¿Del “modo
democrático” al “reinicio democrático”?
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Hernando Llano Ángel.
Parece
existir un consenso universal sobre la crisis de la democracia liberal, pero no
sucede lo mismo acerca de sus causas. Entre las principales, aparece la crisis
de representación política, cuyo talón de Aquiles es la degradación de los
partidos políticos a simples empresas electorales que, la mayoría de las veces,
los convierte en testaferros de intereses empresariales y corporativos en lugar
de gestores y canalizadores de intereses públicos y generales.
Semejante
divorcio entre aspiraciones y necesidades ciudadanas, que condicionan y
determinan su voluntad política en las urnas, frente a la gestión plutocrática
de sus representantes y gobernantes en la administración pública, ha terminado
por generar un peculiar “modo democrático” de vivir que tiene a los Estados
liberales al borde del colapso y su eclipse total. Una de las expresiones más
significativas de ese “modo democrático” de vivir ha sido la aparición de dos
temperamentos y ánimos entre sus ciudadanos, que han terminado siendo
animosidades irreconciliables.
De
una parte, está la complacencia y satisfacción creciente de aquellos ciudadanos
que han prosperado y afianzado sus intereses gracias a la proximidad con el
“modo democrático” de gobernar, una especie de centro estatal generador de
bienestar y privilegios. De la otra, encontramos mayorías desengañadas y
desesperadas que cada día están más alejadas y son expulsadas o desconocidas
por ese “modo democrático” de gobernar al punto de quedar en la periferia,
despojadas de su ciudadanía, “ese derecho a tener derechos”,
según la precisa definición de Hannah Arendt.
Ciudadanos Vs Plebeyos
Así,
cada día, en forma casi imperceptible, las sociedades se van escindiendo en
temperamentos democráticos irreconciliables, entre aquellos que bien se sirven
del “modo
democrático” de vivir y los otros que solo lo padecen. Entonces cada
vez hay menos ciudadanos que viven la democracia en forma plena y pueden
ejercer sus derechos civiles, políticos y sociales, y muchos más plebeyos que
carecen de los mismos. Los primeros viven en la autocomplacencia y para ellos
la democracia se agota en el horizonte de sus negocios, las demandas de mayor seguridad
para gozar de plena libertad y su hostilidad contra todos aquellos que amenace
tan peculiar y privado “modo democrático” de vivir.
Mientras
los segundos, la mayoría, viven como plebeyos, casi siervos, aparecen como una
amenaza inminente para el “modo democrático”, pues nunca han
gozado plenamente de los derechos ciudadanos o están siendo despojados
progresivamente de su dimensión social: empleo estable, salud, educación,
vivienda, seguridad social y medio ambiente sano. Por eso fácilmente son
deslumbrados y engañados por demagogos que les prometen su redención y votan
ingenuamente por ellos. Otros millones deambulan como parias desde el sur hacia
el norte, del este al oeste y huyen a los cuatro jinetes del apocalipsis, atraviesan
desiertos, mares y selvas, donde miles pierden sus vidas y sueños en medio de
salvajes travesías. Y así esa diáspora de inmigrantes cae en manos de
traficantes que, como los jinetes de los cuatro caballos, convierten sus vidas en
pesadillas mortales y sus sueños de gloria en derrotas infernales.
Para
colmo, cuando creen haber llegado a tierra firme, sus vidas naufragan en el
terreno cenagoso de burocracias estatales que les niegan sus derechos
fundamentales. Son sometidos a una implacable persecución y estigmatización por
líderes políticos ultranacionalistas y xenófobos que canalizan en las urnas la
aporofobia visceral de sus electores. Así lo hizo Trump con una mayoría de
latinos que lo eligió para impedir la llegada de miles de sus compatriotas que,
por pobres, seguro consideraron una amenaza indeseable a su “modo democrático”
de vivir y prosperar.
IGUAL EN EUROPA
Pero
también acontece en Europa, con el auge de los partidos de ultraderecha,
celosos protectores y promotores del “modo democrático” de vivir de sus
complacidos y orgullosos ciudadanos. Por eso la pregunta de cómo pasar de ese “modo
democrático” --profundamente desigual, injusto y violento-- al “reinicio
democrático”, está siendo respondida en forma letal por el auge
inusitado de las facciones de ultraderecha, que no pueden ser consideradas
partidos democráticos, pues niegan el derecho de todos a la igualdad de
oportunidades para llevar una vida decente y digna.
Quizá
la única manera de hacerlo sea “reiniciando la ciudadanía” como ese
“derecho
a tener derechos”. Pero para ello se precisan nuevos liderazgos
políticos y menos mercaderes políticos que proliferan con su demagogia --más
allá de sus falaces y roídas banderas partidistas de centro, derecha o
izquierda-- que enarbolan por todas las latitudes, desde el norte expoliador
hasta el sur expoliado. Banderas como America First y Make America Great Again,
enseñas de un dúo autoritario y soberbio, Donal Trump y Elon Musk.
El
primero, anunció en campaña que será un dictador durante su primer día como
presidente, el 20 de enero de 2025, cuando ordenará el “cierre de la frontera y pueda
perforar, perforar y perforar”, refiriéndose a la exploración de nuevos
pozos petroleros. Y el segundo, con su ambición sideral de acumular, acumular y
acumular, pues ya la Tierra se le quedó pequeña, estará a cargo de un nuevo “Departamento
para la eficiencia Gubernamental”, lo que augura una fuente más de
ingresos desconocidos para el complejo tecnológico digital, la inteligencia
artificial y sus alcances impredecibles de control y manipulación de ciudadanos
cautivos en sus redes, más las catástrofes que puedan desatar políticas
públicas y decisiones políticas generadas por una burocracia virtual.
EL PELIGRO DE X
No
por casualidad su red social es una enorme X, que amenaza con tachar y eliminar
todo aquello que se oponga a sus designios. Por eso, como ciudadanos, no
tenemos otra alternativa que vencer el miedo y tener el coraje de “reiniciar
la democracia” para salir del actual “modo democrático”, tan
parecido a esa mezcla tanática y distópica vislumbrada por Aldous Huxley y
George Orwell en sus respectivas obras, “Un mundo feliz”[i] y “1984”[ii]. Todo parece indicar que nos ha
llegado la hora de releer “Rebelión en la Granja”[iii] sin dejarnos someter como sus
animales al mando de Napoleón o cualquier otro líder autocrático, semejantes a
los que ya abundan en casi todas las latitudes, empezando por Trump y los de su
brutal carisma. Un carisma que oculta la combinación más letal de estos
tiempos, la simbiosis de la codicia con las redes sociales, las tecnologías de
punta y la Inteligencia Artificial, que convierte a millones de seres humanos
en siervos de sus designios, pues estos renuncian a pensar por sí mismos y
confían sus destinos en estos nuevos ídolos, Trump y Musk, que impúdicamente
exhiben el éxito de su ambición y narcisismo, metas ansiadas e inalcanzables por
todos sus electores y admiradores.
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