viernes, mayo 22, 2009


El Régimen Para-Uribista
(Mayo 21 de 2009)

Hernando Llano Ángel

Con la aprobación en el Senado del referendo reeleccionista y la casi segura sustitución del texto de la Cámara de Representantes, en tanto es imposible conciliar que el 2014 empiece en el 2010, se avanza en forma vertiginosa hacia la consolidación de un nuevo régimen político, que bien puede denominarse para-uribista. Un régimen que pretende que todas las instituciones, empezando por el Congreso de la República --cuya esencia es representar la pluralidad de toda la Nación y ejercer control político sobre el Ejecutivo-- “module” sus leyes para complacer ese animus dominandi que ni el mismo Uribe logra ocultar y de paso garantizar, como una Celestina, las francas ambiciones de sus hijos, Tomás y Jerónimo, ahora denominados empresarios. Curiosa paradoja: el padre niega su ambición pública, mientras sus hijos hacen públicas sus ambiciones privadas.

Tal es la esencia del actual régimen, por eso su rasgo distintivo es la paranoia frente a todas las instituciones, periodistas y líderes que no lo respalden incondicionalmente y su lenguaje es una mezcla indescifrable de simulación y mentira. De allí que sus principales asesores y defensores sean el psiquiatra-filósofo Luis Carlos Restrepo y el sofista José Obdulio Gaviria, quien tilda a los desplazados de migrantes –pues viajan “seguros” por Colombia— y ahora sí reconoce que en “Colombia estamos en guerra, es decir en campaña”, bajo la conducción del presidente Uribe, elevado a la categoría de “mariscal de campo imbatible, vencedor de todas las batallas”[1]. Quizá por lo anterior, Uribe, que se precia de ser un hombre frentero y llamar a las cosas por su nombre, ahora esconde su próxima candidatura presidencial bajo metáforas como la “encrucijada del alma”, después de haber enviado al Senado a su ministro de la Política, Fabio Valencia Cossio, para modular el referendo y así asegurar los votos de una docena de indóciles miembros de la coalición que ponían en vilo su aprobación. Estamos asistiendo a la fase de consolidación del régimen para-uribista, por eso sus más fieles escuderos son trasladados a la arena electoral y a la prensa nacional para que se batan en nombre del Presidente Uribe contra aquellos que José Obdulio llama “una formación de políticos sin pueblo, frecuentados por viudas del poder, contratistas angurrientos y tramadores profesionales de infamias y calumnias”.

El ex ministro de defensa, Juan Manuel Santos, después de evadir su responsabilidad política en los mal llamados “falsos positivos”, se convierte ahora en un “falso candidato” presidencial. Aunque más exacto sería denominarlo “para-precandidato presidencial”, pues espera, como un leal soldado, que el “mariscal de campo imbatible” no aspire a un tercer período para así sucederlo en las nuevas batallas. De otro parte, Luis Carlos Restrepo, antes Alto Asesor de Paz presidencial, desciende al cenagoso terreno de la política proselitista y se convierte en Presidente del partido de la “U”. Es decir, en un auténtico para-político al servicio de Uribe, pues hará las veces de su auxiliar para organizar las debilitadas huestes de la “U”, que ya tiene en la cárcel o sin curul a 7 de sus miembros por estrechas relaciones con los grupos paramilitares. Y la verdad es que el filósofo y psiquiatra, otrora brillante promotor de la ternura en la política, ahora ejerce como un tirano su nuevo cargo, sin ternura alguna, con una vehemencia y audacia tan visceral que empezó por reclamarle a la senadora Marta Lucía Ramírez su curul de la “U” y sin ningún pudor cursó invitación al Representante Roy Barreras, expulsado de Cambio Radical.

Sin duda, para desempeñar cargos tan complejos se necesita la sólida formación de psiquiatra y filósofo, que le ha reportado éxitos tan rotundos como la conversión de criminales de guerra en sólo narcotraficantes, rápidamente extraditados a USA cuando empezaron a revelar la verdad de sus relaciones políticas con numerosos senadores y representantes, empresarios e inversionistas para-uribistas, sin perder en semejante trance su razón y menos su profesional compostura de filósofo y psiquiatra del nuevo régimen. Es tal la versatilidad de Restrepo en estos terrenos brumosos, que lindan con la locura, donde la política se confunde con la criminalidad, que propuso de nuevo la urgencia y conveniencia de la inmunidad parlamentaria para que los congresistas no se sintieran intimidados y atemorizados por otros poderes, como el de la Corte Suprema de Justicia. Esa inmunidad parlamentaria tan valorada y estimada por Pablo Escobar, primo de José Obdulio Gaviria, cuando combatía con plenas garantías desde la Cámara de Representantes al ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, antes de ordenar sus asesinato.

Se llega así a una conclusión preocupante, que la esencia de toda parainstitucionalidad es justamente la pretensión de adaptar o crear instituciones funcionales a los intereses y ambiciones de personas o grupos específicos, en lugar de considerarlas y defenderlas en tanto son garantía de imparcialidad para la integridad y dignidad de todas las personas en una sociedad. De allí que John Plamenatz insistiera tanto en que: “El estudio más digno de la política no es el hombre sino las instituciones”. Pero entre nosotros sucede exactamente lo contrario. Por eso las instituciones y la práctica política están tan desacreditadas y al girar en torno a un hombre han degenerado en para-uribismo, que viene siendo una subespecie de parainstitucionalidad plebiscitaria, máxima corrupción de la política, pues ningún hombre puede arrogarse la representación exclusiva de toda una Nación (con nombres tan reveladores como “Primero Colombia” o “Colombia Primero”) y mucho menos considerarse imprescindible o insustituible para su conducción y salvación.

[1] - Ver su artículo del 5 de mayo en El Tiempo: “Caminamos juntos o nos ahorcarán por separado”.