domingo, febrero 18, 2018

Irresponsabilidad ciudadana e impunidad política histórica.


 IRRESPONSABILIDAD POLÍTICA CIUDADANA E IMPUNIDAD POLÍTICA HISTÓRICA
Hernando Llano Ángel

Es apenas lógico que en época electoral irrumpan denuncias e investigaciones sobre el pasado político y las ejecutorias en la gestión pública de los candidatos que aspiran alcanzar curules en los cuerpos representativos o regentar el destino de la Nación desde la Presidencia de la República.  Lo que es inusual es que dichos aspirantes tengan prevenciones e incluso respondan airadamente, cuando se escruta y analiza su responsabilidad en el desempeño de la función pública. Incluso algunos descalifican todo examen de su pasado en la vida pública, con el argumento de ser víctimas de una implacable e injuriosa persecución política. Desconocen así que la primera característica de la responsabilidad política es precisamente la obligación pública de rendir cuentas sobre sus acciones y omisiones en el desempeño de un cargo público. Es decir,  cumplir simplemente el artículo 6 de nuestra Constitución: “Los particulares sólo son responsables ante las autoridades por infringir la Constitución y las leyes. Los servidores públicos lo son por la misma causa y por omisión o extralimitación en el ejercicio de sus funciones”. A partir de allí, para el caso de los congresistas que aspiran a la reelección, bastaría someterlos a una rendición de cuentas sobre la forma como cumplieron sus funciones constitucionales y legales. Así, cada ciudadano tomaría la decisión responsable de reelegirlo o sancionarlo, según el examen objetivo y riguroso de su cumplimiento o incumplimiento, por “omisión o extralimitación” de sus funciones. La información está disponible en Congreso Visible: http://www.congresovisible.org/ y todo ciudadano responsable debería hacerlo. Si tal responsabilidad ciudadana se ejerciera, con absoluta seguridad depuraríamos el Congreso de muchos impostores de la voluntad general y quizá cobraría vigencia el artículo 133 de la Carta: “Los miembros de cuerpos colegiados de elección directa representan al pueblo, y deberán actuar consultando la justicia y el bien común. El elegido es responsable políticamente ante la sociedad y frente a sus electores del cumplimiento de las obligaciones propias de su investidura”.

Irresponsabilidad Ciudadana

Pero tal depuración del Congreso no acontece, porque no somos ciudadanos políticamente responsables y carecemos, casi por completo, de la noción de lo público, pues hemos crecido con la idea de que es un botín al servicio de los políticos. Incluso muchos ciudadanos todavía piensan que el poder es de los políticos y, lo que es peor, la mayoría de los políticos están convencidos que el poder es de ellos. Así lo demostraron en la pasada legislatura, cuando en una expresión de máxima mezquindad política e insensibilidad moral, negaron la creación de las 16 circunscripciones transitorias de paz para las víctimas del conflicto armado interno, a las cuales aspiran numerosas víctimas de las FARC-EP, de los grupos paramilitares y de agentes del Estado, como se puede constatar en esta información del diario El Espectador: “Las víctimas que quieren llegar al Congreso”(https://www.elespectador.com/elecciones-2018/noticias/politica/las-victimas-que-quieren-llegar-al-congreso-articulo-739228).

Para los congresistas que bloquearon dicha posibilidad, consignada en el Acuerdo de Paz del Teatro Colón entre el Estado y las FARC-EP, dichas curules supuestamente serían ocupadas por miembros de las FARC-EP, cuando en la reglamentación de ese punto quedó expresamente prohibida la postulación de cualquier miembro de dicha desaparecida organización --cuyo listado completo lo tiene el Gobierno-- atendiendo la propuesta de los mismos miembros de la oposición, que no obstante en la votación final decidieron hundirla. Este revelador y vergonzoso pasaje de la oposición nos demuestra, una vez más que, en su estrecho horizonte de perpetuarse en sus curules, no existe la paz. No sólo por la negación de la existencia de las víctimas y su derecho político a serles reconocida oportunamente su plena ciudadanía, sino sobre todo porque así difícilmente podremos llegar a ser algún día una comunidad política nacional, reconciliada, al no permitirse que estén en un mismo recinto las víctimas y sus victimarios, reconociéndose y tratándose como ciudadanos que han desistido de seguir eliminándose físicamente entre ellos.

Campaña sangrienta e impune

Pero tal como se están desarrollando las actuales campañas electorales, todo parece indicar que vamos a continuar en esa polarización sangrienta. Según informe de la Misión de Observación Electoral, “durante la campaña política 62 líderes han sido víctimas de la violencia. Desde el 11 de diciembre de 2107, 31 fueron asesinados, 11 sufrieron atentados y 20 han recibido amenazas” https://colombia2020.elespectador.com/politica/violencia-contra-lideres-politicos-y-sociales-se-disparo-en-epoca-electoral.  Es más, según informe de la misma Fiscalía General de la Nación y del Vicepresidente de la República, general (r) Óscar  Naranjo, “hay 12 casos de familiares de excombatientes que han sido asesinados, hay 28 casos de excombatientes y hay 10 casos de líderes sociales asociados al partido de la Farc que han sido asesinados en los últimos meses”, para un total de 50 víctimas mortales https://www.elespectador.com/noticias/politica/fiscalia-ha-registrado-50-asesinatos-contra-miembros-de-las-farc-articulo-738005. Este panorama, sumado al sabotaje persistente de toda manifestación pública de la Farc, que la llevo a suspender sus actividades proselitistas, está reeditando la pesadilla sangrienta de la eliminación de la Unión Patriótica, acumulando un peso de impunidad política insostenible, cuyo origen mediato puede encontrarse en la incineración y desaparición de la Justicia, con la violenta toma por parte del M-19 y la destrucción física de su sede, el Palacio de Justicia, por el despliegue incontenible e incontrolable de la Fuerza Pública --según la expresión del entonces coronel Alfonso Plazas Vega-- en “defensa de la democracia”.

