lunes, enero 10, 2022

!NO MIREMOS ARRIBA, NI A NUESTRO INTERIOR Y MENOS A LOS LADOS!

 

¡NO MIREMOS ARRIBA, NI A NUESTRO INTERIOR Y MENOS A LOS LADOS!

https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/no-miremos-interior-menos-los-lados

Hernando Llano Ángel.

¡No miremos arriba, ni a nuestro interior y menos a los lados!, parecen ser las consignas para este 2022. Estoy parafraseando la última parodia de Netflix, “No miren arriba[1], una hilarante crítica contra la estupidez de exitosos gobernantes y sus leales seguidores. Así comenzamos este año en Polombia, –ese país imaginario y encantado donde reina un Duque-- sin mirar arriba, ni a nuestra conciencia y mucho menos a nuestros semejantes del lado. Lo digo, no tanto por nuestra realidad política, como por el contagio exponencial de la variante ómicron del COVID 19. No miramos lo que está sucediendo arriba. En la parte septentrional del planeta, Estados Unidos y Europa, donde ómicron[2] hace las veces del cometa Dibiasky que destruirá la Tierra ante la ambición de poder y el narcisismo de la presidenta de Estados Unidos, Janie Orlean, protagonizada por Meryl Streep.  Por eso ella niega la evidencia científica de la existencia del Cometa Dibiasky[3] –como Trump y Bolsonaro lo hicieron con el Covid19-- y promueve su reelección con la consigna No miren arriba[4]. Y casi lo logra, como también pretende el presidente Duque que lo hagamos con su sucesor del Centro Democrático, creyendo que la realidad es lo que él nos cuenta en su triunfal entrevista[5] de El Tiempo y que no veamos su incompetente y fatal legado de masacres[6], líderes sociales asesinados[7], Acuerdo de Paz[8] agónico y las exponenciales ganancias del sector financiero[9], que AVALó[10] generosamente su candidatura. Algo similar sucede en la película con el exitoso empresario de BASH, Peter Isherwell[11], y su última gama de celulares, empeñado en extraer del cometa Dibiansky sus valiosos minerales para aumentar su sideral fortuna, así se corra el riesgo de la destrucción de la tierra y el fin de la humanidad. Sin duda, una alegoría perfecta de la codicia y la prepotencia de los multimillonarios que devastan la tierra y controlan nuestras vidas, al igual que el general del Ejército norteamericano que cobra a los científicos los snacks gratuitos que brinda la Casa Blanca a sus invitados, al comienzo del film. Es decir, no solo vive de los impuestos de los ciudadanos, sino que además les roba por su ingenuidad. Todo lo anterior es posible porque la mayoría de los electores no miran lo que hacen los de arriba, no examinan su propia conciencia, no realizan ningún autoexamen de sus vidas y menos aun cuando van a votar y elegir a sus gobernantes. Lo único que les importa es seguir comprando con seguridad y consumiendo los últimos avances tecnológicos. Viven demasiado obsesionados con ser más bellos, exitosos, ricos e intocables. Basta con la productividad, las ganancias y la seguridad. Trabajan para comprar el último celular que ofrece BASH con una aplicación extraordinaria que los salvará de sus depresiones y demás desajustes emocionales, garantizándoles estabilidad y felicidad eterna, salvo por la inminente colisión mortal del cometa Dibiansky contra la tierra.  Y así van perdiendo el control sobre su mirada interior, cada día más dispersa y extraviada en el piélago de las redes sociales. Millones de usuarios de BASH quedan deslumbrados y ciegos, sin la menor capacidad para discernir entre la verdad y la mentira de los miles de mensajes que reciben durante el día.

