LAS ILUSIONES Y MENTIRAS DEL
CENTRO POLÍTICO TANÁTICO
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Hernando Llano Ángel
Todo parece indicar que en estas elecciones nada es más disputado y
pretendido que el centro político. Todos los candidatos huyen de la derecha y
la izquierda. Se declaran de centro-derecha o centro-izquierda, para seducir y
conquistar esa amante esquiva y elusiva de la voluntad popular. A tal punto que
el mismo expresidente Uribe bautizó a su partido “Centro Democrático” y siempre ha sostenido que no cree en la
política de derecha y mucho menos de izquierda. Así las cosas, toda la política
es de centro y quienes no se sitúen en ese espacio omnipresente y
omnicomprensivo, están fuera de lugar. Se encuentran, no solo en el lugar
equivocado, sino que inmediatamente son calificados de “comunistas o mamertos”
y quizá hasta “castrochavistas” y “terroristas”. A ese maniqueísmo simplista se
ha llegado en la política nacional y hasta sus mismos protagonistas se lo
creen. Incluso Petro se identifica como de centro izquierda. Es verdad que
parece imposible renunciar a esa especie de geopolítica ideológica y
doctrinaria, un dogma del sentido común, que ineludiblemente nos ubica a la
derecha, centro o izquierda. Pero se trata de una ilusión espacial. En la
realidad política no existen esos referentes espaciales fijos porque la
política es mucho más que un campo de juego predefinido y estático. No es un
campo de fútbol donde se pueden ubicar jugadores a la derecha, la izquierda y
el centro. Es, en primer lugar, un campo de disputa permanente cuyos límites y
puntos cardinales los fijan y cambian sus protagonistas de acuerdo con sus
programas, discursos, propuestas y especialmente sus actuaciones en la vida
pública. Por ello, no solo es una ilusión que los candidatos y sus partidos
digan que son de extremo centro –como afirmó serlo el presidente Duque[1],
seguramente por la ubicación de la Casa de Nariño en el extremo centro de la de
derecha del capital financiero-- o de centro derecha o centro izquierda y hasta
del centro radical, sino que además es una mentira ofensiva para la inteligencia
de los colombianos. Todos sabemos muy bien que ese centro no existe más allá de
la necesidad de los precandidatos de atraer el mayor número de electores
ingenuos para derrotar a sus contrincantes, descalificándolos por ser de
extrema izquierda o derecha, y quedarse así el ganador con el centro del botín
estatal para repartirlo entre sus amigos del Centro plutocrático[2],
como una empresa particular a la manera de Agro Ingreso Seguro[3]
o en el presente con la cacocracia del Mintic de Centros Poblados[4]
Las mentiras del centro
político
Entonces tendríamos que concluir que hoy todos los precandidatos están en
el centro de una comedia y representan una parodia de la auténtica política. Que
son unos comediantes profesionales, algunos convincentes y otros patéticos,
situados en el centro de un escenario de mentiras. Lo grave es que esa comedia
electoral que representan se convierte en una tragedia nacional cuando se
despojan de su careta de actores, abandonan el escenario del centro y les toca
gobernar, tomando medidas que no pueden ser centradas, porque la realidad es
completamente diferente y sus decisiones van a favorecer y afectar a gente
real. Así constataremos que ninguno era del centro que decía ser. Pues la
política real en nuestro país tiende a beneficiar más a unos pocos, afines a la
derecha, que suelen vivir en el norte de la mayoría de nuestras principales
ciudades. Esa política y sus partidos los representan bien y agencia
regularmente sus derechos y privilegios, muy distantes de los de las mayorías
situadas en el extremo de la periferia de nuestras principales ciudades y de
quienes sobreviven abandonados en un inhóspito campo. Esas mayorías citadinas
malviven casi siempre hacinadas en el suroriente de nuestras principales
ciudades, sin empleo estable, con carencias vitales y al borde de la inanición,
descentradas y marginadas sistemáticamente por politiqueros y demagogos que con
subsidios, clientelismo y compraventa de votos las llevan periódicamente a las
urnas para reelegirse indefinidamente. Esas mayorías atiborran el centro
de las ciudades ignoradas por los del centro político, como vendedores
ambulantes y artistas del hambre, funámbulos a punto de caer en las profundidades
de la delincuencia, la ilegalidad y cárceles de inhumanidad. Ese es el centro
que conoce y se disputa cerca del 60% de la fuerza laboral en nuestras ciudades,
el centro
paupérrimo de la informalidad económica y el rebusque. Por último, queda la
clase media en el limbo de la precariedad, con salarios y sueldos que no llegan
a fin de mes. Esa clase media que ingenuamente tiende a creer que es el centro
de la sociedad, su eje vertebrador, suele terminar votando por los candidatos
de “centro-derecha” pues teme que los de “centro-izquierda” la pauperice más
con sus políticas sociales y nuevos impuestos para subsidiar a “vagos” y pobres
que supuestamente no quieren trabajar.
Un Centro Tanático
Así las cosas, es forzoso concluir que ese centro político tan preciado y
disputado por todos los precandidatos en realidad se parece más al agujero
negro de un centro tanático. Un agujero negro que amenaza arrastrarnos con
su fuerza centrípeta a una dimensión desconocida donde confluyen las dinámicas
extremas de la pobreza, la violencia, el desplazamiento forzado, la
criminalidad, la ilegalidad y la pandemia. Dinámicas que parecen subestimar los
numerosos precandidatos del centro. Ellos ignoran que están situados en el vórtice
del agujero negro y deben estar preparados para ser los primeros en enfrentar y
sufrir sus avatares y consecuencias. Porque lo que nadie puede negar y
desconocer es que vivimos en el centro de una ingobernabilidad mortal
de la cual es urgente salir. Sin embargo, hasta ahora todos los precandidatos
del centro temen presentarnos sus propuestas para abandonar ese centro
caótico y tanático por miedo a perder votos. Así, el día de las elecciones, comprobaremos
que el tal centro político no existe y que solo con nuestro voto definiremos si
continuamos profundizando este agujero negro de ingobernabilidad, horadado con
tanta destreza por la derecha del presidente Duque --quien se autodefine como
un gobernante de centro extremo-- o, por el contrario, buscamos salir de tanta
centralidad autoritaria y centralismo incompetente que nos tiene sumidos en
este insondable y caótico centro tanático de corrupción,
exclusión y violencias que arrasa todos los días con más vidas de líderes y
lideresas sociales[5] y
aumenta dramáticamente el número de desplazados forzados, según el último
informe de la CIDH[6]. Y quizá
la única forma de salir de ese centro es no botando nuestro votos por
candidatos y partidos que no definen claramente sus propuestas y proyectos,
profesionales de las ilusiones y las mentiras, incapaces de comprometerse a
fondo con la paz política, la justicia tributaria y una democracia ciudadana,
plebeya y telúrica, es decir, con el País Nacional[7],
derrotando por fin al País Político que históricamente ha gobernado y pretende
seguir haciéndolo en nombre de un supuesto e inexistente Centro Político, que
en la realidad es tanático.
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