ÁLVARO URIBE VÉLEZ ANTE EL JUICIO CIUDADANO
https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/alvaro-uribe-velez-ante-el-juicio-ciudadano/
https://elpais.com/america-colombia/2025-07-13/alvaro-uribe-velez-ante-el-juicio-ciudadano.html
https://razonpublica.com/alvaro-uribe-juicio-importa-no-penal/
Hernando Llano Ángel.
Más allá del sentido de la
sentencia que el próximo 28 de julio conoceremos sobre la inocencia o
culpabilidad de Álvaro Uribe Vélez en los cargos que se le imputan[i],
se encuentra el juicio ciudadano sobre la figura y la responsabilidad histórica
del expresidente Uribe, sin duda el líder político más controvertido, admirado,
amado, odiado y denostado de los últimos 25 años en Colombia. No se trata,
pues, tan solo de un juicio penal, sino sobre todo de la oportunidad histórica
que cada ciudadano tendrá de emitir un juicio personal sobre la responsabilidad
política de Álvaro Uribe Vélez como hombre público y estadista, cuyas
decisiones y acciones han gravitado sobre la vida, seguridad y prosperidad de
millones de colombianos, pero también sobre la dignidad y muerte de miles en
desarrollo de políticas gubernamentales como la llamada “Seguridad democrática” contra el terrorismo. Seguridad que fue
definida en el Manifiesto Democrático[ii],
su programa de gobierno de 100 puntos, teniendo como eje el punto 33: “Necesitamos un estatuto antiterrorista que
facilite la detención, la captura, el allanamiento. A diferencia de mis años de
estudiante, hoy violencia política y
terrorismo son idénticos. Cualquier acto
de violencia por razones políticas o ideológicas es terrorismo. También es
terrorismo la defensa violenta del orden estatal”. Silogismo político
que cumplió cabalmente, si pasamos revista al desempeño del extinto
Departamento Administrativo de Seguridad (DAS)[iii]
y sus relaciones con los grupos paramilitares, como los escabrosos resultados
de la aplicación de la Directiva 029 de 2005[iv],
que propició la comisión de más de 6.2000 ejecuciones extrajudiciales,
denominados “falsos positivos”[v].
Más allá del juicio penal está la responsabilidad política
Lo anterior representa la mayor
paradoja y malentendido nacional sobre lo que realmente está en juego, que no
es tanto la inocencia o culpabilidad penal del expresidente Uribe, sino más
bien su responsabilidad política, personal e indelegable, en el mayor desafío
que los colombianos no hemos podido resolver y es romper el nudo gordiano que
ata la política con la violencia, las armas, el crimen y la ilegalidad. Por eso,
el trasfondo del juicio no son los presuntos delitos de fraude procesal y
soborno a testigo, sino la responsabilidad política del expresidente Uribe en
relación con la existencia y actuación criminal de grupos paramilitares, ya
desde su desempeño como gobernador del departamento de Antioquia y posteriormente
como presidente de la República. De allí, que sea imprescindible distinguir
entre la responsabilidad penal que es de carácter eminentemente judicial,
personal y subjetiva, sustentada en pruebas irrefutables, plenamente
demostradas, frente a la responsabilidad política que es de índole
constitucional, pública y general, derivada de competencias y obligaciones
inherentes a cada funcionario público sobre las cuales debe rendir cuentas
frente a la ciudadanía. Más aún, tratándose de un funcionario electo. En el
primer caso, la responsabilidad penal, la sentencia solo puede proferirla un
funcionario o funcionaria judicial, garantizando el debido proceso al
implicado, declarándolo inocente o culpable, quien podrá interponer los
recursos legales a su disposición hasta llegar al de casación, cuya resolución
por la sala penal de la Corte Suprema de Justicia determinará la inocencia o
culpabilidad final del implicado. En el segundo, la responsabilidad política,
todos los ciudadanos somos competentes y, en cierta forma, responsables del
juicio sobre el desempeño político del servidor público electo que, por lo
general expresamos en las urnas, y del cual dependerá su continuidad o
defenestración de la vida política. Es decir, su vida o “muerte política”. Esa
responsabilidad política está determinada por el artículo 6 de nuestra
Constitución que señala que todo servidor público es responsable por “omisión
o extralimitación en el ejercicio de sus funciones”.
Un ejemplo vergonzoso
La reelección de Donald Trump
pone de presente de manera escandalosa esta distinción, pues fue condenado
penalmente por 34 cargos criminales[vi],
pero exonerado electoralmente por más de 77 millones de votantes[vii],
cuyo juicio político y ético al menos queda en cuestión, pues lo catapultaron
victoriosa e impunemente a la presidencia de los Estados Unidos. Por eso no es
una exageración afirmar que al frente de la mayor potencia militar del planeta
se encuentra gobernando un gánster[viii].
