sábado, marzo 21, 2020

Transición de verdad y verdades en trance II.


TRANSICIÓN DE VERDAD Y VERDADES EN TRANCE (II)

(Marzo 13-2020)

Hernando Llano Ángel.

Ya no cabe la menor duda que estamos viviendo una transición donde cada día se nos revelan más verdades, así sus protagonistas se empecinen en negarlas. Las verdades del Ñeñe relacionadas con el apoyo financiero, “por debajo de la mesa”, a la campaña presidencial de Duque en el 2018 en la Guajira, así como las múltiples evidencias de sus estrechas relaciones con el entonces candidato y con su padrino político, el senador Uribe, nos vuelven a confirmar que la esencia de nuestro régimen político es su simbiosis con la criminalidad. Una simbiosis de carácter histórico y estructural, cuyo origen no es otro que la poderosa existencia de economías ilegales, siendo la del narcotráfico la que tiene mayor capacidad de mutación, infiltración y cooptación. Ahora que estamos de conmemoraciones míticas, como la de la séptima papeleta, conviene recordar que ella fue una respuesta juvenil al poder criminal del narcotráfico, asociado con prestantes figuras del establecimiento político y de organismos de inteligencia estatales, sin los cuales los tres magnicidios en línea no habrían sucedido: Galán, Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro. Transcurridos más de treinta años, esa relación continua vigente y creciente, con la gravedad que se trata de ocultarla o minimizarla al máximo, simplemente porque ha adquirido la dimensión inexpugnable de ser el régimen político imperante. Y ello ha venido sucediendo de manera casi imperceptible, bajo la narcotización creciente del conflicto armado interno y la financiación permanente de las campañas políticas presidenciales.

Un pasado presente

Ya en 1982, el entonces candidato López Michelsen, contaba a Enrique Santos Calderón, en su libro de conversaciones “Palabras pendientes”, la forma como se financiaron las campañas presidenciales:

“Posteriormente, cuando terminaron las elecciones, en las que participaron como candidatos, además de mi persona, Belisario Betancur y Luis Carlos Galán, se nombró una comisión investigadora sobre el ingreso de los llamados dineros calientes a las campañas, comisión que absolvió de culpa a los tres grupos. Lo cual no resultaba muy afortunado, porque examinaron las cuentas de Bogotá y, por ejemplo, las de Belisario funcionaban en Antioquia. Su tesorero era Diego Londoño, que después trabajó como gerente del metro de Medellín, y que tenía relaciones muy cercanas con Pablo Escobar. Hoy se encuentra preso. Pero, del otro lado, está también el caso de Rodrigo Lara Bonilla, que es aún más impresionante porque la mafia le metió un cheque que a la postre le costó la vida”. (Palabras Pendientes, conversaciones con Enrique Santos Calderón. p.142.)

Desde entonces hasta nuestros días y las recientes declaraciones del Ñeñe, los escándalos no cesan, aunque para todos sea una historia conocida y sin fin. Una historia cada vez más inextricable, escrita a varios manos entre muchos protagonistas de la política y otros tantos de la violencia, la ilegalidad y el crimen. No gratuitamente la épica séptima papeleta, que con tanto entusiasmo promovimos, terminó capitalizada por el mismo Pablo Escobar que coronó en el artículo 35 de la Constitución la prohibición de la extradición. Y para poner fin a su ola incontenible de narcoterrorismo, luego de su fuga de la Catedral, el mismo presidente Gaviria tuvo que promover la alianza criminal de la Policía Nacional con los PEPES y estos se metamorfosearon rápidamente en narcoparamilitares, luego incursionaron exitosamente en la parapolítica, controlaron el Congreso, con sus mayorías cambiaron un articulito de la Constitución y fueron tan imprescindibles para la gobernabilidad, que el mismo presidente Uribe los convocaba a votar, antes de ir a la cárcel, para que aprobaran su proyectos de ley. Tales verdades, por más que las nieguen y rechacen sus protagonistas, hacen parte de nuestras vidas y de los cientos de miles de víctimas, aunque una mayoría de colombianos prefieran no verlas y mucho menos reconocerlas. Son múltiples y horrendas verdades en trance que cada día nos revelan la JEP y la Comisión de la Verdad: los miles de secuestros de las Farc-Ep; las desapariciones forzadas sin cuenta; los “falsos positivos”, los millones de desplazados y despojados de sus parcelas, los atentados terroristas y ahora el asesinato sistemático de líderes sociales, defensores de derechos humanos y reincorporados. En fin, un cúmulo de verdades que claman responsabilidades, que nos interpelan y, en cierta forma, nos condenan si no somos capaces de actuar y rechazar este régimen político que, certeramente describió así Álvaro Gómez Hurtado, cuando lo presidía Ernesto Samper, y aplica perfectamente para Duque:

“El régimen transa las leyes con los delincuentes, influye sobre el Congreso y lo soborna. El régimen es un conjunto de complicidades. No tiene personería jurídica ni tiene lugar sobre la tierra. Uno sabe que el Gobierno existe porque uno va a Palacio y alguien contesta, que resulta ser por ejemplo el Presidente de la República, y va al Congreso y ahí sale su presidente, pero el régimen es irresponsable, está ahí usando los gajes del poder, las complicidades. El Presidente es el ejecutor principal del régimen, pero está preso. A mí me da pena repetirlo, pero el Presidente es un preso del régimen. El régimen es mucho más fuerte que él, tiene sus circuitos cerrados, forma circuitos cerrados en torno de la Aeronáutica Civil, de las obras públicas, de los peajes, y en ellos no deja entrar ninguna persona independiente” (Revista Diners #303, junio 1995).
                                                             
   

No hay comentarios.: