jueves, mayo 15, 2014

Consejo Nacional de paz y Realismo Mágico

 El Consejo Nacional de Paz: ¿una ilusión de “realismo mágico”?

Hace más de quince años se ordenó crear el Consejo Nacional de Paz, pero esta institución ha parecido más una fantasía salida de la literatura de ficción que una realidad.
Hernando Llano Ángel*

Frases de Gabo para entender el país
Para superar el lugar común de las apologías sobre Gabriel García Márquez como el gran fabulador y creador del “realismo mágico”, este artículo sobre el Consejo Nacional de Paz va acompañado por tres frases breves y dicientes de su proclama “Por un país al alcance de los niños”, donde el nobel se revela como el más lúcido, crítico y conciso desmitificador de nuestra realidad nacional.

1. “Pues somos dos países a la vez: uno en el papel y otro en la realidad”
Sin duda, eso es y ha sido hasta la fecha el Consejo Nacional de Paz, creado por la Ley 434 de 1998, y que en su primer artículo afirmaba: “La política de paz es una política de Estado, permanente y participativa. En su estructuración deben colaborar en forma coordinada y armónica todos los órganos del Estado, y las formas de organización, acción y expresión de la sociedad civil, de tal manera que trascienda los períodos gubernamentales y que exprese la complejidad nacional”.

Además, entre sus más importantes principios rectores figuraban, textualmente, los siguientes:   

-          “Integridad. Para la consecución y mantenimiento de la verdadera paz no es suficiente la sola eliminación de la guerra; se requiere simultáneamente de un conjunto de medidas integrales de carácter socioeconómico, cultural y político que combatan eficazmente las causas de la violencia;
-          Participación. Alcanzar y mantener la paz exige la participación democrática de los ciudadanos, el compromiso solidario de la sociedad y la concertación de las políticas y estrategias para su consecución y
-          Negociación. La consecución de la paz implica la utilización prioritaria del recurso del diálogo y la negociación como procedimientos expeditos para la desmilitarización de los conflictos sociales y políticos nacionales y territoriales”.
No obstante la claridad de la ley, hasta la fecha ningún presidente la ha cumplido, pues las administraciones de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe utilizaron la paz como estrategia política para alcanzar la Presidencia y luego dedicarse desde ella a hacer la guerra.

  • El primero, apoderándose del legítimo derecho y la ingenua esperanza de más de diez millones de colombianos que exigimos, mediante el Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad, de octubre de 1997, el cese de la guerra y el respeto de la población civil por parte de todos los actores armados.
  • Y el segundo, capitalizando la repulsa y el miedo producido por las acciones terroristas de las FARC en contra de la población civil, para prometer una pax romana por la vía de las armas que nunca estuvo cerca de alcanzar, pese al anuncio de que estábamos “en el fin del fin”, como otro coronel Aureliano Buendía en una de sus muchas guerras demenciales.

Obviamente, en tal contexto dejó de existir la política de paz como una “política de Estado permanente y participativa”, para cambiarse primero por el Plan Colombia y, después, mediante la negación del conflicto armado interno, por una guerra contra la “amenaza terrorista”. Esta guerra desembocó en miles de “falsos positivos”, vistiendo de terroristas a jóvenes civiles, pobres e indefensos, para aumentar así criminal y mentirosamente el número de bajas de las FARC.

Por arte de la política y no de la literatura, el “realismo mágico” fue sustituido por el “terror oficial”, según la clarividente definición del punto 33 del “Manifiesto Democrático” de Álvaro Uribe: “Cualquier acto de violencia por razones políticas o ideológicas es terrorismo. También es terrorismo la defensa violenta del orden estatal”.

2. “Somos conscientes de nuestros males, pero nos hemos desgastado luchando contra los síntomas mientras las causas se eternizan”

Pero ahora parece que por fin el gobierno y las FARC han tomado consciencia sobre las causas de nuestros males, reconocen el “Acuerdo General para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, e incluso han identificado las dos causas principales: la disputa violenta por la tierra y los odios generados por la exclusión política y las revanchas interminables entre adversarios, convertidos así en enemigos irreconciliables.

De allí que de nuevo aparezca en el horizonte la urgencia del Consejo Nacional de Paz, ahora sí para cumplir la ley y darle vida política, social y territorial, pues nada se ganaría con una firma en La Habana si la construcción de la paz no avanza en las regiones y en la sociedad colombiana.

Precisamente por lo anterior, Luis Eduardo Garzón, encargado por el presidente Santos de organizar el Consejo Nacional de Paz, ha declarado: "Reactivaremos este ente para que tenga validación. Construirlo será complejo, pero lo vamos a trabajar".

Para esto, el Consejo "debe tener línea directa con los diálogos de paz", "esta es la oportunidad para no tener escenarios de confrontación total, porque es bien difícil el escenario de guerra que vive Colombia".

3. “Esta encrucijada de destinos ha forjado una patria densa e indescifrable donde lo inverosímil es la única medida de la realidad”

De esta forma el Consejo Nacional de Paz se convierte en pieza clave para armar el rompecabezas de la paz, pues debe tener la suficiente representatividad y a la vez efectividad para asumir los retos que implica reconocer las verdades de todas las víctimas del conflicto, como un paso imprescindible para llegar al horizonte de reconciliación nacional.

Pero el Consejo también debe ser una caja de resonancia que recoja y exprese la pluralidad de voces e intereses de nuestra conflictiva y disputada sociedad civil, para que la difícil travesía de una eventual firma de la paz en La Habana a los hechos de paz en el territorio nacional no naufrague en un mar de escepticismo e incredulidad.

Para eso los representantes de la sociedad deben actuar con radical autonomía frente al gobierno de turno y frente a las FARC, pues de otro modo el Consejo correrá el riesgo de convertirse en una arena de disputa política y electoral, en lugar de ser la afirmación de los derechos a la verdad, la reparación y la dignidad de todas las víctimas del conflicto.

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