lunes, agosto 02, 2021

EL ÚLTIMO CÓNCLAVE

 

EL ÚLTIMO CÓNCLAVE

(Ficción teológica[1]) 

https://blogs.elespectador.com/politica/calicanto/el-ultimo-conclave

Hernando Llano Ángel 

Un murmullo indescifrable recorrió todos los costados de la plaza de San Pedro. La multitud miraba extasiada hacia la chimenea de la Capilla Sixtina, esperando la estela de humo blanco, como había acontecido dos lustros atrás, cuando fue anunciado el Cardenal Jorge Mario Bergoglio como el nuevo papa[2]. El pasado miércoles santo, 5 de abril de 2023, el papa Francisco fue misteriosamente encontrado sin vida en su adusta habitación de la residencia Santa Marta[3], en la víspera de la proclamación de su esperada encíclica Habemus Ecclesiam. Ante su sorpresiva muerte, no se descarta la práctica de la autopsia, pues se sospecha que tenga relación con las novedades de su anunciada encíclica. Los cardenales de todo el planeta llevan semanas encerrados en la capilla Sixtina, empeñados sin éxito en elegir a su sucesor. Pero en lugar del humo blanco, cada día se eleva lentamente una densa bruma púrpura, de origen misterioso y maloliente. Muchos feligreses empezaron a creer que podía ser una señal paradójica de la renovación de la Iglesia Católica que con tanta tenacidad promovió el papa Francisco, depurándola de todos aquellos Cardenales que confundieron la beatitud de la fe con el boato de los privilegios. Cada día que transcurría sin la elección de su sucesor, la intensidad del humo púrpura era más densa y nauseabunda. En los últimos días alcanzó un rojo sanguinolento que, de repente, se tornó en un hollín denso y asfixiante que sumió en la penumbra a toda Roma y sus confines universales, cubriéndola de un insoportable olor escatológico, huella inocultable de la pedofilia y la pederastia ocultadas durante siglos por los antecesores de Francisco.

La multitud, entre temerosa y esperanzada, llegó al paroxismo cuando dicha nube empezó a descender y la arropó como una cálida sabana, blanca y reluciente, que se desplazó y avanzó hasta ingresar a la Capilla Sixtina. Al encuentro de la multitud exultante salió una pléyade de personajes inmortalizados por Miguel Ángel. Desde la bóveda de la Capilla empezaron a descender, liberados de siglos de enclaustramiento y se fundieron en un abrazo de felicidad y armonía con miles de feligreses. No quedó lugar para las escenas del juicio final que, al desplomarse la cúpula de la Sixtina, aplastó a la mayoría de los Cardenales. Estos quedaron reducidos a un arrume de ceniza púrpura, apelmazado y humeante, condenados por las miradas inquisitivas de la feligresía, ahora sin más jerarquías que la de los abrazos y la alegría de la fraternidad. Solo entonces se hizo claramente comprensible el murmullo antes indescifrable: en lugar de un nuevo pontífice, la multitud empezó a vitorear la encíclica Habemus Ecclesiam, que anunciaba así el fin del último cónclave y de los vicarios terrenales, quienes en su mayoría traicionaron el legado de un frágil hombre nazareno inmanente y trascendental. Después de más de dos mil años se consumaba de nuevo la comunión de Jesús de Nazaret[4] con su pueblo, como en los primeros tiempos, sin más mediación que la de su palabra y espíritu, el amor y el perdón. En gran parte, por el ejemplo de sencillez y fe primitiva legada por su último vicario, el papa Francisco, en su encíclica Habemus Ecclesiam, que no alcanzó a proclamar, pero sí promulgó en vida durante su renovador pontificado, síntesis de magnanimidad moral y soberana humildad.

Post Scriptum: Esta crónica fue censurada por sacrílega en todos los diarios. Pero su autor cree que es una bondadosa ficción teológica que merece conocerse en memoria del fallecido Papa Francisco.

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