miércoles, diciembre 22, 2021

En política no hay Mesías y menos regalos de navidad

 

En política no hay Mesías y menos regalos de navidad

https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/politica-no-mesias-menos-regalos-navidad

Hernando Llano Ángel

Difícil encontrar una fiesta más desnaturalizada y pervertida que la navidad. Al menos, si la consideramos desde el punto de vista de la natividad[1], cuyo origen evoca en nuestra tradición judeo-cristiana el nacimiento de un niño en una pesebrera de Belén: “Y sucedió que Jesús nació en Belén; y como no tenían dónde quedarse en el pueblo, el infante fue acostado en un pesebre mientras los ángeles anunciaban su nacimiento a un grupo de pastores que lo adoró como Mesías y Señor”. A continuación, “un ángel se le apareció a José en un sueño y le advirtió que se llevara al niño y a su madre y huyera a Egipto, porque Herodes tenía la intención de matarlo”, según el evangelio de Mateo. Una historia semejante se repite todos los días en nuestro terruño y en el mundo entero. En el Parque Nacional, en la Bogotá que celebra con luces y derroche comercial sin IVA la navidad, se encuentra una especie de gigantesca pesebrera donde malviven numerosas familias de la comunidad Embera[2]. Allí, el hambre, la enfermedad y la muerte rondan a cientos de niños sin Dios y sin ninguna posibilidad de ser salvados por un ángel para huir a Egipto. Y, al parecer, menos salvados por el Gobierno Nacional y la alcaldesa que, como Pilatos, se lavan las manos sin atender con urgencia las demandas vitales de los émberas. En la próspera y culta Europa sucede lo mismo. Los migrantes se han convertido en carne de negociación política, comodín en manos de autócratas y demócratas, que cierran o entreabren sus fronteras al vaivén de las conveniencias del mercado, la seguridad nacional y las elecciones. Ni hablar del trato inhumano que reciben las caravanas de migrantes en Centroamérica y México, donde deambulan como zombies en busca del “sueño americano”, hoy convertido para la mayoría de ellos en una pesadilla infernal. Según informe de la ONU, “la cifra de migrantes internacionales en todo el mundo era de 272 millones en 2019”[3]. La pandemia de Covid 19 ha incidido en ello, pero no ha sido el mayor detonador de los millones que intentan salvar sus vidas huyendo de otras pandemias más mortíferas como la guerra, la persecución política, la inseguridad y la física hambre, que son sus principales causas. Contra estas pandemias no se ha inventado vacuna alguna, porque su origen no es biológico sino ideológico. Y quizá la mejor forma de contrarrestarlas es vacunándonos contra aquellos líderes que portan el síndrome del mesianismo y sus millones de seguidores que creen fanáticamente en ellos. Siempre los ha habido a la derecha y la izquierda del espectro político. Y sus obras han sido catastróficas. Prometieron a sus pueblos el cielo en la tierra y lo convirtieron en un infierno. Basta volver la vista atrás en la Europa de Hitler, Mussolini y Stalin. Pero no hay que ir tan lejos. Lo sabemos bien con los cerca de casi dos millones de venezolanos[4] que desesperadamente han ingresado a nuestro país, donde tenemos un registro de más de 9 millones de colombianos víctimas del conflicto armado interno y al menos 6 millones de ellas se han visto obligadas a desplazarse para salvar sus vidas. Por eso el Centro Nacional de Memoria Histórica habla de una Nación Desplazada[5]. De allí, que más nos convendría aceptar que en política no hay Mesías y menos regalos de navidad, solo maniobras para gobernar y ganar elecciones, como el reciente aumento del salario mínimo con subsidio de transporte a 1.117.172, que sigue siendo el séptimo más bajo de Suramérica[6]. “Según el DANE la canasta básica familiar (CBF), le cuesta a un hogar colombiano promedio –integrado por 4 personas– $4.262.916 mensuales. Cada hogar requeriría de 4,2 salarios mínimos legales para la adquisición de todos los bienes y servicios necesarios y vitales”. Por algo, el único Mesías que conocemos respondió a Pilatos: “Mi reino no es de este mundo”, Juan (18, 33-37) y probablemente por ello fue crucificado. Valdría la pena que en las elecciones del 2022 tuviéramos en cuenta lo anterior antes de votar, pues corremos el riesgo de ser crucificados una vez más y sin posibilidades de resucitar o revocar al presidente y los congresistas electos. No hay que olvidar que la política es la que define quién o quienes reinan en este mundo y depende de todos nosotros permitir que sigan o no siendo siempre “los mismos con las mismas” y a favor de los mismos. Mañana votaremos y entonces veremos. Por eso, no botemos nuestro voto una vez más, quizá así seremos menos infelices e injustos en el 2022.

 

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