lunes, febrero 04, 2008

DE-LIBERACIÓN
(Para: http://www.actualidadcolombiana.org/ y calicantopinon.blogspot.com)
Febrero 4 de 2008


Del terror de la mentira al horror de la verdad.

Hernando Llano Ángel.

Para avanzar hacía la paz tenemos que recorrer un largo y sinuoso camino, que va desde reconocer el terror de la mentira hasta superar el horror de la verdad. Es un camino por hacer, en el que todos nos tenemos que comprometer, pero quienes deben dar los primeros pasos son aquellos que hoy se han convertido en antagonistas de la vida y la libertad. Para empezar, las FARC deberían reconocer –como lo afirmaba Camus- que nada hay más reaccionario que ser partidario de la pena de muerte y de la privación arbitraria e indefinida de la libertad, tal como sucede con la práctica sistemática del secuestro político y el extorsivo. La privación de la libertad y la pena de muerte son los signos distintivos de la tiranía y el despotismo, contra los cuales se han levantado los pueblos en rebelión y han vencido en batallas donde la ética y la épica van de la mano. Hoy, las FARC y el ELN se han convertido en liberticidas. Han perdido toda noción de la ética y la épica del combate, al desconocer flagrantemente principios fundamentales del Derecho Internacional Humanitario. Objetivamente se comportan más como mercaderes y mercenarios, pues degradan al ser humano al convertirlo en botín de guerra. Pero en algo todavía más horripilante han incurrido los grupos paramilitares, sus herederos y simpatizantes, con los descuartizamientos y desapariciones de cientos de sus secuestrados, según las exposiciones libres de sus verdugos en las audiencias realizadas bajo la ley 975, cínicamente denominada de “Justicia y paz”. Todos ellos recurren al terror de la mentira, pues invocan supuestos motivos políticos para cometer semejantes atrocidades. La FARC y el ELN pregonan la justicia social de la revolución. Las AUC y sus sucesores, la justicia privada de la seguridad, las inversiones y la prosperidad.

Para completar el anterior cuadro dantesco pintado por la mentira y el terror, el Gobierno nacional lo rubrica con la política de seguridad democrática, que durante estos casi seis años no logra ocultar -pese al bombo mediático de sus éxitos en la lucha contra el secuestro- las cerca de 1.000 ejecuciones extrajudiciales en las que aparecen comprometidos miembros de la Fuerza Pública y los 550 secuestrados en poder de las AUC cuyo destino no se estableció, pues según Mancuso: “No teníamos secuestrados; los retenidos fueron dados de baja en su mayoría”, según entrevista concedida a Natalia Springer. La pregunta obvia es ¿Por qué el Gobierno inició negociaciones con las AUC sin exigirles la liberación de todos los secuestrados en su poder? ¿En dónde queda la universalidad de la “seguridad democrática” que pregona “proteger a todos, al trabajador, al campesino, al sindicalista, al periodista?” Sin duda, estamos frente al terror de la mentira oficial, que ahora pretende mediante la ley 975 validar y casi legitimar estas atrocidades, pues sus responsables intelectuales y materiales recibirán penas entre 5 y máximo 8 años de cárcel. Pero la mentira del terror no se detiene allí, pues el gobierno con la intervención vehemente del Presidente Uribe ha insistido en que dichos crímenes son de carácter político y ha calificado de sediciosos a sus ejecutores. Poco importa que las AUC hayan cometido tantas o más atrocidades que las FARC, para quienes reserva en forma exclusiva el título de terroristas y a cuyos miembros extradita como narcotraficantes. Exactamente lo contrario del tratamiento dado a las AUC y sus máximos comandantes, a quienes congela discrecionalmente la extradición, no obstante haberse comprobado que han continuado delinquiendo desde las cárceles. Ello se debe a que los considera “sediciosos” y no terroristas, aunque figuran en todas las listas internacionales como tales, empezando por la del Departamento de Estado norteamericano. No debe quedar, pues, la menor duda de la capacidad de engendrar y encubrir el terror que tiene la mentira oficial, aunque ella sea compartida por cerca del 85% de la opinión que respalda al Presidente Uribe, según reciente encuesta.

Es así como llegamos al horror de la verdad en que actualmente nos debatimos. Una verdad que nos revela que la política, y con ella nuestras vidas y dignidad, está secuestrada por el crimen y la mentira oficial. Por eso hay que empezar a reconocer y repudiar esta realidad y a quienes pretenden seguir engañándonos. Los unos, en nombre de una revolución ya degradada y los otros en nombre de una democracia inexistente, en virtud de la cual tenemos el más alto índice de secuestros en el mundo y el mayor número de sindicalistas y periodistas asesinados por causa del conflicto, además de cerca de 4 millones de desplazados y la mayor cantidad de minas antipersona del continente. Sólo cuando reconozcamos el terror de la mentira y superemos el horror de esta verdad, podremos vivir digna y libremente en una democracia, en paz, sin la depravación de la guerra y ese miedo obsesivo por estar seguros en medio de tanta iniquidad, como nos sucede en la actualidad.

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