viernes, abril 26, 2019

Justo Es Perdonar (JEP)


Justo Es Perdonar.
(JEP)
(abril 15 de 2019)
                
Hernando Llano Ángel.

Y necesario, no solo durante semana santa, sino en todo momento. De lo contrario, permaneceremos atados al rencor por el resto de nuestras vidas. Y del rencor al odio hay menos de un paso, como lo demuestran todos los días en nuestra sociedad connotados líderes políticos que, lamentablemente lo son, porque encarnan y expresan sin límites ese funesto sentimiento que alberga en el corazón de millones de colombianos. Un sentimiento de odio que los puede validar, llegado el momento, a ejercer la violencia con la mejor buena conciencia, sin remordimiento alguno, puesto que su líder lo expresó sin rodeos en un par de trinos contra la Minga Indígena y Campesina por persistir en el bloqueo de la vía panamericana:

“El dilema no es masacrar o firmar, el dilema es autoridad, sensata, firme, que se sienta, con criterio social o seguir generando malos precedentes que no permitirán voltear la página”.

“Si la autoridad, serena, firme y con criterio social implica una masacre es porque del otro lado hay violencia y terror más que protesta”.

No deja de ser curioso que estos consejos sobre el ejercicio de la violencia por parte de la “autoridad serena” estén en abierta contradicción con el número 33 del Manifiesto Democrático, plataforma programática que llevo a Uribe la Presidencia en el 2002, donde escribió:

 “A diferencia de mis años de estudiante, hoy violencia política y terrorismo son idénticos. Cualquier acto de violencia por razones políticas o ideológicas es terrorismo. También es terrorismo la defensa violenta del orden estatal”.

La anterior flagrante contradicción con sus recientes trinos, bien podríamos llamarla la argucia mortal de la razón autoritaria, pues con amarga ironía ella misma termina convertida en terrorismo estatal, como se deduce de su impecable e implacable silogismo. Paradoja criminal de esa “inteligencia superior”.

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen

Ojalá en esta semana santa el presidente Duque escuche con atención la prédica de Jesús de Nazaret y su maravilloso legado del perdón, que pronunció desde la agonía de su crucifixión: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, dirigidas a quienes precisamente descargaban “violencia y terror” sobre su lacerado cuerpo. De lo contrario, si atiende los consejos de su “presidente eterno” en el ejercicio de la “autoridad serena” y desoye los de Jesús de Nazaret, tendrá que cargar con toda la responsabilidad de haber actuado como jefe de un “Estado terrorista”, además de su eterno remordimiento de conciencia por no haber comprendido el mensaje político más valioso del cristianismo: la doctrina del perdón. Mensaje que comprendieron perfectamente estadistas de la talla de Gandhi y Mandela. Este último, después de haber pasado más de 40 años tras las rejas, afirmó: “El perdón no cambia nada del pasado, pero si el futuro de una Nación”. Lamentablemente el presidente Duque con sus objeciones a la JEP parece no haber entendido nada sobre la justicia y el perdón en sociedades desgarradas por la violencia y el odio. Porque en la JEP no se trata tanto de perdonar a los principales responsables de crímenes de lesa humanidad y de guerra, puesto que sus penas serán menores, entre cinco y ocho años, solo si aportan verdad y reparación a sus incontables víctimas. De no hacerlo, deberán pagar por lo menos 20 años de cárcel.

“Quien esté libre de pecado, que lance la primera piedra”.

Pero para comprender y aceptar lo anterior se necesita dejar de odiar. Pero sobre todo dejar de pensar y utilizar a la justicia como una forma de “venganza civilizada”, que ejercen los “buenos” contra los “malos” o “la autoridad serena” contra los “violentos terroristas”. Una justicia punitiva sin horizonte de reconciliación. Y para esos “buenos y virtuosos”, también Jesús de Nazaret dejo formulada una pregunta, cuando iban a lapidar a la mujer supuestamente adultera: “Quién esté libre de pecado, que lance la primera piedra”. Seguramente no todos somos igualmente culpables o pecadores por la ignominia del conflicto armado interno y las diversas formas de violencia que aún padecen miles de víctimas. Pero sin duda, a todos nos cabe alguna responsabilidad por nuestra indolencia y pasividad, frente a tanta injusticia e iniquidad. Especialmente a quienes todavía se dejan manipular por el odio y la soberbia de unos pocos, que temen asumir sus responsabilidades en el ejercicio de “la autoridad serena” y ahora legislan recomendado “masacrar con criterio social”, como en el pasado lo hicieron con los mal llamados “falsos positivos”, cuyo número preciso de jóvenes de estratos populares asesinados todavía desconocemos y es competencia de la JEP esclarecerlo. Justo es perdonar, pero conociendo la verdad y a todos los responsables de la injusticia perpetrada, para así jamás olvidar y en algo reparar a las víctimas.

Alcance de la JEP

Ya que la justicia, cuando debe afrontar la investigación de cientos de miles de asesinatos, de millones de desplazados y despojados de sus tierras, de miles de secuestrados, “falsos positivos” y desaparecidos, jamás podrá sancionar a todos los responsables, sino fundamentalmente a los principales determinadores y protagonistas de tales crímenes. A quienes ejercieron el mando y ordenaron las atrocidades cometidas, ya sea en la insurgencia o desde el Estado, y no las evitaron por omisión o complicidad con los directos perpetradores. Y, en estos casos, se le presenta a la justicia una insuperable paradoja, que expresó así Hannah Arendt, frente al castigo de la cúpula nazista: “Es muy significativo, elemento estructural en la esfera de los asuntos públicos, que los hombres sean incapaces de perdonar lo que no pueden castigar e incapaces de castigar lo que ha resultado ser imperdonable”. De allí que el perdón sea precisamente sobre lo imperdonable, como lo precisó Derrida, y como concluyó la pensadora judía: “perdonar es la única reacción que no reactúa simplemente, sino que actúa de nuevo y de forma inesperada, no condicionada por el acto que la provocó y por lo tanto libre de sus consecuencias, lo mismo quien perdona que aquel que es perdonado. La libertad contenida en la doctrina de Jesús sobre el perdón es liberarse de la venganza, que incluye tanto al agente como al paciente en el inexorable automatismo del proceso de la acción, que por sí misma nunca necesita finalizar» (La Condición Humana, p.260)

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