Un lento despertar a la política
(junio 1 de 2018)
Hernando Llano Ángel.
Más urnas, menos
tumbas
El 27 de mayo de 2018 pasará a la
historia como la fecha en que Colombia empezó lentamente a despertar a la
política. No sólo porque se rompió la tendencia abstencionista, aumentando
tímidamente la participación electoral en un 53%, sino sobre todo porque fueron
los comicios menos violentos en más de medio siglo. Los comicios en donde las
urnas y los votos, símbolos de la democracia, predominaron sobre las tumbas y
las balas, emblemas mortales de la violencia política. Las elecciones donde
Timochenko, por primera vez, se expresó como el ciudadano Rodrigo Londoño
Echeverri, líder de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) y no
como el temible comandante de las FARC-EP, asumiendo así el desafío histórico
de romper el fatal vínculo de la política con la guerra, junto a más de 10.000
exguerrilleros. Sin duda, el mayor avance político en nuestra historia
contemporánea, pues empezamos a comprender vitalmente que la democracia
comienza cuando podemos contar cabezas en lugar de cortarlas, parafraseando a
James Bryce. No deberíamos olvidar --en
medio del pueril jolgorio electoral de los ganadores-- que
entre 1958 y 2012 se cortaron por los menos 220.000 cabezas de compatriotas, de
las cuales el 81.5% fueron civiles y el 18.5% restante combatientes, como se
puede verificar en el Informe del Centro Nacional de Memoria Histórica: “¡Basta
Ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad”[1].
Es decir, aproximadamente de cada 10 víctimas mortales, 8 fueron civiles. Poner
fin a esta barbarie, de alguna manera se reflejó en las urnas, pues la suma de
los votos por todos los candidatos comprometidos con el cumplimiento del Acuerdo de Paz fue de
11.245.369[2],
frente a los 7.567.439 votos por Iván Duque, quien se opone a la savia vital
del acuerdo: la participación política directa de la FARC en el Congreso y su
amenaza de extraditarlos, pues los califica de narcoterroristas[3].
Más ciudadanía, menos clientelismo
También fue la elección en donde
las maquinarias de decrépitos y corruptos partidos se quedaron empantanadas,
por más que candidatos, como Vargas Lleras, intentara disfrazarse de
independiente, respaldando con millones de firmas ciudadanas su aspiración
presidencial, renegando así de Cambio Radical que lo dejó a la vera del camino
con sus miles de vivienda y su portentosa capacidad ejecutiva. Las firmas
válidas que lo respaldaron fueron 2.752.287 (la Registraduría le anuló el 48%,
pues había presentado 5.522.088)[4],
y la votación que obtuvo fue de apenas 1.407.495. Una contundente demostración
del desgaste y los límites del clientelismo, frente al surgimiento de una
significativa votación de ciudadanos, mucho más que de simple electores, a
favor de candidatos como Petro, Fajardo y de De la Calle, cercana a los 10
millones.
El PAÍS POLÍTICO Y EL PAÍS NACIONAL
Por la forma como se están
alinderando los respaldos a los candidatos, parece estar reeditándose la famosa
expresión gaitanista. De un lado, todo el país político, desde el ejecutivo
Vargas Lleras y sus huestes de jóvenes, por lo demás modestos y radicales
“demócratas”, como Rodrigo Lara, David Luna y Carlos Fernando Galán.
Continuando con el inefable César Gaviria y su numeroso séquito de liberales
travestidos en “centrodemócratas” y tránsfugas de segunda vuelta electoral. Sin
olvidar el respaldo monolítico del partido Conservador, legado por Andrés
Pastrana a Álvaro Uribe Vélez, cuando lo asociaba con el para militarismo como digno para regentar el “corrupto partido conservador” –según expresiones del
propio Pastrana-- que ahora parece haber olvidado: https://www.youtube.com/watch?v=JCxY2gkDFtM.
