lunes, abril 14, 2008


T L C
(Abril 14 de 2008)

Hernando Llano Ángel.

Aunque el título alude al Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos de Norteamérica, en realidad esta columna se refiere a un síndrome que amenaza nuestro propio sentido de la realidad y existencia como sociedad. Es el síndrome de Todo Lo Contrario. Para describirlo, conviene consultar el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, que nos define un tratado como aquel “que celebran entre sí dos o más príncipes o gobiernos”. Pero por lo acontecido la semana pasada en Washington, queda claro que en el norte no hay Príncipe y en el sur corre el riesgo de desaparecer el Gobierno. Por sustracción de materia, ya no habrá T L C en los noventa días que añoraba el príncipe del norte, porque George W Bush no gobierna en materia comercial. Se encuentra totalmente subordinado a la Cámara de Representantes de mayoría demócrata, bajo la implacable batuta de Nancy Pelosi. Pero mucho menos puede hablarse de un “tratado” con un Gobierno, como el del sur, que ha sido sustituido por una extensa y ubérrima tierra que carece de política comercial propia y su príncipe se ha convertido en un mayordomo que depende en lo esencial de los designios del norte.

Lo más grave del síndrome de Todo Lo Contrario es su propagación acelerada por un número cada vez mayor de dependencias estatales y en influyentes forjadores de opinión pública nacional. Síntomas inocultables de ello son la polémica en torno a la extradición de Macaco y la metamorfosis –según el magistral Osuna- de nuestro régimen parlamentario en uno penitenciario. A través de la extradición y supuestamente en nombre de la justicia, se está a punto de burlar la verdad y la dignidad de las víctimas y sus familiares sobrevivientes, pues en EEUU Macaco será juzgado como narcotraficante y no como el criminal de lesa humanidad que es. Así las cosas, el Estado colombiano y quien debería desempeñarse como Presidente, terminarán siendo y haciendo Todo Lo Contrario, obsecuentes operadores y tramitadores de la ignominiosa justicia norteamericana, sólo interesada en las rutas, cultivos, socios, laboratorios y cuantiosos bienes de Macaco. Basta recordar la sentencia contra “Chiquita Brands.” Ninguna importancia tendrá la verdad y menos el sufrimiento de las víctimas, que deberían ser la prioridad de un Estado decente y legítimo, para evitar precisamente que se consolide el crimen y terminen gobernando y legislando los criminales o sus testaferros, que actualmente son lo mismo.

Igual acontece con el escándalo del Congreso y la parapolítica, pues gracias a la actuación de la Sala penal de la Corte Suprema de Justicia, por primera vez los colombianos estamos comprendiendo las diferencias y también las grandes similitudes entre un régimen parlamentario y uno penitenciario, lo que separa a un Congresista auténtico de criminales disfrazados o camuflados de políticos. Todo Lo Contrario de lo que sucede en una verdadera democracia, donde es el juicio de los ciudadanos y no el de los magistrados, quien condena y depura sus instituciones representativas. En la misma dimensión hay que situar el mediático trasfondo de las misiones humanitarias, convertidas en coartadas publicitarias, donde la libertad y la salud de los secuestrados vuelven a ser sacrificadas en función de los objetivos políticos y militares de las partes enfrentadas. Una vez más, Todo Lo Contrario de lo que debería suceder en un escenario donde actúan Jefes de Estado y no comediantes o impotentes rehenes del poder y la violencia, como en la realidad nos acontece bajo el pretexto gubernamental de consolidar el éxito de la “Seguridad democrática” o la alucinante pretensión de las FARC de alcanzar el estatuto de grupo beligerante y se comporta como una banda de secuestradores, con total desprecio del Derecho Internacional Humanitario.

Uribe es rehén de un poder autista y vengativo, que le impide reconocer el carácter degradado e interméstico de nuestro conflicto, sobre él cual cada día pierde más control doméstico frente a protagonistas internacionales y mediáticos del poder, como Sarkosy y Chávez. La “seguridad democrática” depende en grado extremo del subsidio económico, la tecnología militar y la inteligencia norteamericana. Y el acuerdo humanitario ya no será posible sin la mediación de estadistas externos, más preocupados por la vida y la libertad de los rehenes, que por un remoto triunfo militar sobre el terrorismo. No deja de ser una amarga ironía que el regreso de los últimos secuestrados se deba más a la mediación de la senadora Piedad Córdoba y a la vocinglería del presidente Chávez, que a los éxitos de la seguridad democrática, cuyo mayor golpe ha herido gravemente y alejado en forma indefinida la perspectiva de dicho acuerdo humanitario, además de aislar a Colombia de la naciente comunidad latinoamericana. En otras palabras, el presidente Uribe demuestra ser Todo Lo Contrario de un auténtico estadista: aquel que conduce con autonomía la nave del Estado y garantiza la vida y libertad de todos sus tripulantes, sin subordinar la suerte del conjunto, sus relaciones internacionales y comerciales a la prosperidad y seguridad de los pasajeros de primera clase.

De otra parte, Marulanda está extraviado desde hace medio siglo en la manigua de la violencia, cada día más desprestigiado y aislado de la opinión nacional e internacional, a punto de morir con el estigma de ser el secuestrador más cruel y no el guerrillero más viejo del mundo. Todo Lo Contrario del legado de un auténtico revolucionario, que se rebela contra aquellos que en forma arbitraria y despótica niegan la vida y la libertad de sus semejantes, sacrificando incluso la propia en aras de una sociedad más justa, solidaria y humanitaria.

Seguramente nos está sucediendo Todo Lo Contrario de lo que deseamos, porque desde hace más de 60 años seguimos añorando ese hombre que encarnaba, con su verbo encendido y tez mestiza, lo que sólo un pueblo puede hacer, sin Mesías o caudillos: forjar una sociedad justa, libre y digna, donde la democracia sea una realidad y no este régimen electofáctico, que funciona como una perfecta coartada criminal para perpetuar los privilegiados de siempre dando un trato privilegiado a ciertos criminales, bajo la mascarada de la “seguridad democrática” y una supuesta “Ley de justicia y paz”. Algo semejante nos aconteció en nombre del “Frente Nacional” y el espejismo de la “Reconciliación Nacional” hace cincuenta años. ¿Repetiremos la historia o haremos Todo Lo Contrario para empezar, por fin, a construir democracia con justicia, libertad y dignidad?




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