Álvaro Uribe, entre luces
y sombras (I parte)
https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/alvaro-uribe-entre-luces-y-sombras/
Hernando Llano Ángel.
La
vida pública de Álvaro Uribe Vélez, como la de todos los líderes políticos
carismáticos, ha transcurrido entre luces y sombras. Entre las luces
deslumbrantes de su fulgurante actividad política, proyectadas en el escenario
mediático, electoral y gubernamental, y la penumbra de sus acuerdos y alianzas
políticas tejidas tras bastidores. Al fin de cuentas, la política institucional
suele ser en todas partes un gran espectáculo de simulación. El del poder
puesto en escena y representado ritualmente, sin que veamos y mucho menos sepamos
lo que ha sucedido tras bambalinas. La mayoría de las veces solo conocemos lo
que es realmente el poder cuando ha terminado su función gubernativa y ya es
demasiado tarde para todos. Los ejemplos abundan en todas las latitudes, pero
son más frecuentes en aquellas sociedades donde los límites entre lo legal y lo
ilegal, lo legítimo y lo ilegitimo, resultan difusos, ambiguos y penumbrosos.
Ese fenómeno delicuescente y delincuencial de la vida política parece ser una
tendencia global irreversible y se expresa en los numerosos escándalos de
corrupción y los delitos de cuello blanco en altos cargos gubernamentales.
Quizá por ello la democracia cada día sea más cacocrática[i] y caiga así en manos de
conspicuos delincuentes, siendo Trump y Netanyahu los más representativos y
temibles. Pero, volviendo a nuestra realidad macondiana, en ella abundan los
ejemplos de cacócratas impunes, por la sencilla razón de encontrarse la
práctica política en el punto de intersección entre lo legal y lo ilegal, lo
legítimo e ilegítimo. Ha sido así y seguirá siéndolo mientras las campañas
políticas y sus candidatos precisen cifras astronómicas para ganar las
elecciones. Cifras que solo pueden aportar los cacaos empresariales (Odebrecht,
banqueros y potentados empresarios) o los cacos ilegales
(narcotráfico-contrabandistas) que, bajo la coartada de las elecciones, ungen
de legitimidad democrática a sus pupilos ganadores, que siempre prometen una
lucha radical contra la corrupción, pero una vez en sus cargos terminan siendo
rehenes de la misma por los compromisos adquiridos con sus patrocinadores.
La Cacocracia
macondiana
El
proceso 8.000[ii]
nos reveló de cuerpo entero esa verdad, pero demasiado tarde, como incluso lo
reconoció su propio protagonista, Ernesto Samper Pizano, descargando su
responsabilidad y su pesado fardo en la espalda de sus más cercanos
colaboradores, su tesorero, Santiago Medina y su ministro de defensa, Fernando
Botero. Así ha acontecido con todos los protagonistas presidenciales de la vida
nacional hasta la fecha. A tal punto que ninguna campaña presidencial
victoriosa ha estado exenta de escándalos, bien por el ingreso de lo que antes
llamaban “dineros calientes”[iii], superación de umbrales
o por acuerdos más o menos explícitos o implícitos con actores legales o
ilegales, que casi siempre terminaron siendo protegidos o favorecidos desde la Presidencia.
Es lo propio de un régimen electofáctico, donde esos poderes de facto
determinan, para bien o mal, quién gana, cómo gobierna y a favor de quiénes.
