domingo, octubre 03, 2021

La perversión electoral de la democracia

 

LA PERVERSIÓN ELECTORAL DE LA DEMOCRACIA

Hernando Llano Ángel

La relación de las elecciones con la democracia no es sencilla y mucho menos armónica. Forman una pareja conflictiva, cruzada por tensiones y contradicciones, que amenazan frecuentemente con disolverla. Y ya que estamos en el furor previo a las campañas para Congreso y Presidencia de la República, van estas rápidas consideraciones. La primera forma de perversión es que las elecciones se han convertido en la coartada perfecta para simular democracia. Como si bastara votar para que existiera la democracia. Si bien es cierto ellas son necesarias para su existencia, también lo es que no son suficientes. Se requiere que las elecciones se den en contexto de libertad, legalidad, pluralismo y competencia. Condiciones que, si examinamos con rigor, difícilmente se cumplen en nuestra realidad. Para empezar, la violencia siempre está presente, algunas veces eliminando físicamente a los candidatos que considera son una amenaza para la continuidad del Statu Quo. Basta recordar magnicidios como los de Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Álvaro Gómez H, sin dejar de mencionar el exterminio de la Unión Patriótica[1]. Según Ariel Avila[2] y la fundación Paz y Reconciliación hasta el 23 de agosto del año en curso se han perpetrado 29 hechos violentos contra candidatos que dejan 36 víctimas en 15 Departamentos con un saldo de 6 homicidios y 23 amenazas. El mayor número de víctimas militan en partidos de oposición, “a excepción del Partido Liberal (17%), siendo los miembros del Partido Alianza Verde (29%), MAIS (13%) y Colombia Humana UP (13%) los más victimizados”. Así tenemos este Statu Quo que se ha consolidado como una tramoya donde la política se ha fusionado con el crimen y la ilegalidad, formando una amalgama indisoluble que constituye la esencia de lo que bien podría llamarse un régimen político electofáctico. Es decir, aquel donde los poderes de facto --la mayoría de las veces cubiertos por una espesa capa de legalidad y formalismos— definen quién gana las elecciones y cómo debe gobernar, sirviendo posteriormente a dichos intereses. El escándalo del Ministerio de las Tecnologías la Información y las Comunicaciones (Mintic) y su contrato con Centros Poblados es el mejor ejemplo de actualidad. Y no parece una mera casualidad que suceda en estos tiempos electorales. Al parecer, todo se hizo con suma diligencia, como lo describe con precisión Yohir Akerman[3] en su columna Caza de Citas, pues dicho contrato estuvo antecedido por casi 400 citas entre los socios de Unión Temporal Centros Poblados y altos funcionarios del Mintic, cuyo verdadero acrónimo es Mentiras, Incompetencia, Trampas, Ilegalidad Cacocrática. Solo falta que Emilio Tapia desate la madeja que lleva a las altas esferas del poder político y no se quede todo en la burocracia del ministerio[4]. Y hablando de altas esferas, son ellas las que están armando el tinglado para reformar y flexibilizar la ley de Garantías Electorales[5], desde el presidente Duque adalid de la “Paz con legalidad” y su ministro de hacienda, el “académico” José Manuel Restrepo, con el apoyo de sus cómplices en el Centro Democrático, pues son los más interesados en facilitar la contratación de alcaldes y gobernados en víspera de las elecciones. Ello implicaría convertir las elecciones en un bazar al servicio de los contratistas, al punto que las maniobras fraudulentas de Aida Merlano[6] quedan convertidas en un juego de niños. Es por ello que hasta los más encumbrados dirigentes de los gremios empresariales[7] se oponen a semejante iniciativa gubernamental. Sin duda, las próximas elecciones para Congreso y Presidencia pueden significar una vuelta de tuerca más para prolongar por otros 4 años este régimen electofáctico, simbiosis de la política con el crimen, que predomina desde tiempos inmemoriales pero que con el auge del narcotráfico y su incidencia política – ayer el proceso 8.000 y hoy la Ñeñe política[8] y Memo Fantasma[9]-- está quedando al desnudo. Pero también es la oportunidad para precipitar su declive irreversible si como ciudadanos somos capaces de elegir con criterio y decencia. Está en nuestra conciencia y manos no permitir más ese maridaje putrefacto entre la política y el crimen. Que la “ignorancia no te niegue y que no trafique el mercader con lo que un pueblo quiere ser”[10], como bien advierte Serrat en su épica canción “Por las paredes, mil años hace”.

 



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