La impunidad palaciega

No obstante, esa misma noche del 7 de noviembre de 1985, todavía con los restos humeantes del Palacio, el presidente Belisario Betancur asumió toda la responsabilidad política de los hechos, como constitucionalmente le correspondía. Responsabilidad por la cual el entonces Procurador General de la Nación, Carlos Jiménez Gómez, en un informe pionero en la defensa de las víctimas y la prevalencia del Derecho Internacional Humanitario, presentó denuncia a la Cámara de Representantes contra  Belisario y su ministro de defensa, general Miguel Vega Uribe, la cual fue archivada por la Comisión de Acusaciones con la firma de los liberales Horacio Serpa Uribe, Carlos Mauro Hoyos y el conservador Darío Alberto Ordoñez Ortega, “por ser, repetimos, un típico acto de Gobierno, ejecutado por quien sólo podía hacerlo, es decir, el señor Presidente de la República y el señor Ministro de Defensa. […] Proponemos: Declarase que no hay lugar a intentar acusación ante el Senado de la República contra el Presidente Doctor Belisario Betancur Cuartas y su Ministro de Defensa, general Miguel Vega Uribe” (Jiménez, 1986, pp. 322-324). Desde entonces la agudización de esa violencia política se convirtió, por omisión en un típico acto de gobierno, como lo demostraron los gravísimos hechos que siguieron al Palacio de Justicia: la aniquilación de la Unión Patriótica y su candidato presidencial, Jaime Pardo Leal, bajo la presidencia de Virgilio Barco. Pero también por acción, luego de la creación de los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) con la anuencia tácita de César Gaviria para cazar y dar de baja al “patrón” y  la rápida mutación de esta violencia en apéndice paraestatal con las Convivir. Cooperativas tan entusiastamente promovidas por el entonces gobernador de Antioquia (1995-1997), Álvaro Uribe Vélez, bajo cuya administración los grupos paramilitares dejaron la macabra estela de 939 víctimas mortales en ese Departamento, que comienza en su primer año de Gobernador con 143 asesinatos, en el segundo supera el doble, con 357 y cierra con un broche de sangre de 439 víctimas[1].  Al respecto, decía el ex comandante paramilitar Freddy Rendón, más conocido como el “Alemán”, hablando sobre las afinidades políticas de Carlos Castaño con Uribe: “Cuando aparece Uribe con ese discurso, Carlos decía: Uribe es el hombre con el que nosotros vamos a hacer la negociación, porque es antioqueño, porque es cercano a amigos nuestros, porque fue quien impulsó las Convivir y todas se convirtieron en autodefensas, porque Pedro Juan Moreno era cercanísimo a Carlos, yo lo vi muchas veces reunido con él. Y además surge con un discurso igualito al de Carlos.  ¿En qué sentido?  Recogía ese ideal de la autodefensa, que había que tener una mano fuerte contra la guerrilla, que había que liberar los territorios para que el Estado entrara a ejercer soberanía. Que el monopolio de las armas tenía que estar en manos del Estado. Entonces, nosotros nos identificamos en ese momento y además cuando ese hombre surge como candidato presidencial, todo se volcó a un apoyo irrestricto en las regiones”[2]. Lo acontecido antes, es historia conocida: la presidencia de Samper y el proceso 8.000; el acuerdo preelectoral de Andrés Pastrana con las FARC, cambiando votos por el Caguán y posteriormente las dos administraciones de Uribe, donde se logra la desmovilización y el desarme de las AUC, pero bajo el precio de una impunidad mucho mayor de la que tanto se opone a la concedida a la FARC, pues como lo menciona el informe BASTA YA,  los grupos paramilitares cometieron  1.166 masacres y 8.903 asesinatos selectivos, lo cual no afectó el proceso de aplicación de la Ley 975, no obstante ser un requisito sine qua non para acogerse y beneficiarse de ella la suspensión de toda acción criminal. En conclusión, todos los recientes presidentes de la República, desde Belisario hasta Santos, han gozado del beneficio de la impunidad política. Razón tenía Sartre: “Nada es más respetable que una impunidad largamente tolerada”, debido justamente a la falta de responsabilidad política ciudadana o, quizá, lo que es peor, a la tolerancia con los crímenes de los gobernantes por pura conveniencia personal o el lastre mortal de los odios compartidos.




[1] - Ver www.cinep.org.co en cuadro Deuda con la humanidad. Paramilitarismo de Estado en Colombia. Banco de da datos de Derechos Humanos y violencia política 2004. Ejecuciones extrajudiciales. (1988-2003).
[2] - - El Espectador, Domingo 22 de Agosto de 2009, p 4.

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