jueves, noviembre 05, 2020

Trampa viene de Trump

 

TRAMPA VIENE DE TRUMP Y VICEVERSA

https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/trampa-viene-trump-viceversa

Hernando Llano Ángel

Todo parece indicar que Trump no solo se ufana de burlar los impuestos al pueblo norteamericano. Ahora se mofa de sus muertos y seres queridos. Proclama haber vencido al Covid-19 y menosprecia las más de 215.000[1] víctimas que fueron expulsadas del show de la vida y no tuvieron, supuestamente, su fortaleza para vencerlo. Pero no les revela que el costo de su tratamiento médico superó los cien mil dólares[2]. Es la demostración perfecta y transparente de un hombre que ha puesto el poder político a su servicio y aprovecha sus ilimitados recursos para salvar su propia vida, evadiendo cínicamente su responsabilidad por la muerte de más de 200.000 de sus compatriotas. Por eso pasará a la historia como el presidente con la proeza más vergonzosa entre todos los mandatarios del planeta. La de estar al frente de la potencia que se precia de ser la mayor economía del mundo y disponer del arsenal más mortífero, pero es incapaz de garantizar la salud y vida de sus conciudadanos. Norteamérica es hoy, como consecuencia de su irresponsabilidad narcisista e incompetencia presidencial, la mayor morgue del planeta. Trump, como un insensible y cínico director de espectáculo, pasó de expulsar concursantes en su show televisivo, “The Apprentice”[3], a expulsar norteamericanos corrientes de esta vida. Y quiere prolongar su show mortífero, pues pretende seguir otra temporada de cuatro años presidiendo la tumba blanca del sueño americano. Por eso, ahora irrumpe posando como un superhéroe victorioso desde uno de los balcones de la Casablanca. Un típico superhéroe más de celuloide de los que abundan y dan sentido a la vida de millones de sus compatriotas.

Un presidente representativo

Quizá por eso es tan representativo y genera esa idolatría narcisista entre sus seguidores y votantes. Ellos ven en Trump lo que siempre han deseado alcanzar y no tienen: riqueza, lujuria, prepotencia y éxito. A su vez, Trump encarna lo que ellos tienen de sobra: machismo, misoginia, racismo, vulgaridad y violencia. Todos los ingredientes del sueño y la pesadilla norteamericana juntos. Y esa multitud de adoratrices incondicionales no se quieren enterar, como millones de sus seguidores en todo el mundo, que ese sueño de éxito mundano se está convirtiendo en una pesadilla mortal y planetaria. No solo para las más de doscientas mil víctimas que yacen en suelo norteamericano, sino para todos. En eso ha convertido Trump esta campaña presidencial, la vida de los norteamericanos, la economía y la política mundial. En una de las peores y más mortíferas tragicomedias de la historia de su nación, escrita con el falso libreto del patriotismo, acompañado con música fúnebre de opereta y telón de fondo apocalíptico, adornado con barras y estrellas.

Un actor estelar del ocaso imperial

Sin duda, Trump representa ese director y actor que Hollywood buscaba para escenificar el ocaso imperial, su caída libre e irreversible. Un director y actor insuperable de una tragicomedia que cada día se parece más a una esperpéntica película de terror. Superó con creces la imaginación de todos los directores de Hollywood. Convirtió a su elogiada Patria en un escenario dantesco de violencia racial[4], con el mayor desempleo de las últimas décadas y la cifra más alta de víctimas mortales en menos de un año de su historia. Incluso superior a la suma de las bajas sufridas en la segunda guerra mundial (174.00)[5] y en la de Vietnam (58.159)[6]. Y al paso que van los contagios, es probable que supere también las bajas de la primera guerra mundial (116.708). En estos tiempos que no podemos ir a cine, todos estamos viendo en directo como esta especie de taumaturgo de la trampa y la mentira nos está revelando, paradójicamente, la más oculta y dolorosa verdad de la vida norteamericana.

Estados Des-Unidos de Norteamérica

Que Estados Unidos de Norteamérica nunca ha sido la Unión que se precia de ser, pues no ha podido superar el lastre vergonzoso y criminal de la segregación racial que arrastra desde la guerra de secesión. Un lastre que estalla periódicamente con violencia inusitada cuando los supremacistas blancos, como Jared Taylor[7], se sienten amenazados y ven en Donald Trump a su salvador. Poco les importa que se burle frente a ellos de evadir los impuestos, que pueden significarles una red de seguridad y salud pública que salve sus vidas. Tampoco parece importarles que les mienta sobre su tratamiento médico[8] y fantasiosa salud de superhéroe de celuloide, pues creen con la fe propia de los siervos, los mediocres y los ingenuos, que sus vidas estarán a salvo y sus precarios empleos seguros, si votan ciegamente por Trump. Que ese comediante, muñeco rubicundo y gigantón, los redimirá y protegerá de la llegada a la Casablanca de un supuesto “radical socialista”, como Biden, frágil y delgado, acompañado de una hermosa y altiva india-negra, Kamala Harris. Una pareja sospechosa y muy peligrosa porque defiende el derecho de la población a la salud pública, se cubre el rostro con tapabocas, consulta, escucha y acata a los científicos y se compromete, para colmo, con la justicia tributaria, racial y el cuidado del medio ambiente. Por todo ello, no es improbable que todavía nos falte presenciar la escena más dantesca de todas. La caída del telón de esta tragicomedia: un patético Trump reacio a salir de la Casablanca con el pretexto de haber sido víctima de fraude electoral por correo. Una escena digna de Trump, pues toda su vida ha sido un exitoso farsante, un tramposo impune, tan parecido a los que abundan en todas partes y hacen de la ley una coartada, pues cuentan con los mejores leguleyos para burlar la justicia. Porque la trampa viene de Trump y de todos aquellos que admiran su destreza para engañar impunemente. Y viceversa, Trump viene de la trampa, porque eso es su vida, una impostura exitosa[9]. Quizá por eso aspire a seguir gobernando un Estado que ha fingido por mucho tiempo ser la tierra prometida[10] de la libertad y la igualdad, en la que todavía creen Obama y sus seguidores, con cierta ingenuidad racial y democrática. Ojalá todo esto fuera mentira, un desvarío dictado por la pandemia. Pero, como canta Serrat, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.



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