SAMPER PIZANO Y URIBE VÉLEZ: ENTRE
VERDADES POLÍTICAS Y MENTIRAS JUDICIALES
Hernando Llano
Ángel.
La solicitud de preclusión
presentada por el fiscal delegado Gabriel Jaimes en el proceso que se adelanta
contra el exsenador Álvaro Uribe Vélez ha desatado una intensa y agría polémica
judicial, que amenaza con ocultar lo esencial. Y lo esencial es que estamos
frente a un proceso sustancialmente político y accidentalmente judicial. Algo
muy parecido al proceso 8.000 contra Samper, donde todos los colombianos hoy
sabemos y reconocemos que ingresó dinero del narcotráfico a su campaña
presidencial, aunque la Cámara de Representantes de entonces haya precluido su
investigación, señalando que “no era ni culpable, ni inocente”. Hoy, incluso el
mismo expresidente Samper reconoció ese
ingreso ante la Comisión de la Verdad[1]. Ahora, casi se repite esa historia, pero en una versión más grave y
sangrienta, pues siendo Uribe gobernador de Antioquia entre 1995 y 1997,
auspició con entusiasmo las Convivir y hubo un crecimiento desmesurado de los
grupos paramilitares[2],
que dejaron una estela horripilante de asesinatos durante su gestión. En su
primer año como gobernador, 1995, las víctimas mortales fueron 143; en 1996, la
cifra se elevó a 357 y culminó su gobernación con 439, para un total de 939
ejecuciones extrajudiciales[3].
Por si lo anterior fuera poco, entonces condecoró y llamó “Pacificador de
Urabá”[4] al
general (r) Rito Alejo del Río, no obstante el número de masacres cometidas
siendo éste comandante de la décimo séptima brigada del Ejército Nacional en
Carepa y de su connivencia con las Convivir y los grupos paramilitares, como
puede leerse en el siguiente reporte[5] de
la revista SEMANA. Ahora que Rito Alejo del Río está en la JEP, probablemente
conoceremos esa verdad integral, pues es un requisito esencial para la
aplicación de las penas propias que impone esa jurisdicción. Y todo parece
indicar que así sucederá, pues ya ha manifestado su decepción frente a los
políticos que “hacen la ley, nos dan
órdenes para que las cumplamos, nos dan plazo para cumplirlas, y después que
las cumplimos nos dicen que somos delincuentes”, como aparece en este
informe presentado el 18 de febrero de 2019 en la sección Código de Caracol[6].
De Samper a Uribe
Guardando las distancias y las
diferencias de carácter procesal, esta investigación que se adelanta contra el
exsenador Uribe es muy similar, pero también muy diferente. La primera
diferencia sustancial es que Samper estuvo amparado por su fuero presidencial en
la investigación que precluyó la Cámara de Representantes, mientras que Uribe
renunció a su fuero de Senador para eludir astutamente la investigación de la
Corte Suprema de Justicia y quedar bajo la competencia de la Fiscalía, que hoy
coincidencialmente pide también su preclusión ante la juez 28 de conocimiento,
Carmen Helena Ortiz. La segunda y más grave diferencia, es que el proceso 8.000
nos reveló la influencia decisoria del narcodinero en la política, mientras que
la actual investigación contra el exsenador Uribe nos está revelando la
influencia criminal y letal de los grupos narcoparamilitares en su exitosa
carrera política nacional. En efecto, el Bloque paramilitar Metro, cuyo
surgimiento es el trasfondo de esta investigación, según el testigo clave, Juan
Guillermo Monsalve, tuvo lugar en la hacienda Guacharacas, entonces propiedad
de la familia Uribe, como se puede leer en esta detallada investigación
realizada por el portal Verdad Abierta[7].
Verdades de hecho contra verdades judiciales
Muchas de esas dolorosas verdades
de hecho sobre la gesta criminal del Bloque Metro están probadas, incluso
judicialmente, además de los cientos de numerosas víctimas irrefutablemente
asesinadas y desaparecidas, empezando por su entonces comandante, el teniente
retirado del ejército Carlos Mario García, más conocido con el alias de Rodrigo
doble cero. Asesinato ordenado por Don Berna, pues doble cero se oponía a la
alianza simbiótica de las AUC con el narcotráfico. Y a lo que estamos
asistiendo es que a dicha realidad política y criminal, en donde objetiva y
claramente Uribe aparece como responsable en tanto exgobernador, bien sea por
omisión o extralimitación[8] en
el cumplimiento de sus funciones, ahora se yuxtapone la realidad penal y
judicial, de carácter plenamente subjetiva y personal, que exige una
demostración incontrovertible de su culpabilidad, “pues los hechos precisan de
un testimonio para ser recordados y testigos fiables que los prueben para
encontrar un lugar seguro en el terreno de los asuntos humanos”[9].