La Realidad no existe

Lo que describo a continuación sucede en la realidad, no en la película. Los ojos de los usuarios de celulares se enturbian y desorbitan concentrados en sus pantallas y pierden la distinción entre la belleza y la fealdad, la humanidad y la bestialidad, atosigados por videos y fotos pornográficas donde ya es imposible separar el goce de la brutalidad. El placer voyerista se alcanza con la exposición degradante de hombres, mujeres, niños y niñas que deambulan con sus sentidos extraviados por redes sociales, sin más horizonte que la publicidad y la alienación del consumo. A estos usuarios no les queda tiempo para mirarse internamente, volcar su mente sobre ellos mismos, pierden su propia vida mirando, imitando y hasta envidiando la vida de los demás. Se pasan horas chateando, celebrando o difamando la vida de los otros, sus conquistas y éxitos que brillan cada minuto en las pantallas de los celulares y pierden toda capacidad de juicio y reflexión. Solo queda en sus mentes el reflejo de sonrisas blancas y deslumbrantes, de una felicidad tan instantánea y efímera que se esfuma con un like sobre cada imagen. Millones de personas se han convertido en la vida real en un apéndice de su celular, son solo un adminículo de la tecnología y la publicidad que los enajena en un mundo ilusorio, insaciable de consumo. Sin darse cuenta pierden contacto con la realidad y quedan atrapadas en la pantalla de su celular, como moscas, que son devoradas por densas telarañas de mentiras y fantasías que tejen los mensajes de las redes sociales. Quedan convertidas en entes tecnológicos, pierden su capacidad de ser y por tanto carecen de identidad propia. Sus identidades son manipuladas por algoritmos, la publicidad y los miles de agujeros negros del ciberespacio. Ya no miran a los lados. Los demás no existen, pues no reciben mensajes de ellos en sus celulares. Sus vidas ya no cuentan. Los demás son seres fantasmales, ya que sin celulares están desconectados de la realidad y no viven en este mundo. A tales extremos hemos llegado. Millones de cibernautas niegan la realidad, pues han dejado de vivir en ella. Es una pandemia más grave que la del Covid19. Apenas comparable con la de aquellos que viven conectados a redes de internautas que afirman que la tierra es plana, la pandemia es una conspiración y rechazan radicalmente las vacunas. Consideran que las vacunas nos convertirán en zombies absolutamente dóciles a los mandatos de los de arriba, que no queremos ver. Prefieren morir en libertad, afirman orgullosos en calles y plazas, antes que vivir sometidos como siervos. Por eso desprecian la vida de los ingenuos que nos hemos vacunado y nada les importa contagiar a los del lado. Para la mayoría de los activistas antivacuna todo es una conspiración de las empresas farmacéuticas y su ambición ilimitada, impulsadas por gobernantes corruptos y mentirosos, mercaderes de la muerte. Pareciera que los antivacuna no creen en nada, más allá de la eterna nada de la muerte. Están seguros que nos convertimos en conejillos de indias y en una década o menos estaremos lisiados de por vida o muertos. Por eso nos corresponde a los creyentes en la ciencia, a quienes “ingenuamente” nos hemos vacunado, mirar atentamente hacia arriba para fiscalizar bien a los responsables de las vacunas y garantizar su aplicación oportuna y masiva en todos los países, sin la letal discriminación entre naciones ricas y pobres, que todavía predomina ante la inoperancia e incapacidad de la OMS. Mientras millones tenemos tres dosis, cientos de millones apenas han recibido la primera[12]. Porque solo salvándonos como humanidad podremos vivir como individualidad. Por eso debemos mirar hacia nosotros mismos y ver nuestra personal e indelegable responsabilidad, para no convertirnos en vectores de la muerte y evitar que quienes estén a nuestro lado pierdan su humanidad. En fin, deberíamos primero mirar muy bien hacia nuestro interior o conciencia y así valorar la humanidad que nos circunda por todos los lados, arriba, abajo, a la derecha y la izquierda. Tal puede ser el principal propósito de este 2022 y una clave imprescindible para elegir buenos gobernantes y no a narcisistas engolosinados con el poder, la retórica y las apariencias como sucede en un reino “encantado llamado Polombia[13]. Un reino donde no predomina propiamente la Política, como afirma el presidente Duque, sino el plomo en muchas regiones, como en Arauca[14] y las principales capitales, Bogotá[15] y Cali[16], excepto Medellín[17], que tuvo la tasa más baja de homicidios en cuatro años y quizá por ello algunos sectores políticos tanáticos y fanáticos  promueven la revocatoria[18] de su alcalde, Daniel Quintero. Lo único que les falta a estos revocadores es el grito falangista de “Viva la muerte”[19], “Muera la inteligencia” del funeralmente célebre general Millán-Astray, a quien respondió Don Miguel de Unamuno, entonces rector de la universidad de Salamanca:  «Venceréis, pero no convenceréis». En este caso, nos quieren convencer a todos de que no hubo corrupción en la represa de Hidroituango, como lo hicieron con el Metro de Medellín, que terminamos pagando todos los colombianos. ¡Ya es hora de mirar arriba!  ¡Que así sea, con la GEA[20]! Parece que los Gilinski[21] ya lo están haciendo.



 

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