Aunque en ocasiones, a pesar suyo, los patrocinados que ganan la presidencia no
les puedan cumplir plenamente a sus financiadores, como sucedió con Samper
frente al narcotráfico por las presiones insuperables de la diplomacia
norteamericana. También, en cierta forma, fue el caso de la presidencia de
Andrés Pastrana al concertar con las Farc-Ep la llamada zona de distensión del
Caguán a cambio de su veto contra Horacio Serpa, quien le había ganado en
primera vuelta. Pero los casos más controvertidos y ambiguos son los de Uribe y
Santos en sus respectivas presidencias, pues ambas administraciones tuvieron
una relación compleja y ambigua con dos poderes de facto altamente
desestabilizadores, las AUC y las FARC-EP. Sus éxitos y fracasos como
presidentes dependieron de los resultados de esos respectivos procesos de
desarme y desmovilización. Ambos procesos terminaron, paradójicamente, signados
por el éxito y el fracaso. Lograron la desmovilización de miles de hombres y
mujeres armadas, pero también lo es que en la actualidad sus herederos, el
llamado Ejército Gaitanista de Colombia[iv] y esa hidra con numerosas
cabezas[v], al menos 30, dejadas por
la extinta Farc-Ep, tienen en jaque a la “Paz Total” y la seguridad pública en
colapso en muchas regiones del país[vi]. No es del caso abordar
aquí el análisis del fracaso y el relativo éxito de dichos procesos, pues de lo
que se trata ahora es de dilucidar la relación de Álvaro Uribe durante su vida
pública con poderes de facto criminales,
dada la reciente sentencia condenatoria en primera instancia proferida por la
Juez 44 penal del circuito, Sandra Liliana Heredia, por fraude procesal en
actuación penal y soborno de testigos, cuyo trasfondo es la presunta relación
del expresidente con la existencia del Bloque Metro[vii], según versión del
condenado Juan Guillermo Monsalve.
Uribe, entre luces y
sombras
Sin
duda, Álvaro Uribe se ha destacado frente a los demás protagonistas de la vida
nacional por su extraordinaria capacidad para articular, desde el comienzo de
su vida pública, lo legal con lo ilegal y lo legítimo con lo ilegítimo,
saliendo airoso en todas las circunstancias, exceptuando por ahora la sentencia
en primera instancia de la Juez Heredia, cuya apelación resolverá el Tribunal
Superior de Bogotá. Lo singular y extraordinario de Uribe es que sus éxitos
como servidor público, exaltados al máximo por él mismo, la parafernalia mediática-empresarial
de periódicos, emisoras y cadenas televisivas, junto a millones de sus
electores e incondicionales seguidores, siempre ha logrado sumir en la penumbra
la forma cómo ha alcanzado tan celebrados éxitos, así ellos hayan llevado a la
cárcel a más de una docena de sus colaboradores y subalternos[viii]. Su maestría para la
simulación de la virtud y el ocultamiento de lo protervo e irregular no tiene
rival en la vida pública nacional, como hizo gala de ello en su defensa
material ante la sentencia proferida por la Juez Heredia, que lo condenó a 12
años de prisión domiciliaria. Esa habilidad la demostró desde su primer cargo
como Director Nacional de Aerocivil, resaltando sus logros innegables en la
ejecución de aeropuertos e infraestructura aérea[ix], pero dejando en la
penumbra el otorgamiento de matrículas a aeronaves dedicadas al narcotráfico y
la habilitación de pistas de aterrizaje en zonas rurales.
Obviamente,
Uribe no asumió responsabilidad alguna por otorgar 8 matrículas vinculadas al
narcotráfico, como lo revela esta investigación de Cuestión Pública[x]. Posteriormente
responsabilizó de ello a su segundo hombre en la Aerocivil, más conocido como
el “Bandi”, César Villegas[xi], condenado por
testaferrato y enriquecimiento ilícito derivado de su amistad con los hermanos
Rodríguez. El “Bandi” fue asesinado el 4 de marzo del 2002, un día antes de
entrevistarse con un agente de la DEA, según versión del periodista
norteamericano Joseph Contreras en su libro “Biografía no autorizada de Álvaro
Uribe”[xii]. Es de anotar que el
Consejo Nacional de Estupefacientes suspendió la operación de 57 aviones de
narcotraficantes en septiembre de 1983, por orden del ministro Rodrigo Lara
Bonilla, asesinado el 30 de abril de 1984 por un joven sicario al servicio de
Pablo Escobar. Este patrón en el desempeño de cargos como servidor público se
repetirá desde posiciones de mayor importancia y responsabilidad, como sucedió
durante sus años de gobernador de Antioquia, cuando fue un entusiasta promotor
de las legales cooperativas de seguridad rural, conocidas como CONVIVIR, embriones
de los posteriores grupos paramilitares, como lo reconoció el mismo Salvador
Mancuso[xiii]. Lo más grave es que
las masacres de los grupos paramilitares fueron en ascenso desde su posesión
como gobernador de Antioquia[xiv]. En 1995 se reportaron
143 víctimas mortales, en 1996 el número ascendió a 357 y en su último año de
gobierno llegó a 439, en total 939 civiles asesinados. Entre los grupos
paramilitares perpetradores de estas masacres se encontraba el Bloque Metro,
que es el mencionado por el condenado Juan Guillermo Monsalve, grupo
paramilitar que supuestamente tuvo como base de operaciones la finca
Guacharaca, propiedad entonces de la familia Uribe.