Y con esa generación de virtuosos políticos
aspira llegar a la Presidencia de la República el joven Iván Duque, ajeno por
completo a esas prácticas clientelistas y corruptas, líder totalmente impoluto,
para acabar con la “mermelada” y librar, como lo hizo su padre político
adoptivo, Álvaro Uribe Vélez, durante ocho años, una lucha implacable y
denodada contra “el clientelismo y la corrupción”.El mismo “presidente eterno”, que le pidió “a
todos los congresistas que nos han apoyado que mientras no estén en la cárcel a
votar las transferencias, a votar la capitalización de Ecopetrol, a votar la
reforma tributaria”, como puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=B0qW21fXioo. Si Duque llega a la Presidencia y cumple su
promesa de “cárcel para todos los corruptos”, se arriesga a perder las mayorías
políticas en el Congreso. Incluso puede llegar a ser una grave amenaza para el
“presidente eterno”. Así las cosas, se
comprende plenamente lo que significa su consigna de campaña: “Duque es el que
es”. En efecto, es el candidato del Establishment, del País Político que ha
gobernado impune e irresponsablemente desde siempre contra el país nacional,
que definía así Gaitán:
“En Colombia
hay dos países: el país político, que piensa en sus empleos, en su mecánica y
en su poder y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su
cultura, desatendidos por el país político. El país político tiene rutas
distintas a las del país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!”
Drama que hoy adquiere una
dimensión más compleja, pues ese país nacional se encuentra fragmentado,
dividido y estigmatizado por el país político, gracias a la unidad de sus
astutos y hábiles dirigentes, que proclaman a Duque como el salvador de
Colombia, guiado por la inteligencia superior del “Presidente Eterno”, Álvaro
Uribe Vélez. Un pueblo fragmentado en los liderazgos representados por Petro,
Fajardo y De la Calle. Dividido, porque se debate entre el miedo, la esperanza,
los prejuicios y los odios. Un pueblo que no puede dejar de votar el próximo 17
de junio o girar un voto en blanco contra su propio destino y ser estigmatizado
como el principal responsable de la futura crisis y hecatombe nacional, pues si
no vota por Duque, entonces Colombia se convertirá en un infierno peor que
Venezuela y Nicaragua juntas, víctima del populismo de izquierda que estimula
la lucha de clases, el odio y la miseria entre hermanos. La única forma de
evitar semejante escenario dantesco es despertando todos al mundo de la
política, reconociendo que no existen salvadores y Mesías, sean de derecha o izquierda,
que vendrán a redimirnos. Votando masivamente en las urnas, para disuadir a
quienes prefieren las tumbas. Por eso debemos reconocernos como una ciudadanía
que se libera de héroes y revolucionarios, del “patricio” Duque contra el
“plebeyo” Petro y se resiste a la mentirosa división de “ciudadanos de bien”
que combaten a los del mal, hasta erradicarlos, encarcelarlos o extraditarlos
del territorio nacional. Más nos vale que recordemos las palabras de Belisario
Betancur, en su discurso de posesión presidencial:
“Dejemos de
ser federación de rencores y archipiélago de egoísmos para ser hermandad de
iguales, a fin de que no llegue a decirse de nosotros la terrible expresión del
historiador, de haber llevado a nuestra gente a que prefiera la violencia a la
injusticia”.
Ya hemos empezado a poner fin a
la violencia política, pero estamos muy lejos de superar tanta injusticia, y
para ello definitivamente necesitamos ser “hermandad de iguales” y no perpetuar
más la división entre un País Político, conformado por imaginarios Patricios
destinados a gobernar por siempre el País Nacional, integrado desde la colonia
por supuestos ignorantes y bárbaros plebeyos, indios y negros que les debemos
obediencia y gratitud eterna. No más votos atados al clientelismo, el miedo y
el odio, seamos por fin ciudadanos libres, responsables y fraternos, que
deciden soberanamente en las urnas. La segunda vuelta puede ser nuestra segunda
oportunidad sobre esta tierra, convirtamos en realidad el sueño de García Márquez.
[2]
- Gustavo Petro: 4.850.475; Sergio Fajardo: 4.588.299; Germán Vargas Lleras:
1.407.495 y Humberto de la Calle: 399.100. Incluso, descontando los votos por
Vargas Lleras, la suma sería de 9.837.874 frente a 7.567.439 de Duque.
[3]
- De ser así, habría que reconocer que son los narcoterroristas más ingenuos
del mundo, pues renunciaron a su fortuna para hacer política. Pero quizá algo de
razón tenga Duque, ya que en nuestro país la política resulta ser más rentable
y segura que el narcoterrorismo, como bien lo sabe Popeye, que respalda
entusiastamente a Duque, el Centro Democrático y el “presidente eterno”, Álvaro
Uribe Vélez, que parece será desplazado transitoriamente de tal dignidad por
Duque.
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