SEGUNDA VUELTA
PRESIDENCIAL: ENTRE TRIBULACIONES, PERPLEJIDADES E INCERTIDUMBRES
Hernando Llano Ángel
Tales
son los estados de ánimo y las inquietudes que predominan ante la proximidad de
la segunda vuelta presidencial. Aparecen en las conversaciones, las columnas de
opinión, las redes sociales, los programas de radio y televisión. Es un clima
de preocupación y exasperación apenas comparable con el miedo y la
incertidumbre que provoca Hidroituango. Queda la sensación de que nuestras
vidas están expuestas a resultados impredecibles y que apenas somos espectadores
pasivos, sin que podamos hacer nada para definir nuestro futuro. De hecho, esa
sensación apocalíptica está presente en las consignas de ambos candidatos.
Duque promete “Un futuro para todos” y Petro “Una Colombia Humana”. Pareciera
que sin ellos estuviéramos condenados a no tener futuro o ser menos que
humanos. Eso nos causa enormes tribulaciones, perplejidades e incertidumbres,
pues ambos juegan un rol equívoco y peligroso en la política. El rol de mesías
y salvadores, a quienes hay seguir ciegamente. Duque promete llevarnos, cual
Moisés, a la “tierra prometida” y Petro hará que seamos humanos. Esa es la
falsa disyuntiva que plantean consignas tan generales y emotivas.
EL FUTURO Y LA HUMANIDAD
SON NUESTRAS, NO DE DUQUE NI DE PETRO
Pero
ni el futuro ni nuestra humanidad dependen exclusivamente de que votemos por
Duque o por Petro. Nuestro futuro y nuestra humanidad dependen, en primer
lugar, de nosotros mismos y de nuestras decisiones, de nuestra responsabilidad
común por forjar una Colombia donde todos nos reconozcamos con las mismas
posibilidades y derechos para poder vivir dignamente. Es decir, de recuperar y
defender lo público, que empieza por conservar la portentosa biodiversidad que tenemos
y continúa por afirmarnos en nuestra maravillosa pluralidad étnica y
sociocultural, que nos enriquece como Nación. Y para que lo público nos
convoque y reconcilie, necesitamos reconocernos como ciudadanos iguales, sin
exclusiones ni jerarquías políticas, religiosas, raciales, de clase o sexuales.
Sólo así resolveremos nuestros conflictos y diferencias políticamente, sin
violencia, en forma legal y constitucional. Precisamos comprender, vivir y
ejercer la política como una controversia civilizadora y no como una
confrontación mortal entre “ciudadanos de bien” que excluyen, eliminan,
encarcelan y extraditan a los “ciudadanos del mal”. Como si la política fuera
un juego de suma cero, que se agota en el triunfo de la derecha sobre la
izquierda o viceversa, de los “buenos” sobre los “malos”, en lugar de ser un
juego de suma positiva donde todos tenemos derecho a la vida, la igualdad de oportunidades
y la pluralidad de valores, creencias e identidades. Ya es hora de abandonar
para siempre la política como guerra; la política como la expropiación de lo
público en beneficio de lo particular y de la propia familia; la política como
relación clientelista entre un “Doctor” y un elector cautivo; la política como
el gobierno de los de “clase” sobre los “mestizos, negros e indios”, en fin,
del país político sobre el país nacional, como lo denunciaba Gaitán.
VOTAR SIN MIEDO Y SIN
ODIO
Es la hora de pensar y actuar como ciudadanos
libres y soberanos, que votan sin miedo y sin odio, que se comprometen con la
defensa de lo público y la legalidad, pues sin ello jamás podremos forjar una
paz estable y duradera. Dejemos atrás los roles de victimarios y víctimas, que
empieza por el reconocimiento de la verdad y las responsabilidades de todas las
partes que cometieron crímenes de lesa humanidad, unos en nombre de la
“justicia social” y otros en nombre de la “seguridad democrática” y la
propiedad, sin miedo a perder el futuro. Es la hora de empezar a reconocer nuestra
común humanidad y colombianidad. Por eso mi voto el 17 de junio será por una
Colombia más humana, una Colombia que es responsabilidad de todas y todos, no
sólo de patricios ubérrimos, duques o plebeyos. Una Colombia sin exclusiones
sociales ni revanchas carcelarias, con verdad, justicia transicional,
reparación y no repetición. No más víctimas irredentas, sin verdad, y mucho
menos victimarios intocables e impunes, sin ninguna responsabilidad. No más
cinismo criminal.
(Junio
9 de 2018)
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