JUEVES, OCTUBRE 12, 2017
Es la Política, ¡Estúpidos!
Hernando Llano Ángel.
Si algo tienen en común con
nuestra convulsa vida institucional e incierta transición hacia la paz,
situaciones tan complejas y distantes como la tensión nuclear entre Corea del Norte
y EE.UU o el conflicto secesionista entre Cataluña y España, es precisamente la
ausencia de política.
Gamberros de la política internacional
Es patética dicha ausencia en el
caso de Trump y Kim Jong-un, comportándose como gamberros de barrio, demostrando
ante el mundo su inmadurez de estadistas. Es deplorable en España, con Rajoy y
Puigdemont, incapaces de reconocerse y tratarse como políticos responsables. Y
es exasperante en nuestro caso, porque estamos a punto de perder el partido de
la paz, por el pantano de Vargas en que Cambio Radical y Rodrigo Lara han
convertido el Congreso de la República, sumado al campo minado y mortal de la
sustitución de cultivos de uso ilícito. Por todo ello, estamos en vilo de no
clasificar definitiva e irreversiblemente en el campo de la política, donde los
conflictos –sean geopolíticos, nacionalistas o internos— pueden y deben
resolverse sin eliminar a sus protagonistas o impedirles siquiera jugar, como
podría suceder con los dirigentes de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del
Común. Por eso, cabe la expresión: Es la política, ¡estúpidos! Es su crisis y precariedad, lo que nos tiene
al borde de una catástrofe nuclear, la fragmentación de España y el fracaso de
la paz interna, convertida ahora en blanco predilecto de oportunistas
francotiradores electorales.
Falta la Política
La política es lo que está
faltando, quizá porque hemos permitido que quienes controlan el balón de las
decisiones cruciales: la seguridad mundial, la unidad nacional en España y la
paz en Colombia, sean unos jugadores inmaduros, incompetentes y mediocres. Lo
más grave es que tienen la capacidad, con la ayuda invaluable de un rebaño de
seguidores fanáticos y de medios de comunicación sensacionalistas y frívolos,
de aparentar ser los protagonistas estelares e insustituibles del juego del
poder. Pero la realidad nos demuestra lo contrario: están a punto de echar a
perder todo. Desde la paz mundial, por no avanzar hacia el desarme nuclear; la
unidad de España, ante la incapacidad de promover un diálogo creativo y, en
nuestro suelo, la consolidación de la paz al impedir el ingreso a la arena
política a quienes ayer fueron jugadores letales y crueles en el campo de
batalla, pero hoy están demostrando madurez y compromiso con lo pactado.
Entre coartadas y fantoches
En el primer caso, la política y
la seguridad internacional terminan siendo desplazadas o subordinadas por la
megalomanía imperial y la fantochería personal, bajo la coartada de la
seguridad mundial, según Trump, o la seguridad nacional, versión Kim. Pero de
continuar la escaramuza de pruebas y maniobras militares, esas coartadas los
pueden convertir en los mayores criminales de la humanidad y exterminadores de
vida en gran parte del planeta.
La tensión desmembradora y
polarizadora entre Cataluña y España, es agravada por el fetichismo de una
unidad nacional monolítica que sólo existe en la Constitución, pues en la
realidad social, económica, cultural y lingüística, España es una Nación de
naciones (vasca, catalana, gallega…) que requiere un reordenamiento político y
constitucional inminente. Reordenamiento del poder en el territorio y en la
vida socio-económica que sólo podrá alcanzarse mediante prolongadas y arduas
negociaciones. No a golpes de la Guardia Civil y mucho menos mediante un
acelerado e irregular referéndum, que incluso ha fragmentado y polarizado a los
mismos catalanes. Al punto que el catalán más querido y reconocido, Joan Manuel
Serrat, por su coherencia y defensa de su identidad cultural y lengua vernácula
contra la dictadura franquista, es hoy tratado de traidor y casi apátrida, por
no estar de acuerdo con el referéndum.
Cataluña Vs España: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”
Así lo ha dicho Serrat en
Argentina, recordando un refrán popular de su madre, al concederle la Universidad
Nacional del Rosario el Doctorado Honoris Causa, el pasado 7 de octubre (https://www.youtube.com/watch?v=TtGSDU5aw9g).
Distinción que aprovechó para expresar unas verdades irrefutables, que son una
lección magistral de política y una exhortación apabullante para Rajoy y
Puigdemont, que bien vale la pena citar in extenso:
“La
incompetencia, los intereses no siempre confesables, coinciden en este
territorio amado y querido para mí de una manera especial, que se llama
Cataluña”, por lo cual exigió “al gobierno español que, por una vez, aunque sea
por una vez, tome la iniciativa política y en lugar de mandar contra la
ciudadanía a las fuerzas públicas muestre voluntad de conversar con las fuerzas
políticas”. Y “al gobierno de la
Generalitat, que abandone su actitud sectaria y proselitista y que antes de
enviarnos a todos los catalanes al limbo de la tierra prometida de la
independencia, nos podría hablar de los costos que nos va representar a los
ciudadanos ir al cielo… Dirigiéndome a
ustedes, señores presidentes, les pido que hablen, que hablen señores, que
hablen aunque no sepan de qué, que hablen aunque no tengan nada que decirse,
porque nunca se habla lo suficiente cuando hay voluntad de solucionar cosas.
