lunes, noviembre 16, 2020

Un Grafiti de Verdad

 

UN GRAFITI DE VERDAD

Hernando Llano Ángel

En Cali, en la calle 8 con carrera 5, justo al frente del Banco de la República, se encuentra un magnífico grafiti dedicado a la VERDAD. Es un homenaje de la fundación La Paz Querida[1] y la Comisión de la Verdad[2] a todas las víctimas del conflicto armado interno. Es mucho más que una imaginativa y policroma obra de arte. Es una obra de verdad. Una obra concebida y ejecutada por el colectivo urbano de artistas MALA JUNTA KLAN[3], cuyo talento, destreza y sensibilidad grafitera nos invita a reflexionar sobre el sentido de la VERDAD en el trajín de la vida cotidiana, en medio de los afanes y atascos de la vía pública. Para ello resignifican el inmenso muro del parqueadero situado en la esquina de la calle 8 con carrera 5 con la palabra VERDAD, colmando de sentido y belleza cada una de sus letras, como un tributo a todas las víctimas de nuestro atroz conflicto armado, pero también como una interpelación a la sensibilidad de caleñas, caleños y visitantes que transiten por el centro de la ciudad. Más allá del goce estético que nos deleita apreciar la riqueza de imágenes, colores y significados que cada palabra encierra, su mayor impacto es que seguramente ninguna persona que cruce frente al mismo quedará a salvo de su potente y vital mensaje.

Tampoco podrán apartar la vista de la VERDAD los conductores y pasajeros que estén atrapados en sus carros por el semáforo en rojo. Porque cada una de las seis letras de la VERDAD contiene en su interior imágenes y símbolos que insinúan valiosas claves para la paz y la convivencia social. Claves que nos permitirán, como ciudadanía, no solo reivindicar la dignidad de todas las víctimas, sino también avanzar en forjar una sociedad donde nunca más toleremos la existencia de víctimas y victimarios, de inocentes mancillados y verdugos exaltados. Una sociedad donde la violencia, el combate y la muerte del adversario no sean distintivos de heroísmo sino de vergüenza. Donde la búsqueda de la justicia social no sea una coartada para la rebelión y mucho menos la democracia un comodín para la exclusión, la dominación política de minorías y la violencia social. Por eso, al interior de la V, primera palabra de la verdad, aparece la V de vida, que renace y florece sobre dos cuencas vacías, como en el poema “Para la libertad” de Miguel Hernández. Porque una verdad que no rinda tributo a la vida, objetivamente está al servicio de la muerte. Hoy lo sabemos dolorosamente con el coronavirus bajo gobernantes que desprecian la ciencia y la verdad, como Trump y Bolsonaro. Pero también deberíamos saber que la mentira en la vida política y social, como es lo propio de la demagogia populista, el fascismo y la negación autocrática de la realidad, solo conduce a catástrofes. Allí están Trump, Bolsonaro y Maduro para demostrarlo. Y, entre nosotros, los furibundos partidarios, a la derecha y la izquierda, del odio, la mentira y la guerra. No es, pues, coincidencia, que la primera palabra de la verdad sea la V de Vida. La E, segunda palabra, contiene en su interior varios perfiles policromos que se encuentran y yuxtaponen sobre el paisaje y alude a la Empatía, esa sensibilidad para solidarizarnos con el dolor y rechazar la injusticia. Actitud y sensibilidad necesarias para tejer una trama social que impida la generación de más víctimas, como consecuencia de la indolencia de mayorías frente al sufrimiento de minorías injustamente escarmentadas, perseguidas, desplazadas, secuestradas, desaparecidas, asesinadas y despojadas de sus derechos vitales y civiles. La R, tercera palabra, nos recuerda, mediante figuras representativas de nuestra multiculturalidad y ruralidad que, sin el pleno Reconocimiento de los derechos y la dignidad de campesinos, indígenas y comunidades negras, dedicadas al cuidado y cultivo de la madre tierra, no es posible la verdad de la justicia y mucho menos lo será la Reconciliación con nuestro entorno y vida natural. La D, situada a continuación, nos afirma que, sin los Derechos, con frecuencia negados a las mujeres y sistemáticamente desconocidos a la naturaleza, como fuentes primigenias de vida y belleza, no podrá sobrevivir la verdad en ninguna sociedad y menos perpetuarnos como especie. De allí la altivez de la mujer, reclamando sus derechos, con micrófono en mano, y la majestuosidad del río corriendo a su lado, como caudal de vida. La A, penúltima frase, ilustrada con dos rostros enfrentados que no se reconocen, uno abajo y otro arriba, nos interpela sobre la necesidad del sentimiento de Amistad. Ese sentimiento imprescindible para que como colombianos nos reconozcamos en la búsqueda de aquellas verdades, por dolorosas y terribles que sean, que nos permitan vivir más allá de esa enemistad insuperable, cargada de odio y maniqueísmo, que se perpetua hasta nuestros días, de generación en generación, supuestamente en nombre de una justicia draconiana, más cercana a la venganza que a la reconciliación. Y la D, como cierre de la Verdad, está mirándonos con Dignidad, con sus dos ojos lúcidos bien abiertos, sin asomo de miedo, desconfianza o rencor. Nos invita a compartir un horizonte de esperanza que precisa del compromiso de todas y todos para rendir un tributo a cientos de miles de víctimas del conflicto. Para consolidar una sociedad donde la paz y la convivencia social impidan para siempre el surgimiento y sufrimiento de más víctimas en nombre de mortales mentiras políticas e históricas, propaladas soberbiamente por victimarios legendarios, en nombre de ortodoxias de derecha o izquierda. Gracias a las verdades bellamente contenidas en el grafiti y a la maestría de sus creadoras, podremos algún día vivir --de todos depende que sea más próximo que lejano-- en una sociedad de verdad pluralista, justa y democrática, con igualdad de posibilidades y derechos, en función de una paz con dignidad para todas y todos.

 



[3]https://www.facebook.com/fundacionculata/photos/pcb.2284872368474458/2284870628474632/ Integrado por:  Nandy Mondragón, Diana Segovia, Constanza Ofelia Rodríguez y Antonia Otoya.

 


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