De la cacofonía de la violencia
al mutismo atroz de la muerte
Hernando Llano Ángel.
Todo parece indicar que estamos pasando en forma vertiginosa de la
cacofonía de la violencia al mutismo atroz de la muerte. Así sucedió en Cali, en la autopista
suroriental a la altura del hotel la Luna, en los confusos y dolorosos hechos
donde perdieron la vida tres colombianos. Dos de ellos, jóvenes que realizaban
un bloqueo y fueron tiroteados por Fredy Bermúdez Ortiz, funcionario del CTI,
quien fue brutalmente linchado. Como suele suceder donde la violencia predomina
y define la suerte de la vida, los hechos son demasiados confusos, pero su
desenlace es deplorable para todos. Es una pérdida de vidas que se puede
profundizar hasta llegar a límites inimaginables y alcanzar los contornos de
matanzas incontenibles. Estamos a punto de caer en esa pendiente sangrienta e
irreversible si nos dejamos arrastrar por el miedo y el odio, consubstanciales
al autoritarismo y el neofascismo elitista que dispara contra los jóvenes de
primera línea. Miedo y odio que las redes sociales continúan estimulando de
manera irresponsable y demencial. Ya quedó inscrito en la memoria y la historia
de Cali este fatídico viernes 28 de mayo como uno de los más sangrientos y
oscuros con un balance preliminar de 13 víctimas mortales y 36 heridos[1].
Aunque es difícil establecer con exactitud cuántas de estas víctimas cayeron en
desarrollo de la jornada de protesta, lo que sí se puede concluir es que son
vidas robadas[2] en un contexto
de violencia degradada que, incluso en algunos bloqueos, han impedido el paso
de ambulancias y la asistencia de misiones médicas. Bloqueos que han sido
hostigados y atacados en forma criminal por grupos de civiles armados --que el
Alcalde Ospina denomina “Halcones de la muerte-- y actúan con la complicidad de
miembros de la Fuerza Pública. En realidad, se trata de un paramilitarismo
citadino y elitista, que tuvo su irrupción desembozada en el ataque a la Minga
indígena[3]
el domingo 9 de mayo en la avenida Cañasgordas como se observa en varios
vídeos.
Asistencia militar para
deslegitimar la protesta social
De esta forma se ha configurado un escenario de criminalidad organizada en
el contexto de una protesta ciudadana legítima, que ha tenido expresiones
multitudinarias y pacíficas en varias ciudades del país, logrando que este
gobierno autista y prepotente reverse políticas tan regresivas como sus
proyectos de reformas tributaria y a la salud. Una criminalidad organizada
marginal, que algunos denominan lumpen proletariado, confrontada militarmente
por una alianza tanática del paramilitarismo elitista con la complicidad de
miembros de la Fuerza Pública, expresión de un elitismo lumpen y mafioso, que
arroja como resultado una violencia híbrida de carácter social, política y
delincuencial. Un escenario verdaderamente tenebroso, que se está convirtiendo
en una lucha de clases degradada, donde ya parece imposible discernir los
límites entre la criminalidad del narcotráfico, la violencia depredadora de
bandas organizadas, la insurgente infiltrada y la civil con motivaciones
políticas, que son combatidas irregularmente por esa alianza fatídica entre
paramilitarismo elitista y Fuerza Pública, con el respaldo tácito o explícito
de cientos de miles de “buenos ciudadanos”, temerosos y pusilánimes. Ciudadanos
en busca de un salvador providencial y de héroes de la patria que mueran en
defensa de un Statu Quo desbordado por el hambre, la miseria y la pandemia, que
precisa reformas sociales de fondo para superar estos estallidos sociales. Para
ello, el presidente Duque decreta la Asistencia Militar y recurre “al máximo
despliegue de la Fuerza Militar”, que extiende a ocho departamentos[4].Todo
lo anterior, acompañado de una parafernalia de símbolos, vídeos y mensajes
apocalípticos que están circulando por las redes sociales, exacerbando
prejuicios raciales, clasistas y fanatismos políticos, que ya marcan e
inscriben la campaña electoral del 2022 en un campo de batalla donde está en
juego y en fuego el eclipse o la salvación, una vez más, de esta tanática y
espuria “democracia”. De tal suerte, que hoy los ciudadanos nos encontramos
frente a dos escenarios que son excluyentes. El primero, es la continuación de
esta horrible noche autoritaria, profundizada con matanzas sistemáticas de civiles
opositores, líderes políticos, sociales, jóvenes[5]
y defensores de derechos humanos, todo en nombre de la “democracia” y la
falacia de la derrota de una supuesta “revolución molecular” en las elecciones
del próximo año. El segundo, es la continuidad de esta movilización social,
donde emergen nuevas y jóvenes expresiones de una ciudadanía rebelde que ya no
“come más cuento”, cuyo mayor desafío será traducir esta justa indignación en una
victoria en las urnas del País Nacional sobre el País Político. Así se
consolidaría la ruptura histórica de la política con las armas, consagrada en
el Acuerdo de Paz de 2016, y podríamos continuar forjando una democracia de
ciudadanos y ciudadanas, expulsando al ostracismo de la historia esta corrupta
y tanática “democracia”. Pero por ahora lo más urgente es contener esta vorágine
de violencia híbrida y degradada, que amenaza con deslegitimar la justa y
pacífica protesta ciudadana, para lo cual se requiere la presencia ya de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos y su respaldo a las negociaciones
entre el gobierno nacional, el Comité Nacional del Paro y el desmonte
progresivo de los bloqueos sin la amenaza letal de la violencia elitista paramilitar y la de
la “asistencia militar” arbitraria e ilegal que hasta la fecha arroja más de 60
víctimas mortales[6].
[1] https://www.elpais.com.co/cali/balance-preliminar-del-28-de-mayo-en-13-muertes-violentas-y-36-heridos.html
[3] https://elpais.com/internacional/2021-05-10/civiles-armados-disparan-a-grupos-indigenas-y-el-caos-se-apodera-de-cali.html
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