Hablen o apártense y dejen que sean otros los que hablen. Otros que entiendan
el mensaje de la moderación, que estén de acuerdo con Benito Juárez cuando
decía aquello de que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Lo que hoy
vivimos en Cataluña, señoras y señores, es un fracaso y como dijo el gran
intelectual y querido hombre, que fue Joan Fuster: “Un fracaso nunca se
improvisa, un fracaso se construye”. Bastaría con recordar una canción poco
conocida de Serrat, “Por las paredes (mil años hace…), para comprender que su
actual posición no ha sido improvisada, pues allí advierte, tanto al pueblo
catalán como al español: “Que la ignorancia no te niegue, que no trafique el
mercader con lo que un pueblo quiere ser”.
Ciudadanos como jueces políticos de última instancia
Y este estribillo nos viene muy
bien a nosotros, en esta etapa preelectoral, donde abundan los mercaderes, la
crasa ignorancia y la mezquindad personal en el Congreso, pues pretender
impedir judicialmente el ejercicio de la política a los dirigentes de las
Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, nos puede conducir de nuevo al
laberinto cenagoso y ensangrentado de la guerra. Valdría la pena imaginar qué habría ocurrido
si al M-19 no se le hubiera permitido participar en las elecciones para la
Asamblea Nacional Constituyente por su extravío criminal del Palacio de
Justicia. En estos casos, de nuevo hay que insistir que somos los ciudadanos
los jueces políticos de última instancia, quienes con nuestro voto condenamos o
absolvemos a quienes aspiran a representarnos. El entonces senador Álvaro Uribe
incluso defendió el cumplimiento de la ley de indulto, para garantizar ese
derecho a la política de los exguerrilleros del M-19, entre los cuales estaba
Everth Bustamente, hoy correligionario suyo en el Centro Democrático y el
Congreso de la República. Quizá ahora se oponga porque existe una Jurisdicción
Especial de Paz, que todos esperamos arroje verdad y luz sobre las tinieblas de
impunidad de nuestro reciente pasado y del presente, pues sin conocer la verdad
será imposible la justicia y la reconciliación. De aplicarse el rasero de una
justicia draconiana que impida participar en política a todos los que hayan
delinquido o tengan responsabilidad directa o indirecta en crímenes atroces, como
los “falsos positivos”, entonces quedaría inhabilitado el mismo senador Uribe.
Las más de tres mil quinientas ejecuciones extrajudiciales de civiles inermes
fueron una consecuencia de su política de “seguridad democrática” y la
aplicación de la criminal Directiva 029 del Ministerio de defensa (http://www.semana.com/nacion/articulo/la-historia-inedita-falsos-positivos/349851-3),
cuando entonces, como Presidente, era el Comandante Supremo de las Fuerzas
Armadas de la República (Constitución Política, artículo 189, numeral 3). Si el senador Uribe tuviese un mínimo de
pudor republicano y una vaga noción de lo que significa la responsabilidad
política, debería inhabilitarse inmediatamente de su ejercicio, ya que es un
intocable para la justicia nacional, como bien lo ha resaltado el ex-magistrado
del Tribunal Superior de Medellín, Rubén Darío Pinilla.(https://www.elespectador.com/noticias/judicial/la-justicia-le-ha-faltado-valor-para-investigar-uribe-ruben-dario-pinilla-articulo-717119).
Lo advertía Serrat en una
melancólica y romántica canción: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es
remedio”. Pero también pasa en la guerra, cuando ella eclipsa y niega casi
totalmente a la política. Y de lo que ahora se trata es, precisamente, de
cantar otra tonada: de hacer prevalecer para siempre la política sobre las
armas, la verdad sobre la mentira y la reconciliación política sobre el odio de
la guerra. En fin, la vida sobre la muerte.
Sólo así podremos avanzar hacia una justicia de reconciliación y
reparación, situada más allá de absoluciones selectivas y condenas
inhabilitantes, como es la pretensión velada de Cambio Radical y el Centro
Democrático. Si lo logran, invocando cínicamente“intereses superiores de la
patria”, promoverán la impunidad total para aquellos políticos, empresarios y
terratenientes que azuzaron la guerra y se enriquecieron con ella. Por eso hoy le temen tanto a la verdad y a la
justicia de la Jurisdicción Especial de Paz, pues están seguros que son
intocables para la justicia ordinaria. Bien lo decía Sartre: “Nada es más
respetable que una impunidad largamente tolerada”.
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