ÁLVARO URIBE VÉLEZ ENTRE ERRORES POLÍTICOS Y HORRORES ÉTICOS
Hernando Llano
Ángel
El mayor error político del
expresidente Uribe, del cual se derivan todos los demás horrores militares y
los crímenes de lesa humanidad cometidos en nombre de la “seguridad democrática”,
es su incapacidad de reconocer la existencia del conflicto armado interno. Pero
no se trata de una incapacidad cognoscitiva, pues nadie puede dudar de su inteligencia
y sagacidad de político. Es algo mucho más grave. Se trata de una incapacidad
de juicio moral y una limitada empatía humana, que casi se agota en su universo
familiar y político. Una especie de atrofiamiento del juicio moral. A tal punto que llama errores personales a lo
que son horrores institucionales, como los cerca de 6.400 “falsos positivos”[1], y
se libera de toda responsabilidad política como jefe de Estado diciendo que quienes
lo cometieron fueron oficiales y soldados incompetentes en el cumplimiento de
sus deberes militares en el campo de batalla y lo hicieron ensañándose contra
civiles inermes. Todo lo reduce a un problema de competencia militar, cuando en
realidad fue una consecuencia de su obsesión política por matar la “culebra”[2],
como llegó a llamar a la Far, en su lenguaje coloquial. Allí está el origen de
todos los crímenes y horrores de su “seguridad democrática”, pues al negar el
conflicto armado y todo su trasfondo histórico, político y social para
reducirlo a una amenaza terrorista contra la “democracia más estable y
profunda” de Sudamérica, borró de un tajo la distinción entre civiles y
combatientes armados. Así lo dejo escrito desde el comienzo de su primera
administración en el punto 33 de su “Manifiesto
Democrático”[3]:
“A diferencia de mis años de estudiante, hoy violencia política y terrorismo son
idénticos. Cualquier acto de violencia por razones políticas o ideológicas
es terrorismo. También es terrorismo la
defensa violenta del orden estatal”. Y no hay duda que lo cumplió y
demostró cabalmente con cerca de 6.400 falsos positivos, pues ellos son una
consecuencia política y criminal de semejante postulado. Es decir, fusionó la
política con la violencia y la guerra, formando así un espeso lodazal de
crímenes y sembrando de fosas comunes el campo. Al llamar errores a semejantes
horrores, el expresidente Uribe se sitúa en el mismo nivel ético de los
miembros del secretariado de las Farc-Ep cuando iniciaron su comparecencia ante
la JEP y la Comisión de la Verdad. Entonces, ellos también expresaron que el
secuestro fue el mayor error político en que incurrieron. Necesitaron que sus
víctimas, entre ellas Ingrid Betancur, les contarán entre lágrimas y
recriminaciones todo el horror que sufrieron, para que reconocieran que su
práctica fue un crimen deleznable, cobarde e injustificable, que nada tiene que
ver con rebeldes y menos con una gesta revolucionaria, un execrable crimen de
lesa humanidad[4].
La soberbia del “virtuoso”
Pero todo parece indicar que el
expresidente Uribe no será capaz de recorrer ese camino y mucho menos de
reconocer su responsabilidad como jefe de Estado en semejante extravío
criminal, solicitando perdón no sólo ante los familiares de las incontables
víctimas de su “seguridad democrática” sino ante toda la Nación, como sería lo
propio de un mandatario que dice ser un demócrata virtuoso e integral,
totalmente transparente. Debería recordar el gesto humano y el ejemplo político
de Belisario Betancur[5]
(Q.E.P.D), quien no sólo se retiró de la vida política y pública, sino que
además solicitó perdón a todas las víctimas del holocausto del Palacio de
Justicia, en lugar de responsabilizar de ello a los incompetentes militares que
sacrificaron cerca de cien rehenes junto a sus captores del M-19. Pero algo va
de la sensibilidad de un poeta extraviado en la política, como Belisario, a la
de un jinete soberbio que confunde la República con la administración de sus
haciendas. Porque si alguna verdad sobresale del encuentro entre el padre
Francisco de Roux y el expresidente Uribe es que lo público --en su dimensión
más vital y trascendental como es aclarar lo sucedido con la vida y la muerte
de miles de colombianos ejecutados por miembros de la Fuerza Pública, esa
verdad grave, sagrada y horripilante-- quedó opacada y difuminada por la
cacofonía de sus bestias familiares: caballos, perros, pavos y hasta la
intromisión grosera de sus hijos, Jerónimo y Tomás, impugnando a la comisionada
Lucía González --desaparecida por el camarógrafo familiar— para responsabilizar
de los falsos positivos exclusivamente al entonces ministro de defensa Juan
Manuel Santos. ¡Cómo si semejante criminalidad estatal fuera un asunto para salvar
la honorabilidad familiar de Uribe y condenar a la familia de Santos! No solo
indigna tanta frivolidad y narcisismo familiar uribista, sino además la
ignorancia de sus vástagos que desconocen la responsabilidad política
compartida tanto por Uribe como Santos en dichos crímenes, cometidos en nombre
de la “seguridad democrática”. Pero al menos Santos los reconoció ante la
Comisión de la Verdad[6] y
no en su finca de Anapoima, además explicó parcialmente cómo se cometieron y
pidió perdón a las víctimas y familiares de los “falsos positivos”.
¡Uribe, engañado y decepcionado!
