MÁS ALLÁ DEL TERRORISMO
https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/mas-alla-del-terrorismo/
https://elpais.com/america-colombia/2025-08-26/mas-alla-del-terrorismo.html
Hernando Llano Ángel.
Las ondas expansivas más
peligrosas que han dejado los criminales y despreciables atentados terroristas
de ayer en Cali, frente a la base aérea Marco Fidel Suárez, son el miedo y el
odio que recorren toda la sociedad. Esas ondas nos pueden llevar a sobrepasar
todos los límites imaginables. Los cilindros que explotaron han difuminado sus
esquirlas de odio y sufrimiento en las mentes y corazones de millones de colombianos.
Esas ondas ubicuas presentes en toda la geografía de nuestra nación, junto al
dolor por los 13 policías que perdieron sus vidas en Amalfi[i],
nos pueden arrastrar incluso más allá del terrorismo. Nos puede llevar, como
sociedad, a una verdadera hecatombe parecida a la que viven millones de
palestinos que hoy sufren la venganza sin límites de la genocida reacción de
Netanyahu, su gobierno y ejército en respuesta a los ataques terroristas de
Hamas[ii]
el 7 de octubre de 2023. Ataques contra cientos de jóvenes que pasaron de la
euforia de un concierto al infierno de su persecución, atroces asesinatos y
secuestros letales. Porque lo propio del terror, más allá de si sus actores y
protagonistas son estatales, como en el caso del ejército israelí contra la
población civil en Gaza y Cisjordania. O, todo lo contrario, como Hamas y, en
nuestro caso, esa monstruosa hidra de cabezas mutantes que son el narcotráfico
y la guerrilla, es que todos ellos tienen en común su ensañamiento contra
civiles inermes y que sus acciones son aleatorias, sorpresivas, sistemáticas y
devastadoras, ausentes por completo de un rasgo de coraje, valor y honor militar.
Los terroristas no son combatientes, son desalmados y cobardes asesinos, más
allá de la causa que esgriman, los uniformes que porten o las condecoraciones
que exhiban.
Todo terror es igualmente ilegítimo
Más allá de si lanzan bombas
desde aviones inalcanzables, veloces drones y sofisticados misiles ultrasónicos
con solo accionar un botón contra distantes y desconocidas víctimas civiles, o
exploten rudimentarios tatucos y armas de fabricación casera contra anónimos
campesinos y citadinos, todos ellos son terroristas, no combatientes y menos
héroes de la patria. En todas las anteriores acciones desconocen el principio del
honor militar y los límites del DIH y, lo que es peor, se ufanan de sus criminales
proezas porque están imbuidos del fanatismo que les confiere su supuesta
superioridad moral. Así lo vemos por televisión y redes sociales en el
genocidio en curso contra los gazatíes, pero también en el clandestino infierno
que padecen los secuestrados por Hamas y en los sangrientos atentados en Cali.
Los terroristas son cobardes que rehúyen el combate con el adversario y se
ensañan contra la población civil indefensa. Por eso pierden toda legitimidad y
eventual reconocimiento político. Con sus criminales acciones ellos mismos se
condenan al ostracismo político y social junto al desprecio de las mayorías,
sin que por ello pierdan su condición de seres humanos, pues quienes llaman a
su eliminación como una plaga están incurriendo en su misma lógica criminal y
terrorista. Incluso les están desconociendo su responsabilidad moral por los
crímenes cometidos sobre los cuales deberán responder ante la justicia y la
misma historia.
La reciprocidad del terror
Tales “antiterroristas” y
“estadistas” se sitúan así en una especie de pedestal de superioridad moral y
estatal desde el cual ordenan bombardear y disparar sin límite alguno,
desconociendo los principios protectores y salvíficos del derecho internacional
humanitario, tales como la distinción entre civiles y armados, entre bienes de
carácter civil y objetivos militares y lanzan ataques indiscriminados y
desproporcionados que causan miles de muertos y heridos entre la población civil.
