasta que firmamos el acuerdo de paz. Pero ese derecho a la rebelión no da patente de corzo para realizar crímenes de guerra o crímenes de lesa humanidad”. Reconocimiento de gran valor, pues como lo mencionó en su intervención en desarrollo del conflicto armado interno “cometieron crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y en el que hemos asumido la responsabilidad que nos corresponde y hemos asumido el retribuir a la sociedad lo que en la JEP se nos imponga en función de eso”. Una aceptación pública de responsabilidad, algo tardía y después de correr ríos de sangre, que ningún otro actor armado había realizado antes y que sitúa: “en el centro del Acuerdo a las víctimas, pues no se puede superar un conflicto de más de 50 años sin la participación efectiva de las víctimas. A partir de la reparación integral, o sea el derecho a la verdad y a la justicia”. Por su parte, Salvatore Mancuso, como máximo vocero de las AUC, comenzó su intervención con: “Un saludo especial y respetuoso para todas las víctimas del conflicto armado en el país. A ellas nos debemos y por eso nuestro compromiso con la verdad y por avanzar en un proceso tan importante como este para esclarecer las verdades, las coyunturas, los responsables del conflicto armado”.  Siendo especialmente enfático en advertir que: “Es importante para el país saber que una evidencia limitada es posible que nos lleve a conclusiones imprecisas. Hasta el momento, para ustedes la verdad es lo que tienen hasta el momento. Nosotros nos comprometemos a expresarle a las víctimas, a ustedes y al país los rigores de la guerra, mostrarles más profundamente lo que hay detrás del conflicto; por qué fueron victimizadas las personas dentro del conflicto, por qué siguen siendo victimizadas y por qué cada día se generan más víctimas. Quiénes están detrás, quiénes somos los responsables, porque nosotros no iniciamos esta guerra. Y recalcó que “desde el año 1997 venimos buscando lograr un proceso de paz que nos vincule a todos. Una mesa de cuatro patas, como la llamábamos en aquel momento. La elocuencia de los hechos desde el 97 hasta hoy, tiene el peso incontrastable de la horrible realidad que hemos vivido todos estos años y todas las víctimas que hubiéramos podido evitar si nos sentábamos todos los actores del conflicto. Guerrilla, Estado, autodefensas y víctimas, incluidas todas las personas a las que afectamos”. Para concluir: “Lamentablemente muchas de las verdades que tenemos hoy en día están sesgadas porque fueron contadas, no por los actores responsables directos de la guerra, sino por personas, de muy buena voluntad, que quieren aportar a la verdad y a la solución del conflicto pero que hacen que ese sesgo permita que muchas personas y el Estado eludan su responsabilidad”.

