sábado, diciembre 26, 2020

2020, un año viral y mortalmente vital ¿Fin del antropoceno?

2020, UN AÑO VIRAL Y MORTALMENTE VITAL

¿Fin del antropoceno?

https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/2020-ano-viral-mortalmente-vital-fin-del-antropoceno

Hernando Llano Ángel

Aunque el título sea un oxímoron y una contradicción en los términos, da cuenta de lo que fue este agónico y prolongado año. Un año que realmente comenzó en el 2019 con la pandemia del Covid en la China y ahora nos deja, de regalo de navidad, una nueva cepa con origen en Inglaterra, que amenaza con recorrer Europa y el mundo como un fantasma mortal. De esta forma, curiosamente, el virus parece ser una mutación teratológica del capitalismo, pues su origen en la provincia de Wuhan confirmaría la visión económica de Marx del comunismo como la fase terminal e inevitable del capitalismo. Y ahora, esta nueva cepa descubierta en Inglaterra, nos recuerda que fue allí donde tuvo origen el capitalismo industrial con su insaciable voracidad de tierras, hombres y mujeres. Lo cruel e irónico de esta evolución es que al parecer la biología está asestando el golpe más contundente al consumismo capitalista y, con ello, a toda la humanidad. Darwin terminaría siendo más clarividente que Marx. Pero, más allá de estas especulaciones diletantes sobre historia y biología, lo que el Sars-CoV2 nos está revelando con su más reciente mutación es que estamos llegando al final de lo que algunos pensadores llaman la era del antropoceno[1]. La era en la que “los sistemas ecoterrestres han sufrido mayor impacto global por las actividades humanas”. Al punto que hemos afectado por completo y casi de manera irreversible la vida de todas las especies sobre el planeta con nefastas consecuencias, siendo la llamada crisis climática o el calentamiento global su más grave y clara expresión[2]. Y ahora, como aprendices de brujo, estamos experimentando en nuestra propia humanidad las consecuencias de ser la especie más depredadora del planeta. Una especie que tiene que ocultar su rostro y lavarse compulsivamente sus manos, como asaltante de la vida y ecocida serial, para sobrevivir irresponsablemente. La lección que nos resistimos a reconocer es que nuestra prepotencia como supuesta especie superior, de “amos de la tierra”, está llegando a su fin, como lo advierte Laudato Sí[3]. Que la soberbia de nuestra inteligencia tecnológica, casi ausente por completo de sabiduría y prudencia, nos está diezmando también como especie. Y todo parece indicar que vamos a continuar por esa senda, mediante la invención de nuevas y poderosas vacunas, que nos permitirán seguir produciendo y consumiendo ilimitadamente para colmar nuestros deseos y fantasías más personales e íntimas, sin importar el costo social, económico y ecológico que conlleve, como bien lo ilustra este magnífico documental de la DW[4]. Sin importar el grado de deshumanización que hemos alcanzando y la depredación cotidiana del planeta

Homo Depraedator

Y a semejante insensatez, muchos apologistas de este estilo tanático de vida la denominan reinvención y promueven la resiliencia como su máxima virtud, nuestra tabla de salvación. Pero ella puede convertirse en todo lo contrario, en pesada lapida de inhumación. De allí que este año viral deberíamos asumirlo –pues es imposible reinventarlo— como uno mortalmente vital, reconociendo que solo podremos sobrevivir como especie y salvar el planeta --que no es nuestro sino de todas las especies- siendo conscientes de la urgencia de cambiar nuestros hábitos y consumos desmesurados[5]. Aceptando que llegó el final de la era antropocéntrica y estamos comenzando la cosmocéntrica. Que bajo las dinámicas de este capitalismo global y arrasador no hay futuro ni para la humanidad y mucho menos para el planeta. Ojalá este 2020 fuera el último del antropoceno y el comienzo de una era biocéntrica y cosmocéntrica, donde aceptáramos nuestra casi insignificante dimensión en el cosmos. Pero todo parece indicar que se impondrá de nuevo la vana pretensión de ser como dioses y caeremos en la ilusión de pensar que, con una nueva gama de portentosas vacunas, nos vamos a inmunizar del Sars-CoV2. Pero padecemos de un virus más letal, inoculado por la tecnología y el mercado, como es el de la soberbia de nuestra razón instrumental y la codicia ilimitada de nuestros deseos[6]. Creemos que con las nuevas nuevas vacunas alcanzaremos la inmunidad global y la inmortalidad de nuestra especie. Si ello sucede, este 2020 pasará a la historia como el comienzo del fin de nuestra terrenal condición humana y su mutación en una especie aún más teratológica, extraviada en el laberinto de la razón tecnológica y su ambición sin límites. Pero me resisto a despedir este año con una visión tan pesimista, casi apocalíptica, y prefiero reivindicar aquello que la peste no pudo quitarnos: nuestra humanidad, nuestra mirada y sensibilidad, con la memoria perenne y agradecida por quienes partieron y seguimos amando. Especialmente por todos aquellos que consagraron sus vidas a cuidar, atender y salvarnos de esta mortal y global pandemia.

NOS QUEDA LA MIRADA

En estos días aciagos y mustios, de palabras envenenadas y fatales pregones oficiales, nos queda la memoria y mirada de quienes partieron.

En estos días de aliento contenido, besos mortales y caricias de mortaja, nos queda la mirada.

En estos días donde todo lance amoroso es tentativa de homicidio, nos queda la mirada.

En estos días de miedo y escrúpulos, rostros encubiertos, palabras musitadas, bocas clandestinas y abrazos mutilados, nos queda la mirada.

En estos días agónicos y fúnebres que roban y desaparecen los cuerpos y la vida de quienes amamos, que exilian nuestros cuerpos, nos queda la mirada, la audacia del beso robado, la memoria indeleble, nuestras efímeras palabras de gratitud y la certeza de su amor inmortal.

ellano@javerianacali.edu.co   Diciembre 24 de 2020.             

  


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