martes, agosto 06, 2019

Ivan Duque: Un presidente delicuescente



Iván Duque: Un presidente delicuescente

Hernando Llano Ángel.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, el adjetivo delicuescente denota un estilo literario y cultural “evanescente, sin vigor, decadente”. Ad portas de cumplir su primer año en la Casa de Nariño, el presidente Duque demuestra ser un excelente cultor de dicho estilo en el ámbito gubernamental. Basta recordar los tres grandes objetivos que nos propuso a los colombianos en su discurso de posesión presidencial, resumidos en el acrónimo LEE: Legalidad, Equidad y Emprendimiento.

Un presidente que no lee a Colombia.

Por la forma como los ha venido cumpliendo, uno duda sobre su competencia para leer a Colombia y empieza a sospechar que estamos frente a un grave caso de analfabetismo político. Empecemos por la legalidad. Su desempeño ha sido evanescente, es decir, cada día la legalidad se desvanece y esfuma más. Así lo demostró con sus objeciones a la ley estatutaria de la Jurisdicción Especial de Paz, al punto que ha sido el único presidente forzado por la Corte Constitucional a sancionar una ley. Es decir, reprobó el examen de legalidad en materia grave. Casi incurre en una falta de lesa humanidad, pues la JEP se instauró con el propósito central de honrar a todas las víctimas del conflicto armado interno, mediante el esclarecimiento de la verdad de lo sucedido. Es decir, de las responsabilidades de todos los victimarios, desde los violentos y desalmados guerrilleros, pasando por los institucionales y “bien intencionados” miembros de la Fuerza Pública, perpetradores de miles de “falsos positivos”, sus mandos superiores, hasta ciertos exitosos empresarios y algunos gobernantes innombrables, aún inimputables. Pero todo parece indicar que en esta legislatura de nuevo la “inteligencia superior” del Centro Democrático insistirá, con su tozudez de domador equino, en la creación de una sala especial en la JEP para juzgar a los militares. Tal iniciativa complementaría a su inefable proyecto de doble instancia retroactiva que, vanamente, buscará exonerar a todos los políticos ya condenados por su asociación delictiva y criminal con grupos paramilitares, los parapolíticos, además de aligerar la pena de su putativo hijo político, más conocido como “Uribito”. Todo ello, con la anuencia del transitorio habitante de la Casa de Nariño, carente de vigor para oponerse a semejante estrategia, incapaz de comportarse como un presidente de la Nación, que juró cumplir la Constitución y la ley. En lugar de ello, se comporta como un decadente y obsecuente funcionario al servicio de quien denomina “presidente eterno” y dirige una organización facciosa[1], casi mafiosa que encubre y favorece a sus integrantes,  camuflada bajo la sigla del “Centro Democrático”. De concretarse tal proyecto y concepción de legalidad, estaríamos asistiendo a la instauración de un Estado delicuescente, diseñado para encubrir cierta criminalidad elitista, revestido con los oropeles de normas rimbombantes que no logran ocultar la complicidad, iniquidad e indignidad de sus gestores con el régimen electofáctico[2] que regentan.

Una Equidad codiciosa.

Algo todavía más aberrante parece estar a punto de pasar con la Equidad, su segunda bandera, si con nuestros impuestos el Estado le cancela al grupo Aval las deudas contraídas a su favor por Odebrecht[3], con quien se confabuló en una operación corrupta para ejecutar la Ruta del Sol. Tal operación nos conduciría directamente a las tinieblas de la inequidad para avalar la codicia sin límites de dicho grupo financiero. Así las cosas, Duque nos está conduciendo a una decadencia inimaginable, donde la legalidad se troca en  impunidad y la equidad en injusticia e iniquidad.

Un Emprendedor devastador.

En cuanto al Emprendimiento, su tercera y última bandera, es quizá la más amenazante y peligrosa, pues está pintada con un explosivo color naranja de maniqueísmo y tecnicismo. El maniqueísmo depredador de asperjar con glifosato la “mata que mata”, en lugar de reconocer y emprender una investigación rigurosa sobre las maravillosas propiedades de la coca[4] y asumir el liderazgo de su regulación estatal, en beneficio de la población campesina que ha sido vejada, rociada y victimizada con la coartada de la “guerra contra el narcotráfico”. Ayer era la marihuana la mata maldita, fumigada con paraquat, hoy es la mata bendita cultivada y legalmente explotada por la industria farmacéutica. ¿Hasta cuándo se devastarán nuestros bosques y parques nacionales, los cultivos y la salud de los campesinos en nombre de una guerra perdida y absurda contra la Mama Coca? Y, por último, ya se anuncia el  fracking, como la alternativa para dinamizar la economía, con todos los tecnicismos y previsiones para evitar crisis ambientales. Todo parece indicar que este gobierno será un gran emprendedor de futuras catástrofes provocadas. Un gobierno delicuescente: evanescente, sin vigor y decadente. Más cercano a ciertos privilegiados delincuentes, que a la gente común y decente.  



[1] Lo que distingue a una facción política de un partido, es que la primera subordina los intereses de toda la sociedad a los beneficios de sus correligionarios, como bien lo señaló Giovanni Sartori. Un partido político se reconoce como parte de un todo, respeta las reglas del juego y sirve al conjunto dela sociedad.
[2] Acrónimo que significa un régimen con elecciones pero al servicio de poderes e intereses fácticos, tanto ilegales como los legales, a través de sofisticadas maniobras “legales”, como las de Aval y Odebrecht.

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