¿Del “modo democrático” al “reinicio democrático”?
https://elpais.com/america-colombia/2024-11-28/del-modo-democratico-al-reinicio-democratico.html
Hernando Llano Ángel.
Parece existir un consenso
universal sobre la crisis de la democracia liberal, pero no acerca de sus
causas. Entre las principales aparece la crisis de representación política,
cuyo talón de Aquiles es la degradación de los partidos políticos a simples
empresas electorales que, la mayoría de las veces, los convierte en testaferros
de intereses empresariales y corporativos en lugar de gestores y canalizadores
de intereses públicos y generales.
Semejante divorcio entre las aspiraciones
y necesidades ciudadanas, que condicionan y determinan su voluntad política en
las urnas, y la gestión plutocrática de sus representantes y gobernantes en la
administración pública, ha terminado por generar un peculiar “modo democrático”
de vivir que tiene a los Estados liberales al borde de su eclipse total.
Una de las expresiones más
significativas de ese “modo democrático” de vivir ha sido la aparición de dos
temperamentos y ánimos entre sus ciudadanos, que han terminado siendo
animosidades irreconciliables. De una parte, está la complacencia y
satisfacción creciente de quienes han prosperado y afianzado sus intereses
gracias a la proximidad con ese modo de gobernar, una especie de centro estatal
generador de bienestar y privilegios. De la otra, encontramos mayorías
desengañadas y desesperadas que cada día están más alejadas y son expulsadas o
desconocidas por ese “modo democrático” de gobernar al punto de quedar en la
periferia, despojadas de su ciudadanía, ese “derecho a tener derechos”, según la precisa definición de
Hannah Arendt.
Así, cada día, en forma casi
imperceptible, las sociedades se van escindiendo en temperamentos democráticos
irreconciliables, entre aquellos que bien se sirven del “modo democrático” de
vivir y los otros que solo lo padecen. Cada vez hay menos ciudadanos que viven
la democracia en forma plena y pueden ejercer sus derechos civiles, políticos y
sociales, y muchos más plebeyos que carecen de los mismos.
Para los primeros, la democracia
se agota en el horizonte de sus negocios, sus demandas de mayor seguridad para
gozar de plena libertad y su hostilidad contra todos aquellos que amenace tan
peculiar y privado “modo democrático” de vivir. Mientras los segundos, la
mayoría, viven como plebeyos, casi siervos, aparecen como una amenaza inminente
para el “modo democrático”, pues nunca han gozado plenamente de los derechos
ciudadanos o están siendo despojados progresivamente de su dimensión social:
empleo estable, salud, educación, vivienda, seguridad social y medio ambiente
sano. Por eso fácilmente son deslumbrados y engañados por demagogos que les
prometen su redención.
Otros millones deambulan como
parias desde el sur hacia el norte, del este al oeste y huyen de los cuatro
jinetes del apocalipsis, atraviesan desiertos, mares y selvas, donde miles
pierden sus vidas y sueños en medio de salvajes travesías. Esa diáspora de inmigrantes
cae en manos de traficantes que, como los jinetes de los cuatro caballos, convierten
sus vidas en pesadillas mortales y sus sueños de gloria en derrotas infernales.
Para colmo, cuando creen haber llegado a tierra firme, sus vidas naufragan en el
terreno cenagoso de burocracias estatales que les niegan sus derechos
fundamentales. Son sometidos a una implacable persecución y estigmatización por
líderes políticos ultranacionalistas y xenófobos que canalizan en las urnas la
aporofobia visceral de sus electores.
Así lo hizo Trump con una mayoría
de latinos que lo eligió para impedir la llegada de miles de sus compatriotas
que, por pobres, seguro consideraron una amenaza indeseable a su “modo
democrático” de vivir y prosperar. Pero
también acontece en Europa, con el auge de los partidos de ultraderecha,
celosos protectores y promotores del “modo democrático” de vivir de sus
complacidos y orgullosos ciudadanos.
Por eso, la pregunta de cómo
pasar de ese “modo democrático” —profundamente desigual, injusto y violento— al
“reinicio democrático”, está siendo respondida en forma letal por el auge
inusitado de las facciones de ultraderecha, que no pueden ser consideradas
partidos democráticos, pues niegan el derecho de todos a la igualdad de
oportunidades para llevar una vida decente y digna. Quizá la única manera de
hacerlo sea “reiniciando la ciudadanía” como ese “derecho a tener derechos”.
Pero para ello se precisan nuevos liderazgos políticos y menos mercaderes
políticos que proliferan con su demagogia --más allá de sus falaces y roídas
banderas partidistas de centro, derecha o izquierda-- que enarbolan por todas
las latitudes, desde el norte expoliador hasta el sur expoliado.
Banderas como America First y
Make America Great Again, enseñas de un dúo autoritario y soberbio, Donal Trump
y Elon Musk. El primero, anunció en campaña que será un dictador durante su
primer día como presidente, el 20 de enero de 2025, cuando ordenará el “cierre
de la frontera y pueda perforar, perforar y perforar”, refiriéndose a la
exploración de nuevos pozos petroleros. Y el segundo, con su ambición sideral
de acumular, acumular y acumular, pues ya la Tierra se le quedó pequeña, estará
a cargo de un nuevo “Departamento para la eficiencia gubernamental”, lo que
augura una fuente más de ingresos desconocidos para el complejo tecnológico
digital, la inteligencia artificial y sus alcances impredecibles de control y
manipulación de ciudadanos cautivos en sus redes, más las catástrofes que
puedan desatar políticas públicas y decisiones políticas generadas por una
burocracia virtual. No por casualidad su red social es una enorme X, que
amenaza con tachar y eliminar todo aquello que se oponga a sus designios.
Por eso, como ciudadanos, no
tenemos otra alternativa que vencer el miedo y tener el coraje de “reiniciar la
democracia” para salir del actual “modo democrático”, tan parecido a esa mezcla
tanática y distópica vislumbrada por Aldous Huxley y George Orwell en sus
respectivas obras, Un mundo feliz y 1984. Todo parece indicar que
nos ha llegado la hora de releer Rebelión en
la granja sin dejarnos someter como los cerdos a mando de Napoleón o
cualquier otro líder salvífico, como a muchos les sucede ahora o lo desean para
mañana.
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