jueves, agosto 13, 2009

DE-LIBERACIÓN
(Agosto 13 de 2009)

A PROPÓSITO DE LAS BASES MILITARES

Rescato de mis archivos la columna titulada “Los Otros”, escrita para la edición del periódico EL PAÍS del viernes 1 de Febrero de 2002, pero que nunca fue publicada y causó la terminación unilateral de mi contrato y la desaparición de sus páginas de opinión de la columna “Calicanto”. Lamentablemente conserva plena actualidad, pues en ella se hace alusión a la propuesta electoral del entonces candidato presidencial Álvaro Uribe Vélez sobre la necesidad de contar con presencia militar norteamericana en Colombia para profundizar el “Plan Colombia”. La siguiente es la versión como originalmente fue escrita y se quedó esperando en vano su publicación. Posteriormente realicé otras tres versiones, cada vez más breves, a solicitud del Subdirector de Opinión, Luis Guillermo Restrepo, pero tampoco fueron publicadas. El problema no era de espacio físico, sino mental e ideológico. Por eso no tuvo cabida en EL PAIS. Afortunadamente el ciberespacio es ilimitado, por ahora.

LOS OTROS

(Primera Versión)

Hernando Llano Ángel.

Es el título de la estupenda y última película de Alejandro Aménabar, tan cercana a nuestra realidad. En ambas es difícil discernir los límites entre la vida y la muerte. Sus personajes están atrapados en una atmósfera fantasmal, rodeados de miedo, temiendo incluso a la luz del día, refugiados en una hermosa e insondable mansión. El Padre de familia, apenas un espectro, regresa de la segunda guerra mundial y al final desaparece tan misteriosamente como llega. Como espectador, uno se siente fascinado y desconcertado con la trama. La historia genera una especie de miedo metafísico envolvente, pues ignoramos lo que sucede, sin recurrir la película a ningún efecto especial. La trama es tan sutil y a la vez compleja, que impide identificar la maldad o bondad en sus personajes, la verdad o la mentira en sus relatos. Es imposible distinguir entre los vivos y los muertos. Solo al final uno descansa y cree haber descifrado la inteligente trama de su director y guionista, un legítimo heredero de Buñuel y Hitchcock, que mezcla magistralmente el surrealismo con el suspenso.Pero nuestra realidad es mucho más compleja y terrorífica. Al punto que deambulamos en un limbo ambiguo y sangriento, entre la guerra y la paz. Con la enorme diferencia de que somos los protagonistas de la película y en ella se nos va la vida. En la película nacional no tendremos la oportunidad del espectador, al salir del teatro, para empezar a descifrar lo que ha visto, pues es probable que nuestros ojos estén cerrados para siempre. Nos toca optar por ser responsables, en lugar de víctimas o verdugos. De alguna forma, asumir el papel de auténticos ciudadanos.

Algunos lo han hecho, como es el caso de las numerosas Comunidades de Paz de Chocó y Antioquia; los pobladores de Caldono y Bolívar; o los del Magadalena Medio con Pacho de Roux S.J a la cabeza; los de Mogotes, Santander, como auténticos herederos de los Comuneros; las mujeres de la Ruta Pacífica y de Barrancabermeja, junto a los pueblos indígenas Paeces, Guambianos, Aruhacos y U`was. Todos tienen en común que rehúsan jugar el rol de víctimas o verdugos, pues renuncian radicalmente al ejercicio de la violencia por su propia mano, así como a delegarla en un tercero que se manche las manos en su nombre. De esta forma las organizaciones populares, comunidades indígenas y colectivos de mujeres dan lecciones de valor civil y de ética política a cientos de miles de citadinos, confusos y cobardes, que parecen optar por la cómoda y cínica actitud de elegir a un tercero que, con voz desafinada y ademanes corteses, propone a su vez invitar a terceros externos para que salven la patria, invocando una supuesta e inexistente autoridad democrática.

Según el libreto de este exitoso candidato, veremos en la televisión cómo mueren por nosotros los otros, aquellos que heroícamente llegarán del Norte a salvarnos. A todos los que comparten esta Hollywoodense intervención y deliran por eliminar a esos “otros” de hoy, quienes a su vez sueñan con la revancha histórica de gobernar sin los “otros” de siempre, los oligarcas, valdría la pena recordarles que en una guerra civil degrada es imposible distinguir entre los unos y los otros, pues en ella todos perdemos. Más nos convendría ser sensatos y reconocer que no existen “Otros”, responsables exclusivos de la guerra o la paz, pues ambas son consecuencias de nuestras acciones y omisiones. Los “Otros” tambien somos nos-otros. La guerra deriva de nuestra indolencia, comodidad, ambición y soberbia, que delega en otros la forma como vivimos y morimos. Y así nos vamos convirtiendo todos en inquilinos de nuestra propia casa, consintiendo que los otros y los intrusos la ocupen y desmantelen, hasta convetirla en un inmenso cementerio. Entonces reinará la paz de los muertos, como sucede en la fría mansión de “Los Otros” de Aménabar.

(Columna Calicanto para El PAIS, edición del Viernes 1 de Febrero de 2002)
Nota: Esta columna no fue publicada en EL PAIS. Está pendiente su aparición en las páginas de opinión.

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