“Pacificador de
Urabá”
Como
si lo anterior fuera poco, siendo gobernador, llamó al entonces comandante de
la 17 brigada militar de Apartadó, General Rito Alejo del Río, el “Pacificador de Urabá”[xv].
Posteriormente, el 29 de abril de 1999, en un homenaje de desagravio al
general, organizado por Fernando Londoño Hoyos en el hotel Tequendama, así lo
ponderó Uribe: «Fue un general
extraordinario y lo han tratado de la manera más atroz en que se puede tratar a
un héroe nacional. El General y sus
soldados trabajaron para contener a los violentos con una intensidad sin antecedentes. Nadie mejor que el General del
Río comprendió que a Urabá había llegado la
hora de la paz, el Estado, la ciudadanía, y a fe que avanzó notablemente.
En todas partes estaba presente el acompañamiento
discreto y eficaz del general Del Río”. Precisamente por ese “acompañamiento discreto y eficaz” junto a
los grupos paramilitares, el general (r) Rito Alejo del Río fue condenado a 25
años de cárcel como responsable de la Operación Génesis realizada en febrero de
1997, en la cual fue asesinado el campesino Mariano López Mena. También, por
estos graves y numerosos crímenes, el gobernador Uribe eludió su
responsabilidad política, trasladándola a su secretario de gobierno, Pedro Juan
Moreno[xvi], quien murió en un
extraño accidente aéreo, al estrellarse y explotar el helicóptero en donde
viajaba en Urabá el 24 de febrero de 2006, cuando realizaba campaña electoral
para llegar al Senado de la república por el Partido Conservador. Accidente que
incluso puso en duda el general (r) Rito Alejo al decir que se trató de un asesinato.
Esas luces por el éxito de su lucha contra la guerrilla en Urabá serán más
deslumbrantes y enceguecedoras durante sus dos administraciones presidenciales
(2002-2010), con la aplicación de la “seguridad democrática”, así como sus
sombras se prolongarán hasta el presente, en parte por más de 6.000 ejecuciones
extrajudiciales o “falsos positivos”. Pero, por razones de espacio, serán retomadas
y analizadas en una segunda entrega, para comprender la actual encrucijada
judicial y política en se encuentra el expresidente Uribe, quien se debate
entre la impunidad política y la culpabilidad penal.
[iv] https://www.infobae.com/colombia/2024/03/06/el-clan-del-golfo-cambio-de-nombre-ahora-se-llaman-ejercito-gaitanista-de-colombia-cual-es-la-razon/
[v] https://www.elespectador.com/colombia-20/conflicto/disidencias-de-farc-quienes-son-donde-estan-cuales-dialogaran-con-petro/
[vi] https://cambiocolombia.com/conflicto-armado-en-colombia/mapa-violencia-como-grupos-armados-reparten-colombia
[xiii]
https://www.rcnradio.com/judicial/mancuso-revelo-que-las-convivir-fueron-clave-para-extener-los-grupos-paramilitares-por
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