JESÚS ABAD COLORADO,
UN FOTÓGRAFO DE VERDAD
https://blogs.elespectador.com/actualidad/calicanto/jesus-abad-colorado-un-fotografo-de-verdad/
https://elpais.com/america-colombia/2024-12-07/jesus-abad-colorado-un-fotografo-de-verdad.html
Hernando Llano Ángel.
Al
disparar su cámara, Jesús Abad Colorado nunca elige al azar un objetivo. No
fotografía la belleza sino la verdad, por más atroz que ella sea, sin lentes
deformantes. Por eso siempre elige rostros, manos y cuerpos horadados por la
violencia y el sufrimiento. Su mirada nunca es objetiva, está emocionalmente
afectada y comprometida con el padecimiento de las víctimas y su agonía.
Sus
fotografías no tienen objetivos, mucho menos, pretenden ser objetivas. Son
radicalmente subjetivas, desgarradoras y verdaderas. Ellas llevan nuestras
miradas más allá de las víctimas, de sus heridas insondables y sus cuerpos
mutilados. Sus fotografías nos interpelan por cientos de miles de vidas destrozadas
y sueños truncados. Su cámara, en un segundo, registra y realza la dignidad de
hombres, mujeres, niños y niñas que en vida fueron condenados al olvido y solo
son reconocidos en el momento de su atroz muerte. La mayoría, campesinos que
durante sus vidas honraron, cuidaron y cultivaron la tierra, la amaron, y de
manera injusta y arbitraria fueron sepultados y hasta desaparecidos en sus
oscuras entrañas, donde miles aún permanecen anónimos en fosas comunes por
encontrar y desenterrar.
Así,
Jesús Abad, conjura su ausencia definitiva y los resucita a este mundo. Sus
vidas quedan inmortalizadas y grabadas en la recamara de la memoria colectiva. Por
eso es un fotógrafo y periodista de verdad. Siempre anda armado con su cámara, con
ella apunta y dispara e impide así que los proyectiles de los victimarios
asesinen también la memoria de sus víctimas. Su cámara es un dispositivo de la
historia, nos narra con la fuerza irrebatible de las imágenes las identidades y
responsabilidades de los victimarios, pero también retrata sin concesiones
nuestra indolencia e insensibilidad frente a lo sucedido.
Los múltiples rostros
de la verdad
Sin
duda, los testimonios de sus incontables y dolorosas imágenes nos permiten
comprender y ver la verdad contenida en esta paradójica reflexión de Kafka: “Es difícil decir la verdad; porque si bien es cierto que solo es una, también es
cierto que es algo vivo y, por tanto, tiene
un rostro vivo y cambiante”.
Esos cientos de rostros, fue lo que nos reveló en su discurso Jesús Abad Colorado,
al recibir el Gran premio a la Vida y Obra de un periodista en la clausura de
los premios Simón Bolívar de Periodismo 2024[i] y narrarnos con sus
fotografías el intrincado laberinto de violencias en que vivimos y miles mueren
atrapados.
Porque
no es cierto, en nuestra compleja realidad social y política, que una imagen
valga más que mil palabras. Todas esas imágenes están inscritas y son
consecuencia de una oscura trama de intereses y conflictos que apenas estamos
vislumbrando, gracias a rigurosas investigaciones realizadas en los últimos
años por el Centro Nacional de Memoria Histórica[ii] y el Informe final de la
Comisión para el esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no
Repetición.
Para
conocer esas terribles verdades y sus responsables, por acción u omisión, hay
que ver el documental “No hubo tiempo para la tristeza”[iii], en donde aparecen
numerosas fotografías de Jesús Abad Colorado, y consultar el portal de la
Comisión de la Verdad y su informe final “Hay futuro, si hay verdad”[iv]. Gracias a ellos y la
incansable reportería gráfica de Jesús Abad, sabemos que la verdad “tiene
un rostro vivo y cambiante”, que no es otro que el de las víctimas y
sus victimarios. Un rostro tan vivo y mutante que en ocasiones es
intercambiable e indescifrable, pues las víctimas de ayer se convierten en
victimarios mañana, formando así una maraña de terror y venganzas interminables,
que todavía no cesa y muchos pretenden prolongar indefinidamente en nombre de
la justicia.
Más allá de las
víctimas y los victimarios
Lo
más cruel y paradójico es que el mayor número de víctimas haya sido y sigan
siendo los campesinos, las comunidades indígenas y negras, convertidas por
todos los actores armados, desde los legales e institucionales hasta los
ilegales, insurgentes y paramilitares, en carne de cañón y en masa de maniobra
de sus mortíferas estrategias militares. Es lo que está sucediendo hoy en El Plateado,
en Chocó, en Arauca, Putumayo, en el norte del Cauca, en Antioquia, para solo
referir los territorios y las poblaciones más victimizadas.
Ayer,
esos campesinos para sobrevivir al asedio del Ejército Nacional en Marquetalia,
se convirtieron en guerrilleros y luego, obnubilados por sus victorias y
delirios de poder, se ensañaron contra otros campesinos en su disputa
territorial contra el ejército y los paramilitares. Luego, para el
sostenimiento de sus filas, se transformaron en liberticidas e hicieron del
secuestro una industria. Ahora son narcodependientes, traficantes y cancerberos
de economías ilegales, que desafían y sepultan las esperanzas de la “Paz
Total”.
Y,
en medio de ese degradado entramado criminal, otros muchos campesinos, también
para sobrevivir o cobrar venganza, se vistieron de paramilitares. Hasta llegar
al extremo gubernamental de que otros campesinos, portando el uniforme del
Ejército Nacional, en cumplimiento de órdenes y supuestas políticas de
“seguridad democrática”, como la Directiva 029 de 2005[v], asesinaran a miles de
jóvenes campesinos y citadinos, disfrazándolos de guerrilleros y sepultándolos
como “falsos positivos”[vi].
Pero
lo más inaudito es que todos los anteriores victimarios revistan sus crímenes
con narrativas inverosímiles como la defensa de la democracia, la justicia
social, la revolución y hasta la soberanía nacional. Narrativas que Jesús Abad
Colorado con el valor, la sensibilidad, la fidelidad de sus lentes y la
contundencia de sus fotografías, desnuda y deshace por completo, revelándonos
verdades que no se pueden seguir ocultando con las lentes deformantes de instituciones,
intereses y privilegios al servicio de los victimarios, amparados en sus
coartas criminales, sean ellas supuestamente democráticas, revolucionarias y
hasta populares.
La
vida y obra periodística de Jesús Abad Colorado nos ha revelado esa terrible
verdad en cientos de fotografías, confrontándonos con los rostros de miles de
víctimas y los de unos cuantos victimarios, que todavía cínicamente evaden sus
responsabilidades históricas gracias a la complacencia de millones de
ciudadanos que los admiran y de un poderoso corifeo de medios periodísticos que
los adulan, excusan y hasta llaman “salvadores de la patria”. Solo cabe esperar
que la JEP no sea inferior al único desafío histórico que quizá pueda cumplir:
contarnos todas las verdades, identificar a sus principales responsables y
sancionarlos simbólicamente, pues no hay penas para el tamaño, número y
gravedad de sus execrables crímenes. Muchos menos para reparar a sus
innumerables víctimas, su desaparición irreversible y el dolor inconsolable de
sus descendientes.
[i] https://www.elespectador.com/el-magazin-cultural/jesus-abad-colorado-gran-premio-a-la-vida-y-obra-de-un-periodista-en-los-premios-simon-bolivar-2024-noticias-hoy/
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