jueves, noviembre 05, 2020

Pepe Mujica: Lecciones vitales de un demócrata integral

 

PEPE MUJICA: LECCIONES VITALES DE UN DEMÓCRATA INTEGRAL

https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/pepe-mujica-lecciones-vitales-democrata-integral

Hernando Llano Ángel.

El “discurso» de despedida de Pepe Mujica a su cargo de senador en el Parlamento uruguayo, vale la pena citarlo, escucharlo y verlo como una lección magistral, pues comparte verdades vitales con la modestia de un demócrata integral. Lecciones que todos deberíamos esforzarnos por escuchar con atención, comprender, aprender y practicar[1]. Es un valioso legado que recibimos de un hombre sabio que, a sus 85 años, nos transmite con tono de abuelo bonachón, sencillez y profundidad, lecciones de toda una vida comprometida con la lucha por la democracia. En un estilo totalmente ajeno a la prosopopeya estentórea y vacua que predomina entre la mayoría de nuestros políticos. Una lección vital para este momento incierto de la democracia, cuyo movimiento pendular oscila entre el eclipse en el norte y su renacimiento en el sur de nuestro continente y nuestro país.

«El sur también existe»[2]

En efecto, en Norteamérica, el próximo 3 de noviembre sabremos si sus ciudadanos le dan una segunda oportunidad a la democracia o, por el contrario, la dejan en manos de un prestidigitador fatídico, como Trump, que aceleradamente cava su tumba, a la que ya ha llevado más de 220.000 de sus compatriotas por su incompetencia e irresponsabilidad presidencial frente a la pandemia. Por el contrario, en el sur de nuestro continente soplan de nuevo tenues vientos democráticos. El triunfo de Luis Arce en Bolivia, candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), con cerca del 55% de los votos, reestableció institucionalmente la democracia, precipitada al vacío por la pretensión caudillista de Evo Morales de perpetuarse en la Presidencia, y la revancha de una minoría blanca y evangélica por recobrar su hegemonía cultural y política a través de un palaciego golpe de estado. Y, este domingo, los chilenos tienen la oportunidad no solo de borrar totalmente la Constitución impuesta por Pinochet, sino de decidir la convocatoria de una Constituyente [3] donde todos sus integrantes sean elegidos directamente por sus ciudadanos o, una Asamblea mixta, integrada paritariamente por políticos en ejercicio y ciudadanos electos, para expedir una nueva Constitución, con plena legitimidad democrática. Y, desde el sur de nuestro país, acabamos de vivir la epopeya democrática de la Minga, impartiendo ejemplos de civilidad, organización y poder popular que, en forma soberbia y propia de un monarca autista, despreció el presidente Duque, inaccesible a la plebe en su pedestal de conductor televisivo.

Las lecciones de Mujica y Uruguay

Por todo lo anterior, cabe destacar las palabras de Pepe Mujica, quien empieza por reconocer las valiosas lecciones de democracia que recibió de un adversario liberal que ocupó en el pasado su escaño, Alejandro Atchugarry: “un hombre de categoría superior”. Al respecto, recordó: “supimos ser adversarios sin una ofensa” y le agradeció sus consejos en un boliche, cuando Mujica se desempeñó como ministro y le advirtió sobre los peligros que entrañaba su gestión. La mayor virtud de Atchugarry fue su bonhomía que le enseñó a “huir de las grietas” que abre la disputa política y “lograr una media de cosa común que se mantenga en el tiempo a lo largo de los años”. Esa media común que es la paz política y la democracia republicana, que no hemos podido forjar entre nosotros, por estar sometidos a la hegemonía liberal de la mercadocracia y el usufructo gubernamental de la cacocracia y la tecnocracia del capital financiero. Si nuestros líderes políticos aprendieran esta lección, la política nacional saldría del lodazal de mezquindades narcisistas y de odios personales infranqueables en que se encuentra sumergida desde hace más de medio siglo. Por eso Mujica insiste de manera poética: “En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio…el odio termina estupidizando porque nos hace perder objetividad frente a las cosas. El odio es ciego como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye…una cosa es la pasión y otra cosa el cultivo del odio». Palabras que parecen destinadas no solo a los más encumbrados líderes políticos de nuestro país, sino a cientos de colombianos que circulan mensajes falsos contra la Minga y los pueblos originarios, convirtiendo las redes sociales en cloacas virtuales de odio, prejuicios y mentiras [4]. Redes sociales y plataformas, sobre las cuales Mujica alerta en forma crítica y sabia: “estamos entrando en la época digital, ni mejor, ni peor, distinta”, pero que tiene la capacidad de: “predecir cómo es el carácter y cómo es esencialmente las líneas motrices de la conducta humana, a veces sin hablar con nosotros, por el mundo digital”, por eso manipulan con cierta eficacia la libertad y el juicio de sus usuarios. Las pruebas sobran: el triunfo de Trump en el 2016, el Brexit en Gran Bretaña y el plebiscito sobre el Acuerdo de Paz, que llevó a mucha gente a votar “verraca” por el NO. De allí, que Mujica reivindique el sentido de la política, más allá de estratagemas, trucos y trampas para ganar elecciones, diciendo: «la política es la lucha por la felicidad humana, así suene a quimera. En política no hay sucesión, hay causas… lo único permanente es el cambio». A nosotros nos bastaría con que aprendiéramos que la política es la convivencia humana que reconoce el conflicto en pluralidad y lo transforma civilizadamente, sin eliminar al opositor, en libertad, con justicia y dignidad.  Y, para terminar, Mujica se despide con una lección vital: «Triunfar en la vida no es ganar, es caer y volver a levantarse cada vez que uno cae”. Gratitud imperecedera a Pepe Mujica y el Frente Amplio, su partido, porque son ejemplo de una auténtica izquierda democrática, justa, radicalmente humanista y libertaria. Una izquierda que valdría la pena emular entre nosotros, para conjurar la ignorancia y disipar el odio de quienes perversamente con fines electorales y patrimoniales, como Trump y Uribe, llaman “castro chavista” y radical socialista a todo aquel que cree en la política y la democracia como un ejercicio de deliberación y participación ciudadana en un horizonte de libertad, pluralismo y justicia social. De quienes reivindicamos la política como el arte de la convivencia social en libertad, no de la confrontación, la manipulación, el miedo y el odio, para perpetuar con violencia e impunidad el statu quo.


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