martes, enero 29, 2019

"Un callejón con salida"



“UN CALLEJÓN CON SALIDA”
Hernando Llano Ángel

Tal pareciera que las posiciones antagónicas entre el Gobierno nacional y el ELN nos han conducido a un callejón sin salida. Un callejón en el que ambos están atrapados, paradójicamente, porque pretenden convertir el Derecho en su principal arma de guerra para imponerse sobre el contrario, derrotarlo y someterlo. Por parte del ELN, invocando incluso el DIH en el atentado a la Escuela de Cadetes General Santander, como una “respuesta lícita” a los ataques realizados por la Fuerza Pública contra sus campamentos en el mes de diciembre, no obstante haber decretado y cumplido el ELN un cese al fuego unilateral por las fiestas navideñas hasta la primera semana de este año.  Y ahora, el Gobierno nacional también invoca su Derecho soberano a desconocer el protocolo suscrito por el anterior gobierno con los Estados garantes, en el evento de ruptura de las conversaciones con el ELN, y solicita a Cuba la captura y extradición de sus comandantes por terroristas. Ambos hacen del Derecho una lanza para el combate y la derrota del contrario y no un escudo para la protección de la vida, la libertad y la seguridad de todos, como es el espíritu del DIH y de toda Constitución Política.

En el principio, está la política

Más allá de todos los argumentos legales, incluido el comunicado  --que no Resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas-- donde demanda  a “todos los Estados a que, de conformidad con sus obligaciones, en virtud del derecho internacional y de las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad, cooperen activamente con el Gobierno de Colombia y con todas las demás autoridades competentes a llevar ante la justicia a los autores, organizadores, y financiadores de estos condenables actos de terrorismo”, el presidente Duque y sus asesores, empezando por su Alto Comisionado para la Pax[1], deberían reconocer el principio de realidad según el cual la existencia de conflictos crónicos y arraigados en el pasado, como el del ELN, nunca se han resuelto  jurídicamente, con la fuerza del derecho, sino políticamente, con la creatividad y la flexibilidad de los acuerdos, después de largas, difíciles y complejas conversaciones entre las partes históricamente enfrentadas.
Precisamente el Acuerdo del Teatro Colón, entre el Estado colombiano y las FARC-EP, es el más reciente y mejor ejemplo de ello, motivo por el cual sigue contando con todo el respaldo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y lo exhibe con orgullo como su mayor éxito en el terreno de la diplomacia internacional. Es más, el mismo Consejo de Seguridad, promueve desde 2015 mediante la Resolución 2554 la mediación de su enviado especial, el señor Staffa de Mistura en la guerra siria, buscando una salida política al conflicto que en la actualidad tiene los niveles más degradados de terrorismo en el mundo, sin incurrir en el absurdo de subordinar su intervención a la entrega de Bashar al Assad, como determinador y autor de los mismos, ante la Corte Penal Internacional.  Simplemente porque la “paz con legalidad” sólo se logra al final de un conflicto armado y no puede ser una condición inmodificable e inamovible para iniciar conversaciones con una organización ilegal y rebelde, que incurre frecuentemente en actos terroristas. Por eso, conviene recordarle al presidente Duque y su Comisionado para la Pax, que fue el mismo senador Álvaro Uribe Vélez, quien después del triunfo del No en el plebiscito, en el primer comunicado de celebración, expresó:

Compatriotas: El sentimiento de los colombianos que votaron por el Sí, de quienes se abstuvieron y los sentimientos y razones de quienes votamos por el No, tienen un elemento común: todos queremos la paz, ninguno quiere la violencia. Pedimos que no haya violencia, que se le de protección a la FARC  (sic) y que cesen todos los delitos, incluidos el narcotráfico y la extorsión. Señores de la FARC: contribuirá mucho a la unidad de los colombianos que ustedes, protegidos, permitan el disfrute de la tranquilidad. 