Por el contrario, Uribe afirmó que
no creía que ello estuviera sucediendo, porque jamás podía sospechar que la
Fuerza Pública, tan apreciada y valorada por él, incurriera en actos
criminales. Literalmente expresó en el minuto 13 de su exposición: “para mí era muy difícil creer que había
falsos positivos”[7],
pero cuando su ministro de defensa, Juan Manuel Santos, se lo demostró, no le
quedó otra alternativa que destituir 27 oficiales, no sin antes decir en el
minuto 29: “Una decisión de esa
naturaleza para alguien como yo, que tiene profundo afecto por las fuerzas
armadas de Colombia es una decisión muy dolorosa, pero la tomé”. Y esa
confesión de fe institucional, casi contra toda evidencia, es algo inverosímil
en un hombre con la sagacidad y el rigor del expresidente Uribe, que se ufana en
exigir resultados y es meticuloso de los detalles hasta lo patológico. Quizá
ello se explica por la simbiosis criminal que históricamente ha existido entre
el poder civil y el militar en Colombia, que tiene hitos como las autodefensas
creadas y promovidas por el presidente Guillermo León Valencia (Q.E.P.D) en
1965 con el decreto 3398 y posterior ley 48 de 1968, bajo Lleras Restrepo.
Luego resucitadas por Gaviria con las CONVIVIR[8],
motor de las AUC. Pero también presente en discursos que son considerados la
esencia del mito de la profunda “civilidad” de nuestros gobernantes, como el
famoso del Teatro Patria[9]
escrito y pronunciado por Alberto Lleras Camargo el 9 de mayo de 1958, también
conocido como “Doctrina Lleras”. Allí
encontramos claves que nos revelan que ese mito es, junto al de nuestra
democracia “más estable” y con los militares menos golpistas, una de las
mitomanías o mentiras más consolidadas y fecundas en generar crímenes de lesa
humanidad e impunidad hasta el presente. En número incluso mayor que las
dictaduras del cono sur. Auténticas “máquinas de guerra”. Así se expresaba
Lleras Camargo: “Es muy peligroso que se desobedezca una orden, que, por insensata que
parezca, ejecutada por cien o mil hombres con rigurosa disciplina puede
conducir a la victoria o minimizar el desastre. La acción guerrera necesita
rapidez, unidad, decisión inmediata, y todo eso no da tiempo para juzgar todos los aspectos de la cuestión. La
preparación militar requiere, pues, que el
que dé las órdenes haya aprendido a darlas sin vacilar, y tenga, hasta
donde es posible, todo previsto, y que el
que las recibe las ejecute sin dudas ni controversias”[10]. Y la fuente legal de los “Falsos positivos”
fue la Directiva 029 de 2005[11],
de la que curiosamente nada dijeron ante la Comisión de la Verdad ni Juan
Manuel Santos, como ministro de defensa que la cumplió, ni Álvaro Uribe Vélez
presidente de la república, responsable con Camilo Ospina, ministro de defensa,
quien entonces la firmó y expidió. ¿Quiénes fueron sus autores intelectuales?
¿Quiénes los excelsos juristas de estímulos y recompensas para mercenarios y
cooperantes civiles? ¿Por qué su aplicación derivó en las ejecuciones
extrajudiciales más conocidas como “Falsos Positivos”? Respuestas que buscará
incansablemente la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la no Repetición, así como la JEP. Pero quedan muchas más
preguntas por hacer y reflexiones por realizar de lo expresado por el
expresidente Uribe, pues como lo señaló el padre De Roux de lo que se “trata
es de comprender por qué y cuál fue el entramado que dio lugar a estas
situaciones”, además de identificar “responsabilidades para ayudar a
aclarar y comprender esto entre nosotros”, entre todos los colombianos.
De no hacerlo, cerrar los ojos y la conciencia mediante la aplicación de una
amnistía general[12],
como la que insinúa ladinamente el expresidente Uribe, sería no solo una
ignominia con millones de víctimas, sino la consagración de una impunidad e
injusticia mayor que la instaurada por el Frente Nacional. Y ya conocemos sus
consecuencias. Sería perpetuar en la vida nacional a los actores y factores,
sean ellos de derecha o de izquierda, responsables de este presente inadmisible
y vergonzoso. Quizá por ello rechazan y temen tanto a la JEP y a la Comisión de
la Verdad, pues ambas nos están revelando que no puede existir legitimidad
política alguna y, menos democrática, derivada de la violencia, el crimen y la
mentira, así se recurra a argumentos espurios supuestamente democráticos y constitucionales
para desconocerlas, como los expresados por el expresidente Uribe al comienzo
del encuentro y a los cuales me referiré en las próximas entregas.
[1] https://www.jep.gov.co/Sala-de-Prensa/Paginas/La-JEP-hace-p%C3%BAblica-la-estrategia-de-priorizaci%C3%B3n-dentro-del-Caso-03,-conocido-como-el-de-falsos-positivos.aspx
[2]https://www.vanguardia.com/deportes/mundial-de-futbol/qla-culebra-del-terrorismo-cuando-esta-asfixiada-ahi-mismo-pide-procesos-de-pazq-uribe-KAVL70194
[4] https://www.semana.com/nacion/articulo/por-que-la-jep-denomina-toma-de-rehenes-y-no-secuestro-al-caso-01-por-el-que-se-imputa-a-cupula-de-las-farc/202137/
[5] https://www.elheraldo.co/colombia/el-dia-en-que-belisario-betancur-pidio-perdon-por-la-toma-del-palacio-575042
[6] https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/juan-manuel-santos-verdad-los-falsos-positivos
[10] Lleras C, A. (s.f). Sus mejores páginas. Editora
Latinoamericana S.A, de Lima, Perú.
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