viernes, septiembre 27, 2019

Iván Duque: Funámbulo y sonámbulo.



IVÁN DUQUE: UN PRESIDENTE FUNÁMBULO Y SONÁMBULO
(septiembre 22 de 2019)


Hernando Llano Ángel

Nada más parecido al ejercicio del poder presidencial que el oficio de funámbulo. Su mayor destreza, como la del funámbulo, es sostenerse en la cuerda tensa o floja  de los acontecimientos que desafían su gobernabilidad, sin caer aparatosamente al vacío y perder por completo su imagen y control de la situación. Es todo un arte sostenerse, utilizando el balancín, unas veces a la derecha, otras a la izquierda o, asiéndolo firme en el Centro Democrático, para sortear  así todas las ventiscas y los graves conflictos que lo asedian y amenazan. Claro que en el caso del presidente Duque la proeza es todavía mayor, porque realmente debe compartir el balancín con quien él denomina el “presidente eterno”, quedando así él mismo convertido en un “presidente interino”, parecido a Guaidó. Ambos son excelentes equilibristas en las cuerdas flojas de la simulación, desmesurados en la retórica e incompetentes en la acción.  Quizá de allí proceda la admiración de Duque y su enorme solidaridad con Guaidó y su entorno, tan semejante al que ha acompañado durante muchos años al “presidente eterno”. Pero, más allá de estas coincidencias, nada fortuitas, hay que reconocer que ambos, tanto Duque como Guaidó, son buenos equilibristas, así necesiten de tantos padrinos para maniobrar el balancín y no caer al vacío. El problema es que sus padrinos, en lugar de ayudarlos a transitar con seguridad y destreza, lo que están haciendo es ponerlos al borde del abismo. No les permiten avanzar y cruzar la cuerda tensa de dificultades que enfrentan, gobernando con autonomía y seguridad. En lugar de ello, los atan a sus odios y temores. En el caso de Duque, ello es evidente dada su incapacidad de asumir por cuenta propia el mayor desafío y también la mejor oportunidad que tiene para gobernar democráticamente, cumpliendo cabalmente el Acuerdo de Paz. En lugar de hacerlo, se ha empeñado en torpedear el Acuerdo con su estribillo de “paz con legalidad”,  formulando objeciones a la JEP y reduciendo el presupuesto de funcionamiento a la Comisión de la Verdad. Lo que no le impide, en una maniobra funambulesca, aparecer ante la comunidad internacional como un obsecuente promotor de su cumplimiento. En cuanto a Guaidó, la dependencia existencial de Trump y el sectarismo visceral contra Maduro, le impiden actuar con independencia y sensatez, quedando como un funámbulo a punto de caer de la cuerda floja que le ha tendido la comunidad internacional.

Sonámbulos del poder

Pero lo más grave es que ambos son sonámbulos del poder y deambulan con los ojos cerrados por sus propios recintos y fantasías gubernamentales, incapaces de reconocer la compleja realidad que los rodea y acecha. Cada uno se inventa, con la ayuda de infinitud de trapecistas y utileros de mentiras, su propia realidad. Tanto Duque como Guaidó se creen predestinados a salvar una democracia que solo existe en sus delirios de “estadistas” y en la portentosa capacidad de los medios de comunicación para promoverla y proyectarla en la mente de millones de ilusos electores y televidentes, deslumbrados por las luces de neón de periódicas elecciones que, la mayoría de las veces, no son libres, ni legales, ni competitivas, ni pacíficas y mucho menos legítimas. En nuestro caso, ya van “tres candidatos a alcaldías asesinados, siete a Concejos, más de 40 amenazados y 402 municipios en riesgo de sufrir episodios de violencia política”, según titula la caratula de la revista Semana en circulación. Pero, para mayor sorpresa, en sus páginas interiores encontramos un informe especial que todavía se atreve a preguntar “¿Está en cuidados intensivos la democracia liberal?”. Como si ella hubiera existido y gozado alguna vez de buena salud en nuestro país y en la región. Si hubiese sido así, no se habría necesitado un Acuerdo de Paz que, después de más de cincuenta años de atrocidades, nos deja una estela superior de 200.000 víctimas mortales, 80.000 desaparecidos y cerca de 8 millones de desplazados, sin que todavía hayamos podido siquiera reconocer el derecho a la mayoría de campesinos a tener título de propiedad de su minifundio y mucho menos los demás derechos propios e inherentes a todo ciudadano: salud, educación, justicia y seguridad. No obstante lo anterior, el presidente Duque hablará en la próxima asamblea anual de las Naciones Unidas en nombre de la “democracia más estable y profunda de América Latina”, proclamará la defensa de la Amazonia y se sumará a la altiva y digna lucha de Greta Thunberg, sin temblarle la voz para promover el glifosato y las pruebas pilotos de Fracking en nuestro territorio. Sin duda, un acto absoluto de sonambulismo, cinismo, irresponsabilidad y demagogia diplomática de un presidente que se llena la voz hablando de “paz con legalidad”, cuando a su alrededor se realizan las elecciones más sangrientas de los últimos años y el triunfo parecen tenerlo asegurado las facciones más corruptas y cercanas al crimen, como bien lo analiza María Jimena Duzán en su columna “Los que van a ganar”[1], en la revista SEMANA en circulación. Sin duda, se necesitan funámbulos y sonámbulos del poder como Duque y Guaidó para gobernar “democracias” que solo existen en el decorado inverosímil de sus constituciones políticas, obras maestras de ficción legal y simulación de la realidad. Quizá por ello todavía la mayoría de ciudadanos no despierta de esta pesadilla y prefiere quedarse en casa el día de las elecciones, cuando no salir al mercado electoral y vender al mejor postor su voto, su vida, asegurando una vez más el triunfo de los mismos con las mismas, en estas tierras del olvido, la ignorancia y la indolencia.


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