Bien podría haber exigido Uribe, con esa exigua mayoría de apenas 53.894 votos, no cumplir el Acuerdo de paz firmado en Cartagena con esa organización “narcoterrorista”, y forzar al presidente Santos para que demandara a Cuba la captura y extradición del Secretariado de las FARC. Afortunadamente, entonces se impuso la sensatez política y el principio de realidad, sobre el fundamentalismo legal, el maniqueísmo moral y el pírrico triunfo electoral. Ello permitió, entre otras cosas, que la tasa de homicidios descendiera en los dos siguientes años a los niveles más bajos de los últimos 40 y no se presentarán atentados de las dimensiones horripilantes como el de la Escuela de cadetes General Santander. Aunque ahora el mismo senador Uribe, tergiversando por completo la realidad, haya escrito el ominoso y mentiroso trino: “Que grave que la paz hubiera sido un proceso de sometimiento del Estado al terrorismo”.

Lamentablemente los hechos están demostrando lo contrario, ha sido la incapacidad del Estado y la falta de voluntad política de sus gobernantes en el cumplimiento del Acuerdo de Paz, especialmente en el campo, lo que está permitiendo el resurgimiento de un terrorismo difuso e impune que ya ha cobrado la vida de más de 400 líderes sociales y defensores de derechos humanos y cerca de 80 desmovilizados de las FARC-EP. Y, para completar tan deplorable y doloroso cuadro, ahora hace su aparición la forma más cínica y letal del terrorismo, aquella que apela al DIH y los DDHH para justificar y “legitimar” una nueva guerra, que estamos viendo como empieza, pero no sabemos cómo ni cuándo terminará, aunque tenemos la certeza que el mayor número de víctimas serán civiles, como lo fueron el 80% de las víctimas mortales que nos dejó el conflicto armado interno entre 1958 y 2013, según el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica (http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/).

Una salida política

Por todo lo anterior, hay que buscarle una salida al callejón, y ella podría empezar por cambiar el ultimátum legal por uno político, y exigirle al ELN la liberación inmediata de todos los secuestrados con el concurso del CICR y el cese de todas las formas de criminalidad por un período razonable de al menos tres meses, contando para ello con el acompañamiento y la verificación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, replicando así la experiencia de concentración de las FARC-EP en las Zonas Veredales de Transición, que bien  garantizaron la seguridad y tranquilidad demandada por el senador Uribe a todas las partes. Entonces, allí sí procedería la iniciación de la mesa de conversaciones en Cuba o en un lugar de territorio colombiano, mutuamente definido entre el Gobierno nacional y el COCE del ELN. Quizá ensayando propuestas similares, liberadas del fardo del legalismo, se pueda abrir el callejón y encontrar una salida política al mismo. Al respecto, convendría que Miguel Ceballos, como Alto Comisionado para la Pax, tuviera en cuenta las claves de Christopher R. Mitchell para el tratamiento de conflictos crónicos e intratables, cuando advierte que no se debe caer en tres graves errores:

1-      El de los “Derechos contrapuestos”, pues cada parte reclama con intransigencia “tener razón acerca de la importancia superior de sus derechos”.

2-       “Evitar las etiquetas adheridas” que deslegitiman totalmente al contrario y “dejar que las palabras y los símbolos se decidan más tarde.”

3-       Evitar aplicar soluciones al “conflicto fabricadas por otros”. [2]

Claves también plenamente exigibles al ELN, pues además de cometer los anteriores errores, ha sumado a ellos el horror del reciente atentado, fortaleciendo y estimulando así el belicismo revanchista del gobierno, revestido de fundamentalismo legal, como la fórmula por excelencia para derrotar a los terroristas y poner fin al conflicto. Fórmula fabricada y aplicada por Estados Unidos en su guerra contra el terrorismo, con los resultados que hoy todo el mundo padece y lamenta. Al respecto, hoy el enviado especial de Trump informa que ha “logrado un principio de acuerdo de paz” con los Talibanes en Afganistán[3], después de 17 largos años de combate infructuoso con cientos de miles de víctimas civiles, para poner fin a la sangrienta y fracasada “guerra contra el terrorismo”, iniciada por Georges W Bush en el 2001, bajo la criminal y mentirosa consigna de que “con los terroristas no se negocia”.

(enero 29 de 2019).       










[1]  Pax Romana, pues Ceballos no actúa buscando la paz política concertada, sino la impuesta por sometimiento judicial y/o militar, que desembocará en una escalada de terror imprevisible.
[2] Mitchell, Christopher R, Conflictos intratables: Claves de tratamiento. Gernika Gogoratuz, documento 10, Bizkaia, 1997.

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