Así lo hace el ejército de Israel contra los palestinos y los ejércitos de
Rusia y Ucrania contra sus respectivas poblaciones. Pero igualmente ha sucedido entre nosotros con los bombardeos
oficiales donde han muerto niños cautivos en campamentos guerrilleros y,
todavía peor, --guardando las proporciones y distancias con esos conflictos
internacionales— se han cometido miles de ejecuciones extrajudiciales, más de
6.000 “falsos positivos”, para matar la “culebra del terrorismo” y acabar de
una vez por todas con las guerrillas. El resultado salta a la vista. En lugar
de exaltar el valor de numerosos militares, se los degradó a la condición de
asesinos que hoy revelan con vergüenza sus crímenes ante la JEP y vanamente
tratan de expiar sus culpas y reparar a los familiares de los jóvenes
ejecutados contando la verdad de lo sucedido. Sienten la vergüenza de haber
mancillado su uniforme y unas armas confiadas legalmente para la protección de
los civiles, no para su aniquilación criminal. La misma actitud han asumido algunos
excomandantes de las Farc-Ep al reconocer como un horror, más que un error, sus
miles de secuestros extorsivos, crímenes de guerra y de lesa humanidad, que son
la negación misma de los objetivos de todo auténtico rebelde: la lucha por la
libertad, vida y dignidad de los pueblos. Y ahora, en víspera de elecciones,
parece que muchos políticos en trance presidencial quieren que volvamos a lo
mismo y olvidemos que el miedo nunca es inocente y mucho menos un buen
consejero para una política de seguridad y paz democrática. Ya escuchamos las
voces de alarma, casi que alaridos, de numerosos precandidatos y precandidatas
que proclaman por todos los medios de comunicación, en todos los lugares y
eventos, que lo primero y más urgente es seguridad, seguridad, seguridad y
rescatar la autoestima y dignidad de nuestros soldados.
Más inteligencia y más civilidad
A ellos habría que decirles que
lo primero que necesitamos es más inteligencia y más civilidad. Inteligencia, más
allá de la policiva y militar, que es urgente y necesaria, pero no suficiente.
Porque primero precisamos la inteligencia que se esfuerce por comprender lo que
sucede en lugar de repetir los errores y horrores de un pasado que nos tiene
anegados en sangre, dolor y miedo. Carece de sentido y humanidad responder solo
con más violencia y odio, creyendo que con ello ganamos seguridad y
tranquilidad. Mucho menos, si pensamos que la seguridad solo es sostenible a
punta de bayonetas, más pie de fuerza, drones, cámaras, muros y alambradas, sin
preguntarnos por las principales causas generadoras de tanta violencia e
inseguridad. Y la primera respuesta que encontramos, por más obvia que parezca,
es que jamás tendremos seguridad si la ilegalidad y su criminalidad son una de
las fuentes más prósperas de riqueza, si somos incapaces de reconocer que gran
parte de su origen está en la hoja de coca[iii],
un prodigio de la naturaleza, que no tiene sentido alguno condenarla a seguir
siendo la matriz del crimen, la codicia y el terror. Debemos empezar por
reconocer que no hay plantas ilícitas, pues la naturaleza no engendra
ilegalidad, lo hace la estupidez, la ambición y la hegemonía de políticas
interesadas en promover la “guerra contra las drogas” y taras culturales como
el prohibicionismo, que teme a la libertad y responsabilidad humana. Todas
ellas muy funcionales para ciertos intereses económicos y geopolíticos, por los
que siempre estaremos condenados a vivir en este infierno que la mayoría
confunde con estabilidad institucional democrática, pero en realidad es una
inexpugnable cacocracia[iv]
que se reelige periódicamente.