De allí, que su política exterior sea esa mezcla de arrogancia, intimidación y
chantaje sustentada en el poder militar, que desconoce de plano y con plena
impunidad todo el derecho internacional público, las Naciones Unidas, su Corte
Internacional de Justicia y arremete con furia y alevosía contra la Corte Penal
Internacional en defensa de Netanyahu, sus crímenes de guerra y lesa humanidad
contra los palestinos en Gaza y Cisjordania. Por si fuera poco, ahora la
emprende contra la soberanía judicial del Brasil en defensa de Bolsonaro[ix]
por su presunto golpe de Estado, quien lo imitó al desconocer el triunfo
electoral de Ignacio “Lula” da Silva, como él lo hizo frente a Biden. Pero
volviendo a nuestra política doméstica y su máximo protagonista durante los
últimos 25 años, nos encontramos curiosamente con una historia parecida, pues
Álvaro Uribe Vélez fue reelecto en el 2006 pese a un delito de “lesa
constitucionalidad”, ya que la reforma del artículito de la
Constitución que lo permitió se realizó mediante el delito de cohecho y el
escándalo de la Yidispolítica[x],
que culminó con la condena de sus exministros de Justicia y Derecho, Sabas
Pretelt de la Vega y de Protección Social, Diego Palacio Betancourt[xi],
entre otros implicados como los congresistas Yidis Medina y Teodolindo
Avendaño.
Álvaro Uribe Vélez, entre la impunidad política y la penal
Sin duda, se puede afirmar que su
reelección le otorgó a Uribe desde 2006 plena impunidad política[xii],
pues fue respaldado por más de 7 millones de votantes[xiii],
equivalentes al 27.6% del censo electoral de entonces que era de 26.731.700
colombianos habilitados para votar. Un porcentaje que desdice el mito de su
inmensa popularidad y respaldo mayoritario, pues la participación electoral en
el 2006 fue del 45.05% y disminuyó 1.4% en relación con la del 2002, cuya
participación fue del 46.47% y su votación de 5.862.655[xiv].
Sin embargo, en ambos casos lo más significativo fue su triunfo en primera
vuelta, único candidato que lo ha logrado hasta el presente y ello demuestra
cómo sus electores disocian y separan fácilmente la ilegalidad de la legitimidad
política. Razón tenía Sartre cuando afirmó que “no hay nada más respetable que
una impunidad largamente tolerada”.
La ilegalidad procede de la forma como se aprobó el “artículito” para su
reelección en el 2006 frente a la legitimidad política que obtuvo en las urnas,
así ésta resulte precaria frente al censo electoral entonces vigente. Este
preocupante divorcio entre ilegalidad y legitimidad política-electoral,
demostraría que para un número significativo de votantes en el 2006 el fin de
la “seguridad
democrática” y su continuidad justificaba los medios utilizados por
Uribe para continuar gobernando, sin importar mucho que ellos fueran ilegales,
como en efecto quedó demostrado con la “Yidispolítica”. Con mayor razón si ese
fin era “matar la culebra del terrorismo de las Far”, que entonces se
creía era inminente. Pero ese divorcio se profundizaría aún más con el
encubrimiento de graves crímenes cometidos por la alianza entre el Departamento
Administrativo de Seguridad, DAS, con los grupos paramilitares, que llevó a la
cárcel a su director, Jorge Noguera, por el crimen del profesor Alfredo Correa
De Andreis[xv],
cometido en coordinación con los paramilitares del Bloque Norte de las AUC[xvi].
Todo ello, antecedido por la interceptación ilegal de comunicaciones a
periodistas y el espionaje de las deliberaciones de la Corte Suprema de
Justicia en su investigación sobre la parapolítica[xvii].
Interceptaciones llevadas a cabo por la entonces directora del DAS, María del
Pilar Hurtado y el director del DAPRE, Bernardo Moreno[xviii],
ambos también condenados.
Los “buenos muchachos”
Sin olvidar la condena de José
Miguel Narváez, exsubdirector del extinto Departamento Administrativo de
Seguridad (DAS) por el asesinato de Jaime Garzón[xix].