De allí, la insistencia del Fiscal delegado, Gabriel Jaimes, para
contrainterrogar a Juan Guillermo Monsalve, el testigo clave en el proceso y en
la aparición de “nuevas pruebas”, como su celular, computador y siete tarjetas
sim, para cuestionar y eventualmente desvirtuar su testimonio, por considerarlo
un testigo poco fiable. Pero igual de poco confiables lo son aquellos testigos
a favor de Uribe, como el Tuso Sierra, narcoparamilitar[10]
extraditado a Estados Unidos. De allí que solo la sana crítica de las pruebas judiciales,
confrontada rigurosamente con hechos probados e irrefutables, podrá discernir
la verdad de la mentira, que es lo que corresponderá a la Juez 28 de conocimiento,
Carmen Helena Ortiz, para ordenar la preclusión o iniciación del juicio penal contra
el exsenador Uribe. Decisión que incluso podrá apelar la defensa del senador
Iván Cepeda ante el Tribunal Penal Superior de Bogotá, como instancia de cierre
judicial.
Uribe perdido en su laberinto Ubérrimo
Es precisamente por lo anterior
que el expresidente Uribe deambula extraviado en su ubérrimo laberinto
judicial, desgastándose emocional y políticamente, enfrentando cada día un
horizonte más incierto para su legitimidad y favorabilidad popular. Según las
últimas encuestas y sondeos de opinión, su capital político viene descendiendo
en forma sostenida. La encuesta de Pulso País, realizada por Datexco para W
Radio, en enero del año en curso, arrojó una imagen desfavorable del 66% para
Uribe frente al 52% de Petro, mientras que solo un 27% de los encuestados lo
calificó positivamente frente a un 42% de favorabilidad que obtuvo el líder de
Colombia Humana[11].
Y si a esto se suma el reciente informe de la JEP sobre cerca de 6.420 “Falsos
Positivos” entre 2002 y 2008, en desarrollo de su política de “Seguridad
democrática” y en cumplimiento de la Directiva 029[12]
de su ministro de defensa, Camilo Ospina, todo parece indicar que así salga
airoso en el terreno penal y sea imposible demostrar su culpabilidad en delitos
menores como fraude procesal y soborno a testigo, sucede todo lo contrario en
el terreno de la responsabilidad política, donde cada día pierde más
reconocimiento, respetabilidad y legitimidad. Tendencia que cobra inmensa
importancia por la proximidad de las elecciones del 2022, donde todos los
ciudadanos vamos a emitir en las urnas nuestro juicio político que, a
diferencia del judicial, es definitivo y no apelable. Entonces comprobaremos si
Sartre tenía razón con su irónica advertencia según la cual “no hay nada más
respetable que una impunidad largamente tolerada” o, por el contrario, los
ciudadanos cobrarán a los candidatos promovidos por Uribe en la arena electoral
lo que su jefe gana, al parecer impunemente, en el foro judicial.
Una coyuntura de verdades
Sin duda, estamos viviendo una de
las coyunturas más cruciales de la vida política nacional, pues las actuaciones
de la JEP y el informe final de la Comisión de la Verdad, que será entregado a
finales de este año, nos están revelando realidades y verdades políticas mucho
más trascendentales y creíbles que las judiciales. Y de todos nosotros depende,
no solo reconocer esas desgarradoras verdades, sino algo mucho más importante y
vital: que aprendamos de ellas para que nuestras vidas y las de nuestras
futuras generaciones no continúen perpetuando víctimas irredentas y victimarios
impunes, como sigue sucediendo hasta hoy. Ese es precisamente el mayor legado
de la JEP y la Comisión de la Verdad a nuestra vida política y el mejor tributo
que podemos rendir a todas las víctimas de este prolongado y degradado
conflicto armado: reconocer plenamente la verdad, más allá de nuestras
creencias ideológicas, simpatías partidistas o intereses económicos, para
terminar con esta espiral de odios y venganzas que algunos quieren prolongar
indefinidamente en nombre de una justicia parcializada y mentirosa. Una
justicia encubridora de una compleja realidad, donde víctimas y victimarios se
entremezclan, confunden y perpetúan generacionalmente, sin que ninguno pueda reclamar
superioridad moral sobre su adversario, pues todos han violentado y mancillado
con sus acciones criminales la dignidad de más de 9 millones de colombianas y
colombianos que reclaman verdad y sobre todo una justicia reparadora, ya que
ningún castigo podrá devolverles a sus seres queridos, sanar sus heridas y
menos rehacer sus vidas. Tal es la histórica misión de la JEP que muchos
lamentablemente todavía no comprenden o, lo que es peor, desprecian,
tergiversan y sabotean porque le temen a la verdad y son incapaces de asumir
éticamente sus responsabilidades en la profunda y violenta descomposición de
nuestra sociedad.
[1] https://comisiondelaverdad.co/actualidad/noticias/ernesto-samper-es-escuchado-por-segunda-ocasion-en-la-comision-de-la-verdad
[2] https://www.semana.com/on-line/articulo/un-vistazo-anos-paramilitarismo-inundo-sangre-antioquia/83239-3/
[3]https://masrazones.files.wordpress.com/2014/09/cuadro-anexo-hernando-llano-victimizaciones-paramilitarismo-1998-2003.pdf
[9] Arendt, Hannah (1973). La Crisis de la
República, Madrid, Edit. Taurus, p. 14.
[10] https://www.infobae.com/america/colombia/2021/02/16/caso-uribe-velez-el-tuso-sierra-afirma-estar-listo-para-rendir-testimonio-ante-la-fiscalia/
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