El terror del prohibicionismo
Obviamente los listos de la
seguridad y el orden “democrático” siempre responden que es imposible pensar en
la legalización de la cocaína. Pero nuestras comunidades andinas les responden:
“La
coca no es cocaína, como la uva no es vino” y podríamos añadir como la
caña de azúcar no es aguardiente ni tampoco ron y así sucesivamente con todas
las bebidas que hacen un poco más amable la vida, disfrutadas con mesura, con
los límites propios de la civilidad y la responsabilidad, más allá de su
estigmatización y prohibición. En lugar de erradicar y sustituir la coca, lo
que hay es que transformarla con inteligencia, creatividad y competitividad,
como todavía lo hace la bebida más vendida en el mundo, Coca-Cola, importando
sus hojas de ENACO[v],
la Empresa Nacional de Coca del Perú. En Colombia tenemos emprendedores sin
tanto éxito, como COCA-NASA[vi],
expresión de la economía popular y la tradición milenaria de la cultura Nasa,
que debería ser promovida por el “gobierno del cambio”. Entonces El PLATEADO en
el departamento del Cauca se convertiría en EL DORADO[vii]
de la economía nacional, rivalizando con el café, otra bebida estimulante. Pero
aquí el gobierno no es del cambio, sino de la continuidad, pues persiste en su
erradicación y expone la vida y seguridad de sus pobladores en medio del fuego
cruzado de la plata y el plomo. La plata de los narcotraficantes nacionales e
internacionales y el plomo de las organizaciones criminales que se disputan los
cultivos y emboscan letalmente a los militares, como en Amalfi cuando apoyaban una
operación de erradicación.
El terror del pasado siempre presente
De otro lado, nada estimula más
la autoestima y dignidad de los militares que el respeto y el apoyo de los
civiles, el reconocimiento ciudadano por el deber legalmente cumplido y la
protección de sus vidas, en lugar de ser tratados como ciudadanos de segunda
clase que solo deben obedecer órdenes y estar prestos a disparar en nombre de
un falaz patriotismo o la defensa de una supuesta “seguridad nacional o
democrática”. Ya conocemos el lugar ignominioso adonde llevó el abuso de sus
armas y su fuerza arbitraria por violar los derechos humanos y cometer graves
infracciones al DIH con los “falsos positivos” en nombre de la “seguridad
democrática”. Solo con más inteligencia y civilidad, acompañadas de empatía,
solidaridad con las víctimas y respaldo al Estado de derecho y sus legítimas
autoridades, nunca a su autoritarismo desbocado, se podrá avanzar con seguridad
en la contención y eventual superación del terrorismo. Pero si de nuevo se
imponen las voces estridentes del miedo y la meliflua de un líder con numerosos
precandidatos y precandidatas a su disposición, como un gran elector y señor
feudal, cuya inteligencia se agota en la consigna de seguridad y más seguridad
y un par de rancios huevitos que disfrutan muy pocos, la inversión y la
cohesión social, con certeza volveremos a repetir indefinidamente esta historia
terrorífica. El terror del pasado seguirá presente. El horizonte de todos ellos
se agota en ganar las próximas elecciones y no en la vida, dignidad y seguridad
de las próximas generaciones. Vida, dignidad y seguridad que debe empezar por
erradicar la fuente de la ilegalidad de codiciosos criminales sin límites y
poner así fin a las ganancias de innumerables y respetables testaferros que
abundan en lugares y ámbitos inimaginables, desde la banca con Aval[viii],
la propiedad raíz con Hitos Urbanos[ix]
y el comercio con personajes como “papá Pitufo”[x],
siempre dispuestos a financiar generosamente más de una precandidatura y futuras
campañas presidenciales. Así solo ganarán y gobernarán los cacócratas y
plutócratas de siempre, entonces el miedo y el terror continuarán siendo un
recurso para imponer sus intereses y designios contra los demócratas y la
sociedad.
[i] https://cnnespanol.cnn.com/2025/08/21/colombia/ataque-helicoptero-policia-colombia-amalfi-antioquia-orix
[ii] https://www.infobae.com/america/mundo/2023/10/07/el-video-que-muestra-el-salvajismo-terrorista-de-hamas/
[iii] https://www.wikiwand.com/es/articles/Informe_de_la_comisi%C3%B3n_de_estudio_de_las_hojas_de_coca
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