Faltan muchos responsables

Así las cosas, faltan muchos responsables por comparecer ante la Comisión para escuchar sus versiones y verdades. Faltan especialmente los protagonistas estelares, los institucionales, quienes gozaron de la confianza de millones de ciudadanos y a quienes nos deben muchas explicaciones por sus fracasos en la búsqueda de la paz política, bien por excesos de la Fuerza Pública o por omisiones graves en el cumplimiento de sus deberes constitucionales. De no comparecer dichos protagonistas, empezando por todos los expresidentes, difícilmente podrán millones de víctimas conocer las verdades de lo acontecido y serán inferiores a sus responsabilidades históricas como jefes de Estado. Tendríamos una visión y un conocimiento parcial e incompleto de este atroz conflicto, que cada día se profundiza y degrada más por la impostura de sus protagonistas institucionales, obsesionados en inventar eufemismos para gobernar impunemente en lugar de reconocer sus responsabilidades y transformar la realidad. Eufemismos plenos de legalidad formal y vacíos por completo de justicia real, que se remontan a estrategias fallidas de negociación con el narcoterrorismo como la famosa “ley de sometimiento a la justicia”, diseñada para encarcelar a Pablo Escobar y que terminó siendo todo lo contrario, una auténtica “Catedral” para la criminalidad. Sería interesante conocer las versiones del expresidente Cesar Gaviria al respecto, especialmente por el surgimiento de los sanguinarios “PEPES”[6], Perseguidos por Pablo Escobar, entre cuyos miembros fundadores estuvieron nada menos que los hermanos Castaño, Don Berna y los carteles de Cali y el norte del valle. También la llamada ley de “Justicia y Paz”, 975 de 2005 que, en lugar de hacer justicia a las víctimas de cerca de 1.166 masacres cometidas por los paramilitares, terminó extraditando a sus comandantes por narcotraficantes. ¡Cómo si fuera más grave el delito de narcotraficar que el de masacrar, desplazar millones de campesinos y comunidades, desaparecer miles de personas y descuartizar seres humanos! Algo muy grave nos tiene que estar sucediendo para aceptar pasivamente semejante absurdo ético, político y judicial. Absurdo que se repite hoy, pues este gobierno bajo la consigna de “Paz con legalidad” va a emprender de nuevo la fumigación de nuestros bosques con glifosato sin importarle la salud, la vida y el sustento de millares de familias campesinas, condenadas al cultivo de la coca por la ausencia de políticas integrales de desarrollo rural. Por el incumplimiento del punto 4 del Acuerdo de Paz, “Solución al problema de las drogas ilícitas”, y su obsecuencia criminal con el fracaso absoluto del prohibicionismo auspiciado por el Estado norteamericano, que es precisamente la política que estimula el aumento del precio de la cocaína, la codicia de los narcotraficantes y el asesinato de muchos líderes sociales comprometidos con la erradicación manual y el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso ilícito (PNIS), condenado al fracaso.

Los terceros somos nosotros

Pero para este gobierno, igual que los anteriores, es mejor seguir contando con el narcotráfico como el chivo expiatorio responsable de todos nuestros males, incluso para aumentar el mortífero gasto militar con la compra de 24 aviones de combate[7] con un costo cercano a los 4 mil millones de dólares para enfrentar el inminente peligro de “narcomarquetalia” y su retaguardia el “narcoestado” de Venezuela. Así las cosas, parafraseando al ministro de defensa, Diego Molano, este gobierno es una verdadera “máquina de guerra”, más empeñado en pasar a la historia por una paz con letalidad que con legalidad. Poco importa que las víctimas aumenten, pues ello se debe al narcotráfico de Otoniel, y la Autodefensas Gaitanistas de Colombia, a “Narcomarquetalia” y a un ilegítimo Acuerdo de Paz con unos narcoterroristas. Sin embargo, lo más paradójico es que esos narcoterroristas y narcoparamilitares hoy le están dando la cara al país y a las víctimas, conversando civilizadamente, haciéndose cargo de todos sus crímenes, mientras los protagonistas y responsables de nuestras vidas, seguridad, bienes y dignidad, son incapaces de comparecer ante la Comisión de la Verdad y dar sus versiones sobre lo acontecido y asumir sus responsabilidades históricas. Como si no hubieran gobernado este país y no tuvieran que responder por las más de 9 millones de víctimas. En materia de respeto a las víctimas, incluso de ética pública, los victimarios ilegales están dando lecciones a nuestros “estadistas” de ayer y a los de hoy, tranzados en defenderse responsabilizando a sus antecesores o sucesores de lo que nos pasa. Pastrana responsabiliza a Samper por el 8.000; Uribe a Pastrana por el Caguán y a Santos por el Acuerdo de Paz y ahora Duque de nuevo a Santos por la violencia, y todos juntos y a la una señalan al narcotráfico como el responsable. Para terminar, el expresidente Uribe se autoproclama adalid en la lucha contra la corrupción y el narcoterrorismo, pero destacadas figuras de su entorno han pagado condena por graves delitos contra la administración pública y ahora controvierte con cinismo el número de «falsos positivos» bajo sus administraciones. Y mientras esto acontece, millones de colombianos solo esperan salvar sus vidas con una vacuna que quizá les llegue tarde, olvidando así que los terceros en este conflicto somos nosotros, somos todos, y que también debemos rendir cuenta ante nuestra complaciente conciencia. Que nadie está salvo de esta violencia política degradada y mucho menos de una violencia social cada día más ubicua, sin importar la nacionalidad de los victimarios. Pero en realidad el COVID más mortal y que mayor número de víctimas ha cobrado y seguirá cobrando es pensar que como terceros, como supuestos “ciudadanos de bien”, somos ajenos al conflicto y lo único que nos interesa es nuestra seguridad, prosperidad empresarial y felicidad familiar. Por ello congresistas como María Fernanda Cabal[8] y Christian Garcés, en nombre del Centro Democrático, están tan interesados en flexibilizar el porte de armas, para que muchos mueran con mayor probabilidad y algunos maten con mayor facilidad, como acontece con frecuencia en los Estados Unidos donde el número de víctimas solo en 2015 alcanzó la cifra de 1.464 personas heridas o asesinadas en tiroteos.