Basta este breve recuento de graves ilegalidades y crímenes, penalmente
demostrados y cometidos por dichos funcionarios en dependencias adscritas a la
Presidencia de la República, todos ellos nombrados por Álvaro Uribe y bajo su
estricta subordinación, para concluir que le resulta imposible eludir su
responsabilidad política, pues entonces los defendió públicamente como “buenos
muchachos”[xx]:
“Antes de que, en 2011, lo condenaran a
28 años de cárcel por haber entregado información privilegiada a los
paramilitares que asesinaron al profesor Alfredo Correa de Andreis, el
exdirector del DAS Jorge Noguera había
sido calificado como un “buen muchacho” por Álvaro Uribe, quien en otras
ocasiones se ha referido así a algunos cercanos que terminan cuestionados o
condenados”. Para completar semejante entramado institucional de
criminalidad se expide, en cumplimiento de la “seguridad democrática”, la
circular o directiva 029 de 2005 por el ministro de defensa, Camilo Ospina
Bernal, que derivó en la comisión de ejecuciones extrajudiciales, mal llamados
falsos positivos, cuyo número es superior a 6.000 víctimas mortales, según
investigación de la JEP. Obviamente es imposible encontrar una prueba reina
para responsabilizar penalmente al expresidente Uribe por todo lo anterior, así
como tampoco fue posible hallarla en el proceso 8.000 contra el expresidente
Ernesto Samper o en la financiación ilegal de Odebrecht en la segunda campaña
presidencial contra el propio Santos, por la cual fue condenado Roberto Prieto,
su exgerente de campaña, e incluso parece estar sucediendo con plenas pruebas
en el caso de Oscar Iván Zuluaga[xxi].
A todo lo anterior, se suman hoy las presuntas irregularidades por las cuales
el Consejo Nacional Electoral investiga la campaña del presidente Petro por supuesta
violación de los topes de financiación, ya que seguramente la Comisión de
Acusación de la Cámara de Representantes no alcanzará a avanzar en precisar su
responsabilidad personal, como ha sucedido con los más de 186 procesos
pendientes[xxii]
que allí se acumulan contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez, transcurridos
más de quince años. Es por ello que predomina la impunidad política en nuestro
Estado y su funcionamiento es cada vez más cacocrático[xxiii],
pese a los numerosos esfuerzos de la rama judicial por impedirlo, pues mientras
los electores continúen votando por líderes políticos que promueven o toleran
alianzas con grupos criminales, empresariales o financieros en función de sus
intereses y para garantizar su gobernabilidad, se profundizará este régimen
electofáctico[xxiv].
Un régimen situado en las antípodas del democrático, pues en aquel nunca hay responsables
políticos por sus actuaciones ilegitimas y menos culpables por sus delitos,
como es lo propio en toda democracia. De esta forma se suma la impunidad penal
a la política, sin que podamos endilgarla solo a quienes gobiernan, pues la
responsabilidad surge en la boca de las urnas por quienes los eligen. Por eso,
más allá del sentido de la sentencia del próximo 28 de julio, bien sea
absolutoria o condenatoria, ella no solo afectará al expresidente Uribe, sino
también el juicio político y ético de millones de colombianos, quienes en
conciencia somos los jueces de última instancia de los gobernantes que
elegimos.
[i] https://www.ambitojuridico.com/noticias/penal/penal/el-caso-uribe-velez-cronologia-y-los-delitos-que-se-investigan
[viii]
https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/regresa-un-ganster-a-la-casablanca-blanca/
[xi] https://www.infobae.com/colombia/2024/09/27/la-corte-suprema-ratifica-condena-de-seis-anos-para-exministros-sabas-pretelt-de-la-vega-y-diego-palacio-betancourt-por-escandalo-yidispolitica/
[xvii]
https://www.pares.com.co/post/parapol%C3%ADtica-la-historia-del-mayor-asalto-a-la-democracia-colombiana
[xviii]
https://cortesuprema.gov.co/sala-penal-confirmo-condena-a-la-exdirectora-del-das-maria-del-pilar-hurtado-y-el-exdirector-del-dapre-bernardo-moreno-por-seguimientos-ilegales-a-la-corte-suprema-y-opositores/
[xx] https://www.lasillavacia.com/silla-nacional/los-buenos-muchachos-de-uribe/#:~:text=Antes%20de%20que%2C%20en%202011%2C%20lo%20condenaran%20a,a%20algunos%20cercanos%20que%20terminan%20cuestionados%20o%20condenados.
[xxi] https://www.eltiempo.com/justicia/investigacion/odebrecht-asi-se-hicieron-los-pagos-a-campanas-de-santos-y-zuluaga-segun-fiscalia-797700
[xxii]
https://www.elpais.com.co/colombia/alvaro-uribe-velez-tiene-mas-de-186-procesos-en-la-comision-de-acusacion.html
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