La Comisión de la Verdad como “inyección” de humanidad y dignidad

Por eso es tan crucial y vital el rol de la Comisión de la Verdad, pues en palabras del Padre De Roux: “Aquí estamos todos para esclarecer la tragedia de nueve millones de víctimas, una tragedia que todavía no para, como lo ponen en evidencia hoy, por ejemplo, los obispos del Pacífico. El esclarecimiento necesita de la voz de las víctimas y de los responsables, actores de la guerra de todos los lados. Pero la verdad que busca la Comisión está más allá y nosotros someteremos al contraste estos aportes que Colombia necesita oír. La Comisión pone en primer plano la dignidad de las víctimas y por eso este escenario no es ni puede ser para glorificarse como actores de la guerra, sino para mostrar la inmensa deuda que ustedes, los demás actores del conflicto, el Estado y todos los colombianos tenemos con quienes fueron asesinados, mutilados, secuestrados, arrebatados de sus tierras, desplazados y humillados en medio del conflicto armado”. Para concluir: La Comisión misma buscará en este escenario frente a ustedes y otros actores, y delante del país, la realidad política, ética y económica que está detrás de la tragedia. Siempre en la perspectiva de una verdad que nos ayude a comprender. Que lleve a la no repetición y a la reconciliación. Que responda al clamor de las víctimas cuando exigen: el respeto de los derechos humanos y su dignidad, la aceptación de responsabilidades por parte del Estado y de otros actores, la toma de conciencia colectiva de que tenemos que emprender todos los cambios personales, institucionales y estructurales que sean necesarios porque no podemos tolerar más lo intolerable. Hemos acordado que el primer encuentro amplio por la verdad con víctimas y demás responsables, ante los medios, lo tendremos el día 21 de abril. Allí les esperamos”. Y le corresponde a la Comisión y a todos nosotros seguir convocando, incluso emplazando, a los protagonistas institucionales de este conflicto violento interminable y lacerante, pues ellos tienen la mayor responsabilidad en lo que nos acontece, así como a nosotros al elegirlos o, peor aún, reelegirlos indefinidamente y no exigirles el cumplimiento de sus deberes constitucionales y legales: la protección de la vida, la seguridad, los bienes y la dignidad de todos y todas, sin discriminación o exclusión alguna, tanto en el campo, la selva, los páramos, ríos, mares y calles de nuestras ciudades.

 

 

 

 



[4] Álzate, G. (1979). Obras selectas en la colección Pensadores Políticos Colombianos. Bogotá, Colombia, Editorial Cámara de Representantes.

[5] Vargas, A. (1996). Política y armas al inicio del frente nacional. Bogotá, Colombia: Editorial Universidad Nacional de Colombia.

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